Hecoensayos

Autor: Héctor Luis Conesa Hernández.
Bio-arquitecto, artista y educador ambiental

"55 Hecoensayos para tiempos de retos"


Índice:

Hecoensayo 1: "12 pautas de consumo consciente anticrisis regional y global"

Hecoensayo 2: "Carta de un consumidor consciente a las élites del mundo"

Hecoensayo 3: "La entrevista de las cuatro preguntas"

Hecoensayo 4: "Tocar con la imaginación" (artículo publicado en la revista valencia sostenible y creativa)

Hecoensayo 5: "El consumo colaborativo como medida de sostenibilidad ante los límites planetarios"

Hecoensayo 6: "El Poder del Consumo Consciente"

Hecoensayo 7: "Por qué tanto énfasis en el Consumo Responsable/Consciente"

Hecoensayo 8: "Consumo de carne" 

Hecoensayo 9: "Nuestros móviles, ordenadores y gadgets. Consecuencias socioambientales"  

Hecoensayo 10: "Alternativas al consumo de recursos mineros. ¿nuevo o de segunda mano?" 

Hecoensayo 11: "Productos sin explotación"

Hecoensayo 12: "Exterior versus interior" 

Hecoensayo 13: "Del consumo responsable al consumo consciente"

Hecoensayo 14: "Qué empresa elegir. Cuánto gastar" 

Hecoensayo 15: "Las muchas herramientas de transformación social" 

Hecoensayo 16: "Los creativos culturales. El antes al consumo consciente" 

Hecoensayo 17: "El amor también cuenta en nuestro rol de consumidores"  

Hecoensayo 18: "Empresas grandes o empresas pequeñas" 

Hecoensayo 19: "¿Si no es perfecto es un engaño?"

Hecoensayo 20: "Relaciones. Nuestro consumo y el mundo" 

Hecoensayo 21: "Siento, luego interacciono. Consumiendo conscientemente"

Hecoensayo 22: "¿Qué es más criticable? ¿La crítica misma o el objeto de la crítica?"

Hecoensayo 23: "Cantidad. Poniendo límites a Extremistán"

Hecoensayo 24: "Unidad. Un ensayo a propósito de los pueblos indígenas de la sierra de santa marta. Qué podemos aprender de ellos"

Hecoensayo 25: "Cómo se fragua y qué es la ciudadanía global"

Hecoensayo 26: "De una egonomía a una economía"

Hecoensayo 27: "Hacia un antropobioecocentrismo"

Hecoensayo 28: "¿Podría la agricultura ecológica alimentar a toda la humanidad?"

Hecoensayo 29: "Capital"

Hecoensayo 30: "Paisajes rutinarios. Lo que propician unos. Lo que propician otros"

Hecoensayo 31: "Hacia una nueva economía coherente con los límites planetarios"

Hecoensayo 32: "El gesto del consumo consciente"

Hecoensayo 33: "Pueblos indígenas"

Hecoensayo 34: "Meticulosidad"

Hecoensayo 35: "Minería. Invirtiendo la posición de las cosas"

Hecoensayo 36: "Agricultura ecológica. Una experiencia en familia"

Hecoensayo 37: "Pollos"

Hecoensayo 38: "Pragmatismo. La excusa para lo inexcusable"

Hecoensayo 39: "Reciprocidad. La respuesta coherente a nuestro acostumbrado bienestar material"

Hecoensayo 40: "Paradigmas contrapuestos. De la agricultura industrial a la agroecología"

Hecoensayo 41: "Discurso presentación de la exposición en la UPV Mapas para la Ecotransición"

Hecoensayo 42: "The Ethical Consumption"

Hecoensayo 43: "Change the world eating less meat"

Hecoensayo 44: "Barato. El precio de la era de la información"

Hecoensayo 45: "Save the Earth"

Hecoensayo 46: "Hacia una civilización ecosocial"

Hecoensayo 47: "¿Podríamos alimentar a todos los habitantes del planeta con una producción ecológica? ¿Cuán más cara es realmente en España?

Hecoensayo 48: "¿Puede el consumo cambiar el mundo?"

Hecoensayo 49: "La trastienda del consumo. El consumo mismo" (artículo publicado en samaruc digital)

Hecoensayo 50: "¿Son más caros los productos ecológicos y de comercio justo?" (artículo publicado en samaruc digital)

Hecoensayo 51: "¿Son culpables de su inaccesibilidad los productos eco-sociales debido a su mayor precio?"

Hecoensayo 52: "Energía y medioambiente en el centro docente"

Hecoensayo 53: "Reflexión crítica sobre el documental: The great global warming swindle (La gran estafa del calentamiento global)"

Hecoensayo 54:  "Presentación del libro "La máquina de cambiar el mundo" en el Colegio Mayor Rector Peset de Valencia"

Hecoensayo 55: Deconstrucción. Microrrelatos alternativos.

HECOENSAYO 1: "12 PAUTAS DE CONSUMO CONSCIENTE ANTICRISIS REGIONAL Y GLOBAL"

Existe una política que nos quiere hacer creer que el mundo se dirige desde las urnas y los estados. Existe otra política, que la estamos practicando todos los días cualquier ciudadano. Con estos consejos conocerás gente nueva, disfrutarás de valores humanos puestos en práctica y podrás pasear por este mundo más livianamente. Descubre las 12 realidades que llevan funcionando y cambiando el mundo, desde hace más tiempo del que te imaginas.

Descubre el poder del consumo consciente transformador.

Comenzamos con cuatro preguntas y continuamos con 12 soluciones:

¿Repites o mejoras?
¿Perpetúas o participas?
¿Te quejas o actúas?
¿Te asustas o avanzas con serenidad, compasión y disfrutando de tu vida y tu unión con el planeta?

1.- Consume y trabaja local.

El transporte de mercancías entre continentes contribuye a las emisiones de CO2 y demás gases de efecto invernadero. El transporte mundial es responsable del 25% de la contaminación atmosférica. El cambio climático debido a las acciones del hombre es fácilmente comprobable. Lee las investigaciones científicas del Panel Intergubernamental del Cambio Climático y corrobóralo tú mismo.
¡Consumiendo localmente nos fabricamos a nosotros mismos nuestros puestos de trabajo!
Y la proximidad nos permite acercarnos a ver como se hacen las cosas, teniendo mayor control sobre los procesos y su impacto socio-ambiental.

2.- Come como máximo tres veces carne a la semana y participa en acciones que reivindiquen una reforma agraria efectiva en todos los países del mundo.

No sólo te será suficiente para tener tu dosis omnívora de proteínas y hierro sino que le harás un favor a tu salud, al medioambiente y a las personas que pasan hambre en el mundo.
Según el Consejo para la Alimentación Mundial de las Organización de las Naciones Unidas, dedicar a alimentación humana entre el 10% y el 15% del grano que se destina al ganado bastaría para llevar las raciones al nivel calórico adecuado, erradicando el hambre en el mundo. ¿Impresionante, verdad? ¡Claro! Esto no sale en la televisión. ¿Por qué será?

3.- Adquiere productos de comercio justo, con certificados eco-sociales como las maderas y papel FSC y colabora con ONGs que trabajen en proyectos de desarrollo social y económico.

Una mujer en Bangladesh, dedicada al ramo textil, trabaja más de 80 horas semanales cobrando la cantidad de 38 € al mes, cantidad insuficiente para alimentar a sus hijos y vivir en condiciones dignas de habitabilidad.
El comercio de productos agrícolas superfluos como el tabaco, la coca, el aceite de palma, las flores decorativas o el grano para piensos son responsables de la deforestación y usurpación de las tierras o trabajo mal pagado de pequeños campesinos en todo el mundo.
Muchas ONGs están trabajando para crear un modelo económico y social diferente.
Frente a una extendida incredulidad sobre las ONGs, sólo son excepciones contadas las que no optimizan sus recursos económicos. Las ONGs tienen que rendir cuentas ante las agencias e instituciones que las subvencionan. Un expatriado trabaja muchísimo en campo y tiene un sueldo muy ajustado para su condición de riesgo y separación familiar.
Las ONGs están lidiando y coordinando campañas de presión con resultados muy eficientes en todas partes del mundo.

4.- Usa el transporte público, la bicicleta o camina. Alquila, comparte, rehabilita tu vivienda o edifica  con bio.construcción. Y vive en el barrio de una ciudad o en un pueblo.

Las ciudades son responsables del 78% de los gases de efecto invernadero y consumen el 75% de los recursos mundiales.
Conforme aumenta la demanda de combustibles fósiles tanto para alimentar nuestras industrias energéticas como nuestros vehículos locomotrices, se continúan esquilmando bosques tropicales y asesinando a sus poblaciones indígenas.
Lo de Avatar de James Cameron es más que una película.

5.- Adquiere y repara electrodomésticos y vehículos de segunda mano. Cada día existen más tiendas y el truque se está poniendo de moda. Opta por productos confeccionados con materiales de origen vegetal o reciclados. Descubre las nuevas industrias que lo están haciendo ¡chapeau!. Existen. Reivindica una responsabilidad social empresarial creíble a las empresas de alta tecnología.

Según las Organización Internacional del Trabajo un millón de niños trabajan en minas en todo el mundo. Cada año mueren 25.000 víctimas de accidentes laborales.
El comercio del mineral del coltán, tan usado para confeccionar nuestros teléfonos móviles, portátiles, videojuegos y muchos más aparatos electrónicos ha causado más de cuatro millones de muertes en el Congo desde el año 1998.
Metales como el aluminio o el oro son responsables de destrucción y contaminación de paisajes, gran consumo de energía y sueldos mal pagados.
Industrias manufactureras atrincheradas en zonas francas, en maquilas, encubren sueldo y condiciones de trabajo cercanas al esclavismo, en multitud de países, sobretodo del hemisferio sur.

6.- Compra carne procedente de ganadería extensiva, ecológica y cuyos animales son sacrificados con la técnica Halal. O hazte vegetariano.

La mayoría de los animales, que son convertidos en carne para nuestra alimentación, viven hacinados en la oscuridad e inmovilizados en naves industriales de hormigón. Su esperanza de vida es cortísima, son separados de sus madres prematuramente y reciben altas dosis de químicos y cereal y soja transgénicos. Mueren electrocutados o asfixiados, muchas veces, ante la vista de sus compañeros.
Los animales son seres sintientes, reconocidos como tales por la Unión Europea. Un mamífero superior como un cerdo, una vaca o un toro tiene exactamente la misma capacidad de sufrir que un ser humano. Su sistema nervioso está igualmente desarrollado que el nuestro.
¿Por qué diferenciamos, en cuánto a nuestro amor y sensibilidad, entre nuestro perro y el animal que nos estamos comiendo o el que vamos a ver en espectáculos  ruines y desalmados?
Frente a un ingenuo mito popular, todavía existente, y nada respaldado por estudios, se sigue temiendo la falta de proteínas, hierro, calcio, ácidos, aceites omegas o vitamina B12. Cualquier libro de vegetarianismo explica detalladamente, con referencia a estudios médicos, que no es así. Muchísimas personas vegetarianas, en el mundo, conocedoras de tan sólo algunas pautas alimenticias, gozan de una gran salud y longevidad.

7.- Aliméntate con agricultura ecológica.

Según la Organización Mundial de la Salud cada año mueren 220.000 personas víctimas de los pesticidas. Mantos acuíferos, ríos y lagos sobrepasan los niveles de nitrógeno debido a los fertilizantes, condenando a la contaminación y no potabilidad las aguas del mundo.
Nos querrán vender que las dosis que llegan al consumidor son pequeñas, pero todavía no están estudiadas con precisión sus consecuencias cuando estos químicos son combinados en nuestro organismo y en largos plazos de nuestra vida.
La agricultura ecológica, frente cierto escepticismo, podría generar un 30% más de puestos de trabajo que la intensiva y alimentar junto a una dieta ética hasta 12.000 millones de personas en el mundo según la revista The Ecologist. La parcela de pequeño campesinado ofrece 10 veces más rendimiento que las grandes parcelas. La agricultura ecológica combinada con los pastos y animales y las cooperativas de agricultores con un saber de la tierra inteligente y sabio están devolviendo a nuestros campos el status de paisaje.

8.- Satisface tus necesidades con experiencias, más que con objetos.

Está comprobado que a partir de cierto nivel económico, no obtenemos más felicidad por tener más. Alimentar nuestras relaciones humanas conociendo nuevas personas, disfrutando de relaciones más cercanas y auténticas y compartiendo actividades, acciones y convivencias nos reporta mucha más salud mental y espiritual que seguir yendo de tiendas y quemando combustibles en nuestros vehículos privados como si se tratara de un acto lúdico más.
No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita.
Vivir entre redes sociales y familiares de diferente tipo es una fórmula perfecta en épocas de carestía.

9.- Compra en la tiendecita de al lado de tu casa, acércate a ferias artesanales, ecológicas, mercadillos, mercados. Mira en páginas web on-line. La oferta eco-social es interminable.
La ciudad y los pequeños emprendedores se ven beneficiados por tus ganas de pasearte por tu barrio o internet.

La comodidad es un arma de doble filo. Las grandes superficies comerciales se están convirtiendo en verdaderos embudos para todos los proveedores y fabricantes que existen en el mercado. Sus precios bajos no son muchas veces precios justos que hallen el equilibrio entre productor y consumidor. Los plazos de pago, las condiciones de entrega, los contratos no fidelizados y las exigencias de grandes cantidades hacen imposible la entrada en el mercado de muchos y pequeños empresarios que están haciendo las cosas con más consciencia o lo hacen pasar mal a los que sí entran en el redil. Y las distancias y condiciones laborales de los trabajadores de las empresas proveedoras no son una preocupación absoluta para estas grandes superficies. Estas presiones favorecen la deslocalización de la mano de obra.
Lo pequeño es hermoso decía el genial economista Ernst Schumacher.

10.- Invierte y guarda tus ahorros, tu nómina o tus cuatro chavos en la banca ética, banca ética cooperativa o pequeñas cajas populares de tu pueblo.

Mientras luchamos por un mundo mejor y creemos consumir de manera más ética, dejamos, sin prestar mucha atención, nuestro dinerillo en bancos y cajas, que a su vez lo usan, junto al dinero de miles de personas más en invertirlo en empresas delictivas, como  empresas de armamento, compañías energéticas de gran impacto socio-ambiental, industrias que encarcelan y torturan a los animales, multinacionales que explotan a sus trabajadores, inversores, especuladores y accionistas que desestabilizan economías o corporaciones que se enriquecen, en general, a costa del medioambiente y de todos los seres de este planeta.
La banca ética sólo invierte en empresas con valores culturales, sociales y medioambientales de base, de manera completa y no anecdótica, como el marketing de maquillaje nos quiere vender muchas veces.

11.- Ahorra toda la energía y agua que puedas. Desde pequeños gestos como subir por las escaleras o ducharte hasta meditados gestos como interesarte por el consumo de estos recursos en la extracción y fabricación de todos los bienes que adquieres. Compra artesanía, tanto en tu ciudad como en la práctica de un ecoturismo revitalizador de zonas rurales olvidadas.

Ojalá tuviéramos, todos, accesos a energías limpias, renovables y democráticas. Hasta entonces, nos tocará reivindicar que sea así e investigar las nuevas energías e inventos que se están desarrollando en todo el mundo ahora mismo.
La generación distribuida que convierta a todas las personas en productores y consumidores y nos enlace en una gran red es una posibilidad futura.
El uso de tecnologías intermedias o ecotecnicas como la cocina solar, los atrapaniebles chilenos, la bici-lavadora y la creatividad sin límites es una opción para poder ir creciendo y decreciendo a la misma vez.
Tened mucho cuidado con lo que compráis. El gasto de agua, energía y desecho no empieza en tu casa sino en la industria.
Y entender, que el ahorro es la mejor opción. Es la vieja fórmula actualizada de la austeridad de los místicos o la sostenibilidad de los pueblos indígenas.

12. Evita y reutiliza tus envoltorios. Cuida lo que tengas como si fuera lo más sagrado. Separa tus basuras para reciclar.

Frente a cierta incredulidad popular, en España, por ejemplo, se recicla hasta el 70% del papel, que se vuelve a convertir en el 70% de material papelero a la venta. El vidrio también tiene altas tasas de ahorro energético y de materia prima. El metal se puede fundir. El plástico, reconvertir, cuando hablamos de polietilenos, polipropilenos, etc. El tetrabrick y el PVC salen perdiendo, en esta historia de eficiencia ecológica y económica. Y los utensilios de elaborada complejidad y multimateriales también. Lo mejor son los productos monomateriales y biodegradables.

Y si somos capaces de separar con más precisión nuestra basura orgánica, ¡podremos obtener un maravilloso compost! para la agricultura de nuestra terraza, el campo de la al lado o el de nuestro amigo, Paco, el agricultor.



HECOENSAYO 2: "CARTA DE UN CONSUMIDOR CONSCIENTE A LAS ÉLITES DEL MUNDO"

Un  inversor afincado en Norteamérica, con cierto capital, decide montar una empresa. Y pensando, pensando, se da cuenta que puede obtener la materia prima a buen precio en un país latinoamericano, la mano de obra barata en un país asiático, los consumidores dispuestos a pagar el mayor precio posible en un país europeo y el lugar donde guardar sus beneficios, libres de impuestos, en un paraíso fiscal, localizado en cierta isla.
Según una visión “razonable pero limitada a un estrecho campo de visión” acaba de hacer el negocio, se ve así mismo como una persona inteligente, emprendedora y además caritativa, pues ha creado muchos puestos de trabajo.
Según una visión “holística que abarca la globalidad” se está aprovechando de su posición social para sacar tajada del planeta.
Está cambiando las cosas de sitio a su conveniencia de una manera tan disparatada como introducir una especie de pez como la perca en el lago Victoria y acabar con las especies autóctonas de allí o encerrar un pájaro en una jaula bajo el pretexto de que lo va alimentar el resto de su vida.
No es lo mismo intercambiar cultura que cambiar las cosas de sitio de manera temeraria.
Demasiadas y equívocas conexiones (no todas) entre lugares distantes del planeta no nos enriquecen como humanidad sino que desequilibran social y medioambientalmente regiones de muchas partes del mundo, mientras benefician sólo a unos pocos. Y para colmo, estos pocos se creen muchos, simplemente porque viven rodeados, siempre, de los mismos.
Veamos.
Si tienes capacidad de movilizar 10 cosas tienes la responsabilidad de responder con consciencia a esas 10 cosas. Hasta ahí, es posible, pues hablamos de escalas pequeñas. Pero ¿Qué pasa cuando hablamos de escalas grandes, cuando superamos el umbral de crecimiento al que se refieren los economistas Serge Latouche o Ernst Schumacher?
La consciencia humana tiene escala humana. Esto es una redundancia.
Lo cual significa que para ser coherentes con nuestras acciones, nuestra capacidad mental tiene un límite para prever los efectos de nuestras decisiones. Cuando la superamos, en aras de la emoción que procura el poder, el prestigio o las grandes sumas de dinero, es fácil desbordar nuestra capacidad de mantener una relación consciente con las consecuencias de nuestros actos o decisiones.
“Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, dijo Sócrates.
Eso significa que si tienes capacidad de movilizar 1000 cosas sigues teniendo la responsabilidad de responder con consciencia a esas 1000 cosas. Y sin embargo, tu mente humana, que es limitada, no tiene capacidad de responder a las 1000 cosas y acaba respondiendo a, por ejemplo, sólo 200. El resultado es el mundo que tenemos. Grande élites dirigen el mundo con la falsa ilusión y autoimagen de ser los padres del mundo. ¿Se creen dioses? Pero sólo tienen mentes de humanos. ¿Conquistan grandes logros? Pero ¿Qué pasa con el incontable e incontrolable cúmulo de consecuencias que van dejando a su paso muchas de sus decisiones? ¿Externalidades? ¿Efectos colaterales? ¿”Ya se desarrollarán como lo hice yo con mi esfuerzo, como lo hizo mi país”? ¿Queda mucha naturaleza todavía y el ser humano tiene derecho a sobrevivir? Aunque Gandhi dijera alguna vez que “Hay suficiente agua para la vida humana pero no para la codicia humana”.
¿Qué se les pasa por la cabeza, exactamente?
¡Nuestro mundo sigue contabilizando que el 80% de la riqueza planetaria está en manos sólo del 20% de la población mundial! Algo no está funcionando. ¿No?
Es cierto que crearon puestos de trabajo, satisficieron las necesidades de muchos consumidores (todo sea dicho, sólo de los que tienen el poder adquisitivo correspondiente) y consiguieron ganar dinero por el esfuerzo de su trabajo.
Pero no sólo está ocurriendo eso.
Donde el empresario veía materias primas a buen precio, su extracción deja un rastro de desolación medioambiental y social a su paso, en demasiadas ocasiones. Donde el empresario conseguía mano de obra barata, no obtiene mano de obra eficiente, como él alega y alaga falsamente, sino grandes masas de trabajadores sobre-explotados. Donde el empresario veía consumidores con poder adquisitivo, no tenemos más que la subasta mundial al que pueda pagar el máximo precio, véase clases medias y sus alrededores en la pirámide social. Donde el empresario veía un país libre de impuestos, tenemos una gran masa de beneficios económicos, que en vez de ser reinvertidos en la economía de su país, quedan avaramente acumulados para las generaciones de sus hijos y nietos en la “caja fuerte” de otro país, dejando que su país su hunda, tal vez y por ejemplo,.. en una gran crisis. Y donde él se veía como un gran emprendedor, sólo queda un aprovechado que pensando que estaba dando al mundo 200 cosas (que para él es una grandísima cantidad. Cierto que es así) realmente está dando muchas menos que las que en calidad moral y coherente debiera estar dando, por lo que le está quitando al mundo 800, a la misma vez.
Y este sistema se sigue perpetuando durante generaciones. Unos pocos, con gran poder, creyéndose no sólo los amos del mundo sino los padres del mundo, consiguen concentrar la energía en sus pocas manos, privando al resto del mundo de una energía mejor distribuida o lo que es lo mismo, permitir al mundo que se alimente así mismo él so-li-to, como reza la denominada soberanía alimentaria o como demuestran las millones de pequeñas empresas, cultivos y comercios que dan vida a nuestras ciudades y paisajes.

Es la hora de que el gigantismo  de paso a lo pequeño. Es la hora de recuperar la escala humana y el empoderamiento de todos los individuos de este planeta. Es la hora de compartir la energía con todos. Energía, en el sentido amplio del término. Físico y metafísico.
Es la hora de recuperar la cordura, el sentido común y el equilibrio de lo que das y lo que tomas, que tan bien conocen la culturas indígenas de nuestro mundo.
La hora de la humanidad es ahora para la humanidad.

Yo, en este momento, le pregunto a usted, señor titulado, señor con alta responsabilidad y esfuerzo a sus espaldas, apoderado con sumas de dinero dedicadas a satisfacer un bienestar material que a usted le sobra y a otros le faltan. Yo le pregunto. ¿Es así o no es así? Porque me gustaría saber, con todo el respeto, desde el corazón y sinceramente, que ocurre dentro de su cerebro y su alma.
Le he expuesto una interpretación de los hechos y acabaré con una pregunta y no una sentencia.
Tengo una gran curiosidad por saber qué está pasando exactamente.
Desde su punto de vista ¿Existe otra interpretación?

(global, holística, integradora, socio-económica, ecológica, espiritual, por favor, no parcial)

HECOENSAYO 3: "LA ENTREVISTA DE LAS CUATRO PREGUNTAS" 
1.- ¿Qué es el Consumo Consciente?

Qué también es comúnmente conocido como Consumo Responsable.
El Consumo Consciente es una herramienta de transformación social y medioambiental.
Al igual que se crean ONGs para desarrollo comunitario, defensa de la naturaleza y de los derechos humanos o para asistencialismo en países asolados por catástrofes, también existen otras herramientas de transformación social como las campañas de recogidas de firmas para presionar a determinados cambios políticos o el asociacionismo y colectivización, donde los ciudadanos trabajan juntos para mejorar las cosas.
Pues bien. El Consumo Consciente es otra herramienta de transformación social más. Pero con una especial característica. Es una forma de activismo instantánea, al alcance de cualquier persona y en cualquier momento del día. Se basa en el poder de la elección.
Me explico. Si observas bien, prácticamente todas las realidades humanas que nos rodean son obra de empresas, son consecuencia de una actividad económica. Y esas empresas siempre tienen un impacto social y medioambiental sobre el mundo. Podríamos afirmar que hoy en día el diseño del mundo corre de mano de empresas, con mucha más fuerza que de los gobiernos. Son los intereses económicos los que mueven el mundo. Y detrás de esos intereses hay ventas, existen consumidores dispuestos a comprar un determinado producto. Realmente lo que provoca la existencia de esas empresas es la demanda de los consumidores. Sin esa demanda esas empresas no saldrían rentables, no existirían. Digamos que el consumidor confiere existencia a esas empresas. Más aún. El consumidor financia a las empresas y por tanto co-crea y permite construir moralmente el mundo más allá del producto o servicio que recibe a cambio del dinero que paga por ello. Los consumidores somos el talón de Aquiles del sistema. Sin nosotros no existiría todo lo que nos rodea. El consumo es el voto más democrático que existe. El consumo es el voto económico.
Pues ahora es cuando aparece el Consumo Consciente. Buscamos información sobre el impacto social, animal y medioambiental de las empresas que fabrican lo que adquirimos. Y con información en la mano optamos por comprar a aquellas empresas que mejor lo hacen, que más benefician a sus trabajadores, que más respetan a los animales y que más limpia e intacta mantienen la naturaleza con su actividad fabril o extractiva.
Últimamente se usa más la acepción de consciente que de responsable, porque conocer lo que pasa nos permite elegir, ser conscientes del contexto mundial en el que nos movemos. Pero siempre con unas limitaciones personales que nos impiden hacernos absolutamente responsables de todo lo que pasa. Sólo podemos responsabilizarnos de líneas de actuación donde podamos elegir, el resto simplemente se convierten en contexto, contexto que hay que conocer y cuya consciencia nos permite situarnos y saber hasta dónde podemos llegar, hasta donde podemos marcar las fronteras de nuestra acción. Acción que se hace más ancha, conforme vamos conociendo más y más, siendo más conscientes. Piensa global, actúa local.
Y cuando no tenemos alternativas reducimos al máximo el consumo. Reducir, a nivel personal, es la otra cara del Decrecimiento, a nivel global, tan necesario para este planeta sobre-explotado. Optamos por conductas que precisamente eviten el problema de raíz, como reutilizar y reparar satisfactores de consumo que ya poseemos. Compartimos, intercambiamos o simplemente satisfacemos nuestras necesidades más con personas que con cosas. O mejor todavía, eliminamos necesidades superfluas. Vivimos con menos. Realmente lo que más nos llena y transciende son las relaciones humanas de amistad, compañerismo y familiares, que ni cuestan dinero ni tienen un impacto negativo sobre el medio.
De esta manera convertimos nuestro rol de consumidores en un rol de activismo, en una herramienta para mejorar y llevar ese mundo hacia el lugar que todos deseamos, un lugar de paisajes bellos y seres felices.

2.- ¿Desde cuándo existe el Consumo Consciente?

Cómo podrás imaginar consumir conscientemente aúna una gran cantidad de actitudes y actividades. Detrás del Consumo Consciente está el medioambiente, la solidaridad y la salud.
Desde que se empezara a nombrar el concepto de ecología y solidaridad, casi que empezara el Consumo Consciente. Las famosas 3 Rs (Reducir, Reutilizar y Reciclar) ya son una forma de Consumo Consciente. Los años 60 conocieron los primeros movimientos de defensa del medioambiente de manera más institucionalizada. Y la solidaridad no tiene fecha. Se extiende hasta el confín de los tiempos, desde que el ser humano es ser humano.
Sin embargo la propuesta de alternativas al abuso y a las duras condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras del sur, en el llamado tercer mundo, se dio en Holanda en los años 80, con la aparición del Comercio Justo. La iniciativa paradigmática del Consumo Responsable o Consciente. El Comercio Justo proponía y propone un modelo económico alternativo al capitalismo atroz, donde los intermediarios entre el productor y el consumidor se minimizan y se garantizan ingresos justos a estos primeros así como acuerdos de pre-financiamiento, contratos a largo plazo y un apoyo directo al desarrollo de sus comunidades. Frente a personas que trabajan 80 horas semanales en duras condiciones laborales y por salarios que suponen entre la mitad y la octava parte, según países, del salario digno que necesitasen para mantener a sus hijos y a ellas mismas, se proponen las primeras empresas exportadoras del sur donde se presta una atención premeditada al bienestar de sus trabajadores y del medioambiente.
Pero hablar de Consumo Consciente, como decía, es hablar de muchas cosas más, como reducción de emisiones de carbono, consumiendo localmente. O buscar, siempre a través de nuestra compra, la financiación y co-creación de las realidades que más nos gustaría tener en nuestro mundo. Si yo compro, por ejemplo, una determinada artesanía, estoy dándole la oportunidad de disfrutar de su trabajo a una persona y de ser dueño de su negocio. Si yo me alimento de agricultura ecológica, estoy propiciando que el campo y sus mantos acuíferos estén libres de venenos. Si yo me hago vegetariano estaré evitando directamente la tortura y sacrificio de miles de seres sintientes como yo, como son los animales. El abanico se hace inmenso, como veis. Cada una de nuestras elecciones en el consumo se convierten en las directrices de diseño del mundo. Es la diferencia entre el bienestar o el pesar diario de un trabajador, entre la vida o la muerte de un animal o entre la presencia o desaparición de un ecosistema entero.
Respecto a las personas que puedan estar participando actualmente en este movimiento disperso no tengo datos precisos pero si te puedo decir que tras un estudio que hicieron dos sociólogos norteamericanos hace pocos años, y que titularon “Los creativos culturales”, se estimó que el porcentaje de población en los países desarrollados que tenían una forma divergente de pensar, asociada a los valores humanos, a la espiritualidad y al amor por la naturaleza, superaba el 20%. ¡Estamos hablando que más de una quinta parte de nuestras sociedades discrepa del sistema mayoritario que nos está llevando a la debacle y a una crisis ecológica sin precedentes a nivel planetario!
Aquí en España tenemos, por ejemplo, una revista paradigmática en Consumo Responsable que se edita desde Barcelona. Se llama Opciones. Y sus miles de suscriptores siguen creciendo. Así como ONGs que trabajan en Comercio Justo y Consumo Responsable, como Intermón Oxfam, Setem o Sodepau.
La realidad esperanzadora es que mucho está cambiando.

3.- ¿Me podrías poner más ejemplos?

Mira. Te lo resumo. Todo lo que me rodea en el radio de un metro. Lo que me alimenta, lo que me viste, lo que me cobija, transporta, entretiene, comunica, donde compro, donde guardo mis ahorros, la energía y el agua que consumo… Todo eso está conectado, a través de largos tentáculos de cadenas de acontecimientos con el planeta entero.
Mi elección personal en cada uno de esos aspectos, es el interruptor para poner en marcha una u otras realidades.
Por ejemplo:
1.- Estos pantalones que llevo puestos fueron comprados en una tienda de segunda mano que ocupa a personas reinsertadas socialmente. Este polo lo adquirí en un establecimiento de una ONG de Comercio Justo. Estos zapatos se los compré a un artesano en la feria más importante a nivel nacional de nuestro país de Consumo Responsable, Biocultura. No usan piel de animal en su confección. La ropa interior es más convencional. El Consumo Consciente contempla hacer siempre hasta donde uno puede. Por eso se el término consciente está sustituyendo al término responsable.
2.- En esta mochila observareis productos de consumo semanal para mí. Estos huevos son ecológicos. El primer número de identificación (el 0) nos marca que las gallinas disfrutan de libertad y de piensos ecológicos. Este pan es realmente sano. Es integral. Ecológico. Elaborado por una empresa familiar. Y hasta más barato que el convencional, pues sólo en la nevera puede durar más de una semana y con cada rebanada te sientes mucho más colmado y mejor alimentado. Estas verduras las adquiero a través de una pequeña tienda de productos ecológicos, de agricultores locales que no usan ni pesticidas ni fertilizantes de síntesis. Y además saben muy bien. Comprando en pequeños establecimientos le doy vida a la ciudad y permito que la riqueza se reparta más equitativamente, distribuyéndola entre más manos.
3.- ¿Veis esta llave? Mirad. Esta llave abre la casa donde vivo. Esta casa es de segunda mano. Por lo que un sucesivo uso al primer propietario evita el consumo de nuevos recursos minerales y energía para fabricar una nueva. Y la casa está situada en un edificio. Hay estudios que demuestran que vivir en un edificio de varias plantas es más sostenible que vivir en un chalet a las afueras. El consumo de recursos y energía para construir y desplazarnos a un tipo u otro de vivienda es realmente diferenciador. Vivir en un barrio o pueblo bien comunicado es más sostenible.
4.- Este casco es para ir en bicicleta por la ciudad. En quince minutos soy capaz de llegar más lejos y aparcar antes que con un coche, dentro de la ciudad. Y no contamino, ni emito ruidos, ni gasto dinero en combustible y hasta me mantiene en forma. Para las ciudades con muchas cuestas la bicicleta eléctrica también puede ser una solución. De cualquier forma cuando la bicicleta no es suficiente el transporte público también reduce las emisiones de carbono que tanto daño están haciendo al clima. La realidad del cambio climático está ahí. Y cada día se va notando más.
5.- Mi móvil, así como otros electrodomésticos, es de segunda mano. Con un subsiguiente uso al original evito la fabricación de un aparato nuevo, con todo el gran impacto medioambiental y social que tiene la minería. La extracción de petróleo y de algunos minerales financia o provoca conflictos armados en muchos países. De hecho, hace poco, una empresa holandesa ha sacado al mercado el primer móvil del mundo de Comercio Justo y de componentes reutilizables. La Producción Consciente es ya imparable.
6.- Mirad esta tarjeta de débito. Además de ser reciclable pertenece a la cuenta de ahorro de un banco ético. En España tenemos algunas opciones. La Banca Ética no invierte nuestros ahorros en empresas que trafiquen con armas, exploten a las personas o diezmen el medioambiente de manera sistemática, sino en empresas con valores sociales, medioambientales y culturales de inicio y completos, no anecdóticos, como hacen otras empresas para lavar su imagen.

4.- ¿No pareces ir contracorriente con esto del Consumo Consciente?

Alguien podría verme como un friki o persona demasiado purista. Pero no soy el único. Somos ya muchos.
Lo que veis es tan sólo coherencia, lógica y mi voluntad diaria de construir el mundo mejor que todos deseamos, ni más, ni menos. Sabiendo el poder que tiene mi consumo, lo uso. No permanezco quieto amparándome en que hay una gran mayoría que no se lo toma en serio, si no me haría cómplice de lo que denuncio. Decido participar yo personalmente, pues mi único poder se ciñe a lo que decido hacer con mi persona. Esa es mi única responsabilidad.
Yo os invitaría a que os hicierais la siguiente pregunta cada día:
¿Repito (sumándome a la inercia destructiva) o mejoro (precipitando nuevas realidades de manera progresiva y creciente)?
Fíjate en un detalle. Cuando yo opto por comprar un determinado producto ecológico y social que ya hay en el mercado yo me sumo a las cientos o miles de personas que ya lo están comprando y entre todos le conferimos realidad, pues lo estamos financiando. ¡Ya existe algo mejor, más ecológico, más social! Acabo de dar la oportunidad de una existencia más benevolente a algo, aunque el resto del mundo camine por el insidioso camino de la injusticia social y ambiental. Yo, personalmente co-creo una realidad más justa, justo en la que a mí me placería vivir, justo en la que si yo viviera para mí sería toda mi feliz cotidianidad y estaría perfectamente justificada para mí percepción. Y sobre todo, hago crecer la minoría ética. Será cuestión de tiempo que esta minoría se convierta en mayoría. Pero para ello será necesario que sigamos alimentando los cimientos en medio de esa contracorriente de la que hablas.
Hay gente que se pregunta que para que va cambiar un poco el mundo si el resto lo hacen mal y entonces el mundo seguirá siendo injusto. Y yo les pregunto. Si lo ven así ¿significa que para ellos su parcela personal de bienestar no tiene sentido porque en el resto del mundo hay guerras por ejemplo? Esa misma gente es feliz en su vida personal, pese a las injusticias globales. Y no dejan de serlo. ¿Por qué buscar la felicidad de otros trozos de mundo carece de sentido para ellos cuando ellos si se permiten ser felices en su trozo de mundo?
A veces nos desmoraliza el topar con nuestros propios límites de tiempo, espacio, poder adquisitivo y conocimiento. El conocimiento se puede ampliar pero el espacio, el tiempo y poder adquisitivo son los que son muchas veces. Por esa razón el Consumo Consciente no es un algo impositivo, ni una especie de catecismo obligatorio de buenas acciones. Es algo particular que se fragua en connivencia con las circunstancias personales de cada uno. No existe un único Consumo Consciente sino muchos Consumos Conscientes, tantos como tantas personas hay. El Consumo Consciente es un estilo de vida que siempre va en función de las posibilidades personales de acción de cada uno. Y ahí es donde cada cuál, en su más recóndita intimidad, sabe hasta dónde puede llegar.
El Consumo Consciente funciona cuando estás dispuesto a incluir en tu vida no sólo los objetos inmediatos que perciben tus sentidos y engalanan tu rutina diaria sino también aquellos que son, ni más ni menos, el mundo entero, el resto de personas, animales y paisajes que pueblan el planeta y que están directamente conectados con esa rutina diaria. Y este ejercicio se hace a través de la imaginación. En tu día a día haces convivir objetos percibidos con objetos imaginados, precisamente los que no puedes ver pero sí existen. Y es a través del experimentar la compasión, la curiosidad, la sensibilidad y la empatía hacia el desconocido, hacia el invisible, donde aparece el Consumo Consciente.

Cuando te sientes partícipe en la construcción de un mundo más justo tienes suficiente motivación para seguir adelante, para superar tus limitaciones. Mejorar el mundo se convierte en una pasión. Hablemos claro, aunque para algunos suene religioso o empalagoso. Trabajar por un mundo mejor es la práctica del Amor a nivel global. Extendemos el Amor, que jamás ponemos en duda en nuestros círculos afectivos y familiares cercanos, al círculo de la globalidad. Hoy en día se habla de globalización, porque todos los habitantes del planeta están entrelazados económicamente. Aprovechemos esa globalidad, no para seguir exprimiendo a los más débiles y a la Pachamama, como llaman los pueblos indígenas de América a nuestra querida Tierra, sino para multiplicar de una manera práctica, creíble y real, de una vez por todas, y con la máxima potencia, nuestro Amor.



HECOENSAYO 4: "TOCAR CON LA IMAGINACIÓN" 
(artículo publicado en la revista Valencia sostenible y creativa)

¿A quién no le gustaría tocar con sus ojos el paisaje más bello del mundo? ¿Quién no disfruta tocando, a través de caricias, a su animal doméstico? ¿Acaso no nos desbordamos, tocando con nuestras palabras, a las personas que amamos?

Evidentemente, nos gusta tocar todo aquello con lo que intercambiamos felicidad. Porque tocando y contactando, es cuando experimentamos. El contacto nos pone en relación a todos los seres. Venimos al mundo a relacionarnos entre nosotros, con lo que nos rodea, con la naturaleza, a con-tactar-nos.
Cuando nuestro contacto es inmediato, todos preferimos paisajes bellos y seres felices.
Pero ¿qué pasa cuando nuestro contacto no es inmediato? Lejos de la naturaleza, aislados en nuestras ciudades; lejos de otros seres humanos, limitados a nuestros círculos sociales afectivos; lejos de los animales, caminando entre nuestro mundo homínido.
¿Realmente no seguimos en contacto?

En un mundo globalizado, con todos sus mercados económicos interconectados, y por tanto, todas sus sociedades interdependientes, el tocar se estira hasta miles de kilómetros.
Actualmente, a través, de nuestro consumo, estamos tocando al planeta entero.
Cuando vamos a comprar cualquier objeto de consumo, el dinero, que ponemos a disposición del comerciante, va a hacer rentable toda la cadena de extracción, elaboración y transporte de ese producto, y por tanto, le va a conferir existencia. Con nuestro acto de demanda de ese objeto, el fabricante pondrá en marcha los mecanismos de producción que harán posible su oferta. Con nuestra elección del consumo, con nuestro dinero, financiaremos tantas realidades como interacciones con seres humanos, animales y ecosistemas, tenga toda la cadena de producción. En definitiva, estaremos tocando al mundo entero, con nuestro simple gesto de depositar unas monedas por esta o aquella mercancía, ya sea energía, materia o servicios.
Nosotros, los ciudadanos, consumidores, podemos decidir con nuestras compras que mundo queremos subvencionar, hacia qué dirección queremos que se dirija.

Si alguien piensa que unos pocos no podrán obrar cambios, se equivocan. Unos muchos ya estamos obrando cambios. Y que no sea extensible al planeta entero todavía, no invalida que moral y realmente estemos provocando muchos cambios en muchos lugares del mundo. Ya existen. La cuestión es:
¿Te animas, tú también, a sumarte a los nuevos cambios y ayudar a que crezcan, para que vayan sustituyendo cada día y cada vez más al mundo viejo y repetitivo, que ya se cae por obsoleto?
¿Qué de que manera podemos hacerlo? De muchas, y entre ellas, con el Consumo Consciente: Comprando en lugares diferentes y productos diferentes de los que comprábamos hasta ahora, optimizando las compras sin derrochar, confeccionándonos nosotros mismos las cosas, intercambiando, satisfaciendo nuestras necesidades con experiencias, más que con objetos. Y empezar a hacerlo progresivamente. Cada uno elegimos periodos de tiempo personales y vamos incorporando, en cada uno de ellos, algo nuevo a nuestras vidas, en una deliciosa aventura de curiosidad, descubrimiento y conocimiento de nuevas personas.

Frente a jornadas laborales de 15 horas diarias con sueldos de 1 euro al día ya existe el comercio justo que practican Setem, Sodepau o Intermon Oxfam, cooperativas en el Sur y el Norte, colectivos de reinserción como Cáritas o tiendas de segunda mano, que transfiguran el valor social del objeto.
Frente a millones de niños trabajando en minas existen ONGs de desarrollo comunitario en países del sur o nuestra decisión firme de reducir el consumo de productos fabricados con minerales (algunos místicos lo llamaron austeridad, otros economistas, boicot). Según Herbert Girardet, premio Global 500 de la ONU, tan sólo las ciudades consumen el 75% de los recursos mundiales. Optemos por la bioconstrucción, el alquiler, la rehabilitación, el compartir espacios, la vuelta a los pueblos.
Frente a animales con la misma capacidad de experimentar el sufrimiento que un ser humano, encarcelados en granjas industriales y torturados hasta su muerte prematura, existe la ganadería extensiva, ecológica y el vegetarianismo.
Frente a la banca que invierte nuestros ahorros en empresas de armamento o en empresas extractivas y energéticas que asesinan a poblaciones indígenas y desplazan cada día a miles y miles de personas fuera de sus tierras, existe la banca ética, que sólo invierte en empresas con valores ecológicos, sociales y culturales de base, como Triodos bank o Fiare.
Frente a un modelo de agricultura que contamina el suelo y el agua y monopoliza las tierras y las semillas por parte de multinacionales y ricos terratenientes, existe la agricultura ecológica de pequeña parcela y del campesinado (con rendimientos de hasta 10 veces más que la agricultura intensiva, según la ONG estadounidense Food First).
Frente al consumo de petróleo que estimula las prospecciones y puesta a punto de nuevas estaciones petrolíferas, en los grandes pulmones selváticos del planeta, y que participa en gran medida en el cambio climático, existe la reducción de su uso, usando el transporte público, la bicicleta o el sano deporte de andar.
Frente a las grandes superficies comerciales que ahogan a sus proveedores y dejan de lado del mercado a los pequeños empresarios, podemos comprar en tiendas de barrio, cooperativas de consumidores ecológicos, en los mercados, ferias, las nuevas eco-tiendas, directamente al productor.

Nuestro contacto con el mundo, hoy en día, ya no es sólo inmediato, como en antaño. Es global. Y a falta de tocarlo con los ojos, puede ser tocado con la imaginación. Y ahí es donde aparece el Consumo Consciente. En el uso de la imaginación que haremos cada vez que vayamos a comprar algo. Cuando compramos conscientemente estamos a la vez imaginando. No nos contentamos sólo con lo que pueden tocar nuestros sentidos sino que nos esforzamos en imaginar lo que toca nuestro dinero.
La oportunidad de activismo es instantánea. Nos convertimos en héroes para el cambio de mundo. En cada momento del día que consumimos con consciencia estamos beneficiando a otros seres más allá de nuestros círculos inmediatos.  Estamos transformando el mundo, porque lo estamos construyendo.
Esta es la gran oportunidad de tocar con consciencia al planeta entero.

De contactar, no sólo con lo inmediato, sino con todo.

En definitiva y literalmente…    de abrazar al mundo.

                   
HECOENSAYO 5: "EL CONSUMO COLABORATIVO COMO MEDIDA DE SOSTENIBILIDAD ANTE LOS LÍMITES PLANETARIOS"

Suficiencia

Cuando llegamos a sobrepasar los límites del planeta con un consumo desmedido de recursos y un exceso de vertidos para el cual no hay capacidad de absorción es cuando, como decía Ricardo Almenar tenemos tres vías para minimizar el grado de impacto ambiental: La suficiencia, la ecoficiencia y la minimización de ese impacto ambiental, siendo esta última la manera de escoger de manera inteligente la forma última de relacionar la actividad económica con ese medioambiente.

Hablar de todo esto tiene sentido cuando las más de cien mil sustancias químicas vertidas al medio todavía pululan por los rincones más variopintos. Recordemos el caso del DDT en las nórdicas capas del Ártico. O cuando el ritmo de deforestación es alarmante. Caso paradigmático es la destrucción del Amazonas, que ha perdido en las últimas cuatro décadas una superficie superior a Francia 1. Y cómo no, la guinda del pastel: la humanidad, debido a la actividad económica de los dos últimos siglos ha sido capaz de alterar el clima entero del planeta. El creciente aumento de temperaturas debido al efecto invernadero provocado por la incontenible emisión de gases como el dióxido de carbono o el metano está empezando a hacer sentir sus efectos más devastadores. De seguir el aumento de emisiones de gases de efecto invernadero las consecuencias serán irreversibles y el castigo socio-ambiental realmente doloroso. Y estamos hablando de un periodo de tiempo inferior a un siglo.

Ante esta situación de crisis medioambiental global, que muchos neoliberalistas frivolizan poniendo sus esperanzas en la modernización ecológica, otros negacionistas desprecian y que la clase social consumista da de lado, ya sea por desconocimiento o por desaliento, se hace urgente plantear medidas firmes de cambio.

Las anteriores cumbres mundiales con lema puesto en el cambio climático, Ginebra, Río de Janeiro, Kioto, Copenhague, etc centraron el tema desde la política.

Hoy se comprueba que las emisiones de GEIs no sólo no se han reducido sino que han aumentado.

Es en este contexto discursivo donde personalmente me gustaría plantear una segunda vía. Una vía que no partiese necesariamente de la comunidad política sino de la comunidad popular.

En la era de la información el conocimiento del tema es más que sabido. Esta particularidad abre las puertas a los movimientos sociales.

Conocedora la sociedad de un tema del que cada vez se oye más hablar se hace necesario terminar de darle un empuje para que este tema no queda simplemente flotando en el eco de su nomenclatura sino que se interiorice como un problema de todos, tanto receptores, como actores.

Ese empuje podría ser la educación. La educación de la sociedad en general. Convertir a los individuos, ciudadanos y sobretodo consumidores en agentes de cambio. ¿Por qué? Porque como ciudadanos somos más en número que como políticos. Y dentro de las tres opciones adelantadas al comienzo de este ensayo, sobre reducción del grado de impacto ambiental… ¿Cuál sería la estrategia más accesible a la población?

La suficiencia. La suficiencia, más próxima a las ciencias sociales que a la tecnología y a las políticas de minimización de impacto ambiental, es un arma de consciencia y pensamiento con grandes potencialidades. El recurso de la consciencia es la mente inmaterial, inagotable en sí. El recurso de la consciencia es la capacidad de cuestionarse las necesidades, raíz última del consumo y explotación del planeta.

Cuando hablamos de suficiencia podríamos hablar de reducir nuestras necesidades. La austeridad de los místicos y los pueblos indígenas podría aportar mucho al respecto. Pero suficiencia también puede ser conformarse con lo ya existente y declarar una moratoria a la llamada innovación de inventos. Seguramente la mejor innovación que podríamos esperar en los presentes tiempos sería la innovación social, ¿Por qué no la innovación psicológica? La innovación en nuestra manera de percibir el mundo y configurarle demandas.

¿Seremos capaces de satisfacer nuestras necesidades con menos? Es pues el consumo el eufemismo de la destrucción y contaminación de hoy en día. Sólo se explota para seguidamente consumir. Reducir nuestro consumo material podría ser la gran clave de la suficiencia.

¿Y cómo se podría reducir el consumo?

¿Nos acordamos de las tres famosas Rs, Reducir, Reutilizar y Reciclar?

Sobre reciclar no me extenderé, por ser un tema más propio de la ecoeficiencia. Me centraré en lo relativo a la suficiencia.

Podemos vivir con menos. Suficiente es menos como diría Epicuro. No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita. Este es pues un ejercicio de ecología mental que puede comenzar con reducir la necesidad de satisfacer nuestras necesidades con objetos materiales, colmándolas con experiencias, cultura, servicios y un mayor contacto con el resto de seres vivos, pero que puede ir más lejos al atreverse a disminuir el número de objetos mentales y emocionales, como nos empezaría a decir una visión budista de la existencia.

Pero si en este juego de reducción, ni siquiera quisiéramos reducir nuestro baluarte de necesidades biológicas o creadas habría un segundo paso, en ese proceso de socialización obligada. Una manera de conservar nuestro bienestar material y cultural creado tras muchos siglos de desarrollo económico, sin necesidad de seguir esquilmando los recursos de nuestro finito y contaminado planeta. Estamos hablando de aprovechar lo que ya existe. Optimizar, cuidar, arreglar, renovar, rehabilitar, mantener, recuperar, en definitiva REUTILIZAR. Lo que se ha llamado de siempre la segunda mano. Encarnada por multitud de tiendas ya existentes o proyectos de reinserción social que ofrecen ropa y complementos ya usados. Pero hay más, como veremos más adelante. Hay más escenarios para la segunda mano.

En un planeta lleno como el actual existen suficientes recursos, para por ejemplo alimentar a la humanidad entera. Según la FAO, en un informe de hace años, con una dieta ética y equitativa se podría alimentar a 12.000 millones de personas 2. Reutilizar las existentes tierras agrícolas, pero no para surtir de cereal y soja a la industria de los piensos animales (a nivel mundial el 50% del trigo, el 70% del maíz y el 95% de la soja se destinan a la ganadería 3) sino para destinarlas a alimento humano directamente. Reutilizar el gran escaparate de objetos tecnológicos ya confeccionados, reparándolos hasta la saciedad. Los famosos utilitarios rodantes de la década de los cincuenta todavía siguen surcando las calles de la Habana. Reutilizar los edificios. La rehabilitación de la arquitectura no parece tener muchos límites y se hace urgente como planteamiento. Tan sólo en España, según Ignasi Pérez Arnal la construcción genera un 60% de los Residuos Sólidos Urbanos 4 y según Mike Barker la construcción consume aproximadamente un 40% de los recursos energéticos en los países de la Comunidad Europa así como los edificios también consumen más del 50% de las materias primas 5.  Pero que pasaría, simplemente, si utilizáramos el gran parque de viviendas vacías en España, tanto como resultado de la anterior burbuja inmobiliaria como segundas y terceras residencias, tan infrautilizadas en los tiempos vacacionales.
Reutilizar, incluso mejor aprovechar el transporte. El 25% de la polución atmosférica actual es debida al transporte 6. Más adelante veremos las nuevas iniciativas de compartir el vehículo privado. Reutilizar la ropa. La ONG Setem, a través de su campaña de ropa limpia y dentro de su Guía para vestir sin trabajo esclavo 7 recalca la opción de la ropa de segunda mano como una opción más. Una opción que dejaría de lado completamente el consumo de recursos para fabricar los tejidos y la grave contaminación que suponen los procesos de tintados en países como la India.

De la suficiencia el Consumo Colaborativo

Todos estos planteamientos del reutilizar y de la segunda mano nos conducen a diversos territorios, desde las tiendas de segunda mano y la vieja usanza de arreglarnos, compartir con la familia y remendar las cosas hasta un nuevo fenómeno, no exento de experiencias pasadas, que se centra en una nueva cultura del consumo: el Consumo Colaborativo.
Intercambiar y compartir (temporalmente o definitivamente), donar o prestar, alquilar.

¿Cómo hace honor a la reutilización todo este fenómeno? ¿Es por constituir un carácter eminentemente de segunda mano por lo que reducimos de gran manera el impacto en el planeta? Es obvio que sí.

Más adelante, en los ejemplos, veremos como una economía basada en este tipo de fenómenos se torna una economía de muy bajo impacto en el medioambiente. Tanto porque evitamos detraer nuevas materias primas inertes del medio así como el consumo de energía para transformarlas, por ejemplo, como porque lo que en un orden cultural convencional sería basura, en este caso es ¡nuevo recurso!

Lo curioso del fenómeno es que se está extendiendo con mucha fuerza, más desde el empujón de las actuales crisis (en Argentina con el corralito y en España ahora) que por una verdadera concienciación medioambiental por el sujeto social.

El enfoque medioambiental del Consumo Colaborativo no es su único life motiv en inicio, sino las instrumentalización de nuevas maneras de consumir, relacionarnos, trabajar, vivir y responder a las carestías económicas y los valores sociales. Incluso una manera de recibir ingresos por parte de cualquier ciudadano, el ciudadano-productor. Parecen confluir muchas búsquedas.

El Consumo Colaborativo es uno de los apéndices de las economías colaborativas o comunitarias, junto al consumo cooperativo e intercambios como el trueque y bancos del tiempo, más viejos en esto de las relaciones de consumo alternativas a la crematística. Y decir que los anteceden experiencias como el asociacionismo vecinal, sindical y dentro del cristianismo de base, cooperativas de consumo obreras, de trabajo y agrícolas de finales del siglo XIX-principios del XX, economatos, mutuas…8

Pero a mí me gustaría detenerme en las experiencias más actuales porque creo que están ofreciendo una respuesta medioambiental alternativa a lo que no está ofreciendo el actual consumo de bienes de primera mano del mercado convencional.

El Consumo Colaborativo ofrece respuestas sociales nuevas a la manera de relacionarnos, a la manera de confiar en el otro, de encontrarnos, a la hora de satisfacer necesidades. Y esto se convierte precisamente en la fortaleza de fondo que construye el respeto al medioambiente.
Como bien dice su terminología es colaborativo, nace de lo comunitario, comunal, común, colectivo. Lo “co”, ¿parte integrante de lo “eco”? La participación es su ingrediente principal aunque también se han sumado al carro grandes empresas.

La revista Opciones, lanzadera del Consumo Consciente en España define así este tipo de iniciativas como “espacios de experimentación colectiva liderados por la sociedad civil o la comunidad para generar formas alternativas de satisfacer necesidades desde una mirada de transformación”.9

En el consumo colaborativo se valora más el uso o el acceso a un bien o servicio que su propiedad 10. La posibilidad de aumentar la cantidad de uso del bien nos coloca en la máxima de aprovechar y reutilizar.

El Consumo Colaborativo podría convertirse en una revolución, en una nueva manera de relacionarnos con el planeta y entre nosotros. Una forma de autocontención social en lo relativo a la extracción de nuevas materias primas del medio biofísico y geofísico. Digamos que el mundo artificial que nos rodea pasa a convertirse en una nueva mina de surtir de recursos, en la despensa de la sociedad. Fabricamos nuevos usos más que nuevos objetos. Fabricamos nuevos utilizadores. Y en este juego es precisamente la capacidad de auto-organizarse, ponerse de acuerdo y trabajar en red la que lo posibilita. Lo también llamado P2P (peer to peer: de igual a igual). Trabajo en red que se hace posible y amplía sin límites gracias a entrada en escena de la gran red: internet.

El mayor logro es precisamente la transición del individualismo al colectivismo. Pero es que precisamente este rasgo se hace propiciador directo de la sostenibilidad. En la medida que los bienes se comparten se hace innecesario la extracción, fabricación, transporte en largas distancias y desecho de nuevos bienes.

El Consumo Colaborativo, crisol previo por parte del colectivismo, se reproduce y es copiado desde la esfera de la empresa convencional o las administraciones, en lo que se llama translación o en el mundo anglosajón mainstreaming. Entre el polo más político y colaborativo y el más profesionalizado sin vocación activista encontramos muchas gradaciones 19.  Pero lo que está claro es que esta translación parece dar esperanza en cuánto a que este movimiento se convierta en una corriente, lejos de su inicial arranque desde las minorías sociales.

Som Energia, Fiare, diversas cooperativas de consumo ecológico así como bancos del tiempo y multitud de redes de intercambio y huertos urbanos son sólo algunos ejemplos que en nuestro país no paran de crecer en número de socios adscritos. Así como otras iniciativas no se amplían precisamente para no perder el modelo cooperativista y la frescura y capacidad de gestión. Un ejemplo de este caso sería la crianza compartida o algunas cooperativas de consumo de productos de alimentación ecológicos.

La revista Time ha incluido el Consumo Colaborativo como una de las diez ideas que cambiarán el mundo 12.
Sin embargo en medio de esta fiesta creciente de colaboración hay que tener mucho cuidado con el bluewashing o el collaborative washing: aparentar que estás por un modelo económico colaborativo pero actuar principalmente conservando los rasgos que la sociedad civil combate al generar las economías comunitarias (control centralizado, acumulación de poder, comportamiento insostenible…) 13.

Lo que en la gran empresa B2C (business to consumer, de proveedor a consumidor) se puede perder en valores, desde la administración se puede convertir en paternalismo. Habría que destacar la importancia de transformación social en cuánto a modelos sociales de base en el Consumo Colaborativo Colectivo. Lo más sostenible social-culturalmente pasa por la participación, transparencia, democracia y vinculación con la comunidad, aspecto realmente transformador de nuestra sociedad. Sin cambios sociales profundos no habrá cambios medioambientales definitivos. Pese a ello, desde el punto de vista medioambiental ambos planteamientos van a ser infinitamente más relevantes en la sustentabilidad que el comercio convencional de productos de primera mano.

Vamos a presentar una serie de ejemplos. Aunque la incesante mención de plataformas parezca un listado publicitario la intención es visibilizar este movimiento económico con más fuerza a través de este ensayo.

Ejemplos de economía colaborativa existen muchos más, pero hemos escogido estos por su relevancia medioambiental al convertirse directamente en una alternativa que sustituye el expolio de nuevos recursos y el desecho de productos de consumo.

Ejemplos de Consumo Colaborativo

Carsharing:

O alquiler del vehículo privado. Con www.socialcar.com como ejemplo, más en la línea de modelo B2C. También tenemos www.avancar.es y bluemove.es . Alquilar supone aumentar el uso de lo existente ahorrando la fabricación de algo nuevo.

Carpooling:

O compartir el vehículo privado. Con www.blablacar.es como una de las plataformas más conocidas, con más de ocho millones de usuarios en Europa, amovens.com con la posibilidad de compartir o alquilar el coche o www.carpooling.es abriéndose a recorridos por todas Europa. Compartir supone ahorrar combustible en los desplazamientos. No es lo mismo que se muevan cuatro coches ocupados por una sola persona a que se mueva uno solo ocupado por cuatro. Las emisiones de GEIs son una cuarta parte en el segundo caso, así como la quema de petróleo. En una curiosa variante de compartir maletero encontramos www.shipeer.com

Redes de intercambio:

Son tantas ya en nuestro país que mencionarlas aquí sería insuficiente y más cuando cada día aparecen más. El trueque y los bancos del tiempo abanderan las primeras iniciativas. intercanvis.net es una posibilidad de intercambio desde plataforma de internet, por ejemplo.  Dentro de esta forma de consumo podemos encontrar desde nolotiro.org y reutil.net donde las personas regalan directamente cosas que no necesitan hasta objetos más concretos como cosas más para niños en la web www.creciclando.com donde puedes dar y recibir a través de puntos. El único gasto son 2,00€ de gestión más el envío. Es como una comunidad de madres que intercambian adaptándose a las necesidades variables de los hijos que van creciendo. También tenemos www.truequebook.es para material y libros escolares. En www.vivirsinempleo.org y www.bdtonline.org podremos encontrar un seductor listado de redes del banco del tiempo. Con sindinero.org podremos acceder a un listado de opciones de vida sin gastar dinero como ocio y cultura en las principales ciudades de España, cursos, viajes, trueques y bancos del tiempo, etc. www.cadenadecambios.com gestiona tanto el intercambio de servicios como de bienes entre varias personas. Y bilboket.com ensancha la opción del trueque al alquiler, la compra y la proximidad. Este tipo de iniciativas tiene un impacto medioambiental positivo directamente. Dando y recibiendo todo este tipo de objetos ahorramos la extracción de materias primas en territorios lejanos con el consiguiente deterioro paisajístico, evitamos la explotación laboral, el consumo de energía en la industria, reducimos las distancias recorridas de los objetos hasta llegar a nosotros, siendo dentro de nuestro propio territorio nacional y por supuesto tales productos han dejado de ser un desecho en el momento que ya no les resultaban útiles a sus dueños y pasaban a ser propiedad de otros dueños.

Cohousing, coworking, cloudhousing:

Con el coworking tú tienes un espacio para trabajar compartido por varias personas que proceden de distintos orígenes. El compartir puede llegar también a proyectos, ideas y descanso como apunta Teresa Sacristán14. Con más de 400 espacios en toda España según Laura Martín14. Y Miguel Caballero habla de cómo las personas se convierten en prosumidores14. En el caso de la vivienda esta puede resultar obsoleta cuando cambia el número de miembros de una familia o cuando simplemente cambian las necesidades, la edad, los usos. El co-housing, o el cloud-housing en su versión más amplia, contemplan la distribución de un edificio o una comunidad en unidades de uso separadas y compartidas, como por ejemplo una cocina comunitaria, una guardería comunitaria, una biblioteca, el salón, el lavadero, etc. Así como los espacios de dormir si serían más privativos. Esta fórmula permite optimizar el uso del habitar colectivo en cuánto a espacio se refiere y nuevamente con el valor añadido de relaciones más cercanas entre sus habitantes. El pago es por uso en el caso del Cloudhousing y el cohousing se originó en Dinamarca a finales de los años 60.15 Ejemplos muy interesantes se pueden encontrar en plataformas web como www.vidamesfacil.com, entrepatios.org, www.improvistos.org y asesoramiento en www.sostrecivic.org , www.celobert.coop , colectivocover.wordpress.com 

Vacaciones y alojamiento:

El couchsurfing, el wwoofing, el intercambio de casas. Conozcamos un poco más estas opciones.

Las plataformas www.bewelcome.org y www.couchsurfing.org gestionan el alojamiento gratuito en casas a lo largo del mundo a través de una red. ruralvolunteers.org  y www.wwoof.net gestionan lo que se llama Wwoofing (World Wide Opportunities on Organic Farms), un sistema por el cual puedes intercambiar trabajo en una granja por alojamiento como una forma alternativa de vacaciones. www.intercambiocasas.comwww.intercambiodecasa.es www.homecompartia.com www.knok.com y www.mytwinplace.com también gestionan el intercambio de casas.   www.homecompartia.com gestiona el intercambio de viviendas, normalmente de segunda residencia, enfocado a alojamiento vacacional gratuito en un lugar diferente, mayormente dentro de España. esp.hospitalityclub.org es una red de acogida internacional donde puedes ofrecer y disfrutar de alojamiento en otras culturas de manera gratuita y globalfreeloaders.com lo mismo a nivel europeo.  Con www.travelersfortravelers.com puedes hacer nuevos amigos, comer, dormir y hacer cosas gratis a lo largo de todo el mundo.  Y en alojamientos de corta duración tenemos la archiconocida es.airbnb.com moviendo más de un millón de alojamientos al mes. Sin olvidar la versión española en Facebook.com/Alterkeys.spain 

Visiones del Consumo Colaborativo

Albert Cañigueral dice que “este comportamiento que se ha hecho siempre en círculos de confianza… como gracias a tecnología este círculo se amplía muchísimo más y permite que esto tome una velocidad, una escala sin precedentes”, así como que la tecnología actual digital y en red permite a cualquier plataforma agregar recursos no propios y si infrautilizados, o lo que es lo mismo que cualquier ciudadano, mucha gente, puede involucrarse de manera muy rápida ofreciendo al mercado lo que tiene.16

Javier Creus habla de cinco palancas que están posibilitando el crecimiento exponencial del Consumo Colaborativo: conectar, agregar, empoderar, instrumentar y compartir. También habla de poder redistribuir rentas entre todos los que participan, consiguiendo tasas de crecimiento exponencial, aprovechando capacidades que existen en la sociedad y que hasta ahora no teníamos los mecanismos para cruzar y vincular. 16

Luis Tamayo, sociólogo experto en tendencias de consumo, habla de un fenómeno fruto de la sociedad digital, de una reducción de costes desproporcionada en comparación con la empresa convencional. 17 Aquí se pone de relevancia el hecho que fabricar algo nuevo, además de un coste económico, también tiene un coste medioambiental. La economía colaborativa está cambiando nuestra forma de consumir, recalca Tamayo17. Consumir en definitiva puede implicar extraer, destruir y contaminar o algo tan simple en contrapartida como aprovechar. Tamayo vuelve sobre el hecho de que más allá de consumidores somos usuarios y productores, fabricándonos nosotros mismos las cosas17. Usar frente a consumir. Usar frente a esquilmar. ¿Una nueva manera de relacionarnos con nuestro entorno, sin tener que echar mano más allá de las fronteras de nuestro sistema humano? ¿Pueden nuestros entornos artificiales suministrarnos productos de consumo, no necesariamente procedentes del medio natural?

Tamayo sí habla de un mundo mejor donde podemos aprovechar mejor los recursos porque los estamos compartiendo. Para ser sostenibles y viables es lógico que compartamos recursos. Porque por una parte tenemos sobreproducción y por otra parte se agotan los recursos naturales. También habla de cómo con el consumo colaborativo pasamos de una sociedad paternalista donde siempre necesitamos que nos digan lo que tenemos que hacer a una sociedad de individuos autónomos, en formato de  comunidad, recuperando cada uno su hueco para ser sí mismo. 17

Hacia una sociedad colaborativa y sostenible

Creo que la partida entre el ser humano y la biosfera todavía no está decidida.

La aparición de fenómenos sociales como el Consumo Colaborativo nos devuelve la esperanza en los cambios psicológicos, motor básico de la suficiencia.

A lo largo de estas letras hemos profundizado brevemente en este nuevo movimiento económico donde queda claro que en la medida que se comparte, se aprovecha y en la medida que se aprovecha se deja de extraer y contaminar.

Es posible que en algunos casos la eliminación de la contaminación no sea completa. Compartir un medio de transporte no elimina completamente las emisiones de gases de efecto invernadero pero ¡si las reduce!

En otros casos la eliminación de la extracción es clara. Todo objeto de segunda mano, o de segunda vida.

Reducción y reutilización se dan la mano con mucha fuerza en nuestro enfoque de la búsqueda de suficiencia.

Es posible vivir la suficiencia desde el Consumo Colaborativo como hemos visto a lo largo de la ilustración de ejemplos y alternativas.

Creo que es aquí donde la educación se hace necesaria. El fenómeno cada vez es más creciente. Tal vez animado por la mayor baratura a la hora de acceder a servicios y bienes. Pero la mayor parte de la población todavía vive anclada a lo nuevo, a la primera mano, a la experiencia individualista del B2C. Fenómeno este del Consumo Colaborativo es más permeable a las generaciones jóvenes. Más necesario de ser conocido en edades más avanzadas, entonces, lamentablemente más desconectadas de la cultura digital, tan fundamental en el acercamiento al consumo colaborativo.

Sería deseable compartir, valga la redundancia, la existencia de la economía colaborativa en todas las capas y edades sociales. Para ello es necesaria una mayor educación en el fenómeno.
La suficiencia, tan cercana a la raíz de la economía, los consumidores, cobra hoy en día una urgencia palpable. Es a ella a la que debemos dar un lugar prioritario en esa relación del grado de desarrollo humano con el grado de impacto ambiental, como apuntara Ricardo Almenar. Y el Consumo Colaborativo se convierte así en una de las múltiples esperanzas para el cambio, en una verdadera sustentabilidad donde dejemos de comprometer las capacidades del planeta y de las generaciones futuras.

En Valencia a 2 de Octubre de 2015

1 www.greenpeace.org
2 The Ecologist, para España y Latinoamérica. Revista nº8. Barcelona: Edita Servicios de Promociones Alternativas SL, 2002. p.59
3 Opcions, información para un consumo consciente y transformador. Revista nº19. Barcelona: Edita CRIC, 2006. p.16
4 V.V.A.A. Hacia una arquitectura sostenible. Valencia: Edita CTAV, 2005. 33p
5 V.V.A.A. Hacia una arquitectura sostenible. Valencia: Edita CTAV, 2005. 195p
6 Investigación y ciencia. Revista nº362. Edición española. Barcelona: Edita Muntaner. p.20
http://www.setem.org/media/pdfs/Guia_para_vestir_sin_trabajo_esclavo_cast.pdf  
8 Opciones, consumo y estilos de vida transformadores. Revista nº44. Barcelona: Edita CRIC, 2013. p.13
9 Opciones, consumo y estilos de vida transformadores. Revista nº44. Barcelona: Edita CRIC, 2013.  p. 14
10 Ibid, p. 15
11 Opciones, consumo y estilos de vida transformadores. Revista nº44. Barcelona: Edita CRIC, 2013. p.19
12 http://www.consumocolaborativo.com   
13 Opciones, consumo y estilos de vida transformadores. Revista nº44. Barcelona: Edita CRIC, 2013. p.20
14 Documental: “Compartir mola”
16 Documental: “Compartir mola”
17 La aventura del saber de RTVE. Emisión el 1 de Junio de 2015

HECOENSAYO 6: "EL PODER DEL CONSUMO CONSCIENTE"

“Detrás de lo que compras se encuentra el mundo.”

Cuánto mayor poder adquisitivo tenemos, mayor poder tenemos como actores consumidores.

No somos mejores ni peores por tener más o menos dinero para gastar.

Pero el hecho es que cuánto más dinero manejamos más posibilidades tenemos de redirigir en una u otra dirección el diseño del mundo global.

Y cuánto menos dinero tenemos más posibilidades se nos abren de desarrollar nuestra creatividad y capacidad de crear lazos sociales más maduros, para satisfacer nuestras necesidades en nuestro mundo más próximo.

El poder del consumo consciente abarca múltiples direcciones tanto en sus planteamientos como en sus opciones.


HECOENSAYO 7: "POR QUÉ TANTO ÉNFASIS EN EL CONSUMO RESPONSABLE-CONSCIENTE"

Alguna vez me han dicho que por qué pongo tanto acento en las injusticias socio-económicas, con todas las que hay en el mundo. La respuesta es directa. El lazo con la realidad que me permite “responsabilizarme” y por tanto empoderarme para influir es inmediato a través del consumo. El resto de injusticias merecen ser luchadas pero el acceso a esa lucha no es inmediato. A lo sumo me puedo sumar a unas cuántas causas. Y así lo hago, pero no me puedo sumar a todas. Sin embargo cuando consumo, que es algo inevitable y que hago todos los días, estoy propiciando o permitiendo que ocurran una gran paleta de injusticias o hermosas justicias. Mi consumo me enlaza con el planeta entero.

Analicemos solamente las empresas que se necesitan para fabricar una lavadora, entre proveedores, transformadores y distribuidores. Simplemente por consumir ya estoy participando y en un abanico mucho más amplio que otras injusticias que sí quedan más lejanas y fuera de mi alcance. Yo no puedo evitar directamente que exista una dictadura en alguna parte del mundo pero sí puedo boicotear los productos que proceden de tal país. Aún así soy el primero que participa en las campañas de Avaaz, Change, Actuable, Survival o Greenpeace. El cambio no se limita al Consumo responsable pero el Consumo responsable tiene un poder de influencia inevitablemente impactante.


HECOENSAYO 8: "CONSUMO DE CARNE" 

El tema de la carne es un tema espinoso, porque cuando lo mencionamos, parece resultar violento, para el que la ve como indispensable para su salud y supervivencia. Con todos mis respetos para los “omnívoros”, hablar sobre consumo de carne y su impacto en el medioambiente ya no es una cuestión filosófica o moral, sino de datos constatables: Una proteína de origen animal necesita 25 veces más energía para ser obtenida que una proteína de origen vegetal. Entendiendo proteínas  completas, como mínimo formadas por sus 9 aminoácidos esenciales.

Según la ONU, dedicar tan sólo un 15% del cereal, que se dedica para fabricar piensos para animales, a consumo humano, permitiría erradicar el hambre en el mundo. (El 75% del cereal que se cultiva en el mundo se exporta de países del tercer mundo al primer mundo).


En EEUU los purines suponen 130 veces mayor cantidad que las “cacas” que emiten los habitantes de ese país, cada año.


La mayor parte de soja que se cultiva en el mundo se dedica para piensos para animales, mientras se van desforestando y robando tierras a los pueblos indígenas y campesino de países del sur.


La cuestión de la carne ya no es una cuestión sólo de respeto a los animales sintientes que nos comemos sino una cuestión de injusticias sociales y medioambientales.


A modo de ejemplo personal, puedo añadir que yo hace 12 años que no compro carne ni pescado. Me he hecho repetidas veces análisis de sangre y no tengo carencia de nutrientes. Al respecto existen infinidad de libros que hablan sobre un vegetarianismo creíble, que además reporta grandes dosis de salud. No obstante, para no resultar, violento (valga la redundancia) con  tomar 3 veces carne a la semana es suficiente para obtener lo que necesitamos de ésta.


El consumo de carne, hoy en día se convierte, no ya en un motivo de culpabilizar a nadie, sino en un poderoso interruptor para cambiar el mundo, sin moverte de tú ciudad. Simplemente decidiendo con consciencia la cantidad de carne que vamos a comprar cada semana.


HECOENSAYO 9: "NUESTROS MÓVILES, ORDENADORES Y GADGETS: COLTÁN, UNA DE LAS BASES DE LA INDUSTRIA ELECTRÓNICA, SUS CONSECUENCIAS AMBIENTALES"   

Últimamente contacto por unas u otras con el coltán, ese preciado mineral del que se obtienen metales superconductores como el tántalo. Es un mineral que se usa para toda la industria electrónica, especialmente móviles y portátiles, por su capacidad de miniaturización. El 80% de las reservas están situadas en el Congo. Y el rastro de sangre, por las múltiples guerrillas internas que suceden por el poder de los territorios y su explotación junto a otros metales preciados ha llevado a más de cinco millones de muertes desde el año 1998, incluyendo todos los niños que mueren en las canteras de donde se extrae. Las alternativas pasan por la reducción de la parafernalia electrónica y la presión a las grandes compañías que están detrás, para cambiar esta situación. 

Es de mencionar la notoria alternativa que ha surgido recientemente, el primer móvil de comercio justo del mundo el Fair phone. Parecía imposible, pero las cosas están cambiando. 

Sin embargo todavía quedan muchas áreas de la tecnología donde la explotación laboral y medioambiental siguen imparables. Mientras van apareciendo nuevas opciones más ecosociales, una buena opción es lo que cuenta el siguiente ensayo. 

HECOENSAYO 10: "ALTERNATIVAS AL CONSUMO DE RECURSOS MINEROS. ¿NUEVO O DE SEGUNDA MANO?"  

Gran dilema cuando no encuentras electrodomésticos o aparatos electrónicos con etiquetados que nos garanticen que las condiciones de trabajo de las personas implicadas en su fabricación han sido dignas y con salarios también dignos.

Una de las opciones que se me ocurrió hace tiempo y reforzada por la revista catalana paradigmática en Consumo Responsable, “Opcions” (la cual recomiendo como la mejor revista de este país en el tema),.. una de las opciones es el acercarnos a tiendas de segunda mano de la ciudad más próxima a nuestra localidad que las tenga, así como ponerte en contacto con tus amigos y conocidos y expresar tu necesidad.


Y yendo más allá, otra opción no es sólo el exponer tu necesidad abiertamente, alentando la donación del objeto, a aquellos que ya no lo usen, sino organizar técnicamente el tipo de intercambio llamado trueque o banco del tiempo. En Valencia están surgiendo muchos bancos del tiempo y plataformas de trueque, que en la medida que crezcan se pueden convertir en un gran escaparate de adquisición de objetos revalorados social y medioambientalmente.
Otra opción consiste en cuidar minuciosamente lo que tenemos y cada vez que se nos estropee, llevarlo a arreglar por un técnico profesional, si no conocemos a nadie que lo sepa hacer. De esta manera no sólo ahorramos más expolio a los recursos no renovables del planeta y explotación humana, sino que estamos dando y alentando un tipo de profesión y oficio absolutamente digna y ética, el oficio del mecánico, reparador, rehabilitador. Que, por lo general, suele ser local, cercano y un negocio pequeño, con todos los tintes sociales que conlleva ello.

HECOENSAYO 11: "PRODUCTOS SIN EXPLOTACIÓN"   

Ayer mantuve una intensa conversación con tres personas queridas.

Ellas me planteaban que si dejábamos de comprar productos fabricados con explotación humana estaríamos privando de puestos de trabajo a personas del sur y condenándolas a la miseria.


La cuestión es que yo les planteaba que las opciones se encontraban en el comercio justo, en las alternativas de productos que buscáramos fabricados en mejores condiciones, como los trabajadores de los países del norte y en el consumo de productos locales (de menor costo medioambiental ante la reducción de desplazamientos).


No obstante existe otra vía, que ensancha el concepto de consumo y es la que practica Setem con La Campaña Ropa Limpia o actuable.es. Y consiste en presionar sistemáticamente a las empresas responsables, insistiéndoles y exigiéndoles la mejora de las condiciones laborales y salariales de sus trabajadores/as del sur. Esta es una opción que suma al consumo la reivindicación, otro tipo de acciones que implican algo más que el acto de consumir. Una opción ante aquellos tipos de productos para los que difícilmente encontráramos sustitutos sería el acompañamiento de nuestra compra con una carta personal expresando nuestras reivindicaciones o sumarnos a campañas organizadas por ONGs, como la mencionada.


Esta opción puede resultar un poco incómoda por el esfuerzo añadido de escribir la carta. Pero no es tanta molestia, si optamos por un consumo escrupuloso y comedido que no implique demasiadas cartas, sino sólo las necesarias. Es una opción, a mi parecer, honesta y justa. Una opción que nos recuerda el valor sagrado del consumo. Pues detrás del consumo siempre queda la huella ecológica y social, ya de por sí trascendental.


HECOENSAYO 12: "EXTERIOR VERSUS INTERIOR"   

¡Qué fácil es mirar hacia el exterior! ¡Conspiraciones, élites mundiales, políticos corruptos, magnates, super-accionistas!

Qué fácil es detectar al “enemigo” fuera de nosotros. Es cómodo, es ¿excitante? ¡Qué malos son los demás y que pobrecito yo!


Qué fácil es explayarse en tertulias políticas, en conversar hasta altas horas de la madrugada “arreglando el mundo”.


Qué fácil es dualizar el mundo y convertirlo en un ellos y en un nosotros. ¡Así de fácil!
¿¡La guerra está anunciada!?


Y que divertido sentirnos parte de una identidad. Ahora resulta que seremos héroes, jugando a salvar al mundo.

Y yo me pregunto. ¿Cuántos de los que menos tienen, si hubiesen tenido las mismas oportunidad que los de arriba, estarían haciendo lo mismo?


¿A dónde quiere llevar esta pregunta?

¡A la consciencia!

No es cuestión de ideologías o de poder, de malos o buenos. Es cuestión de “Consciencia”.


La consciencia es el terreno donde cada uno de nosotros somos dueños de nosotros mismos. Y nunca tiene que ver con “el otro”, con “la gente”, con lo que hacen “los demás”. Tiene que ver con lo que somos capaces de hacer cada uno, con nuestra capacidad de darlo todo y Amar en cada uno de nuestros instantes de vida. Y no hay más guerra contra nuestra consciencia que la guerra que sostenemos cada uno contra nosotros mismos por mejorar cada día, limar nuestras debilidades y expandir nuestra grandeza. Nuestro reto reside en el interior. No hay más pecado ni delincuencia en una acción deshonrosa de gran escala que en una de pequeña escala, porque la consciencia es la misma, aunque las consecuencias sean escalarmente diferentes. Si no somos capaces de llevar las riendas de nuestra consciencia en lo pequeño, en los pequeños actos de cada día, si la disciplina de la honestidad flaquea por momentos. ¿Qué les estamos pidiendo a los de “arriba”?


“Cambia tú y cambiará el mundo”.


Si habrá una revolución, será la del despertar del individuo. La revolución que llevará a que los individuos se unan y piensen en colectividad. Y cuando eso se haga extensible a todos los rincones de este planeta, el “enemigo” habrá desaparecido. Y no por una guerra con triunfadores sino porque simplemente se habrá extinguido, habrá perdido fuerza, se habrá desvanecido como las efímeras nubes.

Y al final resultará que el “enemigo” era una forma de pensar y no un grupo de personas, a las que condenar. El sueño de dominación de unos pocos se habrá disuelto con la misma sutileza que pasamos del dormir al abrir los ojos.


Si en vez de recrearnos en la supuesta guerra de los de arriba contra los de abajo, nos dedicamos a encarnar en cada uno nuestro reto personal de ser todo lo que podemos ser, habría menos enfrentamientos y más encuentros, menos queja y más soluciones, menos juicios y más perdón.

Cambiar el mundo se hace caminando y no sólo mentalizando.

Si no nos gustan como están las cosas, empecemos a hacerlas de manera diferente:

1. Consumo Consciente;
2. Participación Social;
3. Emprendeduría creativa

HECOENSAYO 13: "DEL CONSUMO RESPONSABLE AL CONSUMO CONSCIENTE"   

El término consumo responsable tiene sus márgenes porque nosotros tenemos nuestros límites (no podemos responsabilizarnos de todo lo que pasa en el mundo).
Pero la nueva denominación “consumo consciente” no tiene límites pues los asume, desde el principio, como parte de la acción. Es un término que reconcilia nuestro legítimo bienestar individual con el bien común. Por eso se llama consciente, porque es consciente de hasta donde se puede llegar.
Y la gran noticia es que ese “hasta” hoy es lo suficientemente grande como para creer que realmente está siendo efectivo, tanto para el bien común como para el bienestar individual. Si no fuera así, no existiría ni el comercio justo, ni la agricultura ecológica, ni la bio-construcción, ni los proyectos de reinserción y desarrollo social, ni las nuevas industrias ecológicas, ni el transporte sostenible, ni las energías renovables, ni la banca ética, ni los productos reciclados, ni la producción local, ni las cooperativas integrales, ni los préstamos entre particulares, ni el consumo colaborativo, ni el compartir organizado. Simplemente, no existirían.
Entonces ¿cómo puede alguien seguir dudando que sea útil el consumo consciente? ¿Qué pasa? ¿Qué si no se hace extensible al 100% de las realidades de éste planeta ya tiene que apodarse como una utopía o una idea de cuatro locos antisistema? ¿No es suficiente el que ya estén existiendo tantas alter-realidades, que las podamos disfrutar, que estén creciendo y que podamos escogerlas frente a las masivas y destructivas de la vida? ¿No es suficientemente la satisfacción personal de optar por opciones amorosas y éticas a la hora de relacionarnos con el planeta entero? ¿Todavía necesitamos más resultados para empezar a creérnoslo y a unirnos a participar en el gran cambio, cada uno en la medida de sus posibilidades de tiempo, dinero, psicología y espacio?
Yo, personalmente…prefiero decidir, no que decidan por mí. Y aunque algunos piensen que es contracorriente, creedme que los que forman la contracorriente ya son una gran corriente, cuya identidad son muchas identidades.

El consumidor consciente tiene el mapa del mundo, conoce sus fronteras y actúa tratando de barrer con su consciencia el máximo terreno posible a través de su consumo dirigido.
Sabe que no puede llegar a todos los rincones pero sí a los suficientes y de manera creciente, lo que lo empodera en cuánto a su relación con el mundo y consecuente co-creación.

HECOENSAYO 14: "QUÉ EMPRESA ELEGIR. CUÁNTO GASTAR"   

Observar bien las etiquetas y desconfiar de lo que no se nombra o se oculta, pues lo bueno, siempre se encargan las empresas de destacarlo en letras grandes. Y no caer en la manipulación de porque nos añaden un “poquitín” de esto ya es ecológico o socialmente responsable. Los productos de empresas realmente comprometidas suelen ser más coherentes y completos en todos sus ingredientes, procesos de fabricación y concepción social de los trabajadores. Y evidentemente todo es mejorable, no existe una empresa perfecta “buena”. Lo importante es estar al día en el seguimiento de las que están en el top de ir mejorando las cosas social y medioambientalmente. El ir sustituyendo progresivamente las compras habituales por productos que sigan dando un paso más en el respecto al medioambiente, las personas y los animales, puede ser una estrategia eficiente y creíble. No optamos por productos buenos frente a malos, sino por productos mejores que otros.

Hoy por hoy, en cuánto a necesidades básicas, lo mejor se encuentra en establecimientos ecológicos, pequeñas tiendas de ONGs, ferias ecológicas y muchas páginas webs. Son los lugares de comercio más actualizados en cuánto a los productos más éticos del mercado. Lamentablemente la cultura de lo más barato en cuánto a bienes básicos la tenemos demasiado metida en la cabeza. Somos capaces de gastarnos cantidades de dinero grandes en viajes, tabaco, aparatos, coches, vivienda pero nos produce horror el gastar un poco más en alimentación e higiene, aunque ese sobre-coste sea absolutamente posible si compramos con racionalidad. Nuestra salud saldría beneficiada con menos cantidades consumidas, haciendo posible una compra más ética. Es el caso de la carne, de los jabones, del pan blanco, de las bebidas azucaradas o alcohólicas, de los postres, de la leche o de los alimentos pre-cocinados, de los que abusamos y que en menor proporción harían un verdadero favor a nuestra salud y al medioambiente.

Y en cuánto a electrodomésticos, vehículos de transporte y ropa, tenemos establecimientos de segunda mano, de grupos de reinserción social, el trueque, el compartir y cuidar lo que tenemos. Opciones, todas ellas mucho más económicas que las que convencionalmente co-crean un mundo de grandes de injusticias.

Como vemos, es cuestión de criterios, de explorar nuevas opciones, de ampliar lo conocido y la costumbre a lo nuevo, que tanto nos puede reportar y tantas personas nuevas traer a nuestra vida.


HECOENSAYO 15: "LAS MUCHAS HERRAMIENTAS DE TRANSFORMACIÓN SOCIAL" 

¿Cuántas son las veces que observamos ante los noticiarios, de manera impasible, las tristes noticias que azotan nuestro mundo? ¿Y cuántas son las veces que me habrán dicho que mando noticias escabrosas del mundo? Existe una gran diferencia, cuando comparto información dura, la acompaño de la posibilidad de gestionarla de manera proactiva, empoderada y solidaria. La información que me gusta dar es información que nos acerque más al mundo de manera “activa” y no “pasiva”, información que nos conecte más con la realidad, y sirva para sacarnos de nuestro hipnotismo acomodado.

Si nuestras personas queridas claman nuestro amor, el planeta entero y sus seres, también. Algunos místicos lo llamaron Amor Incondicional, Christian Ferber, economía del Bien Común, otros, paz mundial.

En un mundo ya globalizado, nuestra consciencia ya no se conforma con nuestra rutina. Nuestra consciencia quiere transcender, sentirse parte de un todo.


Y esto no es poesía, ni metafísica, esto ya es una realidad posible.


El Consumo Consciente es una herramienta de transformación social, pero no la única. Existen muchas más que lo complementan. El Ciberactivismo, es una de ellas: La posibilidad de unir nuestra firma a causas de presión social dirigidas a personas responsables de otras vidas.



HECOENSAYO 16: "LOS CREATIVOS CULTURALES. EL ANTES AL CONSUMO CONSCIENTE" 

Lista de las cualidades individuales propias de la definición de Creativo Cultural. 

- Búsqueda de la autenticidad. Piensan por sí mismos.
- Unen acción con aprendizaje
- Practican el idealismo y el activismo. Valoran la ecología y la empatía con las necesidades sociales del mundo, la paz y la justicia. Son proactivos y positivistas, frente al pesimismo alienante y existencial.
- Mayoría femenina.
- Desencantados del materialismo, la obsesión por el status y la doble moral. Valoran más la cultura, la sencillez y relaciones humanas auténticas y plenas.
- Reunen lo mejor de la “izquierda” y la “derecha”.
- Muchas veces, sienten que no encajan en su entorno.
- Poseen una consciencia amplia de lo que sucede.
- Valoran el cuidar el bienestar emocional, las relaciones, el propio cuerpo.
- Prefieren el diálogo a los debates encarnizados del ego.
- Asumen sus propias responsabilidades.
- Visión holística. La ciencia y la espiritualidad se pueden dar la mano.
- Destilan la esencia de la religión: la espiritualidad y procuran aplicar la sabiduría derivada de esta para avanzar la felicidad.
- Entienden el mundo como una actitud de cambio.
- LOHAS, Bioneers, Consumo Responsable, tiene cabida en este concepto.
- Visión amplia del mundo que trasciende el “mero día a día”.
- A veces se creen solos. Sólo les falta saber que hay más como ellos y unirse para pasar a la acción.



HECOENSAYO 17: "EL AMOR TAMBIÉN CUENTA EN NUESTRO ROL DE CONSUMIDORES"  

Tenemos como muy asumido e inamovible que tenemos todo el derecho moral a obtener la máxima satisfacción y servicio de los productos que compramos por el mínimo precio. Resulta extraño que este planteamiento “egoísta” en nuestro rol de consumidores no lo apliquemos en otros contextos afectivos, pero si lo hayamos normalizado en nuestra rutina diaria del comprar. ¿Por qué no nos planteamos que la búsqueda de bienestar en el prójimo también sea extrapolable al bienestar del lejano? ¿Por qué cuesta tanto entender que el amor no sólo se puede practicar en nuestros círculos afectivos próximos sino en cualquier círculo con el que interaccionemos? Cuando regateamos al mejor precio, en el fondo le estamos pidiendo a los productores que trabajen por el mínimo salario para nosotros. Cosa que jamás desearíamos para nosotros mismos en nuestros puestos de trabajo. Igual merece la pena repasar nuestras estructuras de coherencias y volver al viejo pensamiento de “ponte en el lugar del otro”.

Nos resulta fácil opinar y tertuliar sobre el estado del mundo pero resulta más difícil tener la valentía de construir nuestros discursos sobre el “y yo … ¿Qué estoy haciendo?”.


“La economía tampoco debería quedar ajena a la espiritualidad”.



HECOENSAYO 18: "EMPRESAS GRANDES O EMPRESAS PEQUEÑAS"  

Las empresas de alta tecnología se crecen sobre el gigantismo imparable de ganar más y más, o, simplemente, las empresas de alta tecnología necesitan una gran inversión de recursos, lo que les lleva a asumir altos riesgos, que inevitablemente acaban reflejando en los márgenes de beneficio.

Los medios de producción y el capital mejor repartido en sociedad, permitiría mayor equidad social, precios más justos para los productos de consumo y por tanto mejores salarios para hacerles frente. El productor que recibe más ingresos, se convierte a la vez en el consumidor que tiene mayor poder adquisitivo para pagar productos de calidad global, o dicho de otra manera, productos cuya huella social y ecológica sea el bien común.

Por otro lado, existen empresas, que no necesitan ser tan grandes, pues su objeto no es la alta tecnología sino el dar servicio a necesidades, que se pueden cubrir con empresas pequeñas. Las grandes empresas, que no necesitan serlo, deberían empezar a plantearse, que hacerse más pequeñas voluntariamente, contenerse, decrecer o mantener el tamaño adecuado, da oportunidades para que muchos emprendedores realicen su vida profesional y por tanto se reparta más equitativamente la riqueza. Además, una empresa grande es tan frágil que se ve obligada a tomar políticas muy agresivas, para conservar sus multitudinarios puestos de trabajo de manera estable. La realidad es más compleja, impermanente y variable y choca más con la rigidez de conservar un tamaño grande de empresa. Cosa que no pasa con la pequeña empresa, que tiene más capacidad de adaptación, que en caso extremo, los autónomos, puede llevar a estos a replantearse la dirección de su profesión sin dejar detrás de sí un largo y gran rastro de despidos.

Cuando crecen se justifican en que el esfuerzo que hacen les hace merecedoras del “éxito” de su tamaño. Pero es que nadie les ha hecho caer en la cuenta que un sobreesfuerzo no es más que otra forma de codicia. La codicia de acaparar trabajo y clientes. Que la codicia no se limita al tener posesiones sino también al tener trabajo de más.

No sé por qué esa obsesión de crecer. Nadie se plantea que por comer más vaya a estar más sano. Nadie se plantea que por tener un coche del tamaño de un autobús vaya a llegar antes a su destino. Entonces ¿Por qué esa obsesión de ciertas empresas de crecer indefinidamente? ¡Como el cáncer, las plagas o la gangrena! ¡Qué obsesión, señor!  ¿Es que todavía no se han enterado de que a partir de cierto capital acumulado no se es más feliz, sino que se vive con más estrés, miedo, separado de las personas y del verdadero ser que llevamos todos dentro?

Tal vez el dinero esté demasiado mal repartido.

“El hecho de que ciertas clases opulentas gozan de mayor poder adquisitivo, por regla matemática y de mecánica de fluidos da lugar a que una gran parte de la sociedad tenga menor poder adquisitivo.”

Se da la situación de que el esfuerzo empleado para trabajar por ambas clases sociales es el mismo y lo único que diferencia la situación de la una de la otra es el haber tenido mayores oportunidades o capital heredado, de entrada. Además de ser el trabajo de unos físico y el de otros, intelectual.

Estas podrían ser dos maneras de repartir el capital:

1.- Con mayor distribución salarial, y por tanto menos distancias entre el mayor sueldo y menor de una empresa, se podría plantear la fórmula de permitir que los trabajadores tuvieran también participaciones en la empresa. Las empresas de capital restringido a unos cuántos accionistas podría hacer la transición a cooperativas. Con la fórmula de cooperativa se podría hacer frente a empresas de alta tecnología, desde un aspecto, social y humano, potente. Esto permitiría distribuir más equitativamente el capital entre la población. Esto ayudaría a todos los consumidores, que son los mismos trabajadores, a aumentar su poder adquisitivo.

2.- Contener el tamaño de las empresas. Eso permitiría que el número de empresas fuera mayor en la sociedad, y por tanto, se distribuyera más equitativamente la riqueza. Las empresas pequeñas y medianas, no sólo tienen menores diferencias salariales sino que capital y trabajo están más próximos y en muchas ocasiones, prácticamente, coinciden. Los precios a los que salen sus productos, suelen ser precios muy ajustados, nada especulativos, muy aproximados al equilibrio entre lo que ofrecen y lo que reciben.

Estas reflexiones iniciales nos llevan a la subsiguiente reflexión que parte de la siguiente pregunta.

Hay personas que me comentan demasiadas veces: Los precios de los productos ecológicos son abusivos. ¿Cómo se las iba a apañar una familia de cuatro hijos para consumir “bio” en toda su alimentación?

Mi respuesta no es la esperada porque la pregunta a lo mejor no se plantea de la manera correcta.

Para responder a esta pregunta tendremos que ampliar el zoom y contemplar la sociedad desde más lejos, echar un vistazo al diseño global de nuestro sistema socio-económico. Si nos quedamos atrapados en una visión parcial, estrecha y demasiado acotada a la manera de plantear la pregunta, la respuesta es evidente. Muchas familias no podrían hacer frente a “ciertos”, que no todos, productos ecológicos. Pero la cuestión no es que ciertos productos sean demasiado caros.

Veamos.

Partimos de que lo justo socio-económicamente es la reciprocidad, la correspondencia, el intercambio. Yo te doy esto y tú me das lo otro. Hallamos un equilibrio justo. Nadie se aprovecha de nadie. La pretendida gratuidad que reivindican algunas ideologías parece dejar de lado que es justo recibir una remuneración o energía por tu esfuerzo. Y poder contabilizar o matematizar eso permite más tarde crear ricos y complejos intercambios. Es lo que llaman el mercado (realidad de la que se abusa lamentablemente) y es lo que permite que los individuos disfruten de múltiples experiencias humanas en grupos grandes, sin quedar limitadas a grupos pequeños.

La cuestión no es si ese p(m)adre de familia supuesto/a puede pagar esos precios. La cuestión es que ese progenitor, seguramente, o se encuentra sin trabajo ahora mismo o su salario o ingresos son bastante deficientes.

Hay que tener en cuenta que detrás de lo que llamamos productos caros, existen personas como tú, tratando de ganarse la vida. Ellas también quieren tener trabajo, como tú y ganar dignamente. ¿Te habías planteado alguna vez la cuestión así? ¿Al revés? ¿Desde el otro lado? (Que por cierto también es tu lado. Ahora verás por qué).

En vez de reivindicar precios bajos deberíamos reivindicar tener trabajo o cobrar un salario u honorarios con justicia. Porque con un sueldo decente, que no grande, es suficiente para pagar productos bio.

¿Por qué se me iba a tener que regalar nada cuando tú eres el primero que querría cobrar por tu trabajo?

“Reivindicar la gratuidad de los satisfactores de nuestras necesidades básicas deja un extraño vacío. ¿Quién trabaja gratis para satisfacerlas?”

La obtención de un servicio o satisfactor siempre es parte de un intercambio y oferta social al otro. El trueque, el banco del tiempo, el trabajo en comunidad, entienden esto muy bien, además del tradicional mercado de compra-venta. O si se quiere llamar de otra manera…

¡Ser agradecidos con lo que recibimos!

No es cuestión de bajar ciertos precios, que en mi opinión, no son caros, simplemente no son baratos. La cuestión es reivindicar tu puesto laboral o crearte tú mismo un trabajo y su justa remuneración, para poder pagar lo justo por productos de calidad. Si reivindicamos el abaratar precios, por otro lado, estamos presionando a los productores a que cobren menos por su trabajo. Te estás haciendo un flaco favor a ti mismo. La cuestión va más por reducir las diferencias salariales para que todos podamos cobrar dignamente o reducir el tamaño de las empresas y aumentar su número para poder repartir más equitativamente la riqueza.

Los productos “bio” absorben los verdaderos costes sociales y medioambientales, que no absorben los productos, “hoy”, más convencionales.

No quiero que se me interprete que los precios tienen derecho a ser “caros” o altos, sino que los precios deberían ser, simplemente justos, equilibrados, dentro de una sociedad más equilibrada. Y creo que la cuestión versa más sobre los desequilibrios sociales que sobre los desequilibrios de precios. Pero, puntualicemos una cosa.

Una cosa son las grandes empresas y otra las pequeñas y medianas empresas.

Las primeras podrían estar aprovechando su posición en el mercado para elevar los precios. Eso jamás será defendible.

Las segundas no tienen más remedio que poner los precios que ponen para poder ser rentables, para poder simplemente vivir.

Si dirigiésemos nuestras compras hacia aquellas empresas, de las que sabemos un comportamiento más justo en el reparto del capital, estaríamos fabricando precisamente esos puestos de trabajo que al final tendrían el suficiente poder adquisitivo para pagar los precios justos de los productos más eco-sociales. Como veis, es un círculo que se cierra.

¡Al pagar precios justos estamos fabricándonos puestos de trabajo justamente remunerados!
¡No se trata de reivindicar precios injustamente bajos, sino de reivindicar salarios dignos e ingresos justos!

¡Reivindicar precios exageradamente bajos es mancillar nuestros propios salarios!

Con la riqueza mejor repartida podríamos estar todos los consumidores financiando productos más éticos, y por tanto, empresas y trabajadores y productores mejor retribuidos, para poder a su vez pagar esos precios y entre todos construir un mundo más justo, más social y más respetuoso con el medioambiente.


HECOENSAYO 19: "¿SI NO ES PERFECTO ES UN ENGAÑO?"

A veces oigo decir que si la banca ética se mezcla con alguna empresa relacionada con otra no tan ética, que si los productos ecológicos también se trasportan consumiendo combustibles fósiles o que si el comercio justo también es parte del mismo sistema de libre mercado.

También oigo decir que no merece la pena movernos porque los de arriba siempre estarán al acecho con su poder y ganando. Incluso que todas las parcelas de mundo más justas y ecológicas logradas son como si no existieran porque son una minoría.

Y yo digo que no existe nada perfecto. Ni el mundo ni la cosas de este mundo. Y que sí por querer buscar lo perfecto como alternativa acabamos descalificando a aquellos que tratan de hacerlo mejor, ni avanzamos en el camino de cambiar el mundo ni tampoco nos esforzamos individualmente para que así sea.

Da la sensación que buscar la crítica feroz contra aquellos que mejor lo hacen, buscándoles el defecto y defectillo, no es más que una manera de justificar nuestro status quo:

“Cómo no puede ser perfecto, paso de hacer nada. Mira esos, hasta nos engañan porque dicen que hacen una cosa y luego hacen otra. Es imposible cambiar”.
(Resulta muy cómodo pensar así para una posición privilegiada. Todo sea dicho)

Y resulta curioso que precisamente si busquemos el defectillo a quienes mejor lo hacen y no precisamente a quienes peor lo hacen.

Cada paso, cada acción, cada pensamiento creativo, riguroso y proactivo, cada nueva empresa de fondo ético premeditado, cada asociación que lucha por los derechos humanos, animales o medioambientales, está haciendo evolucionar al mundo. Eso no significa que sean los reyes de lo perfecto, sino simplemente los actores del mejorar.

Quien quiera un mundo “perfecto” que se vaya a un parque temático de atracciones y fantasía.

Pero aquel que entienda que transitar por un mundo mejor es trabajar para hacerlo realidad que escoja.

Entre quienes peor lo hacen y quienes mejor lo hacen.

Pero cuidado. No hay malos ni hay buenos.

Sólo hay mejorar. La firme convicción de mejorar, mejorando lo mejorado.

También oí alguna vez que quién era yo para hablar de lo que es mejor.

No creo que lo sepa.

Pero sospecho que la paz es mejor que la guerra. Que respetar la vida es mejor que destruirla. Que un bosque reluciente es mejor que un bosque quemado.

¿Y cómo saber que es mejor cuando las opciones no son tan distantes?

Humildad, criterios y la mejor combinación hasta donde llegue nuestro saber y entender.

Mientras seguimos siendo parte de este loco sistema, a la vez somos los soñadores que siempre tienen un nuevo paso para que este sistema sea un poco menos loco hoy y un poco más triunfal mañana.

Y así, pasamos la vida, renovándonos, día a día, mes a mes, haciendo de este mundo un lugar cada vez mejor. Aunque el mundo parezca estar cayéndose.

Por eso, incluso en medio de la guerra hay compasión, en medio del fatigoso trabajo compañerismo y en medio de la rutina otro beso.
Hay dos caminos.

El camino de aquellos que se conforman, que se resignan a la inercia.

Y el camino de aquellos que conviviendo con las imperfecciones de este mundo siempre tienen una nueva palabra, pensamiento y acción para seguir caminando con la mirada puesta siempre hacia delante.


Cuando llega a nosotros información que implica en nosotros acción, posicionamiento y tal vez, esfuerzo, pues inevitablemente nos señala de alguna manera, muchas veces se da la tendencia a juzgar al mensajero o continente del contenido del mensaje, buscando sus imperfecciones (de manera diríamos cotilla o morbosa), con el único pretexto subconsciente de poder desautorizar ese mensaje, que tanto nos puede incomodar, cuánto antes. O simplemente, la famosa incredulidad, tan bien defendida desde algunos falsos racionalistas o realistas, campa a sus anchas, con tal de que nuestro “status quo” no se vea removido.

No existen personas, ni instituciones perfectas. Todos somos humanos. Pero los ideales merecen la pena ser defendidos, aunque muchas veces sean proferidos por grupos o ideologías, a las que tal vez no les tengamos simpatía.

Es la hora de ser capaces de rescatar las ideas y el sentido común de todos los sitios, en vez de seguir atrincherándonos en nuestras identidades, que no son más que el vestido particular de la mente de cada uno.

Mi lema, es aprender y escuchar de todos los sitios y en ocasiones, juntarme con quién sea, con tal de luchar por un mundo mejor y construirlo de manera evidente  y eficiente, con tal de tener claro que ambos nos dirigimos al mismo sitio, de la manera que mejor sabemos hacer.


¿Habéis oído la típica crítica habitual a los productos de consumo consciente?

Nos toman el pelo. Tienen sus defectos. No son perfectos.

Reflexión de sentido común: ¿Tiene más sentido optar por los peores productos eco-sociales del mercado porque los mejores no son perfectos? ¿No debería ser al revés?

La cuestión no es hallar el producto perfecto sino aquel que lo hace mejor.

Porque el único camino de transformación es la mejora progresiva. Los cortes o cambios abruptos suelen tener efectos secundarios dramáticos.

El Consumo Consciente prefiere una metamorfosis a una revolución.

Y esta metamorfosis del consumo y estilos de vidas conscientes ya se está produciendo. Es real. Está sucediendo y creciendo. 

Aunque ya sabemos que las revoluciones sueltan más adrenalina y son más emocionantes que las aparentemente aburridas metamorfosis. Pero las metamorfosis son humildes, suaves, dulces, eficientes y siempre llegan a un buen término sin ningún tipo de colisión.

Por eso los consumidores conscientes ponemos en práctica en vez de quedarnos en lo que debería ser. Somos practicantes. Nos va la acción. En nuestro caso, invisible, constante, emparentando la rutina con la transcendencia.


HECOENSAYO 20: "RELACIONES. NUESTRO CONSUMO Y EL MUNDO" 

Nuestras relaciones van más allá del mero contacto con la personas que tenemos delante.
Todo es relación.

Cualquier conducta o pensamiento acaba inevitablemente interfiriendo con algo, con otros seres o con cada uno de nosotros. Es el caso del consumo.

Podemos afirmar que con cada acto y elección en nuestro consumo diario estamos contactando con una gran estela de acontecimientos planetarios.

Lo que ingerimos, lo que vestimos, con lo que nos cobijamos, entretenemos o transportamos es una llamada a una particular cadena de acontecimientos. Es el último eslabón de una particular historia económica, el último eslabón que se convierte en el primero, pues sin él no se justificarían no sostendrían el resto.

Cuando tomamos energía del entorno, cuando consumimos, nos estamos poniendo en relación con todo lo que hace posible que es forma de energía llegue a nosotros. Digamos, que en la era de la globalización, consumir es no sólo una forma de relacionarnos, sino de relacionarnos con el planeta entero.

Consumir es no sólo satisfacer nuestras necesidades,  sino también es relacionarse.

A través de nuestro consumo nos podemos relacionar con paisajes limpios, animales felices y personas realizadas, trabajando y conviviendo en paz.

O también, a través de nuestro consumo, nos podemos relacionar con parajes destruidos y contaminados, animales torturados y sacrificados prematuramente y sin pudor o personas arrastrando vidas de semi esclavitud, destierro o miseria. 

Relacionarnos exclusivamente con lo primero es utópico.

Relacionarnos exclusivamente con lo último, a través de una indiferencia consentida es perverso.

Relacionarnos con un poco de cada cosa es el comienzo del cambio.

Y aumentar progresiva y premeditadamente lo primero convirtiendo en una minoría cada vez más reducida lo último es brillante, transcendental y nos dignifica a todos, tanto a los sujetos receptores como a los actores co-creadores, los consumidores.

En nuestras manos está optar por un diseño u otro. Las quejas no sirven de nada. La valentía de mucho.

¿Y tú?

¿Cómo prefieres relacionarte?

¿Por qué modo de vida te decantas?


HECOENSAYO 21: "SIENTO, LUEGO INTERACCIONO. CONSUMIENDO CONSCIENTEMENTE"

Me encanta como lo dice Adela Cortina. Habla de que deberían generalizarse estilos de vida incluyentes, que pudieran ser repetidos por todo el mundo en cuanto al acceso a los bienes. Que se puedan universalizar.

Me encanta también lo que dice Inmanuel Kant: “Actúa de tal modo que el principio de tu acción se transforme en una ley universal”.

Si lo pensamos bien, el consumo de bienes posicionales sólo engorda al ego. Este tipo de consumo alimenta aspectos psicológicos que no tienen por qué estar relacionados con necesidades reales e indispensables. Tener el mejor coche del mundo no es necesario para ser feliz, ni tener diez armarios llenos de ropa o una casa de veinte dormitorios.

Hay que apostar por bienes de consumo universalizables, como reza Cortina.

El consumismo se engendra en el consumo de bienes no imprescindibles. Existe una gran atadura emocional hacia ellos. Una gran mayoría de personas, sin sospecharlos, se “autorrealizan” y “posicionan” socialmente a través de estilos de consumo materialistas, que en definitiva son estilos de vida.

Lamentablemente nuestro consumo tiene un impacto. Un impacto social, más allá de nuestra experiencia limitada y contenida de comprar y disfrutar de lo comprado. Un impacto medioambiental más allá de lo que estamos viendo en ese momento.

Mucha gran parte de nuestro consumo se satisface a costa de paisajes, seres animales y el bienestar de las personas que confeccionan lo que compramos, o simplemente que son víctimas de la externalidades que causan las empresas a la hora de instalarse en un determinado lugar.

Ciertos de nuestros hábitos de consumo necesitan ser cuestionados.

Pero ¿Podemos cambiar realmente de hábitos? El hábito está intersectado en nuestra psique casi como un miembro más del cuerpo.

A las personas les cuesta cambiar.

Los hábitos y motivaciones están muy anclados en los seres humanos. Podemos saber que algo está bien y no optar por ello, por estar acostumbrados a otra cosa.

¿Pereza, inercia cerebral, egoísmo, supervivencia, necesidad?

Llegados hasta este punto, aunque a algunos teóricos y académicos nos les guste entrar en este terreno, hay que decirlo. El cambio vendrá de la voluntad, de la moral, de la ética, del esfuerzo. Las conceptualizaciones que precisamente si se atreven a tocar las religiones.

Si queremos hacer la transición hacia un Consumo Consciente habrá que empezar a esforzarse un poquitín. Pero tan sólo un poquitín. Porque curiosamente este esfuerzo del que hablamos va a existir sólo en el salto, pues la práctica del Consumo Consciente, una vez llegado a él, se emparenta con estilos de vida plenamente vivificantes y gratificantes. Y hacerlo poco a poco es totalmente factible.

Si a alguien le faltan motivaciones, que por favor eche un vistazo a como se deforestan bosques a un ritmo alarmante, como estamos alterando el clima, como nos tratamos, favoreciendo y consintiendo trabajos de semi-esclavitud para otras personas, o como nos beneficiamos de animales que viven toda una vida de tortura hasta su sacrificio. Y precisamente, detrás de todas esas realidades están los productos de consumo que salen de ellas.

“Es fácil cuestionarse si cambio o no cambio, cuando estás en una posición privilegiada. Pero cuando estás debajo, el que cambie el de arriba, es tu única esperanza.”

Debemos ser fuertes y valientes para consumir de acuerdo a valores verdaderos, frente a los prejuicios, muchas veces, del grupo social en el que estamos inmersos. Los medios de comunicación y campañas de marketing tienen la gran habilidad de manipular a muchos sectores sociales y decidir por ellos que es lo que necesitan y que es lo que vale o no vale.
Necesitamos sentirnos integrados desde pequeños en grupos sociales. Es una realidad. Pero no debemos ceder a consumir lo menos ético, por querer ser aceptados en el grupo.

Nuestra rectitud, sentido crítico y libertad de pensamiento debe de estar por encima de los pensamientos, muchas veces equivocados del entorno. Poseer unas zapatillas de deporte de marca, tener una moto o fumar no puede ser un imperativo para poder ser aceptado en un grupo de amigos.

Al final, la consciencia debería estar por encima de la complacencia, del miedo y de la vanidad.

La consciencia tiene múltiples extensiones.

Poner consciencia en nuestro comportamiento diario toca a la convivencia, a la empatía y la compasión, al esfuerzo por mejorar.

La consciencia toca el terreno de las relaciones.

Y la siguiente pregunta es ¿Existe algo realmente con lo que no nos relacionemos o interaccionemos?

Si analizamos nuestra posición en el mundo comprobaremos que nuestras relaciones se ramifican en una diversidad abismal de pequeñas, medianas y grandes relaciones. Desde la manera en que agarramos un plato o nos peinamos hasta como nos dirigimos al compañero de trabajo o finalmente como impactamos en el planeta a través del consumo.

El consumo es el extremo inicial que pone en marcha la gran cadena económica, a través de la demanda del producto. Y esa cadena económica toca automáticamente todos los entornos posibles (naturaleza, animales y personas).

Tomar consciencia de que nuestro consumo es una de las más potentes formas de relación con el mundo es convertirnos en consumidores conscientes. Podemos ser padres conscientes, amigos conscientes, cuerpos conscientes, trabajadores conscientes, espíritus conscientes.
Pero consumidores conscientes, también.

La consciencia que dirige la relación con lo planetario.

En lo planetario, lo que está en juego son las realidades de gran escala, que son sustentadas precisamente por la suma de millones de decisiones individuales.

¿Pero cuando realmente alguien llega a Consumidor Consciente?

Es en ese momento en el cuál te duele mezclar la basura porque sabes, a través de la información y tu imaginación, que acabará en un vertedero, infectando y ensuciando la madre T(t)ierra que te soporta.

Es en ese momento en el cuál te duele comprar ese chocolate tan apetitoso, porque sabes, que tras la recolecta del cacao hay muchas veces manos de obra infantil.

Es en ese momento en el cuál te duele adquirir un teléfono móvil de última generación, porque sabes, que tras ese aparato hay un mineral llamado coltán, que en su extracción financia el genocidio de un país y la esclavitud minera.

Es en ese momento en el cuál te duele comerte una hamburguesa de pollo, porque sabes, que tras eso que llamas carne, hubo un animal que mal vivió y fue sacrificado en contra de su voluntad.

Es en ese momento en el cuál te duele usar el coche más de lo absolutamente necesario, porque sabes que tras el petróleo que consume, se encuentra, muchas veces,  el acaparamiento de tierras selváticas y expulsión de ellas de pueblos indígenas y campesinos, para plantar nuevas estaciones petroleras.

Es en ese momento en el cuál te duele comprarte una prenda de vestir más, sin necesitarla, porque sabes que tras esa prenda hay una chica joven extenuada y mal pagada en la maquila de una zona franca en algún país lejano (o cercano).

Pero, normalmente antes de llegar a esas reflexiones, antes de que sean escuchadas por primera vez, ponemos un muro mental. Para protegernos. ¡La amenaza de una profunda culpabilidad nos impide tener la valentía de mirar y actuar en consecuencia!
Por esa razón. El paso de Consumidor Inconsciente a Consumidor Consciente tiene que hacerse de manera inteligente, de manera gradual y de manera ordenada. Es imprescindible primero poseer información completa, global y enlazada. Y muy importante: tener una alternativa para cada uno de las realidades negativas que queremos cambiar.

ONGs, divulgadores, activistas, personas con experiencia, nos pueden guiar y asesorar para poder hacer esa transición. Llevan muchos años familiarizados con estas realidades, tanto por conocimiento como por experiencia. Tanto las criticables como las alternativas.

Actualmente, a fecha de hoy, año 2014 podemos afirmar que existen prácticamente una alternativa para cada realidad económica injusta que existe en el mundo. Por lo menos, como opción de elección, en las sociedades “democráticas”.

Si hay algo de lo que todavía gozan las clases medias y altas, con posibilidad de consumir, es de la posibilidad de poder elegir lo que compran.

Y más aún con toda la paleta de economías colaborativas que han brotado en estos últimos años, donde puedes encontrar manera diferentes de satisfacer tus necesidades, diferentes al acto individual de pagar con dinero.

Esta última línea es también asequible para aquellos que tienen menor poder adquisitivo. Pero es que resulta que precisamente tenemos la obligación ética de consumir conscientemente, los que podemos consumir, simplemente, para que los que no pueden consumir (los más empobrecidos) sí puedan consumir y satisfacer sus necesidades.

Tras nuestras buenas elecciones en el consumo existen otras economías posibles que pueden precisamente sacar de la miseria a muchas personas.

Optar por ejemplo por comprar el producto de una empresa cuyas diferencias salariales son pequeñas es una garantía de que nuestro dinero se está repartiendo más equitativamente, dando lugar a una masa de personas con un sueldo sí digno, frente a otras empresas donde lo que hacemos es alimentar a unos pocos adinerados y una gran masa trabajadora mal pagada, y por tanto sin posibilidad de consumir dignamente.

Y así podríamos seguir con muchos ejemplos, como comprar a pequeños y medianos productores y emprendedores, a cooperativas, a ONGs de comercio justo  o empresas locales, a proyectos de reinserción social o empresas sumadas a la Economía del bien común, de la que habla Christian Felber.

Y tras las formas empresariales podremos encontrar productos de agricultura ecológica, de banca ética, de segunda mano reparados o reciclados, circo sin animales o cosméticos no testados en animales, transporte público y bicicleta, artesanías, bio-construcción en barrios o pueblos, medicinas naturistas, eco-tecnias, etc.

¿Nos quedamos sin alternativas si renunciamos a consumir lo no ético?

Como vemos, no. Pero es que consumir éticamente es algo más que consumir. Es un estilo de vida en sí.

La única manera de autoafirmarse, encontrar la identidad y sentirse feliz no es a través del consumo. El reencuentro con otras personas, con uno mismo, con la naturaleza, con la cultura son alternativas que posicionan al individuo en una disposición hacia la vida más libre y sana.
Ser consumidor consciente va asociado a un estilo de vida consciente, pleno, vibrante, un estilo de vida sencillo que realmente nos permite apreciar la vida y sus detalles. El disfrutar y ser feliz son parte ya dada y previa. No es ni mucho menos otro tipo de represión. Se ve como represión cuando los hábitos de consumo más nocivos fueron el único sostén que teníamos para nuestras rutinas y modos de divertirnos.

Dar el paso a Consumidor Consciente, pasa por atreverse a ponerse en el lugar del otro, aunque sea invisible y desconocido para ti. Y esto es importante porque actualmente, debido a la complejidad y extensión del sistema socioeconómico del que nos nutrimos, prácticamente todos los seres y paisajes del mundo están entrelazados. Lo que hace uno afecta al otro. Algunos lo llaman globalización.

Dar el paso a Consumidor Consciente, pasa por atreverse a sentir el mundo más allá de nuestro entorno inmediato visible. Pasa por abrirte al mundo entero, desear ser parte de él con más fuerza, unirte a él, entender que mi relación con el mundo existe, que es una relación más.

Y la manera de percutirla, encenderla, apagarla o hacerla vibrar se nos abre a través de esta herramienta. Una herramienta, que es un estilo y que cada día cobra más fuerza en todas partes del mundo.

"Los consumidores estamos financiando la existencia del mundo que nos rodea."


HECOENSAYO 22: "¿QUÉ ES MÁS CRITICABLE? ¿LA CRÍTICA MISMA O EL OBJETO DE LA CRÍTICA?"

A veces me pregunto hasta donde tiene que llegar la reivindicación. Todo siempre es mejorable. Podríamos pasarnos toda la vida criticando. ¿Dónde está el límite?
Sí. Lo reconozco. Todo es mejorable y podríamos llenarnos de una paz infinita, aceptando las cosas como son. “Aceptar es Amar las circunstancias”.
Pero ¿Qué pasa cuando lo que está en juego no es nuestro propio bienestar, ante el que podemos escoger una actitud u otra, sino el bienestar del prójimo? Aceptar el propio conflicto, tal vez sea Amor. Pero, aceptar el conflicto del otro causado por un tercero ¿No es insolidaridad?
Entonces, vuelvo a pensar que el límite en las reivindicaciones lo pone la capacidad de cada uno y la consideración y respeto hacia el receptor oyente. Pero también pienso que la crítica que es denuncia es lucha por el bien común, que la crítica que propone alternativas es solidaridad. Qué este tipo de crítica es necesaria.
¿Qué cantidad de crítica, y por tanto, reivindicación es equilibrada, justa y útil? Me pregunto.
En un mundo de injusticias globales tan severas, la omisión de los “buenos” se convierte en la fuerza de los “malos”. Mientras estamos “acomodados”, el sufrimiento ajeno no nos motiva al cambio. Curiosamente cuando las crisis existenciales se ciernen sobre nosotros, entonces sí que empezamos a replantearnos las cosas.
Hace trece años comencé un trabajo de investigación en consumo responsable. Actualmente una colección de herramientas gráficas y estrategias de manejo de la información lucen expuestas en nuestra web y reciente documental publicado en youtube. Conferencias y ferias son un espacio magnífico para hablar de estas cosas y estimular cambios en los asistentes, en una búsqueda de ser más proactivos y co-creadores conscientes con el mundo. Y con la máxima de “en la medida de tus posibilidades” invitamos, en todos estos encuentros, a las personas, a que desde el conocimiento del mundo y sus elecciones en el consumo participen en la creación de un mayor bienestar para todos.
Pero, y ahora viene la siguiente cuestión, mientras hablamos de “en la medida de tus posibilidades” invitando a las personas a que progresivamente vayan incorporando hábitos más saludables, solidarios y ecológicos en sus vidas, el mundo sigue palideciendo y el ritmo de cambio no está a la altura de la situación global. Creo en ese futuro en el que todo estará recompuesto, donde reinará la paz y la armonía. Sé que nuestra generación está empezando a construirlo. Pero también sé que, mientras, se arrasan selvas, se asesina a sus poblaciones indígenas, se “esclaviza” económicamente a mujeres en maquilas para tejer ropa, se “encadena” socialmente a niños para extraer “preciados” minerales, se hacina y enjaula a cerdos y pollos para llenar nuestros platos, se contamina la tierra, el agua y el cielo para satisfacer nuestras necesidades con “agricultura barata” y miles de pequeños empresarios se quedan en la calle porque los consumidores siguen prefiriendo enriquecer a los grandes de las marcas. Hemos normalizado pragmáticamente lo que sólo es normal pero no sano.
El otro día reflexionaba con una persona. Me decía: Ten cuidado como hablas, las personas podrían sentirse ofendidas. Yo le contesté que en mis conferencias mido las palabras. La utilidad del discurso estriba en el ponerse en el lugar del receptor y en la consideración de la física de los acontecimientos. No podemos cambiar de hábitos de consumo de la noche a la mañana. Tiene que ser progresivo. Es el símil del tratar de llegar de un punto de la plaza al otro, en medio de una muchedumbre. Tiene que ser poco a poco, sin hacer ni hacerse daño y con paciencia.
Pero ¿hasta cuándo tendremos que ser diplomáticos hablando de estas cosas, sin “incomodar” a nuestros compañeros de vida?
¿Tan trascendental es la ofensa que resulta del desenmascarar y poner en evidencia que nuestros hábitos de consumo están co-creando un planeta lleno de injusticias sociales y medioambientales? La verdad nos hará libres ¿No? ¿Qué miedo tenemos de ver las cosas como son?
¿Es más criticable el ser vehementes e incisivos con este tema que le persistencia y perpetuación del dolor ajeno?
¿Es más dolorosa la incomodidad de mirarnos a nosotros mismos y ser autocríticos que el propio dolor de las terceras personas, animales y paisajes que padecen por causa de nuestros modos de vida?
¿Cuánto tiempo necesitaremos para no sentirnos ofendidos al repensar estos temas y empezar a ser valientes, pacientes y ponernos manos a la obra con el cambio?
¿No debería empezar a resultarnos altamente sospechoso que examinar nuestros hábitos de consumo pueda ser algo que pueda llevarnos a sentirnos culpables? ¿No debería ser anormal el que tuviéramos motivos para sentirnos culpables? ¿No será que hemos normalizado lo injustificable? ¿No será que lo importante realmente debería ser que nunca tuviéramos que tener motivos para sentirnos culpables? ¿No debería el mundo realmente ser un mundo de sentido y paz común? ¿No debería ser realmente esa nuestra preocupación: el trabajar para que el mundo fuera así?
Es necesario acelerar el proceso de goteo de cambios porque mientras...mientras va cayendo, en la cuneta, vida, mucha vida.
HECOENSAYO 23: "CANTIDAD. PONIENDO LÍMITES A EXTREMISTÁN"

Un mundo lleno me remite a no seguir extrayendo y desechando y a reducir el consumo de energía. A optimizar los procesos de artificialidad del ser humano: ecoeficiencia.  A rediseñar la tecnosfera y controlarla.
Pero esto ¿En que se manifiesta directamente, dentro del contexto de la economía, que es a fin de cuentas la que mueve y esculpe el mundo?
Queremos no perder los grandes avances en bienestar material y social esenciales.
Creo que este planteamiento de partida es lícito.
Pero ¿Cómo operaremos para que estos logros no decaigan, mientras reducimos nuestra huella ecológica?
La alternativa a no extraer y desechar es conservar, cuidar, aprovechar, reutilizar, reparar, reciclar, en el plano utilitario.
Y en el plano social, compartir, intercambiar, donar, prestar.
Se me ocurren fenómenos como el consumo colaborativo, los negocios de segunda mano, el trueque, el mantener y remendar como hacían nuestras abuelas, el compartir espacios de vivienda en fincas de varios pisos. La compacidad que junta y optimiza espacio y recursos.
La alternativa al consumo desmedido de energía es reducir.
Pero ¿Cómo reducimos sin mermar nuestro bienestar material?
Diseccionando, separando y reconociendo las necesidades esenciales de las creadas culturalmente, tanto para satisfacer esas necesidades esenciales como otros creadas cognitivamente.
Hablamos de suficiencia. Suficiente es mejor. Vivir con menos. No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita. ¿Realmente necesitamos necesitar todo lo que creemos necesitar?
Echemos un vistazo a un fenómeno histórico, el misticismo. ¡Cuántos ejemplos de tradiciones filosóficas y religiosas han demostrado que la vía hacia la felicidad se encuentra más allá de lo ilusorio, lo que llamamos mundo físico y material! El ser capaces de conectar con nosotros mismos y con la naturaleza de la que formamos parte abre en nosotros una visión de la realidad que no tiene demandas, una visión auto-contenida, donde la experiencia psíquica no se lleva al consumo de experiencias (y por tanto de todo el baluarte de objetos materiales deudores de huella ecológica que alimentan esas experiencias) sino al estar y ser, aspectos plenos de una consciencia que se sabe a sí misma como completa y no necesita completarse con algo exterior. Esta búsqueda de completarse en lo exterior es lo que ha puesto en marcha la mayor maquinaria de matar de la historia de la humanidad, el capitalismo.
¿Por qué tratamos de recomponer lo de fuera sin poner orden desde dentro?
No necesitaremos llenar más el mundo cuando nos sintamos ya llenos, que es como estamos, como seres ya acabados.
La alternativa a nuestra ineficiente y descontrolada tecnosfera pasa por poner a trabajar el recurso más valioso que tenemos: la mente humana.
Para así rediseñar el sistema hacia formas de hacer biomiméticas y ecoeficientes, cuya transición contemple principios de precaución.
Parece fácil decirlo pero más difícil resultará enfrentarnos a las consecuencias de no planteárnoslo.

La globalización nos ha hecho interdependientes. Los sistemas económicos se hacen vulnerables y delicados debido a esa interdependencia. Una globalización mal entendida da lugar a explotar recursos o mandar desechos en y a lugares muy alejados a donde se consumen. Bien usada se convierte en una oportunidad para hacer crecer nuestra humanidad, nuestro aspecto humano sobre el animal. Internet, las comunicaciones, la alta movilidad y desplazamientos pueden seguir exprimiendo la gallina de los huevos de oro o construir un nuevo sistema emancipatorio, una nueva humanidad.
Lo que en el pasado podía ser viable y un orgullo para el avance, la conquista del espacio terrestre, actualmente choca con los límites geofísicos, por lo que apela a la autocontención.
Somos tantos y tan conectados, que la época posible para el individualismo está dada en llamarse hacia el colectivismo. Pero lejos de parecer angosto y asfixiante, precisamente esto se puede convertir en una oportunidad dorada para sentirnos armoniosa y apaciblemente más cerca los unos de los otros. Esto ya lo sabían y saben las comunidades indígenas. Ahora nos toca a nosotros. Resulta paradójico que precisamente sociedades de gran escala como las nuestras posean individuos que se perciben más distantes que sociedades con menor número de congéneres.
Parece que la búsqueda de soluciones a lo ecológico acaban pasando por soluciones a lo social. No tienen por qué percibirse la crisis social y medioambiental como separadas porque precisamente fue la separación lo que nos llevó a ver lo otro como enemigo, el desconocido y la naturaleza.
En una era en la que el capital natural es limitado, al haber llegado al mundo lleno, (incluso recursos renovables sobreexplotados) urge una autolimitación en la cantidad de producción. El capitalismo ciego no ve límite en esa loca carrera de crecimiento. El número alto de la productividad es el eufemismo de la codicia. No parece muy difícil cuestionarse nuestro modus operandis de la productividad si nos atenemos a los valores de lo comedido, suficiente, agradecido, a la humildad en las formas de explotar. Somos más para menos espacio y recursos. El número suficiente hay que llevarlo a la demanda. Como decíamos al principio del texto, se hace necesario un cuestionamiento de nuestra necesidad de necesitar. Gestionar la demanda, pues. Tan simple y a la vez complejo, como reeducar en valores de suficiencia a la población que más consume y más produce.
Si no tenemos tiempo suficiente para que cada consumidor tome consciencia tendremos que apelar al terreno de la política, a la creación de normas que limiten el consumo y producción desmedida.
¿Cuánto correspondería de recursos, pues, a cada ciudadanos del planeta?
¿Podría ser tan simple como dividir lo existente o disponible entre el número de individuos humanos y animales, presentes y futuros?
Puede que resulte una ecuación compleja. Pero el hecho de hacernos esta pregunta pone de relieve que cierto sentido común de mesura debiera pasar precisamente por tomar lo justo y necesario del medio, sin apropiarse más allá de lo esencialmente necesario. Tal y como plantease el saber originario de los pueblos de Norteamérica.
La codicia, que eufemísticamente se esconde tras las palabras crecimiento y desarrollo. El materialismo, que eufemísticamente se esconde tras las palabras tecnología y lujo. Ambos valores caducos remiten siempre a cantidad, a un número alto de cosas. ¿Y no es eso, pues, gigantismo y gran escala? La gran escala de sistemas humanos que no caben en los confines de un planeta isla con límites.
Pero ¡Cuán providencial podría resultar la finitud de nuestro planeta! Nos obliga a ser generosos, a compartir, a tener en cuenta al otro, a ser realmente humanos. Nos obliga a ser eco-socio-solidarios.
Estamos obligados a construir un gran ser llamado humanidad. La humanidad ya no puede seguir siendo un resultado sino que ahora tiene que construirse.
Extremistán se acabará moderando o no habrá futuro. Y lo tendrá que hacer por una colectivización obligada que se convertirá a la vez en la oportunidad de alcanzar un ser más completo: el individuo colectivo. La verdadera clave es inmaterial y se sitúa en lo que estemos dispuestos a hacer con nuestro sentir y pensar.
Una biomímesis, como plantea Riechmann, a la hora de emular a la naturaleza, a ecosistemas enteros, parece una idea acertada, revolucionaria, y no tan alejadas de experiencias civilizatorias antiguas como indígenas presentes. No obstante, un camino para seguir investigando, donde todo no está dicho. Las diez propiedades que destaca Janine M. Benyus de los ecosistemas naturales, cara a llevar a delante una verdadera biomímesis, son brillantes. Las enumero por no tener desperdicio y resultar altamente reveladores y estimulantes respecto hacia donde deberíamos dirigirnos.
1. Funcionan a partir de la luz solar.
2. Usan solamente la energía imprescindible.
3. Adecuan forma y función.
4. Lo reciclan todo.
5. Recompensan la cooperación.
6. Acumulan diversidad.
7. Contrarrestan los excesos desde el interior.
8. Utilizan la fuerza de los límites.
9. Aprenden de su contexto.
10. Cuidan de las generaciones futuras.
A los que cabría añadir algunos de los que menciona Riechmann como el estado estacionario en términos biofísicos, no transportar lejos y más acentuada la necesidad de reciclar todo, cuando no nos podemos permitir los xenobióticos.
Cuando observo el mal de nuestra tecnología incapaz de cerrar los ciclos, pienso en una cuestión de cantidad, que es cualidad. ¿Cuánta transformación es lícita o admisible para que el resultado obtenido pueda reincorporarse (biodegradarse) en la naturaleza? ¿Una tecnología que sea capaz de cerrar los ciclos versará por una cuestión de cantidad de transformación? ¿No alcanzamos ya hace tiempo ese techo en la cantidad de transformación que resulte sostenible? ¿Las, tal vez, tecnologías intermedias que menciona Schumacher en su libro Lo pequeño es hermoso?
Nunca sostenible podrá ser sostenible cuando se nos revela como añadir un poco de ecoeficiencia a un conglomerado no ecoeficiente y cuando se hace en una escala de intervención, que ya por cantidad de impacto sigue sin ser realmente sostenible.
La cantidad sigue siendo principalmente la cuestión.
Y en cuanto a verdaderas necesidades no suele ser la cantidad la cuestión sino valores incuantificables como el estar bien, en paz, bien alimentado, en contacto afectivo con otras personas, respirando, festejando la vida en comunidad, como diría el pueblo Borana de Etiopía, “Fidnaa/Gabinna” (Brillo de una persona bien alimentada y liberada de toda preocupación).
¿Tan difícil sería entonces constreñir a Extremistán?
Tal vez la respuesta sea más simple de lo que imaginamos, porque es en lo simple, en lo sencillo y en lo humilde donde el ser humano habita en paz.
Valencia a 25 de Noviembre de 2015

HECOENSAYO 24: "UNIDAD. UN ENSAYO A PROPÓSITO DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS DE LA SIERRA DE SANTA MARTA. QUÉ PODEMOS APRENDER DE ELLOS"

En nuestras sociedades “desarrolladas” se produjo hace tiempo una escisión entre todas las esferas de la realidad. Supongo que la visión cartesiana y científica del dividir para conocer ha hecho mella en nuestra manera de ver la realidad. Religión, ética, sociedad, economía, tecno-ciencia parecen cabalgar por caminos separados. Esa visión fragmentada de la realidad ha dado lugar a una cosmovisión llena de contradicciones y paradojas, hasta cierto punto que son unos miembros de la misma cultura los que hoy en día se enriquecen a costa de saquear y mancillar la naturaleza mientras que por otro lado son otros de esa misma cultura los que están al frente de los movimientos sociales y el conservacionismo.

Sin embargo hoy en día, existen todavía culturas, culturas de la (T)tierra, que en sus amables escales y relación íntima con la naturaleza, aglutinan todos los aspectos de la realidad bajo una misma visión.

Es posible que esta particular visión unificada sea una ventaja para poder acometer de manera coherente y como sociedad en conjunto una relación con la naturaleza respetuosa desde cualquier aspecto de la realidad, tecnología, economía, sociedad…

Los pueblos indígenas de la sierra de Santa Marta me remiten a este curioso enfoque. Son toda una unidad como sociedad, no una fragmentación de diversos puntos de vista como la nuestra. El ejemplo, legado e invitación hacia nosotros, consistiría en que nosotros también fuésemos capaces de unificar en un solo enfoque, el holístico y ecosocial todo el baluarte de actividades humanas que experimentamos. Esto me parece remitir como una provocación a la unidad. ¿Y cómo se consigue unificar a los millones de individuos de nuestras sociedades “avanzadas”? Trabajando en lo colectivo, aumentando las interacciones y comunicación entre nosotros (algo de eso parece propiciar internet, sobre todo en las cuestiones serias, no en el mero mercado de entretenimientos), creando más redes sociales, interesándonos por la vida del otro. La gran lección de este pueblo colombiano hacia nuestras complejas y agigantadas sociedades, es la unidad. Evidentemente el reto es abismal, debido a nuestra escala, pero no por ello, menos seductor y menos necesario. Si un pueblo como este, uno entre tantos pueblos indígenas, ha sido capaz de hallar esa unidad entre sociedad y entorno natural es, opino, no sólo por ellos mismos, sino como prueba a lo que debemos estar llamados todos los ciudadanos de la Tierra.

La ley del origen remite directamente a esta unidad. El cómo se relacionan y deben relacionar todos los seres, en cómo deben convivir para que la unidad sea real y no figurada. El orden natural de todo lo que tiende derecho de ser, más allá de la instrumentalidad que el mundo eurocéntrico le ha conferido a todo lo que no sea la superioridad del hombre. Hasta tal punto la visión eurocéntrica, cuna del capitalismo, ha conseguido precisamente eso, convertir en mercancía lo que tiene ya desde el principio valor intrínseco. Y peor, quitarle el lugar que le corresponde en la creación.

Unidad, parece una palabra poética relegada a lo meramente simbólico, pero, creo, que es precisamente la unidad, eufemismo de “entendimiento”, “puesta en común”, “bien de todos”, “relación entre las partes”, “consideración mutua de lo humano y su entorno”, la clave para el mal de nuestra civilización: la separación. Esa separación que llevó a andar por un lado hace pocos siglos la economía y la ética por otro. Ese divorcio provocado por el engreimiento de la clase empresarial y el mundo académico. Algo pasó en la ilustración, y también antes, que pareció auspiciar el trato vejatorio que diera el hombre eurocéntrico al resto del mundo, a la mujer, a los animales, a lo “periférico”.

El viaje de nuestros amigos colombianos por Europa parece pertinente. ¡Cuánto necesita Europa recordar precisamente lo que olvidó, lo que le llevó a convertirse en conquistadora del resto del mundo, sometiendo unas cosas sobre otras, no contenta con haber erosionado tanta naturaleza propia! Europa, desde el siglo XV se convirtió en la prolongación de su modus operandis de la división y explotación. Estas, que llegan directamente al continente americano, ponen en alerta a los pueblos indígenas, que tan clara siguen teniendo su misión de guardianes. Su alerta no es ingenua, es oportuna y providencial. Parece simple su mensaje, pero resulta tan necesario de oír en nuestra civilización, que nunca será demasiado el escucharlo y recordarlo.

El caso de la coca es revelador e ilustrador. Una sustancia que ocupa su lugar en el orden natural es bienvenida y provechosa para los pueblos autóctonos. Extraída de su orden, separada, dividida su esencia, se convierte en veneno. ¿No es eso, precisamente, lo que está haciendo el hombre de la globalización con toda la madre Tierra? ¿Cambiar las cosas de sitio?

Cambiar las cosas de sitio.

Da que pensar.

Tal vez, el camino pase, por relocalizar, resituar, reencontrar, volver. Por devolver los elementos a su sitio. Se me ocurre pensar en tecnologías que aprovechen la multiplicidad de conexiones naturales, lejos de diseccionar, extraer principios activos, sacar de las entrañas de la Tierra.

De igual manera que a nadie se le ocurre separar los miembros de su cuerpo para reincorporarlos en un robot “perfeccionado”, muchos procesos agrícolas, arquitectónicos y de movilidad podrían emular ese conservar las cosas en su sitio.

¿Es posible que la historia de la humanidad ya conociese un techo en la innovación tecnológica a partir del cual los efectos colaterales de las nuevas tecnologías nos llevaran indefectiblemente a rendimientos decrecientes? ¿Es más avanzado el automóvil que se mueve a ritmo de atasco en una ciudad que la bicicleta que llega al mismo sitio con menos huella mineral?

Para los pueblos indígenas existen los lugares sagrados. Y es precisamente gracias a su sacralidad por el que se mantienen incorruptibles. ¿Acaso no pasamos por nuestras rutinas “civilizadas” tratando con desdén y pragmatismo cuánto nos rodea, como si todo lo que nos envuelve fuera mero instrumento para nuestra complacencia? ¿Cuándo dejamos de ver al pequeño insecto como hermano, cuando dejamos de oler la tierra, dar gracias por el aire, reverenciar al árbol generoso e incorruptible, cuando empezamos a separar el mundo entre el amigo/familiar y el desconocido de la calle, o a ver los animales como trozos de carne, los mares sólo como recreo y lo naturaleza lejana como despensa?

Urge re-sacralizar el mundo.

Lo pagano, como llamaría una religión mal entendida, a los rituales de estos pueblos de la sierra de Santa Marta, son la misma celebración y gratitud al mundo verdadero en el que vivimos, el planeta Tierra.

Su mensaje de preservación al mundo es urgente. Pero una preservación bien entendida que no quede arrinconada en el cliché de pasear por la montaña sin tirar basura, sino de cuestionarnos nuestros hábitos de consumo y producción, que son en última instancia los que a través, de largas cadenas, están transformando todos los paisajes de la tierra, tanto los que vivimos y vemos como los que siempre quedan lejos.

Una cultura que todavía vive intercambiando a través del trueque nos da un toque de atención en nuestra manera de consumir y relacionarnos. Intercambiar implica contacto humano. ¡Cuánto contacto humano hemos perdido! En una sociedad cada vez más mercantilizada. Contacto humano vuelve a remitir a lo mismo: Unidad.

La sincronización de este pueblo con los eventos astronómicos nos da otra nota de atención:
“Yo, ser humano, cuento contigo naturaleza, me uno a ti en una danza mutua, donde el uno somos parte del otro en un todo. Más allá de la noche y el día, te quiero sentir. Estamos tan cerca, que ahora es imposible volver a la separación. Y cuando no hay separación, no hay ultraje ni explotación, sino abrazo.”

Sus principales formas de economía, la agricultura y la artesanía, nos remiten a una economía local, de escala sostenible, desconectada de la frágil y usurpadora economía globalizadora. Es posible, que ante la amenaza de un colapso civilizatorio, mirar hacia economías “blandas” como la de estos pueblos nos de pistas de hacia donde debemos pensar en ir dirigiéndonos. De hecho los movimientos de agricultura ecológica de pequeño campesinado y mercados artesanales en España gozan cada día de mejor salud. No son prácticas marginales y faltas de rentabilidad, sino realidades muy seductoras para un público cada vez mayor.

Cuando eres testigo de la amenaza de sus tierras por el acaparamiento de tierras, para actividades extractivas propias de nuestra civilización, es cuando te das cuenta del modo equivocado de vida del norte que trata de perpetuarse robando fuera de sus territorios, porque ya lo perdió todo con su codicia.

Reverencia hacia la tierra que pisas, hacia la tierra que te envuelve y te amamanta.

Me quedo con ese halo de respeto íntimo y silencioso de estos pueblos.

Humildad. Tan necesaria en nuestra civilización.

Si queremos trillar los caminos hacia la unidad tendremos que tomar nota.

Sí. Estoy convencido que la espiritualidad de los pueblos indígenas colombianos de la sierra de Santa Marta es aplicable en nuestras sociedades. Y para ser justos debería ser aplicada directamente en nuestro sistema empresarial, que es aquella parte de la sociedad que con más fuerza está moldeando el mundo.

No pienso que esté alejada de nosotros porque lo que falla en nuestra civilización son los valores.

Los valores son la raíz de todo lo demás.

Y empapándonos de sus valores, todavía queda esperanza para nosotros.

En Valencia a 22 de Noviembre de 2015

HECOENSAYO 25: "CÓMO SE FRAGUA Y QUÉ ES LA CIUDADANÍA GLOBAL"

Resulta fácil identificarse como ciudadano global cuando has tenido la oportunidad de conocer lo que está pasando en el mundo, de cómo se enhebra realmente la globalización, cuales son las cadenas de causa efecto económicas que dan en última instancia forma al planeta y a la humanidad. Es necesario, pues, tener acceso a la información, a una educación de calidad (no adoctrinamiento), acceso al conocimiento.

También es cierto que no  es suficiente con poseer la información sino necesario haber sido educado en una sensibilidad, unos valores. El que tu mente haya tenido los cimientos necesarios para querer buscar en el mundo, investigar, no conformarte, cuestionarte, preocuparte por los demás, por lo que está pasando aquí y allá. Mucho puede venir de lo mejor de la familia y de la parte ética bien entendida de las religiones, custodio de valores como la solidaridad y la vida en comunidad. Personalmente, las muchas campañas de ONGs hicieron un gran papel sobre mi persona a la hora de formarme como el ciudadano global que sí me siento. Así como el contacto estrecho con los ciclos con la naturaleza. Trabajar en el campo te hace humilde, te hace entender que eres parte y estás bajo las fuerzas de la naturaleza, esa naturaleza que no es meramente local sino que es la prolongación del planeta entero, ese planeta  global.

¿Cuáles pueden ser los cimientos para sentir ciertos valores? ¿Simplemente el que alguien desde muy pequeño te dijera que frente a uno mismo los demás también son importantes, el bien común, el ponerse en el lugar del otro?

¿O tal vez, y también, no es sólo cuestión de lo anterior, sino simplemente que unos vienen al mundo con más capacidad que otros para ver más allá, para preocuparse por el prójimo, para poner en práctica el respeto, para llegar a encarnar antes ese papel y sentimiento de ciudadano global?

¿O las crisis personales? Con esa potente capacidad de redirigir tu percepción particular, de invitarte a experimentar nuevos comportamientos, con capacidad de hacer brotar nuevos valores. Se instaura más el cambio cuando se ha probado. La puerta hacia lo nuevo y desconocido sorprende gratamente tantas veces.

¿O la humildad combinada con la curiosidad? Que te lleva a dudar de lo que creías cierto hasta ahora y que te permite seguir aprendiendo, abriendo las puertas a lo que seguramente no dabas ni crédito.

Sensibilidad e información.

Creo que estas son las dos cuestiones que construyen la rampa de salida hacia la identidad del ciudadano global.

El ciudadano global parte de la búsqueda del bien común, de la solidaridad, del saber situarse en un mundo que ya no tiene fronteras. Se siente responsable y partícipe de lo que está pasando en el mundo porque el mundo, hoy, está hiper-conectado, la interdependencia es una realidad. Una realidad que hacer frágil la economía y a la vez nos abre unas posibilidades como humanidad, nunca antes imaginadas.

En la era de la conquista por la ciencia de la mayor parte de los territorios naturales (entiéndase conocimiento de nuestro entorno) y era de la información y de las comunicaciones, el entender el planeta como nuestra casa es ya un hecho. La cuestión es cómo vamos a relacionarnos con nuestra casa. Los habrá que entiendan esta casa como un parque de atracciones por el que pasearse consumiendo experiencias sensoriales y profesionales, cultura, o simplemente, sin moverse del sitio, disfrutar del bienestar material que aporta todo este tinglado a una minoría. Mucho de esto tiene el turismo convencional o el cosmopolitismo de la hiper movilidad o el modo de vida occidental. Habrá otros que a fuerza de buscar la supervivencia se convertirán en migrantes. Pero también habrá otros que tras saberse parte de una interdependencia socioeconómica y una pieza con poder de decisión, decidan posicionarse, participar, “pensar global y actuar local”, escoger aquellas conductas que tengan una repercusión positiva en las complejas cadenas de causas efecto de la globalización. Estos encarnarían a la nueva ciudadanía global, repleta de multi-identidades porque han querido “ponerse en el pellejo” de otros ciudadanos. Entiendo que el ciudadano global, en una actitud solidaria, “ambiciosa”, curiosea, quiere conocer cómo se vive en otras partes del mundo, y sobre todo como se relacionan su comportamiento y cultura con esas otras partes del mundo.

Entiendo la ciudadanía global como una identidad construida en base al conocimiento multidisciplinar del mundo, desde nociones básicas de economía, sociología, política, ética, agroecología, urbanismo , territorio… Un conocimiento que instrumentalizado en la búsqueda de la justicia social y ambiental, genera individuos conscientes del momento histórico y planetario que están viviendo, individuos con capacidad de hacer propuestas, armados de creatividad e innovación social. El mundo del mañana o será resultado de individuos  comprometidos con la humanidad o no será.

Y precisamente llegar a esa globalidad de la ciudadanía global parte de lo local. Lo local se conecta con lo global, actuando localmente y articulándose globalmente. Desde lo comunitario a lo institucional. Dos caminos, dos escalas que se necesitan mutuamente. Podemos estar trabajando localmente mientras pensamos en los beneficios globales (gestión del cambio climático) y también trabajando globalmente pensando en los beneficios locales (apoyar desde los gobiernos el desarrollo de las regiones, la soberanía alimentaria y energética, por ejemplo).

El ciudadano global puede conocer sus raíces, buscar la participación en sus entornos próximos y aspirar a la comprensión de otras culturas, al entendimiento, al diálogo. No quiere ser un ciudadano objeto, pasivo, receptor de las políticas de otros (estados, corporatocracia, mass media y grandes instituciones financieras) sino que quiere convertirse en ciudadano actor.

El ciudadano global no espera, no delega, sino que propone proactivamente, desde abajo hacia arriba, desde un lado hacia otro lado, de manera horizontal, se alía con otros de diferentes maneras.

Aparecen los movimientos y colectivos sociales, la participación ciudadana, la democratización de espacios, la vida como un proceso y apuesta en común no como una lucha de “verdades” e ideologías, el conocimiento  se hace cuántico (como marco de posibilidades frente a certezas), el cooperativismo, la cooperación, la construcción conjunta, el sentimiento de pertenencia a la humanidad, la solidaridad en diferentes líneas, las campañas de presión, el consumo consciente transformador, la economía del bien común (con antecedente en el comercio justo), se prepara el terreno para otros mundos posibles, utopías tangibles frente al milenarismo marxista. Ahora sí estamos construyendo el alter mundo.

El ciudadano global se fragua en los libros, en la lectura de investigaciones independientes, en la convivencia multicultural, en el viaje hacia el encuentro con la diferencia (ahora yo te incluyo a ti), el ciudadano global se fragua ¡¡en la curiosidad insaciable!! Los problemas mundiales ahora son de todos y no sólo de sus “víctimas”. Los “efectos colaterales” del estado de bienestar de unas clases y unos países ahora son mi preocupación. Ahora busco la responsabilidad, la corresponsabilidad. Porque cuánto más responsabilidad rastreo y encuentro más cerca estoy del otro, más poder tengo para revertir injusticias y para moldear alternativas.

Encontrar responsabilidades, lejos de culpabilizar, es ganar poder.

El ciudadano global trabaja, en definitiva, por vivir mejor en un mundo mejor para todos.

En Valencia a 7 de Noviembre de 2015

HECOENSAYO 26: "DE UNA EGONOMÍA A UNA ECONOMÍA"

Conclusiones a propósito de clases magistrales de Luis González Reyes.
1.- El impacto medioambiental de la actividad productiva en su último eslabón es menor en relación al valor monetario que se va agregando pero es a costa de que “por debajo” tienes y dependes de una gran industria extractiva y transformadora que emplea mucha mano de obra a saldo mísero y gran costo medioambiental. El mito social que muchas veces se nos quiere vender de que una sociedad desarrollada tiende a los servicios y la administración (toda la formación universitaria va enfocada a este tipo de puesto y posición laboral) no es más que una visión hipócrita que invisibiliza el gran porcentaje de población que trabaja la mayor parte de veces en condiciones indignas, así como la gran huella ecológica que crea. Se requiere una reconversión de valores donde se “dignifique” la mano de obra y no se margine intelectualmente. Sólo veo un escenario de futuro alternativo a la actual barbarie. Un escenario que unifique e integre trabajo manual con trabajo intelectual en una escala humana, de manera horizontal y en diálogo con los ciclos y maneras de hacer de la naturaleza. Superaríamos, así, el viejo patrón jerárquico de mano de obra y naturaleza esclava, bajo élites intelectuales. Actualmente, todos, completamente segregados los unos de los otros y desarraigados de la naturaleza, unos por imposición, los otros por soberbia, ilustramos un paradigma, el paradigma de la separación.

2.- El mercado financiero especulativo se cimienta sobre la economía de gran escala, en definitiva, en las mercancías de la globalización. Eso lo hace poderoso y a la vez frágil. Frágil para sí mismo, frágil para el resto de mercados productivos, de la economía real. Que dependan millones de humildes agricultores o jornaleros de todo el planeta de la cotización de valores en la bolsa de Chicago es algo que resulta altamente perverso. El pragmatismo de brokers, inversores y faunas variadas de corbata o calienta asientos en solitario delante de un portátil, eufemismo del frío egoísmo y la codicia, se convierte en un arma delictiva difícilmente controlable. ¿Pero qué pasaría si los valores consumistas, de millones de ciudadanos, de apostar por las mercancías de la globalización se redirigieran al consumo de proximidad, la banca ética o las PYMES, por ejemplo?

3.- Telecomunicaciones de alta tecnología, educación dirigida, alienante y jerarquizada, desarrollo armamentístico que consume altos porcentajes de los presupuestos estatales, ciudades que cobijan a más de la mitad de la humanidad, saqueo de recursos naturales que se ponen en grandes circuitos planetarios, instituciones mundiales altamente polarizadas por unos pocos, privatización y mercantilización de ecosistemas enteros. La escala se agranda. El gran alarde y mal del siglo XX perpetuado en el XXI es el agigantamiento o gigantismo. Todo se acelera, todo crece, todo se domina. Lo grande, emparentado con el cáncer, usurpa, fagocita y extingue a lo pequeño, lo hermoso, lo humano, lo vivo.

4.- Un sistema como el capitalista, en el que la plusvalía y el interés, lo obligan a crecimiento perpetuo y acelerado, llenó los sueños de los más entusiastas economistas y miopes magnates. En un mundo océano, como percibía una población humana, de no más de 1000 millones de personas, con amplios territorios hasta los que llegar, el crecimiento indefinido, fundamento del progreso, parecía posible. Aunque un sentido común universal de lo suficiente nunca habría justificado el acaparamiento constante de todo lo visible. Crecimiento material sin contención no es más que codicia modernizada. La cuestión es que con una población humana de más de 7000 millones de personas y un medioambiente cada vez más degradado, el planeta océano ahora se ha vuelto planeta isla. El capitalismo es incompatible con un planeta isla. Urge una transición hacia otro sistema.

5.- Miro ahora con cierta distancia, no nostálgica, sino compasiva, la inocencia con las que los locos años 20 y 50 le dieron un fuerte impulso a la industrialización que conocemos ahora. Ese comienzo y mitad de siglo que pensaba que iba a conquistar el mundo para siempre con el crudo barato que salía de la tierra nada más pincharla. Ahora que estamos acercándonos a los límites, donde la crisis económica de las grandes potencias, la crisis de cuidados y la crisis ambiental ponen de manifiesto estos límites, llega la hora de la humildad.

6.- Cuando ves que la alternativa energética a la caída del petróleo barato, las emisiones de gases de efecto invernadero, los riesgos y peligros a perpetuidad de la energía nuclear y la sustitución de cultivos de alimentación por ineficientes biocombustibles, son las energías renovables, pero descubres que tienen una baja tasa de retorno, requieren costosas baterías, tienen una potencia limitada y requerirían una transición de más de 50 años, pudiendo llegar apenas al 50% del consumo de energía primaria de la humanidad, es cuando ineludiblemente tienes que plantearte, que lo no puede resolver la ecoeficiencia, ni en su valor 10 actual 27 en el futuro lo tendrá que resolver la suficiencia. Tenemos que cuestionarnos la cantidad de consumo que demandamos de energía y materia. Más allá de crear soluciones técnicas redundantes, al modo biomimético,  crearía sistemas sociales redundantes, replanteándonos nuestros modos de vida. Aprovechar más lo existente para gastar menos en fabricar lo nuevo. Satisfacer nuestras necesidades más con experiencias que con cosas fabricadas. ¿Qué digo?  ¿Por qué no cuestionarnos incluso la necesidad de nuestras necesidades? ¿No han hecho eso mismo desde hace siglos filosofías como la budista o todos los místicos de las grandes religiones, cuya complacencia no se basaba en detraer recursos del mundo visible sino en emparentarse con el mundo invisible de la consciencia inmaterial? La avidez de experiencias lleva a la aceleración del consumo que colme esas experiencias. Urge un cuestionamiento de nuestra percepción de la realidad.

7.- El papel fundamental de la energía en la economía, supeditando y centrando el resto de áreas de la existencia planetaria, materias primas, manufacturas, transporte, modos de vida, comercio, pone sobre la mesa como urgente y principal cuestión la relación intrínseca entre necesidades humanas y fuentes energéticas disponibles. Necesitamos un amplio debate que diseccione, tamice y desglose las necesidades verdaderamente esenciales de las creadas culturalmente, porque a fin de cuentas, ha sido un tipo de cultura, la eurocentrista, la que ha dado lugar al mundo planetario que hoy tenemos.

8.- Si hay algo que caracteriza al sistema capitalista es que está basado en un paradigma y perspectiva de la realidad individualista, esto es, atomizada, fragmentada y dividida, exactamente igual que las consecuencias a las que da lugar. Afortunadamente comienzan a verse los primeros brotes de trans y multidisciplinariedad. Un acceso a la información, como nunca antes conocido, está permitiendo que se unan segmentos del conocimiento y la experiencia hasta ahora separados. El paradigma holístico y sistémico llega.

9.- Los límites evidentes de la ciencia, que en sí es más un método de entendimiento de la realidad que una forma político-social, ponen de manifiesto una vez más, que nuestra capacidad de relacionarnos, entre nosotros y con lo otro, el medio, no depende tanto del vehículo material que usemos (la explotación de recursos) como de tomar las decisiones humanas pertinentes. El problema a la gran crisis socio-económica-ambiental pasa más sobre una nueva cultura del relacionarnos, que en la adoración ciega a la materia inerte de la tecnología, como si esta pudiera constituirse en una suerte de ser pensador que nos pudiera decir lo que tenemos que hacer.

10.- Pensamos que nuestro mundo actual es inamovible porque la continuidad temporal a corto plazo nos da esa sensación psicológica. Pero todo este conglomerado civilizatorio puede llegar a su fin de la misma manera que ya viene ocurriendo en apartados sociales y económicos como las actuales crisis. Un cambio brutal de tan gran escala parece de película pero los indicadores cada vez apuntan más en la misma dirección. Parece que se avecina una necesidad imperante de acopio de conocimiento práctico y agrícola, de escala local y formas de colectivización y redes sociales, que puedan paliar la crisis de la era de la información, las ciudades y la reducción aún más de la tasa de innovación.


11.- La biomímesis tiene que ser el siguiente paso de construcción del ámbito humano. Escalas pequeñas de múltiples realidades conectadas en redes de escala variables, obteniendo un sistema diverso y redundante, al modo de las sinapsis neuronales. Una hiper conexión tiende a lo común, no a lo separado. Tiende a bienes comunales, colectivos  y comunidades. Esto en agricultura se ejemplifica en sistemas agroecológicos, permaculturales y policultivos. En una ciudad, en la convivencia de diferentes etnias o culturas. En la construcción, en la fusión de huertos y masa verde con edificios y espacios públicos. En energía, en combinar todas las soluciones de tecnologías intermedias experimentadas por el ser humano hasta ahora. ¿Para qué fabricar un molino eólico que extraiga electricidad de un alternador para volver a usarla en otro que vuelva a ofrecer energía mecánica cuando un molino o noria de la  primera revolución industrial lo hacía todo directamente? Aprovechemos los procesos de trabajo que dispone la naturaleza para nosotros. ¿Por qué no se puede entender la fotosíntesis como un avanzado sistema tecnológico, por ejemplo? Miremos la autocontención propia de la naturaleza. Al igual que un árbol o un animal tienen una talla máxima, así deberíamos entender cualquier creación humana, que sometida a consenso y el bien común encontraría su tamaño óptimo. Un crecimiento cero de la minería podría llevar a convertir en minas los vertederos. Un crecimiento cero de las ciudades podría llevar a la rehabilitación y ecohabilitación de edificios.  Un crecimiento cero de las infraestructuras de transporte podría hacer más local la economía. Existen suficientes recursos para satisfacer las necesidades humanas de toda la población mundial. La cuestión es redistribuir y compartir. Autogestión.  Reaprovechamiento. Reutilización. Reciclaje. Reducir. Reparación. Relocalización. Todo Rs.

15 de Noviembre de 2015

HECOENSAYO 27: "HACIA UN ANTROPOBIOECOCENTRISMO"


Voy a situar el centro del discurso de este ensayo en el antropocentrismo. Me voy a poner el traje del antropocentrismo y aprovecharé el ensayo para criticar lo que considero un antropocentrismo mal entendido a la vez que lo realzo si nos atrevemos a llevarlo más lejos. Este pivote me servirá para, a la misma vez, ir descubriéndolo históricamente en oposición a las críticas, pero también semejanzas, de otras teorías de la ética ecológica. No quiero con este ensayo que parezca que estoy en contra de los sentimientos que impulsaron al biocentrismo y al ecocentrismo porque siento una honda empatía con estos planteamientos. Podría decir que realmente me siento antropocentrista, biocentrista y ecocentrista al mismo tiempo. Sin embargo el ensayarme como antropocentrista en este escrito me ha permitido dar soporte a un planteamiento que pudiese superar las paradojas y dilemas inherentes cuando nos posicionamos meramente como biocentristas y ecocentristas.

El antropocentrismo que defiendo es un sentir evolucionado del trasnochado, patriarcal e ilustrado antropocentrismo de antaño. Un antrocentrismo que me atrevería a tildar de antropobioecocentrismo.

Este ensayo se ha realizado en base al estudio del libro Breve Introducción a la Ética Ecológica de María José Guerra y nutrido de las clases magistrales de Fernando Arribas, en la asignatura Fundamentos de la ética ecológica, en el marco del Diploma de especialización en sostenibilidad, ética ecológica y educación ambiental de la Universidad Politécnica de Valencia del curso 2015-2016, por lo que la mayoría de contenidos descritos están extraídos directamente de dichas clases.

Quiero que este se convierta en un ensayo crítico, más allá de descriptivo, donde el hilo conductor sea mi propia interpretación del antropocentrismo. Queda pues mi discurso abierto al debate, sin tratar de ser categórico en sus afirmaciones.

María José Guerra dice en relación al antropocentrismo que este

(…) sólo admite como única consideración moral pertinente la que hace referencia al bienestar y a la salvaguarda de derechos de los seres humanos. A la pregunta de si deberíamos extender la relevancia moral a entidades naturales no humanas o a la naturaleza como un todo se responde que no. J. Passmore y K. Shrader-Frechette estuvieron entre los primeros en defender tal enfoque. (2001: 34-35)

Sin embargo opino que nuestra perspectiva parte siempre de lo antropocéntrico debido a que percibimos como seres humanos. No es una opción filosófica, es consustancial a nuestra naturaleza. ¿Lo antropogénico no nos hace de alguna manera antropocéntricos? A partir de esta raíz es cuando podemos decidir ampliar nuestra dotación de respeto a esferas de la naturaleza cada vez más amplias. Guerra hablaría de “atribuir valor al ambiente natural no degradado por su contribución al bienestar psicológico, espiritual y científico” (2001:36). Yo simplemente diría ejercer el respeto a lo no humano como parte de nuestra humanidad. En este punto sólo obra nuestra capacidad de razonar. Digamos que nuestra capacidad de razonar nos compromete a hacer evolucionar nuestra ética. La ética va asociada al sujeto que tiene capacidad de practicarla. Yo creo que un biocentrista y un ecocentrista tienen algo de antropocentrista. Pues incluso al querer dotar un biocentrista de derechos a todo individuo ya es algo que hace como ser humano. El uno aporta un valor a lo otro. Y en ese acto de aportar valor, ese valor, como diría un antropocentrista, se torna extrínseco, no intrínseco. La naturaleza no tendría piedad a la hora de sacrificar un individuo, al por ejemplo permitir que uno se convierta en alimento del otro o simplemente al adjudicarle fecha de caducidad. ¿Qué valor intrínseco puede reclamar un biocentrista para un individuo que no reconocería dicho valor en el individuo de otra especie? Lo mismo cabría para un ecocentrista. La naturaleza tampoco tendría piedad si un meteorito acabase con todos los ecosistemas de la Tierra. O pensemos en un volcán o desastre natural. O en la misma entropía ¿Qué derechos reclama un ecocentrista para una naturaleza que en cualquier momento es capaz de aniquilar un ecosistema o corroerlo cualquiera de sus individuos con el paso del tiempo?

Creo que los derechos y valores con los que podamos dotar al resto de seres vivos y ecosistemas es una forma de practicar nuestra capacidad de respetar, amar, cuidar. El acto de respeto que demuestra el ser humano hacia su alrededor natural es un acto propio de la vida autoconsciente y del raciocinio, un nuevo y disonante elemento en este frío y cambiante universo. El respetar, como acto de conferir derechos al otro, es propio del ser humano, más que de dar por supuesto que cualquier elemento natural merece ser conservado sin excepción.  Incluso un biocentrista como Paul Taylor, que tanto defiende los individuos como centros teleológicos de vida (Guerra, 2001: 76), acaba teniendo que reconocer que en caso de necesidad básica mataría para comer, al igual que el ecocentrista Arne Naess. El igualitarismo biocéntrico alcanzaría sus límites, tornándose antropocéntrico. Un acto utilitarista, propio también del antropocentrismo, que valoraría el mayor bienestar posible, entendiendo que el bienestar de un ser humano es superior al bienestar de un animal. El biocentrista tendría que acabar estableciendo una jerarquía vertical en cuánto al respeto. Como ya pensaría D. Van DeVeer (Guerra, 2001:68) y desde el econcetrismo de la Land Ethic, Holmes Rolston, al poner la cadena evolutiva como criterio de jerarquización moral (Guerra, 2001:78). Sin embargo con esto no dejo abierto el camino para menospreciar al ser sintiente que es el animal, como haría Carruthers, cuando duda de sus facultades cognitivas, los somete a un contractualismo imposible y a marginales intereses indirectos. Yo como ser humano deseo proteger también a los animales, seres sintientes y hermanos míos. Como pensaría Singer o Tom Regan, la capacidad de sentir sufrimiento y de ser “sujetos de una vida” (Guerra, 2001:72), son ya motivos para respetar a los animales sintientes. Nuevamente es el utilitarismo, hijo del antropocentrismo el que entra en escena. El utilitarismo, al oponer por encima del equipamiento cognitivo del humano de Kant, la capacidad de sentir y el bienestar, incluye a los animales. El antropocentrismo sigue presente. Vemos que el antropocentrismo es más ancho de lo que cabría esperar en un principio.

Por otro lado, un ecocentrista coherente hasta sus máximas consecuencias sacrificaría a parte de la humanidad para que los ecosistemas no acabaran degradándose. Lo cual es contradictorio. Acabas destruyendo al sujeto que reivindica los derechos de lo que quieres proteger. ¿Cuáles serían los que tendrían derecho a vivir y cuáles no? La decisión seguiría siendo antropocéntrica. Salvo que este ecocentrista estuviera dispuesto a suicidarse. En tal caso ¿tendría derecho a siquiera hablar de ética?

Sin embargo sí es acertada la crítica de Naess de la Deep Ecology cuando reconoce la necesidad de cierto grado de explotación del resto de seres y naturaleza por parte del ser humano, guardando equilibrio entre el predador y depredado y sin excederse, lo cuál sería compatible con la autorrealización humana. (Guerra, 2001:83-84). Este planteamiento pone límites a un antropocentrismo desbocado y lo asemeja al ecocentrismo.

Yo creo que el antropocentrismo tiene la obligación ética de ensanchar el respeto al resto de individuos y ámbitos naturales, como los ecosistemas, pero dentro de una jerarquía evolutiva y utilitarismo moderado y bien entendido, que buscase el mayor bien común posible. Un antropocentrismo desligado de la Fe ciega de la razón de la Ilustración, del patriarcado, del capitalismo sin límites y del neoliberalismo que somete a los empobrecidos en favor de los enriquecidos de la élite “ilustrada”. Reivindico un antropocentrismo sensible al resto de seres de la biosfera. De esta manera el dilema creado en los casos marginales del criterio de sensibilidad de los biocentristas quedaría superado, al darle valor principal a la jerarquía evolutiva. Y el uso del utilitarismo, propio del antropocentrismo, haría honor al mayor bien común posible, que en la vida real es el reto con el que verdaderamente tenemos que lidiar en política y nuestras decisiones del día a día. Un utilitarismo bien entendido que trabajase con todos los medios posibles para evitar la conclusión repugnante, aceptando un mínimo conjunto de derechos y no haciendo competir a la mayoría con la minoría sino obligado a incluirlos a todos, haciendo, pues, verdadero honor a un real y mayor bien común posible.

Las formulaciones neokantianas del antropocentrismo, más contemporáneas, contemplan lo que se llama el contractualismo y la ética discursiva. Aunque la posición original o velo de la ignorancia de Rawl me parece muy lúcida y justa (y generosa al incluir a las generaciones futuras), el contractualismo que se desentiende de lo que no sea humano y autoconsciente, y que tanto irrita a Mary Midgley 1, me parece, como a ella, una manera miope y soberbia de entender el antropocentrismo. Como pensaría Midgley, las generaciones futuras merecen respeto en calidad de relaciones asimétricas y no necesariamente reconociéndolas desde una forzada entrada al paquete contractualista. Por no seguir hablando de todos los sujetos que menciona esta, como animales, discapacitados, etc.

Y Guerra nos cuenta que el mismo Habermas, siendo antropocentrista, e inspirado por Kant reconoce, desde los deberes indirectos y la analogía, la necesidad de practicar la compasión y la responsabilidad para con seres situados asimétrica y verticalmente respecto a nosotros, así como incluye nuevamente la justicia intergeneracional en su discurso (2001:45-46). No parece, pues, el antropocentrismo muy alejado de la consideración del resto de la naturaleza.

Éticamente deberíamos preservar al ser humano por encima del resto de la naturaleza, pero no todos sus deseos sino sus necesidades básicas, en lo que podríamos llamar la generación de modelos de vida buena basados en la suficiencia y la autocontención [Guattari aludiría a la ecología mental (Guerra, 2001:108)] entroncando directamente con las socio-ecoéticas (que veremos más adelante) que son los que reclamarían con más claridad la satisfacción de esas necesidades básicas simplemente. El suficiente es mejor de Epicuro se hace urgente. Necesitamos cambiar el ethos.

Al ser objeto de satisfacción sólo esas necesidades básicas, se podría dar una perfecta compatibilidad con el preservar también a otros individuos, por lo que el biocentrismo tendría cabida dentro del antropocentrismo. Se puede vivir con una dieta vegetariana. Así como el ecocentrismo. Tomando lo justo de los ecosistemas estos no se pondrían en peligro. Un antropocentrismo maduro ensancharía la contemplación de los intereses de otros individuos, especies y ecosistemas. Pero soy crítico con el igualitarismo ecológico de la Deep Ecology así como el conservacionismo de Muir y Leopold. Conceder los mismos derechos de supervivencia a animales y plantas que a un ser humano resultaría un ataque al propio ser humano. Podría faltar a la propia ética. Podría derivar en el ecofascismo.

La Deep Ecology reprocha a los antropocentristas que sólo valoren la naturaleza por el servicio instrumental que puede darle al ser humano, dejando de lado el valor de individuos, que en primera estancia no resultasen “interesantes”. Por tanto estos ecocentristas reivindican que esta debería ser protegida en base a su valor intrínseco. Los antropocentristas dicen que en base a velar por las generaciones futuras el resultado sería el mismo, “hipótesis de la convergencia”. Sin embargo, y en mi opinión, si entendemos con más madurez el antropocentrismo, ni necesitaríamos el argumento de las GGFF ni tampoco dotar de derechos a la misma naturaleza, sino simplemente el uso humano del respeto, la responsabilidad y la consideración de lo otro, de su entorno natural. Hablamos de una cuestión de relación. De capacidad, uso y manera de relacionarnos como humanos con lo que nos rodea. De qué tipo de actitudes encarnamos en nuestra manera de percibir y comportarnos. El bienestar e interés humano más profundo es no ser destructivo sino pacífico. De la expansión de la ética a más círculos de sujetos receptores, lo cual y en mi opinión, es una forma de antropocentrismo más pleno. Y que Callicot, desde el ecocentrismo, denomina “nuevos anillos de consideración moral que englobarían a (…) los otros seres humanos” (Guerra, 2001: 81). Como ya apuntaba, el ser humano se hace más humano en cuánto más respeta lo que le rodea. Y no necesariamente por un autointerés sino por la compasión desinteresada que eleva la humanidad del humano.

El valor que dan los ecocentristas a la wilderness como objetivo e intrínseco parecería justo si no chocase con la ecología política. Si la ecología política incluye en el discurso el aspecto social, considero que el antropocentrismo volverá años después. En tal caso un antropocentrismo moderado, que como decía anteriormente podría ceñirse a las necesidades  básicas frente a los deseos sin límites. El antropocentrismo sigue estando en el centro de todas las vueltas ecologistas del siglo XX como parecemos ver.

No creo que un antropocentrismo que ensanche el sentido de ser humano a la identificación con el resto de seres y naturaleza deje de ser antropocentrismo y mucho menos niegue al biocentrismo y el ecocentrismo. Yo creo que la mayor crítica de los ecocentristas y biocentristas a los antropocentristas sería en todo caso a un ser humano absolutamente desarraigado de su medio natural y del resto de seres vivos, lo cual considero antihumano, pues como humanos estamos hechos de la misma materia de lo que nos rodea y a la que necesitamos para vivir. María José Guerra diría “no estamos por encima de la naturaleza, sino que somos naturaleza en la naturaleza” (2001:21).

El siglo XX sigue avanzando y entran en escena las corrientes socio-ecoéticas, de enfoque eco-social o también llamadas ecología política: ecosocialismo, ecofeminismo, la justicia ambiental y el ecologismo de los pobres. Todas ellas consideran siempre al ser humano, al ser social, buscando un equilibrio con la naturaleza. Tratan de superar el debate entre antropocentrismo y biocentrismo porque la situación global socio-ambiental reclama intervención política. Urgen otras discusiones.

También surge el ecocapitalismo, como búsqueda de respuestas. Pero no podría decirse que hiciese honor absoluto a la ecología política. Riechmann apuesta por el ecosocioalismo al que sí ve capaz de desplegar los cuatros principios de sostenibilidad (autocontención, biomímeseis, ecoeficiencia y precaución) frente al ecocapitalismo, al que ve sólo capaz de apoyarse en el segundo y tercer principio. (Riechmann, 2006: 287). Guerra dice que “un planteamiento ecologista radical, alternativo sí que erosiona las bases del capitalismo” (2001:104). El capitalismo acaba siendo el verdadero mal de la sostenibilidad. Y su ecomodernización no terminaría de paliar la tendencia consumista altamente insostenible. Pero tampoco los planteamientos más radicales de la Deep Ecology del culto a la naturaleza que debiera ser preservada son la solución, frente a lo que, desde el ecosocioalismo, se defiende la tesis de la construcción social del medioambiente”. (Guerra, 2001:104-105)

Algunas propuestas ecosocialistas concretas de cambio social apuntan a las siguientes cuestiones: atender a los valores de uso correlacionados con la satisfacción de necesidades humanas como indicadores económicos y sociales básicos, repartir el tiempo de trabajo según criterios igualitarios, exigencia del pleno empleo y de la redistribución de la riqueza, vuelta a la frugalidad, revalorización del ocio –que no es lo mismo que el entretenimiento mercantilizado, democratización de la tomas de decisiones sociales, reducción de las desigualdades sociales…- Estos elementos de una utopía concreta ecosocialista pretenden promover la posibilidad de una «biosfera humanizada, pero ecológicamente sana» contra la pretensión ecoética de la naturaleza intocada. Esto necesita de procesos colectivos democráticos y conscientes para dirigir la evolución social. (Guerra, 2001:112-113)

Las corrientes de la ecología política de alguna manera no hacen prevalecer ecosistemas e individuos vivos por encima del ser humano sino que tratan de encontrar por primera vez el equilibrio. Se centran en los conflictos sociales y políticos por lo que, de alguna manera, opino que podrían estar cimentándose sobre cierto antropocentrismo. El eco-socialismo amplía la sociedad humana a la sociedad natural, el ecofeminismo reivindica la figura de la mujer como cuidadora o como modelo opuesto a la dominación del hombre (garante este de un antropocentrismo mal entendido) y la justicia ambiental y el ecologismo de los pobres (cruzado con la atención ecofeminista) reivindicarían al olvidado ser humano más desposeído frente al recalcitrante conservacionismo de los ecocentristas que llegaría a rallar incluso en el ecocolonialismo, así como propuestas ecofascistas que propondrían el genocidio (del sur, por cierto) para evitar el ecocidio (más antropocentrismo de unos pocos, disfrazado, opino, de ecocentrismo). El ser humano vuelve a recuperar el centro tras la estela ecologista dejada por bio y ecocentristas. Pero el ser humano más universal, no minoritario. La ética ecológica se hace más madura al tener en cuenta no sólo el medioambiente, sino al ser humano, que vuelve a ser su centro, en defensa precisamente de las grandes y actuales injusticias sociales. Un ser humano relacionado con lo cooperativo, lo “femenino”, la diversidad racial, lo comunitario y local. Un antropocentrismo llamaría yo más humilde, más pleno y representativo de toda la comunidad humana y no sólo de una minoría dominante. “El protagonismo, más que a la discusión académica, se le ha dado a las actividades de las comunidades locales” (Guerra, 2001:121). El discurso eco-social de estas últimas socioecoéticas está en los movimientos populares, en la calle, más alejado del academicismo.

El debate de las primeras éticas ecológicas va perdiendo fuerza con la nueva ecología política.

Guha reniega de la centralidad de la discusión entre alternativas antropo o biocéntricas a la vez que sostiene que poner en práctica la ecología profunda a escala mundial tendría consecuencias muy negativas. (Guerra, 2001:132)
Este asunto nada tiene que ver con la discusión sobre antropocentrismo y biocentrismo, porque la explotación del planeta sólo obedece a los intereses de una minoría. (ibídem,133)
El tema no es, pues, la preservación, sino el uso del ambiente y quién debe beneficiarse con ello. (ibídem,136)

Guerra en su libro Breve introducción a la ética ecológica hace un homenaje al movimiento Chipko y a Chico Mendes. Ejemplos magníficos de como un ecosistema puede nutrir a la población local en armonía con este. Y como lamentablemente las élites industriales acaban, desde un antropocentrismo mal enfocado, destruyendo vidas y vida. Menos mal que por lo menos dos millones de hectáreas de bosque amazónico quedaron protegidas, tras el asesinato de Chico.

No puedo evitar ver el rastro del antropocentrismo en el desarrollo de las éticas ecológicas y la ecología política. El ser humano inevitablemente siempre va a estar en el centro del discurso porque es desde el ser humano desde donde se piensa la ética y la ecología. Él es el sujeto que confiere atributos a cuánto lo rodea y el que va escribiendo la historia.

Mi posición es eminentemente práctica, no teórica. Como escuchar la variedad de teorías de la ética ecológica y encontrar un nexo común, que a la vez dé respuesta a nuestra actual crisis socio-ambiental. Encontré el nexo en un antropocentrismo bien entendido. Un antropocentrismo que he presentado pensándolo y contrastándolo con el espectro de ecoéticas que le siguió. Y que queramos o no sigue siendo hoy en día el motor de nuestra historia. Y que bien entendido haría al ser humano más humano en armonía con todos los ecosistemas.

En Valencia a 12 de Octubre de 2015

HECOENSAYO 28: "¿PODRÍA LA AGRICULTURA ECOLÓGICA ALIMENTAR A TODA LA HUMANIDAD?"

Según la FAO 2002, el nivel de producción de alimentos del mundo podría alimentar a toda la humanidad y todavía sobraría un 10%. Y sigue aseverando también que con una dieta ética y equitativa hasta a 12.000 millones de personas.

Una dieta ética pasa por una reducción drástica del consumo de carne a lo imprescindible, de ganado extensivo y con técnicas de sacrificio respetuosas como la carne Halal, llegando a su máxima y verdadera expresión, el vegetarianismo y el veganismo.

Hay interminables estudios que demuestran la mayor longevidad y salud en personas que practican un correcto vegetarianismo y veganismo. ¿Por qué sale a colación esto? Porque el 95% de soja del mundo se dedica para piensos para animales, el 75% del maíz para lo mismo, así como el 50% del trigo. Estamos usando la tierra para alimentar a animales por el capricho de las clases pudientes del planeta de comer carne la mayor parte de días de la semana, mientras cientos de millones de personas siguen pasando hambre en el mundo.

Cuatro hectáreas de cultivo de soja, convertidas en alimento para animales y por tanto en carne, sólo pueden alimentar a dos personas, frente a las sesenta y una personas que podrían ser alimentadas, dedicando esta rica legumbre directamente para consumo humano. Cómo se puede ver, la cuestión de la alimentación mundial no pasa sólo por el rendimiento de la agricultura sino del recorrido trófico de las proteínas y nutrientes hasta llegar al ser humano. Hay maneras inmensamente más eficientes, energética, hídrica, social, ecológica y económicamente posibles de obtener el alimento humano. Lo que pasa es que un discurso que apele al vegetarianismo o la reducción de carne no es diplomática, política ni popularmente aceptable. Preferimos pensar que nuestros modos de vida son intocables y cargar toda la responsabilidad en la obtención del alimento al rendimiento agrícola. No obstante al rendimiento agrícola podemos sumar el tamaño de las parcelas de cultivo. Según la ONG estadounidense Food First, la producción  por hectárea en las pequeñas parcelas de los campesinos llega a multiplicar por diez las obtenidas en los grandes predios de los terratenientes. Igualmente, técnicas agrícolas inteligentes y la asociación de la ganadería a la agricultura también aumenta el rendimiento.

Como vemos, la dicotomía agricultura intensiva versus agricultura ecológica es una comparación manipulada de inicio y sesgada, que deja de lado que la resolución de muchos problemas humanos pasa por la sinergia de diferentes frentes. No podemos reducir el problema del rendimiento a una cuestión solamente localizada en un tipo de cultivo que usa pesticidas y fertilizantes y otro que no. Jorge Riechmann comenta en su maravilloso libro Cuidar la T(t)ierra que si la ingeniería genética promete incrementos de rendimiento del 15%, ¡la reforma agraria en los países del sur podría proporcionar incrementos del 1000%!

Son muchos los factores que hablan sobre el hambre y los alimentos. Y los más importantes tienen que ver con los sociales, económicos y políticos. Dicho de otra manera, con factores humanos y por tanto de voluntad. De ahí a hablar de moral, filosofía y espiritualidad hay un paso.

El problema del hambre en el mundo tiene que ver con factores socioeconómicos que nos llevan inevitablemente a la ética, la codicia sin escrúpulos. O sea que no me parece justo decir que la agricultura ecológica difícilmente podría alimentar a todo el mundo. El sociólogo Robin Jenkins y el ingeniero agrónomo José Luis Porcuna tienen estudios que demuestran que sería perfectamente viable alimentar a toda la población mundial con una agricultura ecológica.

Va siendo hora de que nos planteemos que para cambiar este mundo tenemos que empezar a construir discursos basados en lo “que puedo hacer yo”, más que en cómo me puede salvar la tecnología o como deberían organizarme el mundo los que “saben” y las “instituciones”. Y eso pasa por plantearme “qué esfuerzos estoy dispuesto a hacer”.

¿Será que reducir nuestros hábitos omnívoros, gastarnos un poquitín más en alimentos ecológicos y confeccionarnos nosotros nuestros propios platos cuesta más y, sin embargo, poner una hamburguesa en la sartén es más fácil, barato y es lo que venimos haciendo desde siempre?

HECOENSAYO 29: "CAPITAL"


Actualmente, para que llegue el trabajo a toda la población es necesario que los ricos se enriquezcan más. Porque el sistema capitalista es piramidal, jerárquico.

No debería ser así. Pero así lleva funcionando mucho tiempo.

El capitalista invierte su dinero y para asumir riesgos les pone a estos el precio más alto posible.
(Llámese accionista, especulador, propietario o promotor.)

Y este precio crece proporcionalmente al tamaño del capital, distanciándose de la mano de obra trabajadora. La plusvalía no ha hecho más que comenzar.

Hablar de desigualdades económicas en el mundo no es más que el eufemismo de hablar de diferencias salariales. Curiosamente una gran parte de la población más pobre del mundo trabaja muchísimo y sufre extenuantes jornadas laborales. La pobreza no está asociada necesariamente a la carencia de un puesto de trabajo sino al reparto injusto del capital y al acaparamiento de consumidores por parte de oligopolios, en una feroz competencia que deja en la estacada a pequeños empresarios y emprendedores. No olvidemos que si una empresa crece es porque existen multitud de consumidores dispuestos a pagar por sus productos.

Visto así parece que la acumulación de capital fuese inmoral, puesto que tal como funcionan la cosas, en el cómputo global, tener mucho es a costa de que otros tengan menos. La comparación y la diferencia son inevitables.

Pienso que este problema moral y social se podría resolver a través de la figura de la cooperativa, la contención en el tamaño de las empresas y poner un techo al máximo sueldo. Christian Felber habla sobre una relación entre el sueldo más bajo de una empresa y el más alto de 1 a 20. Actualmente encontramos casos tan escabrosos como diferencias salariales dentro de la misma empresa que van de 1 hasta 5000, en Alemania, por ejemplo. O de 1 hasta 360.000 en EEUU.

Ni podemos crecer indefinidamente como empresas ni como individuos dentro de la maquinaria empresarial.

Una mirada más ancha y holística se hace urgente.

Necesitamos un poco de sentido común de lo comedido, lo distributivo. De lo global.

Mientras el capital se alimente así mismo, ajeno al bien común, y se piense individualmente, para que todo el mundo tenga acceso al trabajo y a un poder adquisitivo decente los ricos tendrán que ser cada día más ricos.

Pero visto que el planeta es limitado su riqueza tocará techo algún día. Y será entonces cuando se hagan realidad las célebres palabras de un gran jefe amerindio:

"Sólo después de que el último árbol haya sido cortado.
Sólo después de que el último río haya sido envenenado.
Sólo después de que el último pez haya sido pescado.
Sólo entonces descubrirás que el dinero no se puede comer."

No sé si es posible contener la avaricia de los más ricos con medidas legislativas.

Se escudan en su esfuerzo, en el capital que les pertenece, en los riesgos y responsabilidades que soportan. Nos chantajean con no darnos trabajo o deslocalizar mano de obra a otros países. Pero olvidan que detentar grandes sumas de dinero implica una gran responsabilidad. El sólo hecho de poseer capital en un mundo de tan altas desigualdades económicas tiene un efecto, tiene consecuencias. Todo está relacionado. La extrema concentración de riqueza no puede ser justificada por el simple esfuerzo personal porque entonces de lo que estamos hablando es de la codicia del trabajo, de la codicia del esfuerzo, no ya de la del capital. “Yo me esfuerzo mucho para ganar mucho”. O lo que es lo mismo. “Yo codicio y atesoro avariciosamente trabajo para conseguir más dinero.”

La energía ni se crea ni se destruye. Sólo se transforma.

El dinero es energía. El trabajo es energía. Si lo uno no está en un lugar está en otro.

Los seres humanos seguimos teniendo necesidades, y por tanto, necesidad de cubrirlas con trabajo. Pero ni el mismo dinero ni el mismo trabajo pueden estar en todas partes a la misma vez. Sería imposible que todos los habitantes del planeta fueran ricos y lo fueran solapando las mismas funciones. El trabajo, la jornada laboral y los salarios también deben redistribuirse.

Si se deja suelto al capital, habremos dejado que una fiera ande suelta y engorde hasta límites que ni sospechamos. Ya está ocurriendo.

Grandes masas de fortunas se atesoran en paraísos fiscales, en nombre de la descendencia de sus hijos y de un futuro incierto que tienen que proteger. Mientras, países enteros y diferentes capas sociales se hunden en crisis socioeconómicas muy profundas.

Intermon Oxfam apuntaba en un informe en Enero de este año 2014 que casi la mitad de la riqueza mundial está en manos del 1% más rico de la población. Hablaba de la monopolización de oportunidades y del diseño de la política a favor de los más ricos. Reza literalmente:

“En Estados Unidos, el 1% más rico ha acumulado el 95% del crecimiento total posterior a la crisis desde 2009, mientras que el 90% más pobre de la población se ha empobrecido aún más“.

¿Cómo solucionamos esto?

¿Con políticos más valientes?

¿Realmente los gobernantes pueden hacer mucho frente a esta oligarquía económica?

Personalmente, pienso que el único camino posible es que se dé un cambio de consciencia, que toque a todos, especialmente a aquellos que se encuentran con el gran reto de gestionar las grandes fortunas que poseen actualmente.

Consciencia para todos.

Para ellos, para que recapitulen.

Para nosotros, para que nos unamos con más fuerza y propongamos propuestas.

Si es el dinero lo que alimenta a la bestia, no lo cedamos.

Redirijámoslo a cooperativas, pequeñas y medianas empresas, a iniciativas sociales, a ONGs que estén trabajando en Comercio Justo, al pequeño comercio y mercados tradicionales.
Satisfagamos nuestras necesidades de maneras alternativas a la compra, que es lo que alimenta a los señores capitalistas.

Compartamos, intercambiemos, optimicemos, prestemos, donemos, reparemos, cuidemos, reduzcamos las mismísimas necesidades.

Construyamos desde la positividad de construir un mundo positivo alternativo.

No hablo de lucha de clases, puesto que el que hoy es rico mañana puede ser pobre. Esos papeles son temporales y tan sólo visten a espíritus humanos, exactamente iguales en su naturaleza. No se trata de enfrentar a ricos con pobres.

Se trata de reconvertir nuestra consciencia. La de cada uno.

Entonces, sólo entonces, la bestia se disolverá y el capital redistribuido y reajustado ocupará el lugar de todos.

El enfrentamiento se licuará y todos los seres humanos, todos, con los pies entonces pisando la misma tierra, nos miraremos de otra manera.

Ya no habrá ricos ni pobres que enfrentar.

El capital habrá perdido.

Sólo humanos junto a humanos.

HECOENSAYO 30: "PAISAJES RUTINARIOS. LO QUE PROPICIAN UNOS. LO QUE PROPICIAN OTROS"
Empresarios, técnicos, amas de casa, jóvenes, ciudadanos, personas de a pié. Todas pensando al unísono y co-creando mundo todos los días.

¿Quién piensa de una u otra manera?

¿Y qué tipo de mundo construyen unos u otros pensamientos?

Pasar de unos a otros supone de-construir nuestras estructuras mentales y nuestros hábitos diarios. Atreverse a decirse ¿Y si? ¿Podría ser? ¿Cómo funciona eso? ¿Podría ser el mundo de otra manera? ¿Qué pasará después de tomar esta decisión? ¿Cómo se relaciona este acto con el resto del planeta? ¿Tiene alguna conexión?

Pensamiento 1A: Mañana voy a comprarme cositas y ropita chula en la calle más pija de la ciudad.

Pensamiento 1B: Me he enterado de cómo hay mujeres que trabajan 16 horas diarias en países lejanos en condiciones infrahumanas. ¡No pueden ni ir al aseo cada vez que quieren! Y les pagan una miseria.  La semana que viene me recorreré varias tiendas de proyectos de reinserción social a ver si consigo ropa artesanal. Hay personas en mi país que disfrutan confeccionando este tipo de ropa. Y me han dicho que existe lo que se llama el comercio justo. Miraré en internet a ver de qué se trata.

Pensamiento 2A: Me gustaría comprarme un coche nuevo que esté guay. Ya me he cansado del anterior. Uno de esos más confortables y grandes.

Pensamiento 2B: El cambio climático debido a la contaminación de la quema de combustibles es alarmante. A ver… Si agarro el bus número 10 me dejará en la plaza… Bueno. También podría ir en bicicleta. Y además tonifico el cuerpo y ahorro pasta.

Pensamiento 3A: Mmmmmh. ¿Qué escojo? ¿El pollo empanado o las lonchas de jamón? Así cocinaré y comeré pronto.

Pensamiento 3B: Un amigo que trabaja en una granja industrial me ha dicho que los cerdos y pollos se pasan, la vida, inmovilizados y hacinados y son sacrificados en muy poco tiempo. Dice que el escenario es dantesco. Voy a probar a comer menos carne. Si combino el arroz integral con la lenteja, la zanahoria y el limón y además son ecológicos, mi cuerpo, el medioambiente y los animales me lo van a agradecer. Qué rico.

Pensamiento 4A: Jo! Que cara de mala leche tiene el de detrás del mostrador. Siempre tan antipático. Cuánto antes pague y salga, mejor.

Pensamiento 4B: Pobrecito. ¿Qué le pasará al de la tienda? Me he enterado que lo está pasando mal económicamente, que desde que abrieron el centro comercial dos calles más allá apenas llega a final de mes. Ahora le sonrío y le deseo que pase un buen día. Y desde luego haré por comprarle a él todas las semanas.

Pensamiento 5A: ¡Qué guarra es la gente! Toda la playa llena de botellas. Pues yo no me voy a guardar mi lata. No voy a ser el único tonto. ¡Ahí va!

Pensamiento 5B: Todo lleno de basura. A mí a veces me pasa que me despisto. Voy a recoger algunos plásticos, aunque no sean míos y los llevaré al contenedor correspondiente. Dicen que en España se están reciclando metales, vidrio y papel de manera muy exitosa. Me siento tan bien aportando generosamente al bien común.

Pensamiento 6A: A ver. Este banco me regala un juego de sartenes y los intereses que me rinden este fondo de inversión son muy buenos. Además sale en la tele.

Pensamiento 6B: ¡Vaya! ¡Un nuevo banco! ¿Un banco que sólo invierte en proyectos sociales, medioambientales y culturales y que no trata con empresas de armamento y explotadoras? Me abriré una cuenta.

Pensamiento 7A: Toda la vida aguantando a un jefe despiadado. Pues ahora que me han dado mejor puesto, ahora me toca a mí. Se van a enterar esos novatos.

Pensamiento 7B: Me acaban de ascender. ¡Qué gran oportunidad de no hacer pasar a mis trabajadores por lo que yo pasé! Es tan fácil trabajar felizmente y sin estrés. Es sólo cuestión de voluntad.

Pensamiento 8A: Ya estamos otra vez con este dolor. Qué me den todas las pastillas necesarias esos médicos. Para eso están y les pago. Yo fumo, me paso el día viento la tele y como lo que me apetece. A ver si ahora no voy a poder hacer lo que me dé la gana.

Pensamiento 8B: Mmmmmh. Me está doliendo. Vamos a investigar qué no estoy haciendo bien. Voy a preguntar al médico naturópata si existiría algún tipo de ayuno bueno para este problema y qué alimentos serían los más recomendables. A partir de ahora me responsabilizaré yo también de mi salud en vez de delegar exclusiva y perezosamente en los demás.

Pensamiento 9A: Estamos a punto de descubrir en el laboratorio una planta que va dar mayor rendimiento, a tolerar mejor tal pesticida y que aporta un complemento de vitamina. ¡Cuánto van a ganar nuestros accionistas!

Pensamiento 9B: Podría enterarme de cómo funcionan esas técnicas agrícolas y como se guardan las semillas. Si apoyara a esa comunidad rural podrían salir adelante y garantizar un mejor futuro para sus hijos.

Pensamiento 10A: Si meto el ratón aquí y le aplico este producto… Vamos a comprobar las reacciones y el tiempo. Lo apunto en el ordenador y lo vuelvo a meter en la jaula.

Pensamiento 10B: Que animal más bonito. Mira como mueve los bigotes. Fíjate, Fíjate. Ahora está bostezando. ¡Anda! Ahora se ha metido detrás de aquel matorral.

Pensamiento 11A: Si. No hay problema. Ya tenemos la expropiación ejecutada. No. Esos ecologistas nos los quitaremos de encima. Siempre buscando bronca. Dentro de un año tendremos un conjunto de apartamentos de lujo sobre esta montaña. Vamos a ganar mucho con esto.

Pensamiento 11B: ¿Has visto? Es preciosa la vista. Mira esos árboles y allá como las gaviotas bajan a comer. Podríamos delimitar el camino de tierra hasta aquí y proteger las dunas allí. Podrían disfrutar de la bahía muchas personas. Habría que hacer un plan de actuación.

Pensamiento 12A: Qué televisión más chulaaaaa. Yo quiero una de esas en 3D, así de grande, para poder ver lo más espectacularmente el peliculón de esta noche.

Pensamiento 12B: No me mola nada las condiciones de esclavitud que viven muchos niños en el sur para extraer los minerales con los que se fabrican nuestros electrodomésticos ni como se contaminan los ríos en los yacimientos minerales. Estoy viendo en internet las muchas tiendas de segunda mano que le dan una segunda vida a objetos que se iban a tirar. También podría arreglar la televisión que ya tengo.

HECOENSAYO 31: "HACIA UNA NUEVA ECONOMÍA COHERENTE CON LOS LÍMITES PLANETARIOS"
Una economía que hasta ahora se basaba en el consumo de productos materiales de nueva factoría es la que está llevando al agotamiento de los recursos mundiales. Se calcula no más de medio siglo para las reservas de petróleo “económico”. Las arenas asfálticas no son el mejor relevo. Y para la gran mayoría de minerales, tenemos para un siglo, décadas arriba, décadas abajo. Así como la deforestación que avanza a pasos alarmantes podría acabar con los pulmones primarios del mundo, biodiversidad y sumideros de valor incalculable.


Hace unas semanas pregunté en un foro sobre consumo responsable sobre cuales podrían constituir alternativas al consumo de bienes materiales agotables y contaminantes que fueran capaces de propiciar una economía sostenible. Hubo dos puntos que me parecieron interesantes.

Profesiones de mantenimiento y otra cuestión altamente interesante: satisfacer las necesidades con satisfactores ya existentes. Se comentó que el mantenimiento de molinos eólicos procuraba tres veces más puestos de trabajo que el mantenimiento de las centrales nucleares, por ejemplo, así como la silvicultura frente a la tala indiscriminada.

Hablar de profesionales de mantenimiento es hablar de reparadores, mecánicos, limpiadores, rehabilitadores, médicos, protección civil. Toda una paleta de profesionales al servicio del ser humano y en lucha contra la entropía. Sí. Profesionales cuya razón de ser tiene que ver con la entropía o tendencia al desorden y desgaste. Al ser una de las características de nuestro mundo la impermanencia y tendencia al cambio, esta condición podría convertirse en oportunidad laboral. Los profesionales del mantenimiento pueden constituir y constituyen un tipo de economía alternativa a la nueva factoría. O dicho de otra manera, al servicio de la segunda mano, reducción, reciclaje y reutilización.

Segundo punto. Satisfacer las necesidades con satisfactores ya existentes.

Aunque los primeros economistas concibieran en sus fórmulas matemáticas el capital natural como indefinido, en los albores del siglo XXI ya se ha puesto de manifiesto que esto no es así. Estamos rozando los límites de la biosfera. Podríamos decir que vivimos en un mundo lleno. El antaño planeta océano se torna ahora planeta isla. Entonces… ¿Por qué la obstinación de seguir fabricando cosas nuevas? Con la tecnología y bienes materiales actuales se podría alimentar a la humanidad entera y acabar con la pobreza.

¿Por qué no nos servimos de lo que ya existe, compartiéndolo mucho más? Se podría reducir la jornada laboral (trabajando menos y repartiendo el trabajo consecuentemente), satisfacer las necesidades básicas de cada habitante de la Tierra y disfrutar más de la vida. No es cuestión de falta de trabajo sino de satisfacer necesidades humanas. Con los satisfactores materiales y alimenticios actuales tenemos de sobra. Y si a alguien le inquieta lo de satisfacer lo básico como digno objetivo que no olvide que lo que realmente colma son las relaciones humanas de afectividad, que no tienen precio.

¿En qué momento el beneficio que se percibe por un producto de consumo, una vez superada la amortización, se empieza a convertir en especulación infinita, más que en legítimo beneficio?

Si la cuestión es satisfacer las necesidades de la población humana superemos las formas de pensamiento encorsetadas en estructuras económicas avaras y empecemos a pensar en términos de soluciones globales y del bien común.

HECOENSAYO 32: "EL GESTO DEL CONSUMO CONSCIENTE"
Cuando me preguntan qué de qué sirve mejorar un hábito de consumo si el mundo entero no cambia en ese instante yo digo:

“Lo que en la conducta de un consumidor consciente es simplemente mejorar, en alguna otra parte del mundo (cercana o lejana), para otra persona es la diferencia entre el bienestar y la semi-esclavitud, para un animal es la diferencia entre la vida y la muerte y para un paisaje es la diferencia entre su existencia o su inexistencia.”

El consumo consciente está continuamente co-creando. Enlazado con todo porque actualmente todo está sostenido por un sistema socio-económico que no conoce fronteras.

Bajo la premisa que lo que compro, lo financio y lo que financio lo construyo. Así funciona el consumo dirigido o abandonado a su suerte.

Sin nuestra demanda no existiría todo lo que nos rodea, puesto que todo lo artificial está fabricado por empresas que subvencionamos con nuestro dinero.

El consumo consciente es una forma de activismo, entre muchas más.

Ser activista es construir más trozos de mundo justos y ecológicos.

Consumir con consciencia es permitir que esos trozos aumenten en número.

Trozos.

Sí. Trozos.

Qué posiblemente algún día, gracias a la suma de esos trozos y los que están por venir, dejen de ser trozos y sean el mundo entero.

Si alguien juzga que esos trozos no son suficientes, ni merece la pena luchar por ellos…

¿Por qué sí es capaz de disfrutar del bienestar de su propio trozo?

(Hágase un silencio)

Que estos trozos no sean extensibles al mundo entero no desautorizan la acción social y medioambiental que los forjan.

¿Qué excusas buscamos cuando criticamos el activismo en vez de entender que el activismo es la natural respuesta a la carencia, la falta de respeto y la injusticia?

El consumo consciente es el activismo del instante,

el activismo de los invisibles,

el activismo de cualquier persona,

tu activismo.

¿Te atreves?

HECOENSAYO 33: "PUEBLOS INDÍGENAS"
“Había una vez un pueblo en un lejano bosque donde sus habitantes sonreían.

Los niños encaramados en los árboles salían a jugar por las mañanas y al atardecer acompañaban a sus padres a cazar. Aquello era algo respetable. Pues consideraban a los animales sus hermanos. Y sólo tomaban de la naturaleza lo justo para alimentar al pueblo.

Las mujeres salían a recolectar por el bosque ricas frutas y raíces. Y eran las encargadas de remendar sus variopintas casas de ramas y hojas.

De vez en cuando, se juntaban todos a fabricar curiosos utensilios de tierra y madera mientras cantaban.

Allí no había jefes ni jefas. Todo se decidía por consenso. Y todo se compartía.

Por las noches, los más mayores, los abuelos, contaban historias a los niños, al son del crepitar del fuego.

La gran mujer medicina del pueblo conocía muy bien los usos de las plantas, las épocas de lluvias y sequía y cuando debían de cambiar de sitio para vivir.

Las épocas de privación se entendían como parte del proceso de la vida, no como algo contra lo que hubiera que luchar con un mayor control sobre el medio natural.

Y cogidos de la mano de la madre naturaleza, crecían y aprendían sobre lo intemporal de la vida y sobre la esencia del espíritu.

Cuando uno o una de los miembros cometía algún tipo de daño, el pueblo se reunía, analizaba y se tomaba una decisión. La rehabilitación del daño, del causante y del contexto social que dio lugar a ello se convertía así en un reto más para el pueblo. Y juntos seguían creciendo.

Y así, con el paso del tiempo y con la compañía de los riachuelos, los árboles y la brisa vivieron durante generaciones y generaciones.”

Y colorín colorado este cuento seguirá siendo realidad gracias a los protagonistas de la historia y a la labor de Survival Internacional, que no de los cientos de compañías madereras, ganaderas, agrícolas, mineras, petroleras y energéticas que siguen asolando, asesinando y robando impunemente territorios con el beneplácito y apoyo de gobiernos.

Los pueblos indígenas no son unos salvajes como antropólogos de siglos pasados decían, son pueblos con una cosmovisión genuina y una auténtica relación de sostenibilidad con los territorios donde viven. Pero desgraciadamente son en demasiadas ocasiones las víctimas del final de esta gran cadena llamada globalización, en cuyo otro extremo, los consumidores disfrutamos de los recursos que son saqueados una y otra vez en sus tierras.

Inevitablemente acabamos volviendo al poder del consumo. ¿Por qué será?

Frente a más prospecciones petroleras, el transporte público y la bicicleta. Frente a madera tropical, maderas y papel FSC o reciclado. Frente a soja para piensos y pastos para animales, un consumo menor de carne o el veganismo. Frente a grandes presas inundando valles y centrales nucleares, menor consumo de energía, tanto en casa como escogiendo lo que compramos. La industria consume mucha energía. Frente a la industria minera que destruye y contamina, electrodomésticos, vehículos y objetos de segunda mano reparados o reciclados. Frente a maquilas que esclavizan económicamente a las personas, comercio justo y campañas de presión.

¿Alguien sigue dudando que estemos todos conectados?

¿Alguien sigue dudando que conocer y usar esa conexión es nuestro gran y poderoso interruptor para participar en la construcción de un mundo más justo y limpio?

Practiquemos el Consumo Consciente.

No es teoría. Es realidad. Lleva funcionando muchos años.

¿Repites o mejoras?

¿Te quejas o actúas?

HECOENSAYO 34: "METICULOSIDAD"
Nos quejamos y horrorizamos de las injusticias sociales, del deterioro del medioambiente, de la crueldad con la que tratamos a nuestros hermanos menores, los animales. Pero siempre pensamos que es cosa de otros, que los causantes yacen lejos, en esa pantalla de televisión o periódico matutino. “Es que la gente, los poderosos, las malas personas… “ decimos.
Sin embargo, estamos más unidos de lo que pensamos con ese mundo que parece quedar distante.

Cada ciudadano de este planeta yace unido a éste a través de múltiples hebras de causa-efecto. Es precisamente la suma del comportamiento de cada habitante el que está sustentando esta compleja maquinaria llamada humanidad, su impacto sobre sí misma y sobre el medioambiente.

Si no nos unimos en un alarde de coraje y valentía para cambiar las cosas, las cosas no cambiarán.

Y si es necesario un primer acto de activismo, más necesario todavía es la eficiencia de este. Para ello queda dentro de cada cual, en su más profunda intimidad, la fortaleza del acto, la meticulosidad.

Desde hace tiempo ha aparecido una nueva forma de conceptualización de algo que practicamos todos los días. Algo que, convenientemente instrumentalizado, se puede convertir en una verdadera herramienta de cambio. Un poderoso instrumento para practicar la ecología y la solidaridad de manera evidente, práctica y continua, no anecdótica.

El Consumo Consciente se propone y convierte así en una herramienta individual con poder de transformación de la economía, y por tanto de las sociedades. Digamos que es la herramienta de los meticulosos, pues supone una rutina sesuda y meditada, en esto de las compras o no compras. Sólo con reciclar y cerrar el grifo no se arreglará el mundo. Existe mucho más a la espera de recibir atención. Son muchas las cadenas de acontecimientos que unen nuestra rutina como consumidores con el planeta entero.

El Consumo Consciente es el tipo de activismo que durante más tiempo se puede practicar, pues como seres vivos consumimos recursos y energía en cada instante de un día, de una semana, de un mes, durante todos los años de nuestra vida. Así mismo es también el tipo de acción social que tiene mayor número de conexiones con la realidad, debido a su idiosincrasia. El consumo es la rampa de salida de la economía. Sin consumidores no puede haber empresas y por tanto realidades propiciadas por estas.

Disfrutar y ser actores receptores del bienestar material, como clases medias o medio-altas, tiene su contrapartida. Vivimos a costa de un sistema. Vivimos gracias al sistema. Esto nos coloca en una delicada posición moral. De igual manera que estamos dispuestos a disfrutar de sus frutos también deberíamos estar dispuestos a corresponder al sistema preocupándonos por saber cómo funciona y, por tanto, las consecuencias que tienen nuestros modos de vida sobre el mismo sistema. Paisajes inmensos en proceso de destrucción, animales hacinados y torturados hasta su sacrificio, inmensas clases trabajadoras cobrando salarios míseros (los mismos consumidores son también esos trabajadores, por cierto), poblaciones autóctonas expulsadas por el acaparamiento de tierras,. Todos los cimientos del sistema, invisibilizados por los medios de comunicación.

Apelo a que nos informemos, a que reencontremos la consciencia de nuestros hábitos rutinarios y su impacto sobre los hechos locales y globales y que lo hagamos con una comprometida y decidida meticulosidad. Nosotros escogemos con nuestro dinero que financiar, y por tanto a que conferir realidad. Nosotros escogemos con nuestros estilos de vida que mundo hacer posible. Y si no nos armamos de verdadera meticulosidad a la hora de hacer nuestras compras, consumir y saber vivir, nuestro activismo, si existiese el más mínimo ápice de él, acabará convertido en la sombra de lo que podría ser, abandonado en el cajón de las buenas ideas, deshojado y dispersado, sin darnos cuenta, hasta que nuevamente los viejos hábitos vuelvan a tomar el control.

Sin meticulosidad no podremos enmendar este complejo mundo porque las hebras que nos unen con él, en esta era, ya son demasiadas, como para pensar que con tibias, anecdóticas y moderadas acciones cambiaremos algo. Con el “yo pongo mi miguita” no llegaremos a tiempo de paralizar el cambio climático, ni de reducir el ya presente sufrimiento de los más débiles. Necesitamos una verdadera revolución en nuestra conducta rutinaria, cotidiana, del día a día, en nuestro comportamiento como consumidores.

Necesitamos ensanchar nuestras acciones individuales a un abanico más amplio que abarque todos los sectores económicos (ropa, vivienda, alimentación, tecnología, transporte, turismo, salud, comercio. Precisamente todo lo que conforma el mundo). Sentir que estamos tocando cada uno de los sectores que constituyen el mundo. Siempre en la medida de nuestras posibilidades, pero también mirando firmemente hacia delante, haciendo todo lo más posible que esté en nuestras manos.

Necesitamos eco-héroes, ambiciosos del bien común, musculitos de la consciencia, artesanos de la conducta, escultores de sociedades, enamorados de la vida, revolucionarios de la rutina, puesto que tras ella se encuentra el mundo. La rutina de cada habitante del planeta es el artífice de la globalidad.

Una vez más, la meticulosidad no es sólo para los cirujanos, los bibliotecarios o los orfebres sino para el actor habitante consumidor, ese que es cualquiera de nosotros.

A veces me hago repetitivo con mi cruzada, parezco cansar. Pero también  me canso yo de ver que sólo y siempre son los mismos los únicos que se animan en esta cruzada de cambiar el mundo, de luchar por las injusticias, de trabajar por el bien común. Si no nos damos muestras de cambio a nosotros mismos, ni de avance persistente, si continuamos con nuestras vidas, como si no pasara nada, sin alterarlas lo más mínimo, sin plantearnos que la mejora progresiva como sujetos consumidores es fundamental para que el mundo cambie… Si no lo hacemos, seguiremos haciéndole el culo gordo a aquellas corporaciones que siguen pisoteando impune y persistentemente a la vida misma, rascando cada día un cacho de planeta más y exprimiendo hasta la última gota de sudor de sus siervos del trabajo. Y finalmente daremos fuerza definitiva para que la distopía se haga realidad en un futuro no muy lejano. Las grandes multinacionales acabarán tomando el poder del mundo, los estados, a efectos de soberanía, desaparecerán y todos quedaremos confinados como vasallos de los grandes, convertidos en una gran multitud de trabajadores y consumidores, al servicio de su único diseño. Los consumidores estamos alimentando un monstruo llamado corporatocracia.
No juzgo a nadie. Sólo constato las consecuencias de nuestro modo de vida desarrollado. Acción-reacción. Causa-efecto. Si nos comportamos como consumidores indiferentes, construiremos y daremos alas al mundo del que tanto nos quejamos. No es un juicio, es una descripción de lo que conlleva un comportamiento u otro. Dios me libre de juzgar a nadie personalmente. Ni puedo, ni me interesa.

Cada compra de cada consumidor está construyendo un tipo u otro de empleo, una u otra forma de tratar a la naturaleza, uno u otro tipo de estilo de vida.

Mientras hablo, el mundo sigue corriendo y yo, como testigo de esa muchedumbre de los olvidados que sigue sosteniendo a la de los del bienestar, sigo recorriendo solo en mi bicicleta mi gran ciudad, entre el tráfico de este mundo de opulencia que arrastra al otro tráfico de humanos, animales y paisajes. Pero pese a ello, mi esperanza no declina y mantengo la convicción de que cada día somos y seremos más.

Cuando el pragmatismo se sistematiza y normaliza, sólo queda la dinamita de las palabras.
Si los hijos del bienestar no experimentamos en nuestras carnes la confrontación del mundo de los olvidados alguien tendrá que recordarlo. Porque parece que hasta que las cosas no nos tocan personalmente no nos movemos. Vivimos demasiado rodeados de lo mismo, como para creer que existe algo diferente.

Estas son las horas de las palabras severas. Muchos me rechazarán por ellas y sentirán aversión por mi crudeza. Pero en estos momentos, para mí, no hay mayor crudeza que la de los olvidados.

Y es cuando vuelvo a pararme, y no puedo evitar, una vez más…

¡Gritar, cantar, denunciar, proponer!

¡Me declaro en permanente estado de austeridad!

Y si hay acción con la que proseguir, que sea vestida de meticulosidad.

(Por respeto a la Pachamama y por respeto a todas sus criaturas)

Así lo comparto.

Frente a la dejadez y la ligereza…

Meticulosidad.

¿Y EN QUÉ SE PUEDE SER METICULOSO?

Precisamente en consumir con consciencia en cada instante del día a día, en todas las áreas que construyen el mundo. Nuestra rutina se convierte en la globalidad.

Ahora viene la parte positiva y esperanzadora. Porque ya está ocurriendo. Ahora la cuestión es si:

¿Repito o mejoro?

¿Me sumo y participo o paso?

¿Me dejo los miedos o doy el paso?

¿Me uno a más personas con estilos de vida transformadores o cedo a la pereza?

¿Me lo creo o no me lo creo porque es más cómodo?

¿Empiezo poco a poco o me rindo por verme tanta cosa encima?

¿Actúo o tertulio?

Aquí vienen las opciones. Ya no hay excusa. Existen demasiadas cosas como para sólo mirar el beneficio y bajo coste que nos da lo que compramos. Tras lo que consumimos se encuentra el mundo.

Agricultura ecológica asociada a la ganadería o permacultura; Semillas autóctonas, policultivos y protección al pequeño campesinado; Ganadería extensiva, ecológica, carne halal o vegetarianismo y veganismo; Comercio justo; Producción, extracción y distribución local; Pequeños comercios o asociaciones de consumidores; Cooperativas o pequeños emprendedores; Artesanías y con materiales ecológicos o reciclados; Reciclar, Reaprovechar o Reducir; Segunda mano desde el trueque, proyectos de reinserción social o tiendas de compra-venta; Bioconstrucción o compartir la vivienda; Vivir en barrios de densidad urbanística media o en pueblos; Bicicleta, pasear o transporte público terrestre; Medicina natural, cuidado de la propia salud o alimentación sana; Consumo colaborativo en todas sus facetas, compartir, intercambiar, donar, alquilar o prestar, bancos del tiempo, coachsurfing, carpooling, carsharing, cohousing, coworking, crianza compartida, redes sociales, cooperativas de energía, Minga, Bibliotecas itinerantes, Intercambio de trabajo por alojamiento, intercambios de casas, voluntariado social y medioambiental; Economía de Cuidados; Colectivización; Comprar a empresas con diferencias salariales menores de 1/20, con jornada laboral reducida (compartida), que cooperen y respeten la vida en todas sus manifestaciones, Economía del Bien Común; Minería ética, rehabilitación de canteras o industrias del reciclaje; Energías renovables, Generación Distribuida, ahorro energético o tecnología de alta eficiencia energética; Ecotecnias, Tecnologías Intermedias o Biotecnología; Industrialización baja en consumo energético, hídrico y con gestión eficiente de sus residuos; Gestión comunal o democrática del agua, ahorro del agua y evitar su contaminación; Biorregionalismo, soberanía alimentaria o desarrollo local según la Agenda Local 21; Silvicultura, Certificado de maderas FSC y respeto a los pueblos indígenas; Certificado MSC de la pesca y pequeños pescadores; Banca ética, Banca Cooperativa, Pequeña caja rural, Apoyo vecinal o Crowdfunding; y más y más y más. Porque el mundo en transición no para de crecer.

Este mundo no se visibiliza de manera popular y repetitiva en los medios de comunicación de masas, pero no hace más que crecer. El sociólogo Paul Ray y el psicólogo Sherry Anderson detectaron que más del 20% de la población de muchos países estudiados representaban una manera divergente de conceptualizar el mundo y vivir la vida, prestando más atención al medioambiente, a los derechos humanos, a la espiritualidad, los valores auténticos, la salud, la vida sencilla, el encuentro en definitiva con el ser humano y el planeta. Los llamaron los creativos culturales.

Aunque aparentemente separados, somos ya muchos los que hemos optado por reconceptualizar el mundo y de manera progresiva ir sustituyendo cada una de las viejas áreas de nuestras vidas por otra manera de hacer las cosas. ¡¡Es posible!!

Es imposible adscribirse a todo lo mencionado de un día para otro, máxime que algunas de las cosas mencionadas son optativas y no tienen por qué ir emparejadas simultáneamente. Cada cual puede diseñar su propio Consumo Consciente escogiendo un suficiente número de opciones, para sentir que está tocando todas las áreas de la economía.

Pero lo cierto, es que cualquier persona, con ganas de informarse, con paciencia, humildad y ¡¡poco a poco!! puede hacer la conversión de Consumidor Desinformado a Consumidor Consciente en menos de un año.

La inmensa satisfacción de sentir que estás unido a un proyecto global colma cualquier incomodidad, horas bajas de ánimo, rechazo social puntual o simplemente el seguir constatando que al mundo todavía le queda mucho para convertirse en ese paraíso ansiado.
Pero lo cierto es que cada paso que damos adelante construye una nueva realidad. Y el júbilo  de saber que existe algo nuevo bueno, limpio y pacífico ya justifica el pequeño esfuerzo.

Pero hay más, cuando das el paso, te das cuenta que no hay esfuerzo, sino un estilo sencillo de vida que te acerca más a las personas, a los animales y a la naturaleza. En definitiva un estilo nuevo de vivir, de ser feliz. La génesis de la felicidad está en el dar, en el amar. Cuánta más contrariedad, más motivo para amar. Y amando es como se es feliz. El amor, que empezó en nuestros entornos afectivos y cercanos explota y se extiende al planeta entero.

Consumir Conscientemente es la práctica de una filosofía,

la filosofía de…

“Vivir mejor en un mundo mejor”.

HECOENSAYO 35: "MINERÍA. INVIRTIENDO LA POSICIÓN DE LAS COSAS"
Minería versus agroecología.

O como el materialismo toma cuerpo e invade la vida hasta aniquilarla.

Una balanza gigante.

En un plato nos encontramos el triunfo del materialismo.

En el otro el júbilo de la vida en todas sus manifestaciones.

Ambos mundos conviven realmente juntos en vertical.

El uno, sumergido en las entrañas de la tierra, densificado en lo más denso, el reino mineral.

El otro, vive en la superficie, encima del anterior, abierto al sol, al aire y al agua.

Cuando hablamos de materialismo realmente estamos hablando de bienes de consumo inertes, minerales transformados en objetos, productos materiales, tecnología. El materialismo es el triunfo del reino mineral, del submundo de las entrañas de la t(T)ierra.

En otro extremo, arriba, la vida se abre, se expande, ocultando este submundo. De hecho el reino vegetal toma su fuerza del reino mineral.

Pero. ¿Qué pasa cuando se invierte la posición y el mundo de la oscuridad y la materia densa ocupa el lugar de la vida y del sol?

Mucha de la industria minera (no absolutamente toda) está dilapidando el planeta, deforestando, contaminando las aguas, expulsando a poblaciones oriundas de sus territorios, mancillando la vida, los paisajes, el mundo agroecológico, sometiendo a trabajos de esclavitud a multitudes de seres humanos.

¿Todo? Para convertirse en objetos, muchas veces superfluos, cuando resulta que ya hay mucho de todo y más todavía, falta de compartir y redistribuir equitativamente. Los carburos fósiles, la sangre de la tierra, es extraída de su lugar, en una sangría planetaria sin parangón que convierte el líquido, el gas y el carbón en dióxido de carbono y cambio climático. Los mercados del lujo se atiborran de oro y diamantes, causando estragos sociales y medioambientales terribles.

Denuncio el abuso, no a la minería en general, tan necesaria en su justa medida y justa gestión. Denuncio el abuso de la industria minera que crece de manera vertiginosa. En el año 2050, al ritmo que vamos, se habrá triplicado. Y la mayor parte de reservas de minerales no llegarán al siglo. Acabaremos necesitando más planetas. Dios quiera que no les hagamos lo mismo que le estamos haciendo a este, si ese día llega.

¿Todo? Para llenar nuestra vida de gadgets a la última moda, aparatos, electrodomésticos, materiales de construcción costosos y fríos, vehículos de transportes locos por seguir moviéndose sin parar. La quietud del subsuelo se convierte en vorágine, en prisa, en locura, en un movimiento de comunicaciones vertiginoso, que trata de acercar al ser humano con el ser humano separándolo de la naturaleza cada vez más y más. O peor, trata simplemente de tener entretenido al ser humano, separado del resto.

Hemos sustituido la vida por la materia inerte. Hemos desterrado, quemado y explotado el reino vegetal y animal por tropecientos objetos tecnológicos y maquinales. El reino mineral, que debía permanecer en la oscuridad, como sostén y raíz, ha sido cambiado de sitio.
Ahora nos queda decidir si este siglo será el siglo de la vida o de lo inerte.

Ya hay suficiente de todo, suficiente mineral fuera de su sitio. Podemos reutilizar tanto de todo lo que hay… Podemos reciclar la materia inerte, podemos dejar en paz a las entrañas de la tierra  para dejar de mancillar su superficie. Tomar sólo lo justo y necesario para todos. Para que la vida pueda seguir respirando.

Veo una balanza, con dos platos. En uno el mundo maquinal de la industria y el mineral va inclinándola con todo su peso. Es realmente voluminosa y pesada. En el otro a la vida le cuesta cada vez resistir más. La vida que por su ligereza no puede competir.
Nosotros elegimos si merece la pena seguir consumiendo, comprando, acumulando tecnología, metal y plástico o si le damos una oportunidad definitiva al mundo orgánico, vegetal, a sus habitantes, a la vida misma. Los pueblos indígenas, las gentes de la Pachamama saben a qué me refiero.

Distopía u utopía.

No volveremos a tener un momento como este en la historia de la humanidad para tomar esta decisión.

El reloj corre.

La tierra se desgasta.

La vida languidece.

¡No más materialismo!

¡Sí, más vida!

Es la hora de no conformarnos con la tertulia, la plática y el hablar.

Es la hora de que transformes el mundo desde tu cotidianeidad, desde cada instante presente sagrado de tu vida.

¡Es la hora de la acción!

¡Es la hora de convertir tu rutina en el artífice de la realidad!

HECOENSAYO 36: "AGRICULTURA ECOLÓGICA. UNA EXPERIENCIA EN FAMILIA"
Como cada año, llega la recogida de la oliva. Todo sucede en un pequeño terreno que tiene mi familia en el municipio de La Unión, en la región de Murcia. Sobre la falda de una montaña y frente al bello Mar Menor y el pueblo de La Unión, con el telón de fondo de sus antiguas minas y el actual parque eólico, se extienden en varios bancales aterrazados, filas de olivos, que comparten espacio con especies plantadas, mucho atrás, por mi abuelo y mi tío.  Con el paso de los años, la finca se fue enriqueciendo con el trabajo de mi padre, hasta dar lugar a un estanque, una laguna y un embalse. Improvisados pequeños huertos, nuevos árboles, tres tipos de composteros, varias pedrizas y un almacén para la recogida de la oliva, codirigido por mi hermano, terminarían dándole forma a un auténtico oasis, en medio de los maltratados campos de La Unión por la actual industria agroecológica intensiva.

La historia, que nos ocupa hoy, comenzó con la plantación de 100 pequeños plantones de olivo de arbequina tradicional hace unos 11 años, promovidos por la ilusión de mi gran tío Pepe, incansable y fervoroso promotor de todo lo que tenga que ver con su familia y con el campo. Ver, cada año crecer estos olivos era emocionante. Era un sentimiento especial, parecido al de ver como un niño se hace mayor, hasta ser adulto.

Hoy en día, nos podemos subir literalmente en las ramas hasta alcanzar con el peine las más altas, para así sacar las olivas más esquivas.

Si la historia de un árbol empieza con la semilla, el año de un árbol empieza con su alimento. En este caso absolutamente natural. Una fecunda mezcla de estiércol desecado de caballo, compost doméstico y humus elaborado con lombrices californianas. Si a esto se le añade el riego por goteo y la poda anual, el árbol tiene muchos visos de llegar a ser generoso y fuerte.
La plaga de la mosca del olivo se lleva “a raya” con unas hormonas trampa que atraen a la mosca macho. El árbol no ha recibido ni una sola dosis de pesticida y su entorno, tampoco ha recibido ni una sola dosis de herbicida. Los hinojos salvajes, típicos de nuestra zona, son apartados con azada, hasta convertirse en mulching. Estamos dejando un verdadero patrimonio para las próximas generaciones, un suelo enriquecido, día tras días, con las labores de campo y respetando el crecimiento libre de las hierbas y arbustos autóctonos. La verdadera riqueza se esconde ahí, en la tierra, y debemos respetarla.

Es tal la ausencia de productos químicos, que no es extraño que nuestra pequeña parcela se convierta en el refugio de animalillos, procedentes de diferentes lugares y hasta que construyan sus madrigueras en los taludes de las diferentes terrazas. Es normal en esta faena, compartir las horas, no sólo con el sol y el viento sino con estos pequeños mamíferos, reptiles, artrópodos e insectos. Lagartos y lagartijas, culebras, libélulas, mantis religiosas, ciempiés, arañas patudas, bichos de bola, liebres, gavilanes, águilas, pájaros de variadas tonadillas, erizos, topos y ratones. Dos pequeños estanques dan de beber a todos ellos y mantienen una gran colonia de ranas cantarinas y pececitos anaranjados. Es tal la reverencia que se siente ante estos hermanos pequeños, que en ocasiones tras mover una piedra de sitio y descubrir la madriguera de alguno de estos bichos, mi padre o yo, volvemos a colocar la piedra en su sitio. Tratar con respeto y amor a la naturaleza es tratarse con respeto a uno mismo.

Aunque la plantación aparenta una estructura de monocultivo, los olivos comparten espacio y se ven entremezclados con otros tipos de especies, plantadas por mis ya mencionadas generaciones predecesoras. Existen un grupo de limoneros salvajes que crecen sin apenas abono, ni agua de riego, hasta el punto que sus propias hierbas adventicias son parte del colorido existente entre copa y copa. Hay meses en invierno que la zona de los limoneros se llena de margaritas. El espectáculo es magnífico.

A veces, entre olivo y olivo aparece otro tipo de árbol, como el almendro, el manzano o el pino. Algunos tramos de valla están flanqueados con palmeras y muchos cipreses. Y algunos taludes están estabilizados con inmensas palas de higos chumbos o pedrizas de los tiempos de mi bisabuelo y tatarabuelo. Existe un precioso ficus que adoptó mi padre y no deja de crecer, madroños, una falsa pimentera, tres bellísimas higueras que nos regalan su fruto en verano y dos algarrobos. Una pequeña pinada combinada con encinas, acacias, sabinas y otros arbustos se extiende desde el embalse hasta la cima de la montaña. Y varios grupos e hileras de plantas aromáticas crean ámbitos y delimitan zonas, en muchos puntos de la parcela. Esta mezcolanza arbórea, alternada con otros episodios naturales, confiere a todo el conjunto un carácter de policultivo, que atempera la sensibilidad a las plagas que podrían tener los olivos, si se constituyeran en una estricta estructura de monocultivo. Parece que estuviéramos hablando de un gran vergel y sin embargo todo esto ocurre en apenas una hectárea de superficie. Estamos hablando de una sección ecológica que ejemplifica sintéticamente una amplia variedad de acontecimientos campestres. Un pequeño museo rural en medio de un campo, lamentablemente maltratado por prácticas abusivas de fertilizantes y pesticidas. En el Mar Menor aledaño se sigue ejemplificando, en su sintomatología, los excesos agrícolas de las últimas décadas. La proliferación de medusas es la respuesta al exceso de fertilizantes de la agricultura, que acaba vertido a este pequeño mar interior, en su borde occidental.

Nuestra pequeña finca parece un pequeño pulmón en medio de aquella zona más árida del campo de La Unión. Es el resultado del trabajo de cuatro generaciones de la misma familia. Es una finca familiar, nunca enfocada a la producción mercantil. Su tamaño y la mayor parte de tipo de especies plantadas no la hacen rentable para esos planteamientos, excepto la creciente producción de oliva. El resultado es fruto del trabajo y sudor de todos los miembros de mi familia, para el propio autoconsumo y la reconexión con la naturaleza. Las dos últimas generaciones le han dedicado atención como respeto y respuesta al patrimonio natural heredado. Realmente fue de la generación de mis abuelos hacia atrás los que tradicional y realmente vivieron del campo. Aunque estos últimos años hemos conseguido tener excedentes de aceite para ofrecer a los amigos y conocidos. Al final ocurre que realmente, volvemos a ser pequeños en tamaño y grandes en contenido. Y lo pequeño vuelve a ser hermoso, sostenible, social.

Pero volvamos a la historia protagonista que nos ocupa hoy.

Cuando la oliva alcanza una buena madurez, en Noviembre, en nuestro caso, empieza la aventura de las mantas.

Como si pusiéramos grandes baberos alrededor del cuello de cada tronco, nos lanzamos a peinar los árboles. Aquello parece un trabajo de peluquería, la limpieza a fondo de una gran cabeza arbórea, que se obstina en regalarnos su fruto, generosamente. Cada árbol se convierte en un campo de juego, trabajo y sociabilidad. Es imposible no mascullar, parlotear, cantar, gastarse bromas los unos entre los otros, en esos momentos. Aquellas esferas vegetales se llegan a transformar en una estancia tridimensional, donde una nueva relación humana se da en todas direcciones y a la vez hacia una sola, su centro. Conectamos con el árbol y conectamos entre nosotros. El árbol se convierte en un salón familiar cuyos asientos inexistentes se curvan hasta desaparecer. Entonces sólo quedamos nosotros, flotando como satélites, bajo cada copa, frente a cada rama, entre todas las hojas, sobre sus incontables cimas puntiagudas. Entonces, es cuando entiendo lo que años atrás leí en un artículo de Survival Internacional sobre los pueblos indígenas. Para ellos no hay disociación entre trabajo y ocio. Cuando consiguen juntarse un suficiente número de personas a compartir un trabajo, la fatiga se diluye y sólo queda unión.

Recoger cada manta se convierte en una escena, que en aquel momento sospecho que ha sido repetida por millones de campesinos en todo el mundo y a lo largo de milenios de historia. Lo reconozco, sobre todo, cuando la manta asida desde sus extremos se comba con el peso de la abundancia. Creo que aquella visión es universal, ancestral.

Lo pequeño es hermoso. Una plantación comedida en la que no se pierde lo artesanal y el contacto directo y profundo con la naturaleza, remite ya no ha trabajo sino a reencuentro.
Este año hemos escogido una almazara afincada en la región, que nos garantiza sólo usar oliva ecológica. 66 bateas con 1271 kg de oliva se convierten, así, en 311 litros de un aceite suave, sabroso, cálido. Una primera presión en frío a sólo 24º consigue un verdadero zumo de oliva de tonalidad verde, lleno de vida, sabor y de cariño.

Tras volcar todo el aceite en las garrafas es cuando la historia se convierte y ramifica en dos historias. Una, la que continuará en el paladar y estómago de aquellos que quieran acercarse a nuestro aceite.  La otra, la de siempre, la de las cuatro estaciones y las cuatro generaciones que deciden renovarse, otra vez, y el nuevo ciclo natural que vuelve a comenzar para los olivos de la Atalaya del Mar Menor.

HECOENSAYO 37: "POLLOS"
Al principio sólo sentía calor. No era mucho. Un calorcito. Pero extraño, muy extraño. Sentía que me faltaba algo. Poco a poco un ruido atronador se iba haciendo más grande. Todo era oscuro. Y sentía un balanceo.

Al cabo de un tiempo empecé a notar un traqueteo. Luego vino lo más extraño. Tras moverme de un lado a otro y estirarme y picar fue cuando una luz intensa me cegó.

Ahora no era uno, era cientos. Y esos cientos balbuceaban lo mismo que yo. Íbamos cayendo en todas las direcciones y sintiendo unos golpes como en una superficie incómoda y fría.
Entonces fue la primera vez que vi a uno de ellos. Era muy grande. Más grande que yo. Sentí como me cogía y me ponía en otro sitio frío y vibrante. Y no paraba de moverme y moverme.

Al fin se paró todo. Había muchos como yo. Muchísimos.

Ahora sentía algo por dentro de mí. Necesitaba arrimarme y picar.

Ahora tragaba, tragaba, entre hedores y bullicio.

Así pasé mucho tiempo, toda mi vida.

El tiempo pasaba y nos trasladaban de un sitio a otro.

Es incómodo y asfixiante. La luz esa no para. Todo el día puesta. Siento mareo y nerviosismo y necesito picar, picar, picar. No puedo más.

Un día me cogieron fuertemente la cabeza y sentí un dolor que jamás olvidaré. Fue como en mi pico. Ahora cuando picaba y comía me dolía. Pero al final se pasó el dolor. Menos mal que sólo lo sentí una vez.

Hasta que me hice mayor.

Mi perspectiva era más amplia ahora.

Ellos nos cogían. Se llevaban a unos y traían a otros.

Ahora comparto un espacio muy pequeño con cinco más como yo. Estamos todo el día apretados. Pero por esa ranura todos los días puedo estirar mi cabeza para deglutir esas bolitas. Ayer vi como uno de mis compañeros ya no se movía y lo sacaban.

Ahora llega uno de ellos. Me están llevando. No sé dónde. Vamos varios. No estoy solo.

Ahora noto como el mundo se vuelve boca abajo.

Me siento como colgando, mareado, en movimiento.

Empiezo a escuchar ruido de agua como burbujeando y…

un pequeño chasquido,

la oscuridad,

como un sueño extraño

y luego… un corte seco.

“Cada año se matan en el mundo más de 50.000 millones de pollos.

Los pollos son animales inteligentes y sensibles. Les gusta estar en grupo, tomar el sol y bañarse con la tierra. La gallina protege a sus pollitos con ternura y los defiende incluso ferozmente. Así como el gallo vigila con orgullo al grupo y si encuentra un sabroso bocado lo comparte emocionado con su familia.

La vida de un pollo de granja industrial no es muy diferente en esencia al del resto de animales que nos comemos. Seres sintientes como nosotros. A los que no se le dio el privilegio de un intelecto desarrollado como el nuestro. Los animales “no saben que saben” cómo los seres humanos pero “saben”. Saben y sienten como nosotros.

Ningún animal se merece un trato diferente al que la naturaleza previó para él. Las granjas de ganadería industrial llevadas al extremo (y sin tanto extremo) son un crimen contra la dignidad de la vida, un atentado contra la compasión.

Existen alternativas que se pueden medir por un trato más amable y digno a los animales como la ganadería ecológica y extensiva, la carne halal o simple e inigualablemente el vegetarianismo. Fuente de alimentación de culturas orientales y rutina de millones de personas que comprobaron que ni perdían proteínas ni otros nutrientes si se molestaban en investigar leyendo libros sobre vegetarianismo, en preguntar a otros que ya llevaran tiempo y empezaban a practicarlo poco a poco.

Los pollos tan sólo son un ejemplo. Pero decidí usarlo, porque allí donde he podido viajar y ver, son los animales más consumidos de todos el mundo. Las vacas se salvan en la India, el cerdo en los países musulmanes y el perro en los países occidentales. Pero el pollo no se salva en ningún país.”

¿A quién le gustaría nacer pollo?

Compasión, simplemente compasión.

¡Compasión!

¡Por un consumo consciente en la alimentación!

Lo que consumimos, lo compramos.

Lo que compramos, lo financiamos.

Lo que financiamos, existe.

HECOENSAYO 38: "PRAGMATISMO. LA EXCUSA PARA LO INEXCUSABLE"
Hoy en día observamos la crisis de un sistema socio-económico que genera pobreza y destrucción de la naturaleza, en todo el hemisferio sur especialmente. Todos proferimos la frase “Nos estamos cargando el planeta”. Pero tras esa frase nunca solemos sentir como responsabilidad individual lo que pasa. Miramos para otro lado y pensamos que poca cosa somos para poder revertir esta situación, que es cosa de políticos. Y los políticos dicen que es cosa de empresarios. Y los empresarios dicen que es cosa de…

Incluso aquellos ejecutivos de grandes empresas, que más poder y huella eco-social tienen tampoco se sienten partícipes. Organizan y gestionan todas sus operaciones con “pragmatismo”. En sus cabezas y percepción psicológica diaria, comprar aquí, vender allá en bolsa, por ejemplo, es algo tan prosaico y rutinario como manejar un videojuego. ¡Es tan fácil tomar decisiones con orejeras cuando simplemente me funciona y me da de comer, incluso me enriquece y enriquece a mi empresa, sin medir las relaciones con la globalidad! ¡Es tan suculento y seductor jugar con los mapas, olvidando los territorios!  Por no decir que muchas de estas sumas de dinero acumulados luego se van a Las Vegas y sus filiales. O a paraísos fiscales y sus filiales. Convirtiendo lo costoso y preciado en superfluo.

“A fin de cuentas, yo sólo me dedico a esto y no tengo nada que ver con lo que ocurre allá.”

(Esta es la frase más perversa del pragmatismo institucionalizado).

Nadie se hace responsable de nada. Da miedo.

¡¡¡Sin embargo, cuánto más amas, más responsabilidad buscas!!!

Es tan fácil comprar ropa de marca fabricada con personas sepultadas en una fábrica textil de Bangladesh. Simplemente porque tengo el dinero y me place. ¿Lo demás? Da igual. ¿Cómo voy yo arreglar el mundo? Eso es cosa de la empresa que los tiene así. Y como no lo voy a arreglar pues me hago cómplice, que a fin de cuentas no soy el único. (¡¡Cómo si la responsabilidad se diluyera por ser compartida!! ¿De dónde saca el dinero esa empresa para poner en marcha esa maquinaria de explotación? ¿Del dinero de los consumidores, tal vez?) Bueno. Pues me compro esos pantalones pragmáticamente. Si a fin de cuentas, no estoy cometiendo ningún delito. Sólo compro.

Es tan fácil usar el coche para todo. Total, si cierta compañía en un país subsahariano asesina a unos cuántos sublevados u otra compañía se quita de encima a algunos indígenas en el Amazonas, es cosa de las compañías y yo no quiero enterarme.

Entonces, pues en vez de andar, tomar la bici o el metro, enciendo otra vez mi coche. Y lo hago pragmáticamente.

Es tan fácil echar a éstos o aquellos trabajadores a la calle. Son números en mi ordenador. Tengo un trabajo guay que me pagan. No voy a buscar otro, ¡claro!

Pues cojo y aprieto el botón pragmáticamente.

Es tan fácil disfrutar de este trozo de carne. El cómo haya vivido el animal, ni me lo planteo. A fin de cuentas en la naturaleza unos animales se comen a otros. (Tal vez olvidemos que ningún animal confina y tortura a ningún otro para su supervivencia).

¿Entonces, qué? Pues me como pragmáticamente la carne. No lo hago con mala intención. ¿Eh?

Es tan fácil cambiarme de móvil mientras desde el año 1998 en el Congo más de 5 millones de personas han muerto debido a conflictos relacionados con los recursos mineros como el coltán que construyen mi nuevo móvil. Mientras, me lo paso pipa presumiendo de modelo nuevo ante mis colegas. Lo de niños de 9 años sacando el preciado mineral de sol a sol no es cosa mía. El día que voy a comprar mi nuevo móvil lo hago pragmáticamente.

Es tan fácil, como directivo de la administración, dedicar una partida de dinero a un mega-edificio porque simplemente el objetivo turístico de turno lo demanda. Da igual que el presupuesto sea galopante, que exista una comisión de lotería que se lleve alguien y que ese dinero salga del esfuerzo de los pequeños trabajadores que mes a mes juntan duro a duro para pagar sus impuestos. El político que toma la decisión lo hace pragmáticamente.

Parece que nos viene demasiado grande el traje de cambiar el mundo. Y sin embargo la única manera de hacerlo es declararnos individualmente y “aditivamente” en “permanente estado de alerta y de consciencia”.

“Vivir cada acto y movimiento de nuestras vidas como lo más trascendental”, simplemente porque en la era de la globalización todo lo que vivimos diariamente tiene consecuencias globales. Lo llaman globalización. No me lo invento yo.

Ser capaces de vivir de tal manera que nos preguntemos: “¿Lo que estoy haciendo en este momento puede ser reproducido por los 7000 millones de habitantes del planeta? Si es así entonces es correcto. Si no, entonces, tendré que replantearme lo que estoy haciendo.”

“¿Qué relación, consecuencias y cadena de acontecimientos son nutridas por la rutina de este momento?”.

Hace siglos esta pregunta no era necesaria. Actualmente sí.

La disciplina que también conocemos de nuestra higiene corporal tal vez tenga que ser trasladada a la disciplina de nuestra higiene social, nuestra higiene como seres políticos individuales.

Alguien me dirá que con todas estas reflexiones uno no podría moverse ni hacer nada. ¿Seguro?

¿Qué tipo de consecuencias globales tiene el Amar y cuidar de tu familia y amigos, mientras consumes conscientemente?

¿Y vivir con sencillez y austeridad?

¿Y cuidar lo que tenemos como si fuera lo más sagrado?

¿Y unirte a más personas en proyectos sociales?

¿Y el tener o crear un trabajo que respete la vida?

¿Y el disfrutar del arte, del aire y de la creatividad?

¿Y el andar en sandalias por el mundo?

¿Y el cantar y bailar?

Si nos parásemos a pensar, descubriríamos que existen muchísimas cosas prescindibles, otras, que siendo insustituibles, sí que se pueden reducir y otras que generan buen mundo, buen rollo global.

El pragmatismo es el disfraz de la inconsciencia, por no decir palabras más severas.

La rutina no es algo aislado. Es justo la otra cara del mundo. El revés de tu rutina es el mundo. Lo que no es tu cuerpo es el resto, la globalidad. Sólo os separa la piel.

Rutina y globalidad separadas por tu piel.

¿Y frente al pragmatismo?

“CONS-CIEN-CIA”

HECOENSAYO 39: "RECIPROCIDAD. LA RESPUESTA COHERENTE A NUESTRO ACOSTUMBRADO BIENESTAR MATERIAL"
Nunca antes en la historia humana una porción de la humanidad había disfrutado del nivel de vida material que disfrutan las clases medio-altas del planeta desde la segunda mitad del siglo XX hasta hoy.

Esto es debido al complejo sistema tecno-económico-social que hemos creado.
Hoy en día, ser coherentes con todo lo que se nos ha dado apela a la reciprocidad, a la correspondencia.

El Consumo Consciente y la acción social se convierten así en una manera de corresponder a nuestro bienestar material de manera justa. No se trata de solidaridad para con los que más sufren sino de justicia.

Si tanto recibimos tanto nos tendremos que plantear dar, o al menos, ser conscientes de la relación que nos une con el resto del mundo y medir nuestro tipo de consumo, el consumo que es la otra cara de lo que pasa en el mundo. Y medir cuánto de individualismo tenemos, la complicidad con los que más abusan.

Ser coherentes con el servicio y bienestar que nos reporta el complicado sistema socio-económico en el que vivimos supone “complicarnos” un poco más la vida en cada uno de nuestros actos y gestos de la rutina de nuestro bienestar, actos y gestos directamente relacionados con ese sistema socio-económico del que nos servimos.

El Consumo Consciente es una manera de equilibrar bienestar personal y realidad global, de compensar, proporcionar, hacer coherente y consecuente la realidad individual con la realidad colectiva.

De ser justos entre lo que damos y lo que recibimos.

De vivir en armonía con el planeta y todos sus seres.

La acción social es la práctica del aspecto político inherente al ser humano desde que tiene capacidad de tomar decisiones y escoger. Es la parte activa de nuestra socialización, parte fundamental de nuestra salud como individuos y especie. Es la mejor medicina para no dejarnos arrastrar por la pereza que lleva inevitablemente al individualismo.

Los retos son grandes, nos guste o no nos guste, no incomode o no nos incomode.

Pero tras cada reto hay una oportunidad de vivir la vida en su máxima expansión.

HECOENSAYO 40: "PARADIGMAS CONTRAPUESTOS. DE LA AGRICULTURA INDUSTRIAL A LA AGROECOLOGÍA"
El viejo paradigma económico del pasado reciente busca la maximización de beneficios, el crecimiento indefinido, la cantidad sobre la cualidad.

¿Qué pasa cuando estos preceptos se aplican al mundo rural?

Campos y tierras más parecidos a los escenarios de Tron, una pista de fútbol o la plaza dura de una ciudad que a un paisaje integrado, unificado, biodiverso, donde todavía se puede escuchar el canto de los pájaros.

La revolución verde la llamaron. Y frente a ella, superada la primera mitad del siglo XX, no tardaron en alzarse las voces. Desde territorios diferentes. Transdisciplinarmente. Fueron los sociólogos, los economistas, los ecologistas, los mismísimos pueblos que se daban de lado para hablar en nombre de ellos sobre agricultura.

Sociología rural, economía ecológica, ecología política, justicia ambiental, soberanía alimentaria, agricultura ecológica/ biológica/ orgánica, permacultura, producción integrada, agronomía revitalizada, tradiciones, pueblos y comunidades indígenas, agricultura familiar, propiedad comunal, semillas locales, mercados cercanos, agricultores conservadores, precio justo frente a libertad de precio, alimento como derecho frente a mercancía, regulación del comercio internacional. Nuevas estrategias iban a aparecer para demostrar que frente a un sistema alienante, cegado por el productivismo, sí existían y existieron sistemas estables con capacidad de producir sin mermar la salud y sostenibilidad del suelo, el agua y el aire.

Si se trata de hablar de múltiples puntos de vista y hacerlos cruzar en un todo de complementos y sinergias, llega la hora, pues, del holismo.

Frente a un paradigma miope, obsesivo, “cagado” de miedo y aferrado a su propia ignorancia aparece un paradigma que escucha los dos hemisferios cerebrales, a lo masculino y a lo femenino, un paradigma que reverencia la tierra porque sabe el valor de lo sagrado, un paradigma que incluye a los pueblos y al cielo, al norte y al sur. El uno sólo computa como el hombre de negocios de El Principito, el otro siente, une, es estética y ética.

Separa las cosas y el conocimiento acabará también hecho añicos. No entenderás nada. Entregarás tú fe al mito prometeico de la tecnología, a la que verás como única salvadora. Separamos primero para luego juntar desde la tecnología. El ligamento es el dinero. Lo ligado, mercancía. Pero el resultado, el monstruo de Frankenstein. No se puede jugar a dioses con la naturaleza. Se necesitaron muchos siglos para aprender la medida mesurada, para enhebrar paisajes, gentes, alimentos, rutina, cultura y sentir. Pienso en la huerta valenciana. (Volveré a pensar en ella más adelante). La agroecología ofrece eso: muchas cosas diferentes entrelazadas en un todo, dando servicio a muchos requerimientos y expectativas de la vida. Al campo no se le puede pedir sólo comida envasada. El campo es paisaje, sostén, escenario, lugar de celebración, el hogar de multitud de animales, fotosíntesis, rocío.” El paisaje es la huella invisible de la manera de pensar de los agricultores y ganaderos” (dice Porcuna). Si matas todo eso para hacer crecer simplemente las arcas del terrateniente o las acciones en la bolsa de Chicago, estarás matando la gallina de los huevos de oro. Y luego no te quedará nada.

¿Y quién es el culpable de que la humanidad haya acabado en el callejón del más?

¿El miedo a lo nuevo, el miedo a lo diferente, el miedo a la revolución?

¿Y de dónde sale el miedo?

Del único sitio del que salen las sombras.

De la ignorancia.

La ignorancia se ensimisma, se atrinchera en corbatas, se contenta con lo simple. Porque lo simple es cómodo. ¡Ay la comodidad! Ese lobo vestido de oveja que promete paraísos. La comodidad no quiere cambiar, no quiere complicarse la vida. Pero, mirad por donde, lo complicado está más cerca de lo complejo y lo complejo es la puerta trasera del holismo.
Lo simple, emborracha al tecnólogo. Lo complejo, asombra al biólogo. Lo simple permite manipular con rapidez y rendir pleitesía al capital. Lo complejo se macera en el tiempo y es fuente de placeres. Es como comparar la fanta con el vino o lo inerte con lo vivo. Lo simple del zumbido de un aparato de aire acondicionado o lo complejo del alboroto de una selva. A lo simple gusta que le quiten las cosas que molestan. Sólo la visión unilateral importa. La agricultura intensiva convierte en malvadas las plantas adventicias, en extranjeros a los animales y al campesino en simple cosechadora. Se acabaron las canciones. Mi abuela se crío en el campo del sur de Murcia y me contaba que cuando eran chiquillas y recolectaban… ¡cantaban!

¿Pero quién decidió que lo simple era mejor que lo complejo?

La ignorancia. Otra vez.

¿Y cómo se aparta el velo de la ignorancia?


Con la luz del conocimiento. Y sobre todo con el aumento generoso de lazos y relaciones entre las diferentes partes del conocimiento. Cuánto más lazos entre unas y otras parcelas del conocimiento, más soluciones, más ideas, más intuición, más sabiduría. Si no pones fronteras al conocimiento surgen las metáforas. Y de las metáforas, las buenas ideas, los buenos inventos.

La agroecología hace eso. Hace partícipe a lo otro, reúne, une personas con plantas, montañas, historias, economía, animales y bichitos.

Aquel que ama la tierra no la contamina, no la mancilla. La nutre, la amplifica para las generaciones venideras. Cuando has tocado la tierra, cuando has abierto el suelo y has visto la vida palpitar dentro de él, ya nunca más volverás a sentirte más importante. Verás que no estás sólo, que eres parte de algo grande y redondo que viaja por el espacio y reclama tus cuidados.

El viejo paradigma conquista. El nuevo, ama y protege. Custodia.

El campesino que vivió y conoció la tierra sin que se la explicaran los que nunca vieron y la tocaron es ya científico, rey del empirismo, observador. ¿No es eso verdadera ciencia?

Sus verdades simples se revelan evidentes. ¡Claro! 

El pequeño campesino simboliza lo descentralizado. Y por descentralizado supone enraizado. Lo descentralizado acompaña a la diversidad, a la biodiversidad, porque está en todas partes. Y al estar en tantas partes, es grande en número (que no en tamaño). La agricultura intensiva es pequeña en número pero grande en superficie. Tan bien representada por la hoja de papel en blanco, la homogeneidad. Finalmente, la ortodoxia.

Pero lo complejo, lo diverso está lleno de contrarios. Y cuando hay muchos contrarios, entonces, hay complementarios. Y precisamente como mejor se construye y avanza es con complementarios. Los complementarios son las herramientas del holismo. Ahí sólo queda un camino: hacia la riqueza verdadera, la evolución.

El viejo paradigma quiere más y más. Y más.

¿Y para qué?

¿Para desechar la tercera parte de la comida que se produce en el mundo?

¿Para destinar más de la mitad del grano del mundo para engordar animales mientras mueren millones de personas de hambre?

¿Para especular en las bolsas de medio planeta “civilizado” con los alimentos mientras se almacenan en la oscuridad en grandes silos?

“Somos la única especia del planeta Tierra que acumula cosas que no usará y olvidamos las cosas que necesitamos, como el calor y la afectividad” (volvía a decir Porcuna). Pienso ahora en los dibujos coloridos zapatistas tan llenos de campo, vida y personas o en los dibujos de Ekilikua. Estas imágenes desbordan calor y cuando dibujan el mundo agroecológico lo hacen cargado de matices.

El nuevo paradigma quiere mejor. E integrado.

El nuevo paradigma de la agronomía es la agroecología.

Quiere sistemas con una producción estable, sostenible, necesaria.

Quiere diversidad, conservar las culturas y las cosmovisiones, sistemas complejos. Quiere coevolucionar. Un ejemplo son las semillas que se guardan. Para que estas realmente funcionen deben trabajarse, ponerse a disposición de la tierra, hacerlas crecer. Es la única manera de que se adapten a los tiempos y sigan siendo útiles y vivas. En un banco de semillas no lo harían. Los agricultores conservadores hacen la función de verdaderos guardianes. Para que estas semillas fructifiquen se necesita una demanda de los consumidores. Es la manera de rentabilizar ese uso agrícola, de financiar. Para que la agricultura funcione hay que comérsela. Los consumidores tienen tanto que decir. Los consumidores somos todos. ¿Entonces? ¿De quién depende que funcione toda esa agroecología? No de los grandes y soberbios, sino de todos, de cualquier persona, de ti y de mí, de los pequeños, y numerosos.

Una de las partes más importantes de la agroecología es la agricultura ecológica, una agricultura respetuosa con los suelos, el agua, el aire, los campesinos y los consumidores. Una agricultura cuyo precio se aproxima más al real, una agricultura que si se entiende desde la agroecología es fuente fortuita de ingresos para los agricultores.

Pero luchamos partiendo en términos negativos porque, por ejemplo, el 70% de la superficie de la Comunidad Valenciana es considerada ya zona vulnerable. Los fitosanitarios como los nitratos de los fertilizantes literalmente han hecho no potable el agua de los acuíferos. Cuando pienso en esto me embarga una gran tristeza. Es como matar la autosuficiencia. Yo no puedo beber agua de cualquier lado si lo deseara. Eso es muy, muy, muy triste. Esto es lo que ha conseguido la agricultura intensiva.

Se conocen rendimientos superiores en los sistemas agroecológicos respecto a los convencionales. Los que tanto presumen del avance de la revolución verde olvidan todo lo que tuvieron que secuestrar al subsuelo (combustibles fósiles) para poder conquistar la superficie de la tierra. Es absolutamente insostenible. El petróleo no durará siempre para mover maquinarias y confeccionar fertilizantes, como tampoco lo aguantará el suelo. ¿4 toneladas de petróleo para fabricar una tonelada de fertilizante? El mismo que saliniza el suelo. El suelo se destruye por el acoso de tantos insumos de síntesis. Esa vida microbacteriana y de insectos tan compleja que anida en los suelos se muere. La tierra fértil hoy en día es un lujo que hay que cuidar.


Los pesticidas están empezando a afectar a la fertilidad y salud maternal. 3 millones de envenenamientos al año según la OMS. El cambio climático y del aire, a la producción agrícola. La dependencia de los pequeños agricultores de los paquetes tecnológicos los conducen a la ruina cuando un vendaval se lleva toda la inversión, tras haberse endeudados con microcréditos.

La agricultura intensiva es un sistema ruinoso que ceba a unos en detrimentos de otros. ¿Cuántos recolectores del sur se dejan la espalda produciendo para luego no poder cultivar y consumir los alimentos que ellos mismos necesitan para comer?

A un occidental le corresponde una hectárea de terreno agrícola pero realmente está consumiendo 5. Alguien se acaba quedando sin su parte. 35.615 muertes al día de hambre según la FAO. Una vaca europea recibe entre 2 y 5 al día de subvención. Ya quisieran muchos campesinos del sur recibir lo mismo. Las vacas que viven para ser sacrificadas. Y los campesinos que mueren, los invisibles.

Sin embargo, la agroecología contempla todas las variante, contempla el sustento de los hermanos que están más lejos y los que están cerca. En un mundo globalizado e interdependiente reincidir en sistemas holísticos que no dejen en la cuneta a nadie se hace urgente. Sistemas con capacidad de unificar, servir y funcionar de verdad, como la huerta valenciana, que ya en el año 1975, consideraba el botánico Cavanilles como el sistemas agroecológico más productivo del mundo con una organización social envidiable. En 1920 se llegó a comparar la productividad de este sistema con la industria catalana. "Bosque aparente" que dijera nuestro botánico.

La agroecología descubre el paisaje, el paisaje vivo donde todos tienen cabida, donde todo tiene cabida. Porque es precisamente en lo complejo donde se desnuda la riqueza. La riqueza de verdad, la que necesita un mundo, como el actual, tan diezmado por la simplicidad.

No puedo evitar dejar de recordar los pensamientos que trajo José Luís Porcuna al fin de semana que inspiró y del que se nutrió el presente ensayo: "El como gestionamos el placer crea un sistema productivo", "Un concepto de estética crea un comportamiento".

Finalmente estética y ética se unen.

La agroecología es eso. Estética y ética. La perdurable, la sostenible. La que funciona.

La de verdad.

HECOENSAYO 41: "DISCURSO PRESENTACIÓN DE LA EXPOSICIÓN EN LA UPV MAPAS PARA LA ECOTRANSICIÓN"

Vivimos un tiempo de retos. Vivimos en el siglo de la gran prueba, como diría nuestro querido Jorge Riechmann.

Tal vez nunca hayamos oído hablar tanto de medioambiente como ahora, pero sorprendentemente la disonancia cognitiva nos mantiene en una temeraria inacción.

Es fácil hablar de la situación medioambiental. Es fácil hablar de derechos humanos. Es fácil recordar que compartimos la biosfera con hermanos de “menor” rango con también capacidad de sentir.

Pero ¿Por qué nos cuesta tanto cambiar? ¿Por qué nos cuesta mejorar?

¿Inercia psíquica? ¿Demasiados condicionamientos? ¿Falta de tiempo libre? (Como diría Oscar Wilde. El socialismo necesita de muchas tardes libres).

Albert Vignals, eminente psicólogo del consumo, parafraseando a múltiples autores en su reciente tesis doctoral nos recuerda que los valores explican mejor el comportamiento pro ambiental que muchas variables demográficas. Los valores son los cimientos rectores de la actitud y pueden influir en el comportamiento.

Es sorprendente como algo tan viejo como las creencias y los valores estén siendo los detonantes de un tipo de comportamiento u otro.

¿Tan difícil es plantearse que a lo mejor para cambiar todo esto necesitamos una buena dosis de voluntad altruista, cargada de afectos, empatía y compasión?

¿Es que no podemos decirlo? ¿Necesitamos analizar y analizar científica y sociológicamente que es lo que determina nuestro comportamiento en vez de tener el valor de reconocer que el dualismo egoísmo y altruismo todavía sigue de actualidad?

Alvaro Porro, otra de las eminencias en Consumo Consciente Transformador en España, hablaba sobre la necesaria triada del cambio: la regulación normativa desde la política, el trabajo en colectivo y el Consumo Consciente.

Pero, yo de alguna manera, hace dieciséis años me sentí seducido por una de esas patas del trípode del cambio: El consumo. A cada uno le da por una cosa. Y yo sentía que necesitaba con verdadera pasión y vocación exprimir este tema al máximo.

¿Y por qué me dio por esta pata de la gran mesa de la transformación?

Porque mientras discutimos si son galgos o podencos y nos vamos organizando las amenazas globales se hacen más fuertes. Porque mientras tratamos de ponernos de acuerdo, los relojes del clima y el pico del petróleo cuentan la marcha atrás. Porque lo que urge plantearse es que podemos empezar a hacer desde ahora mismo. Justo esta mañana, justo esta tarde, justo esta noche, cuando volváis a vuestras casas. ¿Qué tipo de comportamiento practicamos todos los días con capacidad de moldear ecosistemas enteros y la vida de los millones de trabajadores del mundo o de los olvidados, a los que simplemente se les arrebata tierras en nombre del desarrollo?

Estoy hablando de dos cosas a la misma vez. Del mundo y de su otra cara, la que lamentablemente hemos construido como opción más inmediata, el consumo.

En una sociedad del consumo como la que vivimos, en una sociedad hija de la globalización, tenemos la oportunidad de conectarnos ahora mismo con casi todo lo que pasa en el planeta a través de nuestra demanda, compra y consumo. Nuestras monedas, la satisfacción de nuestras necesidades y nuestras formas de relacionarnos están financiando, esquilmando y catalizando esa globalidad en la que vivimos inmersos. Nunca antes en la historia de la humanidad la rutina de cualquier persona como usted o como yo se había conectado con tanta evidencia con todo el planeta como en el siglo XX y XXI. Tenemos el mundo en nuestras manos. Literalmente.

Mapas para la Eco-transición ha querido visibilizar todo eso.

Mental maping, rich picture, guías, recetas, estampas. Todo un universo gráfico al servicio de lo único importante: de la consciencia. Nuestra consciencia tomando tierra en el mundo real de la economía, de las sociedades y de la naturaleza.

Yo os animo a sumergiros en este libro abierto que hemos construido para vosotros. Cada página una imagen. Cada página múltiples reflexiones.

Os fijaréis que no hay un solo slogan. Tal vez muchos hubieran preferido algo más escueto. Pero mirad. Detrás de nuestro bienestar existe un mundo muy complejo. ¿No merecería la pena tratar de entender un poco más cómo funciona? ¿Acaso existe otra manera de responder a la complejidad si no es desde la complejidad propia de la diversidad? (la diversidad de soluciones. Esa que dibujamos hoy aquí en la casa del alumno de la Universidad Politécnica de Valencia). Todo eso no se puede contar en una sola frase. Estamos hablando de una nueva cultura. Así como nos enseñaron en el cole a sumar, restar, leer, historia y ciencias, ha llegado el momento de que sigamos aprendiendo sobre las urgencias de nuestro gran hogar, la Pachamama. A eso se dedica el postgrado DESEEEA precisamente. A ponernos al día y de manera estratégica. Están pasando muchas cosas que merecen ser conocidas. Cosas que las mass media no cuentan. Cosas que se ocultan intencionadamente. Y hoy, desde esta universidad en la que me titulé como arquitecto, formé en Cooperación al desarrollo y como recién egresado de DESEEEA, volvemos a abrir una gran ventana. La ventana de ese mundo donde todo está conectado, ese mundo que nos llama a todos para que salgamos a su encuentro.
Mapas para la Eco-transición desvela, propone, cuestiona, recuerda, invita a la reflexión. Una enciclopedia abierta para consultar, iniciarse y sorprenderse. Una biblioteca repleta de recursos para educadores ambientales. Elegid la imagen que mejor os acople. Hay de todos los tamaños, para todos los gustos y para todas las edades. De todos los colores también.

Y sobre todo, como no se cansa de decir Toni Lodeiro, disfrutad, porque el recetario que os ofrecemos es todo un trayecto de experiencias altamente positivas, un abrazo ejemplar de buena vida y ética.

Sólo os pido un poco de paciencia. Hay mucho. Tal vez demasiado.

¿Pero acaso todo lo que está pasando en el mundo no es demasiado?

Para el planeta entero nunca es demasiada toda la atención que podamos darle y que lleva ya mucho tiempo esperando.

Héctor Conesa 1 de Marzo de 2017 Casa del alumno UPV

HECOENSAYO 42: "The Ethical Consumption"

Shopping is a common activity.

We go shopping because we need to satisfy our needs.

We need to eat, to protect ourselves from the environment with clothes and living in houses. We need having fun, communicating, moving.

A lot of people think that shopping is something that happens only in one moment: We pay and we receive something.

But when we buy a product and we pay for it, a lot of things happen.

Our money begins to move. Our money runs far away.

Our money is used by the business owner to make products.

But making these products has an impact on environment. And this production has an impact on animals and workers, too.

This impact can be positive or can be negative.

Curiously, if you realize,  the world is the result of our economic activity.

All things around us are the result of enterprise activities: Buildings, food, clothes, transport, different objects…

For example, most of wars are motivated by the resource search.

And behind these events we find enterprises.

Enterprises are making the world. Not governments, as we could think. Markets manage the economy, and therefore, all the societies.

But enterprises work because we, the consumers give them our money.

Let’s think a moment about this!!

It is very important how I use my money, where I decide to send my money.

Not only my satisfaction is important when I buy things. Also, it is important the world that my money creates.

Our daily consumption habits are designing the entire world!

For this reason, the Ethical Consumption appears as a new tool for social change.

NGOs (Non Govermental Organitation), dedicated to Fair Trade or to protect environment, begun showing us the meaning of this new type of consumption, a new tool for social change.

Nowadays, we have different alternatives to buy with consciousness.

And now, we are going to walk along The Ethical Consumption Path.

1.- Home habits: We begin saving energy and water at home, recycling waste and using natural cleaning products, for example. But ethical Consumption is something else. Ethical Consumption is living better with less. It’s a type of lifestyle that helps us to enjoy little things, to value meeting people and to connect with ourselves.

2.- Public transport and bicycle. We can reduce global carbon emissions if we use less the car and if we buy local products. Transport is responsible for 25 per cent of global pollution. And the petroleum industry causes deforestation and native people expulsion.

3.- Small shops. Money is distributed more equitably when we buy in a lot of small stores (where you can go on foot) instead of buying in the same place, like a big supermarket, outside of the city (where you only can go by car).  

4.- Fair trade. We can buy fair trade products. This kind of product are made by south communities which receive good salaries  and good working conditions. Also, you can find fair trade shops which sell second hand clothes without the exploitation of textile workers.

5.- Sustainable cities. Living in a medium density neighborhood, in a town or village, is more sustainable that living in a detached house in a suburb. In this last case, the cost of infrastructures and movements is huge.

6.- Organic food. Organic agriculture  is an agriculture that doesn’t use chemical products, like pesticides, weed-killer or fertilizer. In this way we protect underground water, soil and also farmers.

7.- Satisfy our needs with people and experiences instead of material products. We need reduce our material consumption. If all the people in the world lived with our European style we would need three planets to live. Collaborative economy is an alternative: Barter, time bank, couchsurfing, coworking, cohousing, carpooling, carsharing, wwoofing…

8.- Ethical banking. Yes. It is possible. When we put our savings in this type of banks, our money is used only for funding enterprises that respect environment, human rights and “not tested in animals” products.

9.- Second hand. Buying second hand products we avoid destroying forests and mountains and we avoid making more rubbish. To make a new metal or plastic product we need more mining industry. In less than one century we are going to finish with a lot of mineral reserves.

10.- Craftwork. When we pay for artist’s products we get that a lot of artists enjoy doing with their jobs. It is the opposite to keep the unfair working condition of a lot of industries, especially in a lot of countries of the global south.

11.- To avoid deforestation: We can buy books made with recycled paper. We can buy furniture and construction material with F S C Certificate. Also, the deforestation is caused by: oil palm cultivation, eucalyptus for paper and transgenic soya for animal feed. Be careful about this!

12.- New diets: Vegetarian lifestyles or reducing the meat consumption. We can love animals if we avoid their suffering if we don’t kill them. Animals eat the 95 per cent of soya, the 75 per cent of corn and the 50 per cent of wheat of the world. This grain could feed all humankind according to United Nations data.

It is possible to improve the world and to live happier with an Ethical Consumption!!

“We choose: to repeat the old habits or to practice new and ethical habits.”

And now you can start your own Ethical Consumption Path.

Good journey!! 

HECOENSAYO 43: "Change the world, eating less meat"

I’ve always felt attracted by improving the world where we live. I’ve wondered so many times how the world works.

Can we change the world?

I had the chance of knowing a lot of course of actions to change the world but from all, one caused me a great interest.

I’m speaking about a course of action with the ability of connecting a lot of realities at the same time.
I’m speaking about a course of action close at hand, something which you, me and everybody can do from now, to change the world.

I’m thinking in the Ethical Consumption, the power of the consumption to help the planet. Each coin which we put in a product or another has the ability to fund and to make possible the whole economical chain of events that exists behind our shopping. With our money we create stories. And with our aware choice we make possible ones instead of others.

And within the consumption we have the food. Why food? Because we eat every day. Imagine the power of an activity repeated every day.

And within the food we have a special food, the meat.

According to a report of Food and Agriculture Organization of the United Nations, if everybody reduced only a 15% the consumption of meat, we could release enough excess of grain to feed every humankind.

Do you think if you could reduce a 15% your weakly consumption of meat?

What relationship exists between the consumption of meat and the hungry in the world?

You are going to understand quickly.

If you take four hectares of cultivation of soya and you transform it in fodder for animals which finally feed, like meat, people, we could feed only two people. If those four hectares of soya are used directly like human food, we could feed until sixty one people. The nutritional efficiency is going to lose while we are going to climb in the food chain.

According to a research of the scientifics Pimentel and Pimentel, for obtaining an animal protein we need eleven times more energy than for obtaining an vegetal protein.

The big problem of the hungry in the world is that we are dedicating so much fertile land to make meat. There isn`t enough fertile land in the world so that everybody of us eat meat every day.

Do you realize that within the food pyramid the consumption of meat is on the peak? A healthy diet conceives a reduced consumption of meat and a high consumption of grain, fruit and vegetables.

Could an ecological, social and, in the same time, healthy diet coincidence?

Our Mediterranean diet is a good example. Watch the quantity of meat which exists in a dish of paella or in a stew.

Our way of consume connects with the whole planet.

If we were capable of changing our consumption, we will change the world too.

A small change this week, other small change the next week… during a month, six months…

What would happen the next year?

The only way so that everybody of us change is starting by myself.

Each of us is everybody.

Do we begin this week?

HECOENSAYO 44: "Barato. El precio de la era de la información"

Primeramente, la revolución industrial consiguió que el coste de fabricación de una unidad de producto se redujera mucho y que de esa manera hubiera un acceso de productos de consumo a multitudes de consumidores. Estas multitudes y los precios baratos hacían rentable el proceso. (¿Dónde queda aquella artesanía donde la mano toca la manufactura con placer? Por cierto y suspiro)
Seguidamente llegó la revolución de la información e internet permitió el acceso de unidades de productos o información no a multitudes sino a decenas, centenares de millones de personas. Más que multitudes. Esto permitió abaratar más todavía la mencionada unidad.
Si bien, un youtuber, un blogger o un vendedor on line puede vender baratos un vistazo, una lectura o una venta, es algo que también puede hacer otro ofertante del mismo servicio en otra parte del mundo. El problema es que como los ofertantes también se cuentan por millones y la capacidad de un consumidor de consumir experiencias es limitada a… ¿Cuánto?... ¿unas decenas de atenciones, tal vez? No me salen las cuentas. Si tenemos que conectar consumidores, cantidades de consumos por consumidor, productores y remuneración por unidad de consumo… No me salen las cuentas. Tengo la sensación que con los negocios de masas de la era de la información al final sólo triunfarán unos pocos y otros muchos quedarán relegados a la desatención. Esos otros muchos seguirán soñando y aspirando a recibir esas deseadas atenciones que hagan rentables sus negocios. Temo.
Parece que en la era de la información todos estamos destinados a ser famosos, como única salida profesional.
¡Qué para que salga rentable un negocio, en internet, necesites millones de consumidores…!
Me da vértigo tal fragilidad empresarial.
Finalmente, lo que parecía prometedor, un negocio donde se venden millones de visitas, lecturas o compras a bajo coste sólo saldrá rentable a unos pocos.
Me da miedo el rumbo que está tomando el mercado globalizador. Mucho miedo.
Estamos vendiendo como avance la venta barata de productos sin darnos cuenta que finalmente lo barato abaratará los salarios y los honorarios de los profesionales.
Y como siempre, sólo saldrá ganador el que más atención atesore en detrimento del resto.
El mismo patrón capitalista de multinacionales vencedoras frente a PIMEs perdedoras.
¿Realmente queremos un mundo de lo grande y concentrado?
¿O recuperamos la escala local y pequeña? Aquella donde sólo lo humano y comedido cobra sentido, dignidad y realidad.
¿Estamos creando un mundo líquido, donde lo rápido, corto, ¡la golosina! triunfa, perdiendo a su vez, la capacidad de profundizar en lo lento, dedicado y esencial?
¿Puede un youtuber sustituir un buen documental? ¿Puede un bloggero sustituir un buen libro? ¿Puede una página on line de super ventas sustituir un pequeño comercio con una atención humana más personalizada y la venta de productos con precios, simplemente justos?
¡Es que el mundo se mueve en esa dirección! ¡Es la tendencia! ¡Si no nos sumamos, nos quedaremos atrás!
O…
El mundo es como lo hacemos nosotros.
(Siempre fue así)
¿Obediencia y pleitesía o activismo y proactividad?
...
¿Nos interesa alimentar el gigante de la globalización en detrimento de una escala verdaderamente humana?
O…
Remamos contra corriente, si es necesario, con valentía, porque, desde el fondo de nuestros valores, sabemos que no debemos consentir que el gigante acabe ahogando lo real y la esencia.
Ser idealista hoy es una obligación, lo contrario... complicidad para con lo cuestionable.
Lo grande y poco o lo pequeño y mucho.
¡Tú decides, internauta!
(O más bien... ciudadano del mundo)


HECOENSAYO 45: "SAVE THE EARTH"

Short of, I think that…

I ended up understanding that if we wanted to change the world we should work together.

I’m thinking, for example, in environmental problems. Smog, deforestation, the sixth great extinction floods, droughts, the green house effect which causes: temperature rise, icecap melting, sea level rising …

Although many people are sceptical, some natural disasters have been caused by human activity. I’m talking about the global warming which is due to pollution. But on the other hand, the negative situations demonstrate that people are available to help each other.

Starting to change myself is not a leap of faith but the only way to reach a real social metamorphosis. We must try to come forward.

When we think in a global citizen we think in somebody who travel a lot. But the global citizen of today is someone who cares about starving people, animal conditions in farms or massive deforestation, for example. A person who feels the whole world in his heart.

The statistics predict that in 2035 we might have finished with the cheaper oil, just the energy which move the global economy. I’m afraid that if we don’t control, the threat of a dystopia might come true. It’s time for people to join together. We must take this into account.

Our behaviours need examining.

We are used to seeing how the planet is walking dead-end street. Then, we give in to pessimism. But we can`t avoid pessimism because pessimism is accomplice of this destruction of the environment. Pessimism leads us to the inactivity. I don`t think we were hopeless but, if we don`t change now, the consequences will be hard. Unless we change quickly within some decades will be too late.

I want to state that we live in emergency’s times.  We have already surpassed the capacity of the planet. Nothing to do with old times, when ecological footprint was smaller.

We have a wide range of solutions. And all of them have to do with creativity. Deep inside we have openhearted purposes and if we wanted we would be able to get better.

For example:

ONGs. I’ve had the luck to get to know friends who work in ONGs. Most of them have fair salaries and they are exposed to unsettled environment. Their role is fundamental in today’s world.

Also we have the ethical consumption. In proportion with we choose and buy products whose companies look after their employees and the nature, we will be funding and allowing a fairer world.

If we pressured the government we could have a completely renewable energetic model. We should support the new ecological business entrepreneurs.

There are a lot of things that we can do.

It`s no use quitting.

The more we dream, the better we will get saving the earth.

We have enough capability to get it.

HECOENSAYO 46: "HACIA UNA CIVILIZACIÓN ECOSOCIAL"


(Conferencia de inauguración del curso con homónimo título ante la asociación de antiguos alumnos de la Universidad Politécnica de Cartagena UMAY el 10 de Octubre de 2018)

En la escuela de arquitectura nos enseñaron algo más que a levantar ladrillos de forma estética. Nos enseñaron a razonar, a organizar, a componer, y a unir lo emocional con lo racional, en definitiva, a construir. Y yo, no contento con usar todas esas acciones para diseñar edificios decidí aplicar esa metodología al planeta, al sistema humanidad, al estudio del mundo. Y me dediqué a organizar información y dibujarla. Quería saber cómo funcionaba el mundo. Me he pasado años dibujando las conexiones entre medioambiente y ser humano, para tratar de entenderlas, para poder explicárselas a los demás y llevar a la práctica un CPA (Comportamiento Pro Ambiental) creíble.

Desde pequeño me sentí muy conmovido por las cosas que estaban pasando en el planeta.

La primera imagen que quedó grabada en mis ojos fue la de los niños desnutridos que salían en la televisión. Pude ver, también, desde un pequeño pueblo en el que viví en Valencia como se quemaban los bosques. Y sólo cuando me hice ya más mayor me enteré de cómo vivían los animales en las granjas de ganadería industrial. Todo ello me hizo entender que no estamos solos y que existe una sola consciencia (y no varias). Una sola consciencia, que no hace excepciones en esta gran tarea de entregar los afectos al mundo. En el fondo, ¿Qué es lo que mueve a los activistas, cuando se interponen entre un ballenero y un cachalote? ¿O a las personas que se lanzan al mediterráneo a salvar de morir ahogados a los migrantes? ¿O que le mueve a aquella persona que funda un santuario de animales?

Esta es una asignatura para la ciudadanía global. Un curso para una cultura planetaria. Un curso para saber en qué mundo vivimos. Un curso para extender la consciencia a todo el globo. Y no de manera poética a través de meras ensoñaciones sino de manera real, física y práctica.

El ciudadano global es un nuevo rol. Una nueva manera de vivir en el mundo. Siendo conscientes de quienes somos, donde estamos y como nos relacionamos con el todo socio-ambiental. Arne Naess, ecofilósofo noruego, fundador de la ecología profunda, en su noción del yo ecológico incidió en tres puntos sobre los que tomar atención. 1º, el desarrollo de la simpatía y compasión por todos los seres, más allá del círculo cercano; 2º, la reivindicación de un plano intelectual que comprendiera la complejidad, interdependencia y ecodependencia de los sistemas; y 3º, el cuestionamiento de la egocentricidad.

El ciudadano global es aquel que hace honor a la máxima: Piensa global, actúa local.

Esta asignatura va ayudar a pensar global y pondrá ejemplos de maneras de actuar local. Hablará del estado del mundo presente y de los escenarios futuros hacía los que podríamos dirigirnos.

Es una asignatura que va a tratar de manera multidisciplinar áreas del conocimiento que muchas veces caminan inconexas. Mi aproximación va a ser panorámica. Pues cada sesión pretende ser un portal con ventanas hacia muchas realidades o conceptos.

Voy a hablar de cosas que están ocurriendo en el planeta a las que no se le da la suficiente difusión en los medios de comunicación habituales. En ese sentido me voy a presentar con el papel de periodista. Un periodista planetario.

Mis titulaciones son las de Arquitecto y Educador Ambiental por la Universidad Politécnica de Valencia y lo que os voy a contar será bajo tal óptica. No soy experto en todas las disciplinas que toco por lo que os pediré disculpas si no tengo todas las respuestas para cuestiones de geopolítica, finanzas o física, por ejemplo. Pero si creo haber tratado los temas que expondré con suficiente profundidad para que todos los aquí presentes podamos tomar posición y construir una opinión propia y bien fundamentada.

La historia que os voy a contar a través de este curso, es una historia cargada de emociones, de muchas emociones. De todo tipo. Habrá datos que os sorprendan. Pero estoy convencido que, tras el paso por este curso os sentiréis más cerca de nuestro planeta y los seres que lo habitan. Mis clases no son sólo clases enfocadas a la erudición sino a la reflexión y el debate.

Expondré siempre dos escenarios. Aquel que nos hace avanzar como especie y aquel discutible desde el punto de vista de la ética. La ética va estar muy presente, la ética aplicada a la economía y al consumo. Y cuando hablamos de ética es inevitable establecer juicios y tener que visibilizar lo que menos nos gusta. Por eso conoceremos el drama y haré uso de datos sombríos. Los necesitamos para saber lo que está ocurriendo en el mundo y actuar en consecuencia. Pero lo justo para que nos motive a construir la alternativa. En este curso vais a conocer una amplia gama de alternativas ecosociales, no siempre conocidas en el imaginario popular. Vais a ver que otro mundo es posible y que ya empezamos a construirlo hace tiempo.

Cada sesión tendrá un desenlace feliz. Pero no es un desenlace cerrado. Dependerá de nosotros el cómo culmine. Hablaré de solidaridad, de empatía y de optimismo obstinado, de personas, empresas y colectivos que se atrevieron a soñar y a creer que podríamos vivir mejor en un mundo mejor.

El filósofo americano J. Baird Callicott hablaba de los nuevos anillos de consideración moral que englobarían a los otros seres. Al principio aprendemos a sentir cariño por nuestra familia, luego hacemos amigos, compañeros de trabajo, nos abrimos a nuestros vecinos, conocemos una asociación, luego salimos a la calle para exigir nuevos derechos sociales, más tarde nos podemos unir incluso en campañas de presión para cambiar las condiciones laborales de, por ejemplo, las trabajadoras del sur o nos hacemos socios de una ONG que trabaja por preservar las selvas del mundo y finalmente hasta entendemos que los animales, por ejemplo, los mamíferos como un visón o un ternero también tienen capacidad de sentir, como nuestro perro o gato y también merecen nuestro respeto. Sin darnos cuenta hemos estado expandiendo nuestra consciencia a todos los confines del planeta. Nuestros afectos han superado barreras. La cebolla de los afectos se ha hecho más grande. Los anillos han aumentado en número.

Esta primera sesión de introducción tratará de ser reflexiva y usaré el power point sólo en la segunda parte de la clase. El resto de sesiones serán mucho más técnicas y el power point estará siempre presente. Usaré imágenes sugerentes, palabras, datos, mapas conceptuales, tablas, gráficos o frases clave. Podréis llevaros cada power point convertido en pdf a casa con las fuentes bibliográficas manejadas al final del mismo. Me interesa mucho que salgáis de cada clase con las aptitudes y conocimientos como si ya fueran vuestros. Y con un respaldo intelectual bien fundamentado bajo el brazo.

El nombre de la asignatura es “Hacia una civilización ecosocial”. Partiré de la economía de materiales, porque me voy a sostener en ese aspecto palpable de la realidad. Pero realmente iremos más allá. Estamos hablando de un cambio de paradigma.

¿Por qué la economía?

Yo no os hablaré de vocablos bursátiles, ni conceptos financieros ni economicistas. Yo me voy a centrar en la cara real de la economía. En los escenarios resultantes. Escenarios donde la vida merece la atención importante. Hablaré sobre el impacto negativo y positivo de la economía en la salud, la vida de las personas, los animales y los paisajes del planeta. En definitiva, de cómo la economía está dando forma al mundo con mucha más fuerza que cualquier estado.

¿Quiénes son los actores en esta transformación social?

Alvaro Porro, un joven economista, comisionado de Economía Social, Desarrollo Local y Consumo del Ayuntamiento de Barcelona, nos habla que los tres grandes actores para transformar la sociedad son:

1. La regulación administrativa a través de las leyes, los gobiernos y las instituciones.

2. El trabajo en colectivo. Asociaciones, redes sociales, ONGs, plataformas…

3. Y el Consumo Consciente Transformador. Al que yo añadiría un cuarto eje, como la cara complementaria, la oferta de empresas concienciadas, las empresas del bien común.

Jorge Riechmann, profesor de filosofía moral de la Universidad Complutense de Madrid, dice y se refiere al siglo XXI como el siglo de la gran prueba. En una de sus clases le escuché mencionar al año 1980 como el año en el que la humanidad superó la huella ecológica admisible por el planeta. Nos encontramos en el momento bisagra, como diría mi querido y también profesor universitario, José Albelda. Nunca antes el destino de la humanidad había dependido de todas las generaciones presentes sobre la Tierra. Hemos tocado los confines del planeta. El antaño planeta océano se ha tornado planeta isla, como diría el biólogo Ricardo Almenar. Ahora si tenemos que medir cada uno de nuestros pasos porque hemos logrado lo que ninguna especie habría conseguido nunca: alterar el clima y la biodiversidad planetaria, rozar el agotamiento de los combustibles fósiles de fácil extracción y olvidar a una gran parte de la población durante ese camino. ¿Cómo fue posible? ¿Cómo pudo ocurrir todo esto? (Nos preguntarán los más jóvenes) Hay un nombre. Globalización neoliberal. 

Un monumental conglomerado de tecnología extractiva y transformadora y medios de comunicación que nos conectan a todos con todos los rincones del planeta a través de un modelo económico obsesionado con acumular valor de cambio. Y lo peor es que carece de coordinación. Cada agente y actor del modelo va a la suya en una loca carrera de competición y búsqueda del máximo beneficio particular al mínimo coste (el propio, claro).

Hoy, tenemos el poder, con gestos pequeños multiplicados por millones de personas de afectar a lugares distantes a nosotros. El desnivel prometeico lo llaman.  La antropóloga y activista Yayo Herrero explica como la tecnología ha permitido alejar los puntos de decisiones de las consecuencias y el salto que existe entre la trivialidad de un acto y sus monstruosos resultados puede ser grandísimo.

Hemos pasado del Holoceno, la última época del periodo cuaternario a nueva época, construida por el hombre, al Antropoceno. La huella del ser humano sobre la Tierra se ha hecho de escala planetaria. Tal ha sido nuestro poder.

En 1972 se redactó un informe. Encargado por el Club de Roma al MIT. Los límites del crecimiento, que es como se llamaba, fue un estudio basado en teoría de sistemas y vaticinó que al ritmo de crecimiento, producción, contaminación y consumo que estábamos llevando, nuestra civilización alcanzaría los límites en menos de un siglo. En la revisión del año 1992 ya se confirmó que la humanidad había superado la capacidad de carga del planeta. Y en la última versión de 2012 se empieza a hablar de la necesidad de transiciones rápidas y urgentes.

Mientras los mass media nos venden viajes a Marte, seres humanos mejorados (posthumanismo y eugenesia), biotecnologías y nanotecnologías salvadoras, se nos desincentiva a la búsqueda de soluciones que no sean técnicas, como diría el filósofo y sociólogo Joaquim Sempere. Apostar la salvación a lo tecnológico nos exime de la responsabilidad personal de buscar soluciones sociales y colectivas.

Vivimos en una sociedad de consumo, consumo diseñado para el individualismo, no para el bien común y la igualdad social. Y como repite el economista francés Serge Latouche, la gente feliz no necesita consumir tanto. Confundimos las necesidades con los satisfactores. El derecho a la movilidad no puede ser confundido por ejemplo con el derecho de poseer un coche.

Hablamos de un consumo que nace del deseo. Séneca decía que no se obtiene la felicidad si no podemos limitar nuestros deseos y necesidades.

Curiosamente ética y bienestar son las dos caras de la misma moneda. Vida buena que dice Riechmann. Vida buena para mí porque también es vida buena para los demás. Autocontención que repite. Frugalidad, El suficiente es mejor de Epicuro.

La actual crisis socio-ambiental parte de una pérdida de valores. Como diría Joan Melé, antiguo subdirector general de Triodos Bank: todo lo que fuimos capaces de hacer en las artes, ¿por qué nos resulta tan difícil de aplicar en la economía y la vida social colectiva? ¿Por qué ese amor que aprendimos a practicar entre los nuestros, cuesta tanto de llevar al resto de las esferas de la vida social y planetaria, más allá de extramuros? Nuestro sistema educativo ha entronizado la inteligencia olvidándose demasiadas veces de la felicidad y la bondad. Así lo prueba y busca el informe PISA, que sólo mide destrezas intelectuales. Pero, como repite Melé ¿No han sido los cerebros más inteligentes los que nos han llevado a la actual situación?

Hemos recibido un maravilloso legado de un planeta único en miles de años luz a la redonda. Una evolución geológica y biológica hasta llegar a nosotros, seres autoconscientes. Estamos hechos de la misma materia de la naturaleza. Por esa razón nuestros cuerpos reconocen el alimento y las medicinas que hay en los bosques y praderas. El oxígeno que respiramos nos penetra hasta no saber diferenciar donde está la frontera entre el aire y nuestros cuerpos. Somos uno con todo. Como las olas del océano. Inseparables. Interdependientes. Ecodependientes. Aunque nuestra civilización (incluyendo el susodicho mercado) se empeñe en hacernos creer que somos independientes de la naturaleza que nos amamanta, incluso que podemos subsistir solos, olvidando que una vez de niños fuimos cuidados y de ancianos volveremos a ser cuidados, mayormente y cuestionablemente por mujeres. La filósofa y escritora María José Guerra dice que no estamos por encima de la naturaleza sino que somos naturaleza con la naturaleza.

Los ecosistemas nos ofrecen servicios insustituibles. Se necesitaría el 80% de la energía mundial que se consume para que toda la humanidad viviera bebiendo agua desalada. El 70% del oxígeno procede de las algas de los océanos. ¿Qué pasará si los océanos se siguen acidificando como consecuencia del exceso de CO2 en la atmósfera?

Los ciclos del nitrógeno, carbono, que nos da la naturaleza, son gratuitos. Dependemos de la diversidad biológica como recurso de resiliencia, como motor de equilibrio de los ecosistemas. La fotosíntesis cada año convierte 60.000 millones de toneladas de materia orgánica en tejidos vivos y bombea una cantidad parecida de oxígeno a la atmósfera. Cuando miro a los árboles veo la inocencia absoluta. Allí, erguidos, silenciosos, sin juicios y regalando alimento, cobijo y sombra a todo ser animado que lo busque. ¿Podría el ser humano fabricar su propio oxígeno?

Disfrutamos de un bienestar material como no ha conocido el ser humano en toda su historia. Se necesitarían de 60 a 100 personas trabajando las 24 horas del día durante todo el año para sustituir toda la energía que consume una persona del primer mundo.

¿No parece justo corresponder a ese bienestar, cimentado sobre un complejo conglomerado, entendiendo como funciona ese conglomerado? (¡Entendiendo como funciona ese conglomerado!)

Hacia una civilización ecosocial ha querido responder a esa pregunta. Desgranando los aspectos materiales de nuestra civilización y su relación con lo social y lo medioambiental.

Estoy seguro, que todos los aquí presentes querríamos dejar un mundo apacible a nuestros hijos y nietos.

¿Cuál es la solución?

La respuesta es…

Muchas.

“Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo” ¿Dijo Eduardo Galeano?

Eso se llama diversidad. Biodiversidad.

Y este curso pretende convertirse en una sala de exposición de muchas de esas soluciones.

Así como nos enseñaron en el cole a sumar, restar, leer y sobre el medio y luego nos formamos como profesionales, ha llegado el momento de que sigamos aprendiendo sobre las urgencias de nuestra gran casa, la Pachamama, como dirían las poblaciones indígenas de Sudamérica.

Hoy más que nunca necesitamos entusiasmo y esperanza para construir una paz global. Convirtiendo lo crudo y oscuro en vibrante y luminoso.

Mientras estemos vivos estaremos llamados a esa gran tarea.

Arvol Looking Horse, jefe de la nación Lakota, decía: “Cada uno de nosotros ha sido puesto en este tiempo y en este lugar para decidir personalmente el futuro de la humanidad. ¿Creías que estabas aquí para algo menos importante?”

A mí hay otra frase que me encanta y que acuñé hace tiempo:

“Cuánto más conflicto, más motivo para amar”.

¿Es que al final hay que decirlo? ¿Por qué no usar este vocablo? ¿Sólo relegado a las religiones y los enamorados? ¿No necesita, precisamente, nuestro planeta y todos los seres que lo habitan, hoy y más que nunca, una gran dosis de amor sin límites? Aristóteles decía qué si en la Tierra dominase el amor, todas las leyes serían innecesarias.

Estoy, entonces, como estáis escuchando, uniendo conceptos de diferentes disciplinas.

Me encanta conectar cosas, como hacen las sinapsis neuronales en el cerebro. ¿Acaso no aparece así la inteligencia? ¿Acaso no se enriquecen así las sociedades? ¿Acaso no triunfan así los ecosistemas en una sostenibilidad inigualable? Estableciendo más conexiones entre las mismas cosas. No necesariamente aumentamos el número de cosas sino sus relaciones. Es más, la suma de partes no es igual al todo. (Pensemos en una molécula de agua descompuesta. El hidrógeno enciende y el oxígeno mantiene el fuego mientras que la unión de ambos átomos en cierta proporción crea el agua que lo apaga).

Estamos en la era de lo multidisciplinar. Ya no se puede estudiar el mundo sin prestar atención a todos los aspectos a la vez.

Durante demasiado tiempo la economía se separó de la sociología, la sociología de la espiritualidad, los animales de dos patas de los animales de cuatro patas, el ser humano de la naturaleza, la ciencia de la poesía, el emprendimiento de la introspección.

Con el paso de haber estudiado tantas cosas por separado durante siglos ahora llega la hora de unirlo todo. Esto tiene un nombre. Holísmo. Es un nuevo paradigma. Y desde él me gustaría acompañaros en un viaje a través de una nueva forma de construir economía y sociedad.

Un viaje donde el gran protagonista será la vida.

En Valencia, verano de 2018

• Las referencias a Arne Naess, al antropoceno, Joaquim Sempere y Séneca fueron tomados del libro Autoconstrucción de Jorge Riechmann (1ªedición: 2015. 2ª edición: 2017).
• La referencia a J Baird Callicott fue tomada del libro Breve introducción a la ética ecológica de María José Guerra (2002)

HECOENSAYO 47: "¿Podríamos alimentar a todos los habitantes del planeta con una producción ecológica? ¿Cuán más cara es realmente en España?"


Durante los últimos diez años, en la ciudad de Valencia y a lo largo de múltiples espacios, he explicado las bondades de un Consumo Consciente Transformador. La alimentación ecológica (¿cómo no?) ha sido una de las grandes lanzas del cambio. Ya comentó Alvaro Porro, en uno de los números de esta revista, que la alimentación, junto a la gestión de la energía en casa y el transporte, tenían un impacto mayoritario sobre el medioambiente. Convencido estoy de que, cambiando nuestra alimentación, podemos no sólo mejorar nuestra salud sino la del mundo.

Sin embargo, siendo la mayor preocupación de muchos de los asistentes a mis charlas el precio de los productos ecológicos, decidí averiguar cuán más caros eran realmente. Y, sobre todo, qué estrategias nos podrían ayudar para hacerlos más accesibles a la población.

La realidad de un precio más elevado está ahí, comprensiblemente. Tener más tiempo el vegetal en el campo, dedicarle mayor atención para paliar plagas, preparar los abonos procedentes de los animales, dejar descansar la tierra, desbrozar a mano… (Por cierto, Vicent Martí, agricultor ecológico de la Horta Nord de Valencia nos cuenta que cuando hacemos agricultura de verdad siempre es ecológica). Estamos evitando los costes medioambientales que externalizamos impunemente con la agricultura convencional intensiva. Hablamos no de precios altos sino de precios justos. Y más aún, si practicamos la cercanía al agricultor a través de la compra directa sin intermediarios o a través de cooperativas de consumidores ecológicos. Entonces, además de ecológica, también es social y más económica.

Sin embargo, para muchas personas estos argumentos no disuaden de denostarla al ostracismo. Simplemente porque el precio es más alto. No siempre se hace el esfuerzo o se persigue el interés de acercarse a ella y ver si, aunque sea más alta, realmente es imposible adquirirla.

En el presente artículo analizo otros factores, los cuales permiten convertir lo aparentemente más caro en algo realmente accesible.

Para empezar, hablar de tipo de producción, sin hablar de dieta, no es justo.

Cuando Norman Borlaug preconizó las bondades de una Revolución Verde que acabaría con el hambre en el mundo no tuvo en cuenta que esas grandes extensiones de cereales, alimentadas por los mágicos paquetes tecnológicos de agroquímicos, iban a ser dedicadas mayormente para la fabricación de piensos para animales. ¿De qué sirve aumentar el rendimiento de una producción (el medio) si el destino final (el fin) la vuelve ineficiente, en términos alimentarios? Según los investigadores Pimentel, obtener una proteína de origen animal requiere 11 veces más energía que obtener una proteína de origen vegetal. El despropósito global ya estaba en marcha en aquella segunda mitad del siglo XX. Cereales como el maíz o legumbres como la soja iban a ser destinados mayoritariamente para engordar las decenas de miles de millones de animales estabulados del mundo. Convertir la tierra fértil en carne es menos eficiente que convertirla en vegetales dirigidos directamente al consumo humano.

El consejo para la alimentación mundial de las Naciones Unidas ya concluyó hace años que, reduciendo sólo un 15% (hoy sería más) el consumo de carne, a nivel mundial liberaríamos el suficiente grano para alimentar a toda la humanidad. Una dieta flexitariana, o lo que es lo mismo, rica en vegetales, pero con un consumo reducido u ocasional de productos animales, sería sostenible y permitiría alimentar hasta 10.000 millones de personas, como nos ha contado Jorge Riechmann en más de una ocasión. Una cifra parecida a la que mencionan, según sus cálculos, el ingeniero agrónomo José Luis Porcura y Robin Jenkins, cuando se refieren a alimentar a toda la humanidad con producción ecológica. No olvidemos, también, frente a los que asocian la producción ecológica a la moda de una élite, que la mayor parte de campesinos del mundo, que son los que alimentan a una gran parte de la población de la Tierra, no disponen siempre de poder adquisitivo para pagar productos fitosanitarios de síntesis y sin más etiquetas ya practican la agricultura ecológica. Estoy, ahora, acordándome de los patos que usan en los arrozales chinos para comerse los caracolillos. Sonrío.

En un momento, dieta y producción se han unido para arrojar algo más de esperanza.

Una dieta flexitariana no sólo es más sana y sostenible sino más barata. ¡Y ayuda, por tanto, al acercamiento a los productos ecológicos!

Resulta que cuando abandonamos una visión reduccionista de la realidad (el precio) e incluimos más factores, que nos permiten tomar perspectiva y concebir el mundo de manera más holística, aparecen respuestas y soluciones, que pueden, incluso, resolver no uno sino varios problemas a la misma vez.
Porque… hablar de producción ecológica, o más bien, agroecología, es hablar también de mayores vínculos con el campo, mayor presencia del ser humano (mano de obra como agricultor, más que como jornalero o conductor de maquinaria), dejar lugar a animales y animalillos, pequeños depredadores, aves, no olvidar otros elementos de la orografía, setos cortavientos, estanques… En definitiva, crear paisaje. Y creando paisaje, reconectamos con la madre tierra y ponemos en valor la agri-cultura. Una agricultura así concebida puede cuadruplicar los rendimientos. Conceptos como permacultura, bosques comestibles y policultivos entran en escena.

Pero… ¿Cuánto podría llegar a costar un menú semanal para una persona en un país como España? Un menú donde el respeto al medioambiente, el bienestar animal, la salud de campesinos y consumidores, incluso el fortalecimiento de la pequeña y mediana empresa a través de la compra en el pequeño comercio, fueran las características añadidas al simple acto de deglutir.

En el verano de 2018 decidí contestar yo mismo a esta pregunta. Y, tomando como referencia un documento de la FAO, en cuánto a necesidades nutricionales, la famosa base de datos norteamericana USDA sobre nutrientes de alimentos y la base española BEDCA, así como leyendo bien las etiquetas de muchos alimentos y recopilando precios de tres pequeños comercios y un supermercado ecológico de la ciudad de Valencia, pude construir un menú semanal con 46 tipos diferentes de alimentos. Pesca MSC, agricultura y ganadería ecológica. Todo combinado en una dieta elaborada con un consumo mínimo de alimentos de origen animal.

En el estudio, que podrá ser revisado por un nutricionista, el objetivo principal era garantizar los nutrientes necesario a la misma vez que arrojábamos algo de luz sobre el precio ecológico final. Como es común preocupación en la vox pópuli el no obtener de los vegetales suficientes nutrientes como hierro, vitamina B12, proteínas, calcio y ácidos grasos omega 3 y 6, puse mi atención en esos elementos. Daba por hecho que una dieta rica en verduras y frutas ofrecería suficientes vitaminas y oligoelementos y cubriría el resto de necesidades de minerales.

La dieta la diseñé para un varón, como yo, de edad adulta, 70 kg de peso, 1,78 metros de altura y ejercicio físico moderado semanal.

La práctica mayoría de ingredientes serían obtenidos a granel, que posteriormente se cocinarían en casa. Lo cual abarataría el precio.

Pero, antes de acabar este estudio, puse en marcha una pequeña encuesta entre más de 20 familias allegadas. Quería saber cuánto se gastaban por persona y semana en alimentación, cuántas raciones de animales ingerían semanalmente y cuánto estarían dispuestos a gastarse en alimentos de producción ecológica.

Una vez que obtuve los resultados los comparé.

No salía de mi asombro cuando descubrí que el precio por menú semanal y persona, de las características estudiadas, era de 40,00€, cantidad que estarían dispuestos a invertir el 86% de los encuestados, entrando en la horquilla de 12,00€-55,00€/persona/semana realmente gastados.

Otra de las críticas que he escuchado mucho es: ¿Cómo se las apañaría un padre o/y madre con muchos hijos a su cargo y un sueldo insuficiente o nulo para adquirir ecológico?

Evidentemente, adquiriendo los productos más económicos del mercado. Aunque vuelvo a recordar que la mera dieta flexitariana no es más cara sino más económica.

Sin embargo, me gustaría hacer una pequeña reflexión. ¿Por qué no trasladamos el debate hacia otro lugar? El problema de esa familia realmente es la carencia económica. Un producto ecológico tiene detrás agricultores que también necesitan cobrar por su trabajo y, por tanto, velar por sus economías. En demasiadas ocasiones hemos visto como muchos agricultores abandonaban sus campos o regalaban la fruta por los precios miserables que estaba dispuesto a pagar el mercado. En parte, también, por los muchos intermediarios. Pero yendo hacia la meta que pretendo llegar… ¿Resulta justo que en un país como España con diferencias salariales de hasta 127 veces tenga la gente corriente que enfrentar los precios de los productos ecosociales con el poder adquisitivo? Con una visión más panorámica e integral… ¿No sería más justo repartir mejor los beneficios de las empresas o alcanzar el pleno empleo para no tener que llegar a estos dilemas del precio? Pagando mejores salarios, la gente podría adquirir productos de mayor calidad ecosocial que, a su vez, garantizarían mejores salarios para quienes los elaboran. Cerrándose y retroalimentándose el círculo, los dilemas desaparecerían.

Hace dos años, Albert Vinyals, doctor psicólogo especializado en consumo de la Universidad Autónoma de Barcelona, leía su tesis doctoral. En ella, vertía, exponía y desvelaba nuestros hábitos de consumo. Una de las tablas que más me estremeció fue aquella en la que comparaba los hábitos de consumo en España, en el año 1959, con el año 2009. Hace 60 años, del sueldo que entraba en un hogar se destinaba ni más ni menos que el 55% para alimentación, frente al 14% cincuenta años después. Antes, la gente se gastaba más en comer, en relación a su poder adquisitivo, de lo que está dispuesto a gastarse hoy, donde priman más las segundas necesidades, el ocio y el entretenimiento, el hogar o el transporte.

Cuando Vinyals comparó dos grupos de consumidores, los pertenecientes a una asociación de consumidores ecológicos y los que habitualmente compraban en supermercados convencionales, descubrió algo muy interesante. Incluso con menor poder adquisitivo, los ecológicos seguían dispuestos a gastar más en alimentación orgánica. ¿Cómo era posible?

Todo lo que ahorraban, no adquiriendo tanta tecnología, con ropa de segunda mano, en reutilización, alargando la vida útil de las cosas o en economía colaborativa, lo dedicaban a una alimentación de mayor calidad para ellas mismas y sus hijos.

La conclusión era clara y esperanzadora. Los valores, el viejo mito de la solidaridad, y la salud, con mucha más fuerza que las limitaciones, podrían acercarnos a un consumo más consciente. La solidaridad para con el planeta y para con nosotras mismas.

De todas formas… Reflexiono: ¿Es que el buscar el bien común no es suficientemente satisfactorio? ¿Tenemos sociológicamente que buscar siempre motivaciones egoístas o complacencias personales para dar soporte a los comportamientos humanos?

Si unimos un precio justo y digno, como el esgrimido en mi estudio, junto a la benevolente disposición de un consumidor lleno de buena voluntad y congruencia, los productos ecológicos serían más accesibles de lo que la mayor parte de la población cree.

Todavía tendremos que seguir trabajando para acercarlos más a la población. Y ahí es donde, con un aumento de la demanda, apoyo fiscal suficiente y reducción de los intermediarios, podríamos conseguir mejores precios.

Queda tarea por delante, pero lo que es cierto es que los productos ecológicos están más cerca de los ciudadanos de lo que ellos imaginan. Y una buena dosis de apuesta personal nos abre un margen de cambio mayor.

Acerquémonos cada uno, en la medida de nuestras posibilidades, y entre todos podremos construir ese futuro agrario sostenible que, de no ser así, no será.

(Noviembre de  2018)

HECOENSAYO 48: "¿PUEDE EL CONSUMO CAMBIAR EL MUNDO?"


(artículo escrito para el libro de la falla Caputxins del Alzira en febrero de 2019)

¿Ser ecologista es una opción o es imprescindible?
Ser y sentir como ecologista es una nueva visión, un nuevo paradigma que planea sobre una civilización que empezó a vivir demasiado distante de la naturaleza durante demasiado tiempo.
Pasear por la montaña, por un bosque, mirar de frente al mar, parece reconectarnos con esa naturaleza que, para demasiados, permanece lejana. Lejana para la mayoría de los urbanitas, más de la mitad de la población mundial.
Sin embargo, y aunque parezcamos vivir separados de la naturaleza, vivimos en un mundo interconectado, interdependiente, eco-dependiente. Y, aunque nuestro modelo económico y social nos haga creer que somos como dioses e independientes de la T(t)ierra que nos amamanta, nunca perdimos nuestro lazo con el mundo natural.
La gran cuestión es: ¿De qué manera transita y cobra forma ese lazo? ¿Nos estamos portando bien con nuestra madre, la gran Pachamama, como los pueblos indígenas americanos llamaban a nuestro planeta?

Sintiendo el cambio

Tal vez nuestra inmediatez, la inmediatez unida a nuestros entornos acomodados, nos haya permitido vivir aparentemente alejados de esa naturaleza.
Vivir desde la inmediatez es comprensible cuando llevamos el tiempo justo, el poder adquisitivo justo o son muchas las responsabilidades directas. Posiblemente, durante siglos, nuestra manera de sentir y respirar se basó en la inmediatez. No nos quedó otra.
Pero… ¿Qué ocurre cuando, subiendo escalones, ya superamos los primeros estadios de la pirámide de Maslow? (Tener cubiertas nuestras necesidades fisiológicas, tener garantizada una seguridad, unas relaciones sociales sanas, un reconocimiento). En la cúspide alcanzaríamos la autorrealización. Donde podríamos incluir la compasión, la empatía, la capacidad de ponernos en lugar de los otros. Y de ahí daríamos el salto a la globalidad. Nuestra inmediatez, una vez satisfecha, parece pedir algo más de transcendencia. La transcendencia del bien común global.
Si. Estamos hablando del ciudadano global. Aquel que no se conforma con lo inmediato, sino que tiene sed de expandirse, de estirar su consciencia a todos los confines del planeta. Ahora, su motivo de existir no es solo la supervivencia sino el dejar un mundo un poco mejor de como se lo encontró. Sus emociones y sus sentimientos se formulan en función del bienestar de todos los seres del planeta. Nos estamos refiriendo a un sentir ecológico, social, eco-social.
Como diría el filósofo John Baird Callicot, ampliamos nuestros anillos de consideración moral. Una vez que aprendimos a dar cariño a nuestros familiares, amigos y vecinos, empezamos a entender que también eran merecedoras de nuestros afectos otras regiones, otros países (menos favorecidos), incluso los animales (tanto los salvajes como los que usamos en nuestro consumo), y los paisajes más recónditos del planeta, como las selvas y los mares.
En el presente artículo vamos a hablar de cómo el cuidado de lo cercano se amplía al cuidado de lo lejano, lo invisible, lo total. Y lo más interesante es que vamos a ofrecer una visión panorámica y estructurada de todo lo que podemos hacer para salvar a nuestro planeta sin decaer en el intento.
Personas corrientes, voluntarios, ecologistas, activistas, creativos culturales ahora miran lo que les rodea con miradas solidarias. Me gusta llamarlo el optimismo activo. Quieren construir un mundo mejor para ellos mismos, para los que están y para los que vendrán. No se conforman con el status quo. Cuestionan el sistema actual. Sueñan con otro mundo y saben que no están solos, como decía John Lennon en su canción.
Cuando varios soñadores comparten un sueño, ese sueño se hace realidad. Tal es la fuerza de lo colectivo, del compartir. Incluso hasta lo más arduo, muchas veces y en compañía, se convierte en placer.
Hoy más que nunca necesitamos eco-héroes, personas que se atrevan a imaginar el mundo de otra manera. No olvidemos que todo lo artificial, lo que nos rodea (y es mucho), tuvo que ser imaginado antes por personas como usted, como yo. El mundo no se nos impone. El mundo lo construimos entre todos. Ser realista no es rendirse a lo que ocurre fuera. Ser realista es convertirse en actor, es participar en la tarea de moldear la realidad. Ser pesimista no es ser neutral. Nuestro pesimismo nos hace cómplices de lo que criticamos porque nos relega a la inacción. Frente a ello la positividad llega como una gran ola.
Cuando nuestro mundo no es ya sólo nuestra habitación o nuestra calle sino el planeta entero… ¿Podemos seguir impasibles ante las desigualdades económicas, la deforestación de selvas enteras o ante un cambio climático más que demostrado?
¿Cuántas veces hemos escuchado frases como “eso lo tienen que arreglar los más poderosos” o “la culpa es de la gente”? Cuando resulta que la gente la formamos cada uno de nosotros y el verdadero poder lo tienen las colectividades mirando en la misma dirección.
El siglo XXI será un siglo de retos, retos monumentales. Como diría el gran maestro Jorge Riechmann, vivimos en “el siglo de la gran prueba”. Lo que decidamos hacer durante los próximos dos decenios tendrá una inercia de siglos. Hemos alcanzado los confines del planeta, lo cual es lo mismo que decir que ya hemos topado con sus límites. No podemos seguir exprimiendo más el subsuelo, los bosques, las montañas, los océanos, los seres que habitan todos esos lugares, el clima.
Pero… ¿Realmente estamos reaccionando a la altura de los hechos? ¿Los medios de comunicación masivos ayudan? ¿El imaginario popular es consciente de que estamos al borde de la gran sexta extinción de especies vivas del planeta? (Y no por causas naturales sino humanas).
Dar el salto de la inmediato al conocimiento de la globalidad no está exento de emociones. La primera emoción suele ser la incredulidad. Es la manera más cómoda de no ver vapuleada nuestra zona de confort o simplemente el seguir creyendo que lo sabemos todo y que nadie nos tiene que venir a decir cómo hacer las cosas (medioambiental o socialmente hablando). Si conseguimos superar esa barrera de escepticismo con una buena dosis de curiosidad, las siguientes emociones podrían ser la tristeza, la impotencia o la rabia. Pero poniéndonos a trabajar por el cambio, no quedaría tiempo para estas emociones. Estaríamos instrumentalizando el conflicto como motivación para generar paz y bienestar. “Cuánto más conflicto, más motivo para… amar”. Si. Aunque suene a telepredicador o a poeta del romanticismo. El amor es la fuerza y emoción más grande que existe. Diríase que es invulnerable. “Con sus piedras de egoísmo construyo yo mi pared de amor”. Esta es la gran fuerza de tantos luchadores a lo largo de la historia. Y una vez alcanzado este nivel emocional, la siguiente tentación podría ser la ansiedad. “¿Cómo iba yo a poder cambiar las cosas? ¡Son demasiadas! Se me va de las manos. Es como barrer en la playa”. Aquí, por fin, es donde entra la educación ambiental (si no lo hizo ya). El educador ambiental tiene un conocimiento integrado, panorámico y especializado, que ayuda a entender las relaciones entre el medioambiente y la rutina de cualquier persona. Entendemos medioambiente como todo. No sólo el hecho naturaleza paisajística sino el entorno donde cohabitamos los seres humanos. Teniendo acceso a la información de manera ordenada, completa y práctica, nuestra ansiedad se puede disipar. El educador ambiental demuestra que merece la pena llevar a cabo este hábito o esa otra acción pro ambiental. Porque unido a esta o aquella persona, a todos y todas, da lugar a mantener limpio este humedal, libre de contaminación aquel aire, a los animales viviendo dignamente, a las personas conviviendo en paz con su medio, respetado y protegido.
Bibb Latané y John Darley estudiaron un fenómeno muy curioso: la difusión de responsabilidad. Cuando determinado acontecimiento es consecuencia de la acción conjunta de muchas personas, cada individuo tiende a sentirse menos responsable. Piensa que su responsabilidad queda diluida por alguna especie de gran división. Incluso anulada. Pero la realidad es otra. Ese acontecimiento, que podría ser moralmente inaceptable, dejaría de darse si cada particular decidiera individualmente dejar de participar. La cuestión es en qué decido participar yo, en qué parte de la balanza decido posicionarme. ¿Repito o mejoro?
Y mientras llega el gran cambio colectivo: ¿Qué decido hacer yo personalmente? ¿Voy a esperarme a que todos lo hagan para dar yo el primer paso? ¿Dejo de actuar escudándome en que el otro no lo hace? ¿Es eso un argumento moral?
Existen muchos frentes a la hora de enrolarnos en la gran aventura de mejorar el mundo. Desde los que denuncian y resisten, hasta los que directamente proponen y construyen alternativas. “No intentes cambiar un sistema. Construye uno nuevo que haga que el anterior se vuelva obsoleto”. Decía Buckminster Fuller.
Sin embargo, y parece que hay más… ¿Cuándo sería conveniente cambiar algo o aceptarlo? ¿Dónde está la línea divisoria entre tomar una u otra decisión?
La cruzada del activismo necesita beber de la filosofía. Si queremos una visión panorámica, no deberíamos conformarnos sólo con lo visible, sino bucear a través de lo invisible, con las preguntas realmente transcendentales como: ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Dónde nos lleva esto?
Yo, personalmente opino que el camino es un delicado baile entre una aceptación humilde y una revolución atrevida. Alternar el aceptar con el mejorar. Alternar lo convergente (el día a día que mantiene al mundo), con lo divergente (la capacidad de soñar y hacer cambios).
Otro fenómeno sociológico curioso es la disonancia cognitiva. Cuando nos preguntan si estamos a favor del medioambiente, casi todos decimos que sí. Sin embargo, cuando analizamos nuestros hábitos, comprobamos que muchos de ellos no son muy favorables al medioambiente. Leon Festinguer estudió este fenómeno y el psicólogo del consumo Albert Vinyals, en su magistral tesis doctoral, explicaba que cuando esa disonancia cognitiva se hace muy fuerte e insoportable, este sentir contradictorio puede llegar a provocar cambios fuertes y por fin damos el paso.
Como resulta que es imposible ser absolutamente coherentes y vivenciar un Comportamiento Pro Ambiental impecable, hay otros autores que crearon fórmulas de pensamiento para reconciliarnos con nosotros mismos. Necesitamos ser humildes, aceptar nuestras limitaciones, no flagelarnos por no llegar a todo, ni ir por el mundo juzgando a los demás. Vivimos enchufados a un sistema muy complejo y los cambios serán progresivos, paulatinos y alternados. Como tratar de salir suavemente de una multitud sin dañar a nadie.
Greenpeace decía que si tienes más de siete contradicciones eres un inconsecuente. Y si tienes menos un fundamentalista. Toni Lodeiro habla de la regla del ochenta-veinte. Conseguir que al menos el 80% de tus hábitos sean medioambientalmente favorables resulta ya suficientemente útil para lograr los cambios planetarios que necesitamos.
Patrick Geddes apostilló: Piensa global, actúa local. A lo que yo añadiría otra coletilla, quedando finalmente: “Piensa global y actúa local, en la medida de tus posibilidades.”
Estamos hablando, más que de una revolución, de una metamorfosis, de un cambio de paradigma. De pasar de una cultura de la inmediatez a una cultura del holismo. El ecofilósofo noruego Arne Naess nos invita a desarrollar la empatía por todos los seres de la biosfera y a ejercitar un plano intelectual que nos ayude a entender el funcionamiento del mundo.
Tal es la demanda ética de nuestro mundo globalizado.

Entendiendo el cambio

El contacto entre ser humano y naturaleza nunca se pierde.
En la medida que consumimos, toda una cadena de acontecimientos se pone en marcha. El transporte de los productos hasta los comercios, las fábricas procesadoras de materia prima y la misma materia prima que se extrae del medio natural virgen. Y mientras todo ese sistema palpita, muchas más interacciones se producen con el medio ambiente. Emisión de contaminantes, ocupación de territorios, consumo de agua o quema de más y más combustibles fósiles. ¿Alguien sigue pensando que ese contacto humano-naturaleza sólo se da en ese paseo buscado, del que hablábamos al principio?
Economía. Es una palabra que llega más lejos que el mero intercambio de bienes y servicios. Es la fuerza que está recomponiendo la faz del tercer planeta de nuestro sistema solar. Si entendemos que es la economía, con más fuerza que cualquier estado o que cualquier desliz, la que está poniendo nuestra gran casa en crisis, estaremos entendiendo una gran clave. La clave de salvar literalmente al mundo, el mecanismo más inmediato para reequilibrar las grandes asimetrías económicas, frenar un calentamiento global amenazante, hallar energía para todos, gozar de parajes, agua y aire limpios. De verdad… ¿Hay alguien que no desee todo esto?
Podemos cambiar el mundo cambiando nuestro modelo económico o dulcificándolo.
Y lo más sorprendente… Sin apenas movernos de nuestra casa, ciudad y región.
Con la que está cayendo… ¿Hay alguien que no se anime a trabajar con ilusión y pasión en cambiar las cosas?
ONGs como Setem, CERAI o Intermón Oxfam, autores de mucha valía como Esther Vivas o Antonio Lucena y plataformas como Ethical Consumer o todo el equipo de la revista Opcions, han estado desgranando durante mucho tiempo el significado de un concepto revolucionario: El Consumo Consciente Transformador. Más comúnmente conocido como consumo responsable, consumo ético o consumo solidario.
El consumo es la antesala a la economía. Incluso podríamos hablar de un auténtico interruptor en cadena. ¿Alguien oyó aquello de que “la demanda crea la oferta”? Pues algo de cierto hay cuando la empresa moderna está tan preocupada por los gustos, deseos y necesidades de los consumidores. El marketing moderno explora las inquietudes sociales. Está muy pendiente de nosotros, los consumidores. ¿Por qué no mandarles un nuevo mensaje a las empresas? “Cómo consumidores estamos muy preocupados por las sinergias que crean allí donde se instauran. Nos preocupa el cómo tratan a sus trabajadores, si protegen la naturaleza, si velan por el bienestar animal, si generan efectos beneficiosos en las regiones donde trabajan.”
Nosotros, los consumidores, tenemos el poder de permitir que pasen cosas buenas o cosas menos buenas. Estamos literalmente financiando las actividades empresariales. Somos como pequeños inversores que, cada día con sus compras, favorecemos unas u otras políticas de empresa porque nosotros cedemos el dinero. Sin nuestro dinero no se podrían poner en marchas todas esas maquinarias de creación de realidades. Nosotros hacemos rentables esas actividades económicas. Lo que está ocurriendo no es sólo que obtenemos un servicio y producto, previo pago, sino que estamos literalmente financiando al mundo. Conocer este mecanismo no es para convertirnos en culpables sino para mostrarnos aquella responsabilidad que nos empodera y convierte en protagonistas, frente al conformismo de meros observadores pasivos. Conocer este mecanismo nos brinda la oportunidad de poder interaccionar con ese mundo, que tantas veces nos parece inalcanzable. Estamos hablando del consumo como un acto político, del talón de Aquiles del sistema, del voto económico. Con cada compra un voto. Y no cada cuatro años sino todas las semanas.
¿Qué ocurriría si a partir de ahora empezáramos a adquirir los productos de aquellas empresas que más se preocupan por los derechos sociales y medioambientales?
¿No estaríamos haciendo posible ese mundo ideal que tanto deseamos? ¿No estaríamos participando en la construcción de nuevas parcelas de mundo más justas y ecológicas? (Aunque lo mayoritario fuera en otra dirección) ¿No nos daría gran satisfacción personal el pensar que estamos del lado de lo ecosocial?
¿Cuántas opciones tenemos actualmente en este sentido? Lo veremos en breve.
¿Sólo con la compra ética estaríamos resolviendo los problemas del mundo? Evidentemente no.
Seguimos necesitando la connivencia de los gobiernos que ofrezcan opciones. Seguimos necesitando la valentía de las empresas de ofrecer nuevos productos y maneras de hacer economía. Y, sobre todo, el trabajo de los colectivos sociales, cambiando estructuras y ofreciendo manera de relacionarnos más humanas.
La clave para alimentar la transición hacia un mundo de mayor bienestar común está en profundizar en las relaciones: las relaciones con la naturaleza, las relaciones con el resto de congéneres humanos, las relaciones con todos los seres vivos en general, las relaciones con uno mismo. Relaciones donde el ser, el sentir y el silencio cobran un valor especial. Y ahí es donde otra gran clave entra en escena. No sólo es cuestión de saber escoger lo que se consume sino de consumir menos. Nuestro planeta sobreexplotado no tolerará mucho tiempo más el actual ritmo extractivo. Necesitamos decrecer unos para que puedan crecer otros y entre todos juntos hallar la justa economía estacionaria. Una economía donde tal vez las experiencias ganen terreno al materialismo de las mercancías, donde la autocontención y la sencillez sean las nuevas banderas. Ser y relacionarnos frente a poseer y acumular.
Es desde ese binomio relaciones-consumo desde donde podremos acometer la gran metamorfosis social.
No todo está en el consumo, pero si no cambia el consumo no cambiará el mundo, decía Álvaro Porro.
Y el consumo tiene algo de relaciones.
A través del consumo nos relacionamos explícitamente con el mundo entero.

Protagonizando el cambio
El poder de la alimentación

Sin nuestro dinero no saldrían rentables actividades como el cultivo de las grandes extensiones de soja transgénica por las cuales se acaban quemando bosques enteros con las consecuentes emisiones de Gases de Efecto Invernadero, tan nocivos para el clima; por no hablar de la expulsión forzada de los pueblos que allí vivían. Todo… ¿Para qué? Para alimentar la cabaña ganadera mundial. El 95% de la soja plantada en el mundo se dedica para eso. ¿Cuántas personas saben que hay estudios que concluyen que no hay suficiente tierra fértil ni océanos en el mundo para que toda la población mundial se alimentara comiendo carne y pescado todos los días?
Dietas con un consumo reducido de animales, parecidas a la mediterránea o próximas a la flexitariana, permitirían alimentar a más de 10.000 millones de personas. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura nos lo apuntaba recientemente. Según vamos subiendo en la cadena trófica, la relación entre consumo de energía-agua y nutrientes va haciéndose más grande. Resulta más caro obtener proteínas del animal, que se come al vegetal, que del vegetal mismo.
¡Qué gesto tan simple para cambiar el mundo! ¡Cambiar la dieta! ¿Cuánto esfuerzo cuesta esto? ¡Vaya! ¡Si es hasta más sano y más barato alimentarse fundamentalmente con vegetales! Si unimos cereales integrales y legumbres obtenemos los nueve aminoácidos esenciales para tener proteínas completas. El sésamo tiene muchísimo calcio. El lino, ácidos omega 3 y 6. Los frutos secos, oligoelementos y hierro. Las fruta y verduras, minerales y vitaminas. Las raíces, hidratos de carbono.
Con un gesto tan rutinario como la alimentación podemos cambiar el mundo. ¡Claro! Hablar de alimentación no es sólo hablar de dieta sino también de reparto de la tierra, modo de producción y cuánto recorrido tienen que hacer los alimentos hasta llegar a nosotros.
Según la Organización Mundial de la Salud cada año mueren alrededor de 200.000 personas, víctimas de los pesticidas. Pensemos en campesinos que se ven obligados a lidiar con estos compuestos químicos todos los días. Sólo en la Comunidad Valenciana más del 70% de los acuíferos están contaminados por los nitratos de los fertilizantes de síntesis de la agricultura. Por no mencionar la alta toxicidad en la salud de algunos herbicidas. La agricultura intensiva provoca el abandono cada año de más de 10 millones de hectáreas de tierra.
¿Este es el modelo agroindustrial que prometía salvar del hambre al planeta?
Sin embargo, frente a este desmedido gigantismo agro-tecnológico, y desde hace décadas, está irrumpiendo con fuerza una corriente que hunde sus raíces en la tradición y se renueva con la capacidad de hacer agricultura con inteligencia: la agricultura ecológica.
Y es a ella a la que podemos deber por fin una agricultura reconciliada con la naturaleza y con la salud de todos. En esta agricultura pueden volver a encontrarse paisaje con personas, con cultura y con animales libres (no enjaulados y hacinados). Es este modelo suave, de hacer economía, el que, según el sociólogo Robin Jenkins y el ingeniero agrónomo José Luis Porcuna, permitiría alimentar hasta, también, 10.000 millones de personas. Es este modelo, el que podría ser incentivado con nuestras compras bienintencionadas. Escucharán que la agricultura ecológica es cara, pero yo mismo, además de llevar diecinueve años consumiéndola, este pasado verano hice un estudio que concluía que consumiendo pocos derivados de animales y comprando a granel el coste de la compra semanal se podría hacer asequible a una familia media con un salario digno.
El joven economista, ya nombrado, Alvaro Porro, escribía en uno de sus artículos que prestando atención a como gestionamos el consumo de energía en casa, como nos transportamos y como nos alimentamos tendríamos ya entre un 70% y un 80% del impacto medioambiental.

Presente y futuro de la energía

Es por ello que además de tocar la alimentación no podía dejar de tocar otro gran tema, la energía. Y uno de sus hijos, el transporte.
Para empezar, deberíamos saber que el 82% de la energía que se consume en el mundo es de origen fósil (carbón, petróleo y gas). Con un papel muy especial, el petróleo es el que mueve todo el sistema de transporte nacional e internacional.
Somos absolutamente petro-dependientes. Mirando a nuestro alrededor, sería extraño no encontrar un objeto que de alguna manera no tuviera una especial deuda con el consumo de petróleo.
Un apunte o inciso: ¿Qué es el Peak Oil o Cenit del Petróleo? Nos va a interesar familiarizarnos con este término. (Conocimiento básico para tiempos globalizados).
El Peak Oil es la máxima producción de petróleo que ofrece cierto yacimiento, cierta región o incluso el mismo planeta. Es el momento a partir del cual cada vez se saca menos petróleo porque es más costoso extraerlo y porque ya hemos superado la mitad de lo accesible bajo tierra.
¿Alguien imagina cuando se producirá la máxima producción de petróleo convencional a nivel mundial? (El barato, el fácil de extraer, el de toda la vida, el que ha hecho posible nuestra civilización durante el último siglo. Aquel procedente de pozos petrolíferos con veinte años de marcha y más, a un buen rendimiento)
Bueno. Pues ese momento ya ha llegado.
Según la Agencia Internacional de la Energía, el Cenit del Petróleo barato llegó en el año 2006.
Si. ¡Cómo lo oyen! (O leen)
Nos encontramos en una especia de meseta, esperando una inquietante caída en breve. Autores como Heinberg o Tverberg lo explicarían mejor que yo a través de sus gráficos. Echen un vistazo al blog del científico del CSIC, Antonio Turiel, aquí en España, si mis palabras suenan sensacionalistas, o lean a Luis González Reyes y Ramón Fernández Durán.
El petróleo no se va a acabar, pero si resultará cada vez más caro extraerlo. Lo cuál va a poner en jaque a nuestra civilización. Tendremos que aprender a vivir con menos petróleo. O lo que es lo mismo, aprender a vivir consumiendo menos energía. Porque, por si no lo saben, poniendo a trabajar a tope a las energías renovables con la tecnología actual y la previsible, no abarcaríamos más de un 30-40% de la demanda de energía primaria mundial tendente. No es inmediato electrificar los grandes barcos mercantes, aviones, maquinaria pesada o múltiples procesos caloríficos de la industria. Además, si alguien piensa qué sustituyendo los coches de gasolina o gasoil por coches eléctricos el problema se ha resuelto, que tenga en cuenta que esos coches necesitarán minerales, muchos de ellos escasos y extremadamente geo-localizados.
Las energías renovables tendrán su papel en el futuro. Son fundamentales y tendríamos que estar ya haciendo implantaciones masivas. Pero, además, tendremos que combinarlas con una gestión de la energía más eficiente y, sobre todo, más auto-contenida. El problema de la energía toca los cimientos mismos de nuestra cultura. Necesitamos aprender a vivir con menos energía.
¿Se puede? ¿Por qué no?
Veamos desde el consumo que se puede hacer.
¿Qué pasaría si esa gran flota de utilitarios privados que cada día entra y sale de nuestras ciudades se redujera compartiendo desplazamientos en coche al trabajo?
¿Qué pasaría si la movilidad urbana asumible por la parte de la población que se lo pueda permitir (en términos de tiempo) la protagonizaran el transporte público, la bicicleta y el peatón?
¿Qué pasaría si mirásemos más las etiquetas de los alimentos y diéramos preferencia a los productos de proximidad, locales o llamados de kilómetro cero?
¿Qué pasaría si compráramos más producto nacional? ¿Serían necesarios tantos barcos mercantes? ¿No lo agradecería nuestra propia economía? ¿Cuántos puestos de trabajo se crearían? ¿El suyo, tal vez? (No es cuestión de nacionalismos sino de sensatez).
¿Qué pasaría si, en vez de ir con manga corta por casa y tener la calefacción al máximo, nos abrigásemos más, como estoy haciendo ahora mismo, mientras escribo este artículo?
¿Qué pasaría si el alumbrado público lo redujéramos a la mitad? ¿Es motivo de orgullo ver a la Tierra encendida de noche desde el espacio o más bien es despilfarro sistematizado?
¿Qué pasaría si, en vez de comprarnos una vivienda recién hecha, rehabilitáramos o alquiláramos viviendas de segunda mano? ¿Y si, al construirla nueva, la hiciéramos con criterios de bioconstrucción y bioclimatismo?
¿Necesito seguir? ¿Se necesita mucha imaginación para ver de cuántas maneras podríamos ahorrar energía? Y obsérvese, tras los datos iniciales, que ese ahorro generalizado a nivel mundial nos resolvería dos problemas de un plumazo: nos prepararíamos para vivir con menos petróleo y, por otro lado, al reducir su quema, mitigaríamos parte del cambio climático.

Cambio climático. El gran reto de la humanidad

Si hay algo que tiene relación directa con el consumo de petróleo es su quema y las consiguientes emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. (También hay más gases).
Si. Todavía hay quién duda que estas emisiones de gases no sean las causantes del calentamiento global. Un dato: De los 928 artículos que se publicaron en la revista Science desde el año 1993 al año 2003 no había ni uno sólo que negara la evidencia de que la alteración del clima procedía de una actividad antropogénica (de origen humano). Conclusión que apoyan todos los climatólogos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), auspiciado por las Naciones Unidas.  Y, sin embargo, las multinacionales del carbón y el petróleo estuvieron, por ejemplo, financiando a razón de 1.000 millones de dólares al año el negacionismo y el descrédito desde el año 2003 al año 2013. Por esa razón, no le sorprenda a usted estar preguntándose a estas horas si lo del cambio climático es real o inventado.
Si un calentamiento global de más de un grado y medio (no dos) nos iba a poner difícil la vida sobre el planeta, ahora llega el problema del petróleo.
Nos encontramos ante dos retos civilizatorios: la escasez de petróleo y el calentamiento global.
Dos asuntos de nivel global con una relación directa a nivel individual, abordable desde nuevas políticas y un “consumo” concienciado de la ciudadanía.

Qué no nos cuentan de los minerales

¿La escasez de combustibles fósiles en el futuro inminente va sola o acompañada?
En la gran factoría de nuestra civilización hay para todos los gustos y colores.
Hablamos de los minerales.
Los minerales también tendrán su cenit. Ya hay fecha casi de caducidad para la plata, el oro y el cobre: aproximadamente a mediados de este siglo. El cenit del uranio, por cierto, está a la vuelta de la esquina.
Y si escarbamos más en este sector, que consumiendo del 8 al 12% de la energía primaria mundial sólo ofrece un 0,5% del empleo mundial, veremos que no es tan limpia esta industria.
Sólo para la extracción del oro, su usan procesos altamente contaminantes a base de cianuro. O la remoción de toneladas de tierra para obtener la bauxita de la que se extrae el aluminio, dejando una nada despreciable cantidad de lodos alcalinos. Más vale que no se escapen.
En la República Democrática del Congo, desde el año 1998 hasta ahora, han muerto más de cinco millones de personas en conflictos bélicos, financiados por la venta de metales. Por ejemplo, el tántalo usado desde hace tiempo en la fabricación de teléfonos móviles, tablets y portátiles; o el cobalto, actualmente usado para las baterías de los coches eléctricos. Para los más valientes podríamos seguir describiendo las situaciones que viven allí muchas mujeres y niños. Lo dejamos para sus búsquedas en internet.
¿Qué está pasando en muchos rincones del sur del mundo con la minería? Tan ampliamente deslocalizada por motivos de costes económicos. Ya sabemos por qué es más barata allí.

El Consumo Consciente Transformador ante el expolio

Reducir el consumo de tanto gadget electrónico y electrodoméstico, alargando la vida útil de los que tenemos, cuidándolos, reparándolos, intercambiándolos, adquiriéndolos de segunda mano. Y estando pendientes de lo poco que pueda ofrecer la industria actual. Desde Holanda ya se comercializa el primer móvil de comercio (más) justo del mundo. Al menos, hay cuatro componentes metálicos que se extraen de minas artesanales socialmente responsables. Los procesos manufactureros se hacen en condiciones más dignas de trabajo. Y hasta el propio aparato fue diseñado desmontable, para poder reciclarlo y arreglarlo con más facilidad. ¡Comercio justo en móviles! Ya lo conocíamos para alimentos como el azúcar, el café o el cacao. Aunque ¿Por qué eran estos últimos los productos estrella? Por algo sería. Los promotores del comercio justo, descubrieron en los albores de su aparición, que estos productos eran los que más mano de obra infantil empleaban. Actualmente 152 millones de niños siguen siendo víctimas del trabajo infantil según la Organización Internacional del Trabajo. Algo habrá que hacer. Hay gente que se atrevió a soñar hace tiempo, que ya está haciendo algo. Se llama comercio justo. Garantía de derechos humanos, salarios y condiciones dignas de trabajo, contratos a largo plazo, igualdad de género y mucho más.
Pero, si queremos ir más allá de la mera adquisición del objeto, y como una alternativa realmente revolucionaria a la tecnología de dudoso origen, no pensemos en poseer. Pensemos en usar. Muestra de ello hace la economía colaborativa, una de las diez ideas que cambiarán el mundo, según la revista Time.
La economía colaborativa eleva el estatus del compartir a gran escala, aprovechando la tecnología de internet. Casas, coches, conocimientos, servicios, ropa, experiencias, todo se puede intercambiar, compartir, prestar, donar o alquilar. ¿Hay alguien que no haya oído hablar de BlaBlaCar, de cohousing o couchsurfing? Optimizamos de esta manera los bienes materiales, ganando unos dinerillos, accediendo a experiencias de manera muy económica (si no gratuita), establecemos relaciones más horizontales, tejiendo redes de confianza, ahorrando mucho expolio al planeta y reduciendo los residuos y por tanto el tamaño de los vertederos.

Después de reducir, reutilizar. Luego, reciclar

Y de esto va también la economía circular. No sólo de reutilizar, reutilizar y reutilizar, en mi opinión uno de los grandes, posibles y futuros escenarios de la humanidad, sino de reciclar. Las minas del futuro serán las ciudades y no las montañas. Hay personas que todavía no se creen que lo del reciclaje funciona. “Es que al final lo mezclan todo” es un mito urbano que circula por ahí. Que haya ocurrido de vez en cuando es motivo para denunciar no para dejar de separar las basuras. En España se está reciclando hasta el 90% del acero o el 73% del vidrio. Por cierto. Ambos materiales se pueden reciclar infinitamente. ¿Y el papel? También el 73%. En España el papel y el cartón tienen un destino mayoritariamente sostenible. Entonces… ¿No merece la pena separar las basuras? Cierto que podríamos mejorar los procesos. ¿Por qué no recuperar el SDDR, el Sistema de Depósito, Devolución y Retorno? Si más de 40 países lo practican... ¿Qué pasa con nosotros? Unámonos a la plataforma www.retorna.org.
Reducir, reutilizar y separar las basuras en el hogar ahorra muchos recursos y energía en las plantas de tratamientos de residuos y sobre todo reduce el tamaño de los vertederos, como antes apuntábamos. La colaboración entre gobiernos y ciudadanos es fundamental.

La banca también cuenta

Y mientras orquestamos un comportamiento pro ambiental que transita entre el consumo y el desecho… ¿Alguien se paró a pensar qué ocurre con nuestros ahorros?
Podremos ser los mejores recicladores, los mejores consumidores, pero hay una fuerza económica que también mueve montañas: la banca y sus ahorros.
Miren. Resulta que el dinero que depositamos en nuestro banco no se queda guardado en una caja fuerte, sino que se une al dinero de otros ahorradores y es puesto en movimiento por el banco para ser prestado a su vez a otros prestatarios. ¿Qué pasa si estos prestatarios son empresas armamentísticas, empresas que causen un gran daño a parajes naturales o que están vinculadas con explotación laboral en terceros países? Es por esta razón por la cual aparece la banca ética. Son bancos, algunos cooperativos, cuyo dinero depositado sólo se usa para apoyar empresas con valores ecológicos, sociales y culturales de base. Ni siquiera empresas con lavado verde (greenwashing).
Consumo, reciclaje, ahorro. Tres batutas para redirigir la economía, para usarla a favor del bienestar de todos los seres vivos y paisajes.
Y, sobre todo, tenemos tan cerca estas herramientas…

Entonces… ¿Convertimos el cambio en un acicate vital?

Todavía estamos a tiempo, a tiempo de que los pequeños colapsos existentes en tantos territorios del planeta no se generalicen a uno globalizado.
Todavía estamos a tiempo de convertir las injusticias sociales en cosa del pasado, propiciando escenarios de paz y belleza a todos los niños y niñas que están aterrizando en el mundo.
Todavía estamos a tiempo de frenar un cambio climático sin precedentes en la historia de la humanidad. Si no lo hacemos, nuestros hijos nos preguntarán por qué lo consentimos.
Todavía estamos a tiempo de reencontrarnos, de sustituir la miseria y la delincuencia por la cooperación, el compartir, la celebración, ¡la música!
Todavía estamos a tiempo de contentarnos y reconciliarnos con nosotros mismos. Sólo habrá paz global si hay paz en el interior de nuestros corazones.
Sólo queda un paso que dar. Sólo uno. Y es el tuyo. Un tuyo que significa todos.
Sinceramente…
¿Existirá placer más grande que sentirnos vivos y útiles en la gran aventura de hacer de éste un mundo mejor?

HECOENSAYO 49: "LA TRASTIENDA DEL CONSUMO. EL CONSUMO MISMO"


Día a día vemos en los noticiarios multitud de dramas pero curiosamente los dramas que menos se visibilizan son aquellos que de alguna manera tienen una relación directa con la globalización y por ende cono nosotros mismos, los consumidores, los patrocinadores de esa globalización.

Rara es la vez que las horas de máxima audiencia se toman la molestia de explicarnos los vínculos y relaciones entre mucho de lo que ocurre y sobretodo la trastienda de nuestro bienestar.
Nunca antes en la historia de la humanidad las clases medias y altas de los países del norte y de un exclusivo segmento del sur habían disfrutado de un bienestar material tan completo. El privilegio de ver asomar el agua por el grifo de casa, tener toda la energía que queramos para hacer funcionar nuestra comodidad, así como el acceso a alimentos de todo tipo, ropajes y demás complementos de la vida moderna.

¿Pero alguien se paró a pensar de donde viene todo eso? Y más aún ¿Qué relación existe entre este inédito e histórico bienestar con el mundo global?

Todo está relacionado. Hablar de globalización es hablar de interdependencia, de escala planetaria, de algún modo de la gran comunidad de la humanidad y del resto de compañeros vivos que la acompañan y acaban sufriendo o gozando de las decisiones de los primeros.

Esa interrelación fue la que me llevó hace dieciséis años a emprender una aventura. Ante las primeras noticias, a través de Survival Internacional, de la perentoria situación de muchos pueblos indígenas del mundo, algo se movió dentro de mí con fuerza. Grandes compañías energéticas, madereras, agroindustriales, mineras, petroleras y ganaderas estaban y están acaparando multitud de tierras en el hemisferio sur, con la expulsión, alienación sistemática o algo peor, el asesinato, de pueblos con modos de vivir diferentes a nuestra civilización. Fue entonces cuando empecé a interrogarme. ¿Cuáles serían los intereses de estas mega-empresas para asolar de tal manera la vida? Siguiendo el rastro, recorrí territorios, océanos, carreteras. Y adivinad a quién encontré en el otro extremo de esa gran globalización. Me encontré a mí. Conduciendo un coche alimentado por aquel petróleo, vistiendo ropa confeccionada con esclavitud, comiendo carne nutrida de aquella soja plantada por extensiones.

Tomar consciencia de esta realidad tentaba a vivirlo con culpa. Sin embargo, muy al contrario lo viví con responsabilidad. Y tras la responsabilidad, poder. Porque una vez que tomé consciencia de aquello que alimentaba mis monedas, mi dinero dirigido, mis elecciones en la compra, busqué alternativas. Y la gran noticia, ramificada en muchas, llegó. Conocí la feria alternativa de Valencia y multitud de ONGs que estaban trabajando por la justicia social, animal y medioambiental. Ese fue el comienzo de una investigación que no ha terminado hasta hoy. Actualmente tenemos ya un umbral crítico de nuevas alternativas de economía para poder optar. Optar por una nueva economía, más limpia, más solidaria. ¿Y el interruptor? Nuestro consumo. Ese que está financiando cada día de la semana el gran y complejo aparato del mundo.

Observemos como prácticamente todo lo que nos rodea está elaborado por empresas. Edificios, coches, ropa, baratijas, tecnología… Y observad como la rutina de millones de trabajadores, animales y elementos vivos y naturales se ve entremezclada e influida por la manera de fabricar y funcionar todas esas cosas. Resulta que el medioambiente no es un lugar especial fuera de nuestra ciudad sino que todo lo que nos rodea es medioambiente, porque surgió de la misma naturaleza, se hilvanó con energía procedente de la naturaleza, se manufacturó por seres humanos, se nutrió de la vida en tantas ocasiones. Todo nuestro mundo artificial o antrópico es deudor del medioambiente global. Es medioambiente.

¿Cómo escogemos relacionarnos entonces con él? Tras cada cosa que compramos y usamos hay una historia. Una historia que sumada a muchas otras es el mundo mismo.

¿Qué mundo queremos? ¿Qué medioambiente queremos?

Actualmente existen multitud de iniciativas activistas que buscan cuidar el mundo y sus habitantes. Pero de todas ellas, yo decidí hacer como proyecto de vida una de ellas. El Consumo Consciente. Ese tipo de acción que practicamos en cada momento de nuestras vidas. Si nos dan la información suficiente, opciones a nuestro alcance y la filosofía correspondiente, podemos convertirnos en ciudadanos activos y proactivos, en consumidores conscientes, en pequeños héroes diarios, invisibles pero apasionados por cambiar el mundo.

A partir de ahora cuando vayamos a comprar o necesitemos satisfacer una necesidad preguntémonos primero si necesito eso, luego de que manera podría satisfacer mi necesidad (con un objeto material o con relaciones más plenas), después si existen maneras de compartir o intercambiar y finalmente, si necesitamos comprarlo, investigar en qué condiciones se fabricó, por quién, donde, que impacto tuvo en el medioambiente o en los animales. A poco que oteemos un poco en internet o en muchos de los eventos ecosociales que se hacen en muchas ciudades descubriremos que un abanico impresionante de posibilidades se nos abre. Un abanico de alternativas más sociales, más ecológicas, que respetan a los animales, que se preocupan por nuestra salud de verdad.

Agricultura ecológica, dietas próximas al vegetarianismo, comercio justo, salud integral, banca ética, vivir en pisos eco-reformados, gestión sostenible de la energía y agua en casa, aprovechamiento desde el reciclaje, nuevos eco-productos de la industria, segunda mano, consumo colaborativo, pequeño comercio, energías renovables, autocontención, relaciones más plenas y menos materialistas, cooperativas, ropa tejida en condiciones justas, escuelas libres, ecotecnias, la bicicleta y el transporte público, la cooperación internacional…

Todo eso fue lo que terminé de dibujar hacer nueve años en un gran mural. Seguramente el más grande jamás dibujado sobre ecología, solidaridad, salud y economía. Un mental maping, rich picture o escenario en tinte de cómic donde tuve el atrevimiento de enlazar lo más representativo de la economía y su impacto en el medio ambiente. Y hacerlo desde una óptica. La de los consumidores del mundo. Este gran dibujo que fue paseado por diferentes ferias en mi ciudad de Valencia y espacios donde impartía charlas, fue sólo el comienzo de una gran colección de dibujos y vídeos que hoy se pueden disfrutar gratuitamente desde mi blog http://hecomapas.blogspot.com.es y desde mi canal youtube https://www.youtube.com/user/MrTroquelado

Llevó más de quince años practicando el Consumo Consciente. Es posible. Es apasionante. El corazón se te hincha cuando imaginas con Amor todo lo bueno que pueden alimentar tus decisiones diarias, cuando tu mirada se ensancha y quiere llegar a todo el planeta. Te sientes partícipe en un gran proyecto y aventura porque hoy en día somos ya muchos los que vivimos con estilos de vida sencillos, saludables y sociales y nos tomamos con seriedad eso del consumo, que lejos de ser algo lúdico, para muchos es algo realmente sagrado.

Una vez en una de mis conferencias una persona del público me dijo: Héctor, cuando hablas de proteger a la Pachamama, cuidar de los animales, velar por los derechos humanos, tú realmente de lo que estás hablando es de Amor. Yo, por primera vez, me tuve que quitar los escrúpulos sociales y confirmarle que así era. Parece que cuando hablamos de consciencia, mencionar la palabra Amor es atrevido, ñoño, empalagoso, propio de sacerdotes y poetas. Pero sinceramente, cuando te planteas cambiar el mundo, ¿Qué emoción si no está detrás?

En una de las clases del Diploma de Ética Ecológica que actualmente curso en la Universidad Politécnica de Valencia uno de los profesores hablaba de las capas de una cebolla. De cómo el ejercicio de la ética empezaba con nuestra familia, compañeros, amigos y vecindario, para seguir ampliándose a todos los seres humanos y más tarde a los animales y paisajes. De eso trata el Consumo Consciente, de ejercer comportamientos con capacidad de influir a seres que se encuentran lejos de nuestro radio inmediato de acción. Es el “Piensa global, Actúa local”.

A partir de ahora, la próxima vez que pensemos en ecología, en naturaleza, en medioambiente, sabremos que nuestra relación con todo ello no queda meramente circunscrita a un paseo respetuoso por el campo, la montaña o la playa sino que desde nuestras ciudades, desde nuestra casa, desde nuestra manera de desplazarnos, estamos constantemente dialogando e interactuando con ese medioambiente, con el mundo entero.

¿Queréis interruptores, mandos, botones para encender el cambio?

Podéis empezar ya.

Consumiendo de otra manera.

“Tras tu consumo…

se encuentra el mundo”.

HECOENSAYO 50: "LA TRASTIENDA DEL CONSUMO. EL CONSUMO MISMO"

O mejor dicho, formular esta pregunta no es más que el eufemismo de esconder otra: ¿Por qué me iba a gastar más dinero voluntariamente pudiendo pagar menos por productos con las mismas prestaciones?

¿Mismas prestaciones?

Aparentemente.

Ahora lo veremos.

Tenemos muy asumido, como “sentido común”, como costumbre, como “ley del mercado”, que es lícito pagar lo mínimo para obtener lo máximo. ¿Acaso no se basa en esta máxima el mismo mercado en sus múltiples transacciones, pagos a proveedores e inversiones en bolsa? Esta mentalidad, un tanto pragmática (otro eufemismo más, con el que se disfraza hoy en día el egoísmo), la vemos con naturalidad en el contexto empresarial. Pero lo más escalofriante es que también la vemos como natural, en nuestro papel de consumidores.

¿Quién duda que pagar lo mínimo posible por lo que compramos es alarde de listos y habilidosos? Desde el regateo tradicional en mercadillos hasta las rebajas, la ganga o simplemente la compra semanal, esa que escruta con aguda mirada el precio más bajo entre todos los posibles.
Tenemos claro, que como consumidores vamos a pagar lo más barato posible. Seríamos “tontos” si hiciéramos lo contrario. Dicen. No digo.

Pero quisiera dejar clara una diferencia.

No es lo mismo un consumidor que no tiene poder adquisitivo para consumir, que está bajo mínimos (más de la mitad de la población humana) y que lo que necesita es poder consumir, sobre todo bienes básicos y al precio que pueda… que un consumidor, cuyo problema es decidir que consume, en que reparte su salario, un consumidor que consumiendo como consume de más, consume hasta aquello que debería poder consumir el que no puede consumir.

Existe una brecha económica brutal entre los que consumen de más respecto a los que no llegan ni a lo básico.

Pero yo me voy a centrar en los que sí pueden consumir y bien. Porque de ellos serán múltiples opciones de gratificación. Porque ellos liderarán el destino del dinero, su reparto y su llegada a los lugares más recónditos. Porque, tal vez, y sin saberlo, estén, con su dinero, construyendo el mismo mundo y los puestos de trabajo eco-sociales que necesitan esos mismos que no pueden consumir.

Me dirijo a los que tienen el privilegio de poder consumir, satisfacer sus necesidades básicas y las que no son tan básicas, motor también de la economía.

Vuelvo al principio del ensayo y vuelvo a sorprenderme.

Actitudes que trasladadas al terreno afectivo serían consideradas como absolutamente egoístas, insolidarias y frías, en el terreno de la compra y venta son vistas como razonables, deseables y lógicas.

Como consumidores de clase media, medio alta tendemos a ser pragmáticamente egoístas. Es lícito gastarse lo mínimo. Obtener lo máximo a cambio de lo mínimo.

 ¿Y por qué? ¿Para poder tener acceso a mayor número de experiencias de pago?

Pensemos en ello un momento. ¿Cuántas veces vamos a pagar lo más barato, para poder tener crédito disponible para acceder a otras experiencias, más secundarias?

Me ahorro dinero en la compra de alimentos, para comprar tabaco, hacer un viaje carísimo o comprarme un coche nuevo.

Me ahorro dinero en solidaridad para poder tener un armario a rebosar de ropa y salir de copas todos los fines de semana.

Acabo de tocar dos áreas con un poder de transformación social grande.

La alimentación y el baluarte de los productos de la economía solidaria, que abarcan desde alimentos como el café, el azúcar y el cacao hasta ropa, artesanías y complementos de diferente índole.
La agricultura ecológica y el comercio justo.

Ya entramos en tema.
¿Son realmente más caros estos tipos de productos?

¿O simplemente tienen precios justos que redundan en un medio ambiente más limpio y en el desarrollo social y equitativo de la que fue parte de esa inmensa masa de población olvidada que vive en la penuria y sobrevive día tras día?

Los precios justos internalizan la mayor dedicación que implica una agricultura que usa de múltiples recursos contra las plagas o el enriquecimiento del suelo, a diferencia de la convencional intensiva que lo resuelve todo con el uso de venenos. Y además esta última lo hace rápidamente, al externalizar la contaminación hacia la naturaleza, los campesinos y los mismos consumidores, que día tras día, a lo largo de su vida y en dosis pequeñas van a ir acumulando químicos de dudosas consecuencias.

Los precios justos del comercio justo internalizan condiciones benévolas de trabajo, contratos a largo plazo, pre-financiamiento y el pago de salarios dignos a los productores del sur, creando externalidades positivas que llegan a abrazar incluso la educación y desarrollo en sus comunidades
Cuando pagamos por productos de agricultura ecológica y de comercio justo estamos pagando precios, no altos, simplemente justos. Los mismos que nos gustaría tener a nosotros convertidos en salarios como trabajadores (¡curioso!), los mismos que cubren los gastos necesarios para mantener el suelo y el agua limpios, a la gente feliz y a los niños escolarizados. Los mismos que construyen “solidariamente” (más bien en justicia) la realidad equilibrada que deberíamos tener, no las injusticias sociales que perpetúa nuestro modelo capitalista, que externaliza los costes medioambientales y sociales, mientras paga lo mínimo al más débil y enriquece al más poderoso. Los mismos precios que más allá de la edulcoración, la apariencia y el mundo de los sentidos, construyen realidades de base, construyen esencia, sentido común, salud y bienestar real para los consumidores.

Es hasta posible que en vez de construir banalidades y experiencias superficiales, cuando dedicamos nuestro poder adquisitivo a pagar un poco más por estos productos, estemos construyendo realidades básicas para poblaciones que no tenían ni lo más básico, que estemos construyendo un medioambiente sostenible a largo plazo y no sometido al engaño del cortoplacismo.

¿Cuánto dinero se destina al lujo y a la idiotez, mermando la posibilidad de que ese dinero cubra la gran bolsa de miseria y déficit eco-sistémico que asola el mundo?

Revisemos nuestra cesta semanal de la compra de alimentos. ¿Cuántos, superfluos e insanos, o el exagerado consumo de proteína animal, que se podría sustituir por una dieta más rica en verduras, raíces, fruta, frutos secos, cereales, legumbres, hongos y  alimentos de mayor calidad?

Igual ha llegado la hora de replantearnos qué merece verdadera atención en nuestras compras.

Que nuestra compra, liberada del frío número que decide, se convierta en palanca de cambio hacia un mundo más justo, más limpio y más sano.

Muchos productos baratos no siempre internalizan la complejidad de la realidad. Hablo de los que son resultado de procesos fabriles o extractivos que exprimen la vida, convirtiendo a su paso el mundo en harapos, desgarro y suspiro. Le han sacado hasta la última gota de sangre y agua al trabajador y al medio natural. Convirtiéndolo todo en beneficios suculentos para unos pocos y mercancía barata para otros tantos.

Cuando observas las grandes desigualdades económicas que existen en el mundo te das cuenta de algo evidente, si simplemente el capital estuviese mejor repartido, no se acumularan plusvalías tan desorbitadas en los que dirigen respecto a los laboran y no se acaparase el mercado por pocos y grandes frente a muchos y pequeños, los poderes adquisitivos de toda la humanidad serían suficiente para no entrar en la rueda de la supervivencia, de pagar lo barato que abarata al planeta. Todos podríamos disfrutar de productos de calidad, producidos en condiciones absolutamente eco-sociales. Y consumo y producción habrían llegado a un punto de equidad, equilibrio y verdadero encuentro.

Lo tengo claro. El verdadero debate no es cuánto tienen que abaratarse los productos del mercado para llegar a todos sino cuánto tienen que subir los salarios y cuánto mercado tiene que dejarse libre a los pequeños emprendedores para que la riqueza se reparta equitativamente en el mundo entero y todos podamos pagar productos de calidad sin entrar en los callejones del dilema.

¿Por qué al satisfactor más importante de nuestra vida, la alimentación, le exigimos el precio más barato? Precisamente aquello que cimienta, construye y rehabilita el edificio de nuestro cuerpo.

¿Por qué ese detalle para esa persona querida es más suculento si ha sido industrializado, a saber en qué condiciones laborales, en vez de haber sido elaborado con las manos y con un rostro feliz?

¿Dónde queda realmente nuestra escala de valores cuando nos dirigimos a comprar?

¿Es el acto de comprar algo meramente lúdico o se puede convertir en una aventura sagrada de bondad inducida, de contemplación holística y optimismo activo hacia el mundo que realmente queremos y con el que soñamos?

¿Cuánto vale el precio que pagamos?

¿Qué precio tiene lo que no tiene precio?

HECOENSAYO 51: "¿SON CULPABLES DE SU INACCESBILIDAD LOS PRODUCTOS ECO-SOCIALES DEBIDO A SU MAYOR PRECIO?"

Cuando intentas pagar a tus trabajadores dignamente, cuidar más la naturaleza o mirar por el bienestar animal aparecen costes que directamente los productos convencionales cargan a tales sujetos. Pagar salarios míseros es más barato para un empresario, contaminar el aire y el agua es más barato, maltratar a los animales es más barato. Sin embargo, hacer las cosas bien acarrea más esfuerzos empresariales.

Pero la gran cuestión no la situaría en los precios no caros sino más justos. La centraría en los salarios que llegan a la población. Si evidentemente estamos inmersos en un sistema capitalista, en el que, para se cree un puesto de trabajo más, alguien desde arriba tiene que ganar mucho más dinero, pues no salen las cuentas. Gente que se queda en el paro, en la calle, y una minoría qué, en nombre del riesgo de su inversión, gana cantidades millonarias.

Mientras las plusvalías se acumulen con tanta exageración arriba estaremos condenados a salarios bajos y paro y a consumir productos baratos con efectos sociales y medioambientales cuestionables.

Jason Hickel dice que podríamos disfrutar de una economía estacionaria o decrecentista (sin necesidad de crecimiento) si se repartieran las rentas más equitativamente, con mayor igualdad social. Ya hay suficiente capital en el mundo para que todos pudiéramos disfrutar de rentas dignas. Y recordemos que una economía sin crecimiento es una economía amable con el medioambiente. Porque cuanto más crece una economía más recursos se expolian de la naturaleza. Y este planeta sobreexplotado no aguanta más. Recursos minerales como el oro, la plata y el cobre están en decadencia. En el año 2006 alcanzamos la máxima producción de petróleo convencional y ya estamos en declive. ¿Cómo organizaríamos una civilización con mínimos de petróleo, por ejemplo?

Con un mayor reparto del capital es posible que no entrásemos en el dilema de que mi poder adquisitivo no me alcanza para pagar productos eco-sociales.

Sin embargo, me gustaría dejar algo claro. Reivindicar y apelar a la compra de ciertos productos eco-sociales más caros, como motor de un consumo más consciente y sostenible, y por tanto la construcción de salarios dignos, no es una llamada a todo el público. Sino a una clase media con margen para esa compra. Precisamente los que menos podrían permitirse este tipo de productos son los que necesitan ser ayudados por los que sí se lo pueden permitir. Si aquellos que tuvieran suficiente margen de cambio, proactividad y participación social aprovecharan al máximo su potencial, tal vez pudiéramos redirigir el mercado hacia la construcción de puestos de trabajos más dignos, que a su vez, servirían para seguir pagando productos de calidad. Y no nos encontraríamos con una parte de la población en régimen de supervivencia.

Es sencillo de entender. ¿Te quejas que tu salario en la fábrica de zapatos en la que trabajas no da para pagar productos eco-sociales? Bueno. ¿Y si hubiera consumidores dispuestos a pagar un poco más por zapatos eco-sociales y tu fueras uno de los trabajadores de ese tipo de zapatos? A lo mejor sí que te llegaría tu jornal para pagar productos eco-sociales. Es como la serpiente que se muerde la cola.

Henry Ford, cuando fundó su compañía de coches se planteó que debía pagar buenos jornales a sus trabajadores. ¿Por qué? Porque así se podrían permitir el comprar los mismos coches que fabricaban. ¡Vaya! Entonces… Las cosas se pueden hacer de otra manera. Estamos discutiendo la gente corriente qué si son más caros o no los productos eco-sociales, con nuestros dilemas de compra, y resulta que alzando la vista como un pájaro y contemplando el sistema desde arriba, el problema está en otro lado. No en los precios sino en los injustos salarios. Pues, bien. Dejemos de culpabilizar a los precios y empecemos a reivindicar justicia social. Porque si seguimos por el camino de exigir precios baratos, como ha estado ocurriendo con los productos agrícolas durante las últimas décadas, al final acabaremos en un mundo de miseria donde no merecerá la pena ni trabajar. Recordemos a los agricultores de nuestro país que estuvieron regalando las naranjas porque se las pagaban a precios absurdos.

El discurso del consumo consciente de los productos eco-sociales más caros no va dirigido precisamente a quien queremos ayudar sino a quien más puede ayudar. Que a su vez podrá ayudar a quien más necesita ser ayudado. Es un discurso que hay que matizar. Su imposibilidad de ser universalizado no convierte el consumo consciente en una moda de compradores y productos “pijos” sino en una herramienta para que quien pueda ayudar más lo haga. Si podemos construir una economía social desde ciertos sectores de consumidores será para que el resto pueda beneficiarse. Hablamos de un consumo solidario de unos para con otros. Y cuanto más aumente la demanda de estos productos más bajarán sus precios.

Por esa razón, cuando en mis conferencias encuentro gente del público que critica el consumo consciente porque no todo el mundo se lo puede permitir, debería quedar claro que el consumo consciente, como acto político, como arma de cambio social lo va a poder utilizar quien ostente una mejor posición para ayudar. Quien no se lo puede permitir, precisamente es quien debe recibir los beneficios del consumo consciente. El consumo consciente está diseñado para ayudar a quien peor está, no para apelar a que quien peor está se enrole.

¿Tendría sentido decirle que consumiera sosteniblemente a la mujer explotada en Asia que queremos defender? Ella es precisamente la que necesita recibir los beneficios del consumo consciente, no ejercerlo. Entonces. Cada cual debe saber dónde se sitúa en este juego de roles.

No obstante, el consumo consciente tiene otra facción de productos, servicios y hábitos que cuestan incluso menos dinero que los convencionales y son absolutamente universalizables: los productos de segunda mano, una dieta pobre en carne y rica en vegetales, la economía colaborativa, la bicicleta como transporte, las relaciones personales como alternativa al consumo de gadgets electrónicos o drogas como el tabaco, el turismo local, etc. No nos agarremos solo a los productos más caros para rechazar la poderosa idea de que el consumo puede cambiar el mundo.

Albert Vinyals, un psicólogo del consumo de la Universidad de Barcelona hizo un estudio entre dos grupos de consumidores: los que iban a supermercados convencionales y los que formaban parte de una cooperativa de consumidores ecológicos. Curiosamente encontró personas con menor poder adquisitivo entre los ecológicos. ¿Cómo podían permitirse pagar un poco más por agricultura ecológica siendo personas con bajos salarios? Pues muy sencillo, no eran personas consumistas. Todo lo que se ahorraban en viajes, tecnología, ropa y cosas superfluas, lo dedicaban a una alimentación más sana para ellos y sus hijos. Además de tirar mucho de lo que ya hemos mencionado: por ejemplo, ropa de segunda mano y economías de intercambio y compartir.

Transmitir la importancia y peso del consumo consciente no es algo que se pueda explicar en pocos minutos. Se necesita tiempo para reflexionar ante todas las dudas que surgen.

Y como a mí me gusta decir: “Piensa global, actúa local, y hazlo en la medida de tus posibilidades”.

Lo importante es no ceder al derrotismo, la depresión y el pesimismo. Vinimos al mundo a hacerlo mejor de lo que es. No a conformarnos. ¿Qué otro sentido tendría la vida si no quisiéramos mejorarnos a nosotras mismas y lo que nos rodea?

HECOENSAYO 52: "ENERGÍA Y MEDIOAMBIENTE EN EL CENTRO DOCENTE"

En esta pequeña disertación sobre hábitos de sostenibilidad, para aplicar el ahorro y eficiencia de energía en los centros docentes, me centraré en tres puntos:

1.- Introducción a la energía en el mundo actual. Motivación para profesorado y alumnado.

2.- ¿Qué podemos hacer en nuestros centros docentes?

3.- ¿Nuestros actos se acaban en las paredes del centro o van más allá?

1.- Introducción a la energía en el mundo actual. Motivación para profesorado y alumnado.

Necesitamos energía para vivir.

Las actividades económicas, sociales y metabólicas de nuestros cuerpos dependen de la energía.

La humanidad consumía en 2015 cada segundo 17x1012 Watios. O lo que es lo mismo 17 Terawatios. Cuando lo que realmente deberíamos consumir en un sentido igualitario a nivel universal serían no más de 12 Terawatios.

Los seres humanos de las clases más acomodadas pueden llegar a llevar tras de sí una mochila de entre 60 y 100 esclavos energéticos. Un esclavo energético equivale a una persona trabajando 24 horas todos los días, 365 días al año. Nuestro bienestar material está cimentado en un consumo de energía, nunca antes conocido.

El 82% de la energía consumida por la humanidad procedía de energía fósil. Y un 1/3 de la energía que se produce a nivel mundial procede ya y solo del petróleo.

Somos dependientes del petróleo. Él fue el responsable, en gran parte, de todos los avances tecnológicos, bienestar alcanzado y crecimiento de la población.

Alrededor del 70% de la energía que consume España procede del exterior. ¿Nos hemos parado a pensar sobre lo frágil y vulnerable de nuestra situación?

¿Para cuánto petróleo tenemos, entonces?

Según la Agencia Internacional de la Energía, la producción de petróleo convencional a nivel mundial empezó a declinar en el año 2006. Y la producción de la suma de todos los tipos de petróleo ya está en descenso desde el año 2018.

Grandes petroleras se están retirando del negocio porque cada vez les resulta más caro extraerlo, al quedar los peores yacimientos. Hay científicos como Antonio Turiel y autores como Luis González Reyes que dan a entender que en alrededor de 1 década nos encontraremos una oferta muy inferior a la demanda. Esto dará lugar a oscilaciones de precios. Los momentos de alza harán caer la demanda propiciando nuevas crisis económicas. Los políticos lo saben, pero no ven soluciones fáciles ni cómo comunicarlo a la población sin crear alarma social.

Ya se sabe, por tanto, que el crecimiento del PIB va acoplado al consumo de energía. Sin energía no podemos crecer.

Un inminente decrecimiento se nos avecina.

Pero si decidimos adelantarnos y poner de nuestra parte podría ser de manera ordenada.

Todavía hay una resistencia en esta civilización a vivir con menos. El sistema económico imperante y el imaginario popular solo ven un futuro con crecimiento perpetuo. Pero eso, en un planeta finito, es una absoluta utopía. O distopía.

Tendremos que hacer la transición hacia las energías renovables. Son obligatorias para pensar en términos de sostenibilidad. Pero hay un pero.

No hay suficientes minerales en el mundo para construir una red mundial de energías renovables y vehículos eléctricos para sustituir el consumo de combustibles fósiles y así poder abastecer la demanda de energía mundial actual. Y además, solo un 18% del consumo de energía es eléctrico. Hay otros procesos de consumo energético basados en la combustión-calor que funcionan con más eficiencia al quemar combustibles fósiles: altos hornos del acero, fabricación de cementos, industria de la aviación, barcos mercantes, maquinaria para minería…

Las energías renovables serán necesarias, pero no suficientes.

Necesitamos unirlas con dos conceptos muy importantes.

El primero es la ecoeficiencia. Que no es otra cosa que ser capaces de dar el mismo servicio o utilidad del producto con un uso menor de energía. Esto es fundamental. Sin embargo... Si animados por esta suerte tecnológica nos dedicamos a crear un mayor número de engendros tecnológicos que igualmente consumen energía, nos podríamos encontrar que el consumo de energía en su cómputo global también habría aumentado. Es lo que pasa con los coches. Cada día son más ecoeficientes, pero como cada día también aumenta su número, tenemos mayor contaminación actualmente que respecto a los primeros utilitarios de hace un siglo, que contaminaban más por unidad.

La ecoeficiencia será necesaria, pero no suficiente. Por esa razón necesitamos echar mano del segundo y más importante concepto.

Ante la imposibilidad de tener suficientes fuentes de energías renovables para enfrentar el problema de la escasez de petróleo y demasiados aparatos consumiendo esa energía, el destino parece invitarnos a planteamientos, más viejos que la historia misma.

Solo desde lo social y lo político podremos enfrentar este desafío.

¿Cuáles son estos planteamientos, que se puedan resolver desde lo humano y cultural?

AHORRAR.

Ahorrar energía.

Se lleva mucho tiempo diciendo, pero no nos lo tomamos lo suficientemente en serio.

Necesitamos ahorrar. Y hacerlo de manera meticulosa y disciplinada. En el momento que estamos ya no vale poner nuestra miguita. No vale solo con apagar las luces que no se usan. Hoy descubriremos cuanto más se puede hacer, en nuestros centros docentes y más allá.

Tenemos que tener claro que para cambiar un sistema necesitamos empezar por cambiar cada uno de nosotros como individuos y hacérselo ver así al resto. Están en juego muchas cosas para andarnos con tibiezas. Y más aún, todos los que ahora mismo estamos en esta charla somos educadores y nos compete una responsabilidad especial en saber transmitir estas urgencias de manera adecuada.

Lo primero de todo es tener claro que para obtener un cambio colectivo necesitamos un convencimiento individual, una actitud proactiva bien encarnada en cada uno de nosotros, entender que necesito dar el primer paso yo, independientemente de lo que hagan los demás. Solo ahí hay esperanza. Si justificamos nuestra inacción por exigir resultados rápidos o por ampararnos en que el otro no hace nada, no habrá manera de salir de este embrollo medioambiental.

Es importante transmitir a los más jóvenes y los más mayores (ya que la huella ecológica (y energética) está repartida entre todos) la comprensión de estas grandes interdependencias que dan forma a la globalización.

El consumo de combustibles fósiles, así como la energía nuclear (también dependiente de uranio no renovable y que también está en decadencia), tienen un impacto en la naturaleza. Se deforestan bosques, quemando grandes extensiones de árboles, perdiendo valiosísimas especies de animales y obligando al desplazamiento de poblaciones autóctonas. Se contamina el aire, dando lugar a un cambio climático sin parangón.

Todavía hay gente que se cuestiona la existencia del cambio climático debido a la actividad humana. Esto es muy peligroso. Porque dudar sobre ello ralentiza las medidas que debiéramos estar tomando ya.

¿Cómo se puede atacar el cambio climático? Una vez más, ahorrando energía. Porque las emisiones de gases de efecto invernadero tienen mucho que ver con el consumo de la energía procedente de la quema de combustibles fósiles. La energía siempre está detrás de todo. Es lo que nos permite construir orden, civilizaciones enteras y adaptarnos a la naturaleza.

Desde el año 2003 hasta el año 2013 las multinacionales del carbón y el petróleo invertían 1000 millones de dólares al año en negar la causa humana. Usaban agencias de comunicación, organizaciones aparentemente populares, fundaciones…

Esa duda que acecha a muchos fue diseñada.

Con tan solo observar el acoplamiento de las curvas de crecimiento de las emisiones de CO2 y el aumento de las temperaturas desde la era preindustrial es fácil entender que la relación es evidente. Y lo que no da lugar a dudas es que el aumento de más de un grado desde la era preindustrial está ahí. Los registros de los últimos años, cada vez más calurosos, lo demuestran. Y que nadie se confunda. Las últimas heladas invernales no desmienten el cambio climático, sino que confirman los desajustes atmosféricos propios de este cambio.

¿Por qué es importante el cambio climático? ¿Sólo para evitar que las poblaciones de osos polares palidezcan? Eso es importante, pero también las millones de especies que también se verán amenazadas por cambios en los océanos, sequías y fenómenos climáticos más virulentos y numerosos como los huracanes y temporales. Y junto a esas especies vamos nosotros detrás. Las olas de calor y de frío se harán tan intensas que se perderán cosechas, disminuirá el caudal de muchos ríos. Esto afectará al rendimiento de los cultivos y por tanto a la alimentación de una población humana cada vez más creciente. Si a los países más acomodados nos sorprendía la inmigración de los países del sur, los refugiados climáticos se contarán por cientos de millones. Esto está a la vuelta de la esquina si no tomamos consciencia todos. No podemos quedarnos esperando a que los políticos hagan los deberes. Los ciudadanos debemos tomar la iniciativa.

Nuestra tecnología actual tiene un impacto. Y es muy importante hacer ver esto al mayor número posible de personas. Nuestros actos no quedan acotados en nuestro entorno inmediato, sino que se prologan en largas cadenas de sucesos que ponen en jaque al planeta entero. Tener esto claro nos dará suficiente coraje e interés para empezar a ahorrar energía desde ya.

Necesitamos ahorrar energía por muchos motivos.

Para prepararnos para el inminente y gran descenso de la producción de crudo fósil, para no seguir alimentando el calentamiento global, para no tener que deforestar más selvas, para no contaminar más nuestras ciudades, etc. Es importante explicar a los más jóvenes que esto de ahorrar energía no es una moda ecológica, sino que está en juego nuestro planeta y supervivencia.

Detrás de un interruptor podrá haber una central térmica quemando carbón y emitiendo gases de efecto invernadero, detrás de un consumo desmedido de carne, millones de cabezas de ganado emitiendo metano a la atmósfera, alrededor de 20 veces más virulento que el dióxido de carbono, detrás de este gadget o prenda de ropa, miles de barcos mercantes surcando por los mares y trasladando materias de un lado a otro del mundo.

Es hora de pensar de manera interdependiente.

Hemos tenido acceso a una cantidad de energía, como jamás el ser humano ha tenido. Consumimos muchas veces como si fuera inagotable, como si no costará esfuerzo obtenerla. Nuestra civilización de la opulencia y la globalización nos ha permitido gozar de servicios, hasta hace poco impensables. Y debido a la complejidad del sistema no llegamos a entender el origen de las cosas, los procesos que traen hasta nuestra rutina energía, agua, minerales, alimentos. Hoy quiero que visualicemos todos lo que ocurre aquí y allí. No nos conformaremos con la típica iluminaria que se apaga o enciende porque la energía de la que menos consciencia tenemos no se consume solo en casa y en el centro docente, sino en otros ámbitos de la economía. Por eso, hablaremos de la huella energética. Y ello nos trasladará directamente a los sectores invisibles a los urbanitas, el sector secundario (la industria) y el sector primario (el mundo agropecuario, la minería, los bosques…).

¿Qué podemos hacer profesores y alumnos desde nuestros centros docentes para responder a la gestión de la energía que nos da la vida?

AHORRANDO.

¿De cuántas maneras se puede ahorrar?

Dentro del mismo centro hay maneras que son muy evidentes. El equipo encargado de hacer el análisis energético os hablará sobre ellas. Yo os puedo adelantar y mencionar algunas, pero también os hablaré de aquel gasto energético que no se produce dentro del colegio, pero que sí depende de los comportamientos que tengamos dentro del colegio como consumidores. A fin de cuentas, si hablamos de ahorrar energía es porque intentamos reducir el consumo de energía. Y consumir, consumir energía es algo que no solo ocurre de puertas hacia dentro sino de puertas hacia fuera. Quiero que penséis de manera interdependiente, que imaginéis lo que está ocurriendo en el mundo para que nosotros podamos disfrutar de la energía.

2.- ¿Qué podemos hacer en nuestros centros docentes?

Empecemos con el centro escolar.

¿Qué pasaría si involucrásemos al alumnado, invitándoles a que diseñaran algún tipo de señalética que nos recordase la importancia de apagar las luces que no se usan? ¿Y si lo convirtiéramos en una especie de concurso por el que se nos anotarían puntos en unas tarjetas, cada vez que tuviéramos el gesto de apagar una luminaria?

Podrían ser los mismos compañeros alumnos los que auditaran el gesto. Por ejemplo. Esa nueva puntuación solo te la puede poner otro compañero que sea testigo de tu gesto.

Lo mismo sería extrapolable a la calefacción o aire acondicionado. Aunque se supone que los profesores tendrían que velar por este apagado y encendido, al entrar y salir del aula.

Otra alternativa sería colocar detectores de presencia que activaran el encendido y apagado de las luminarias, pero sería menos didáctico que el que los alumnos se implicaran.

Los termostatos de calefacción y control del aire acondicionado se podrían ajustar de tal manera que consumieran poca energía dichos aparatos. El termostato de la calefacción se puede colocar a una temperatura no muy caliente (20º o menos grados) e invitar a que los alumnos se abriguen un poco más. El aire acondicionado no tiene por qué estar a la temperatura ideal de 24º sino un poco más alto. O mejor, abrir las ventanas del aula y la puerta y generar corrientes de aire. Sinceramente, si las condiciones de orientación del aula lo pueden permitir (por ejemplo, mirando hacia el norte), podríamos apagar el aire acondicionado en momentos de no excesivo calor.

Un ámbito que consume mucha energía en la arquitectura es el acondicionamiento del aire y el uso de aparatos electrónicos. Los mismos criterios de apagar luces son aplicables a los ordenadores, impresoras, fotocopiadoras, proyectores y pantallas digitales. Que estos tengan programada su hibernación para el caso de pasar un cierto tiempo sin usarse es también importante. Y desconectarlos directamente, ideal. El stand by es el llamado vampiro energético. Las 24 horas que está el stand by encendido pueden llegar a consumir mucha más energía que el poco tiempo que se use, por ejemplo, una impresora.

Pero siguiendo con el acondicionamiento del aire…

¿Hasta dónde podría llegar el presupuesto del centro para instalar toldos sobre las ventanas? Los toldos permiten que los rayos del sol entren en las estancias en invierno y proteger del excesivo calor en verano. Sencillos, no muy caros, y eficientes.

Otra intervención ideal sería poder aumentar el aislamiento térmico de las fachadas y los conductos de la calefacción, así como cambiar las carpinterías y vidrios de las ventanas por carpinterías con ruptura de puente térmico o madera, que es muy aislante térmicamente, y los vidrios a dobles y triples. Pero entiendo que esto entra en un ámbito de presupuestos que no se pueden permitir todos los centros docentes. No obstante, lo menciono, porque aunque sea desde el punto de vista pedagógico, es interesante de conocer. Y si no podemos, el simple hecho de colocar unos burletes en las juntas de las carpinterías de las ventanas ya es algo. Pueden ser de caucho, espuma o silicona.

Solo aumentando aislamientos térmicos, avanzaríamos en un porcentaje de ahorro energético muy alto. Lo que se llama la eficiencia energética. Claro. Esto solo tiene sentido en un panorama sin covid.

El cambio de calefacción centralizada (de radiadores y alimentada por gasoil, propano o gas natural) a calderas de condensación o baja temperatura (a partir de gas natural) nos puede llevar a ahorros de hasta un 10% o 20%.

No hace falta decir que invertir en cambias todas las luminarias incandescentes por LEDs es una apuesta segura. Ahorraríamos hasta 8 veces en el gasto de energía. Si cambiáramos las incandescentes por fluorescentes compactas el ahorro sería de 4 veces. Aunque estas últimas tienen un riesgo. Si se rompen puede emitir al ambiente mercurio. Por otro lado, las bombillas halógenas también están proscritas, por su alto gasto energético. Mejor, sustituirlas cuanto antes. Y las fluorescentes de toda la vida no están nada mal, más emparentadas con las fluorescentes compactas.

No olvidemos de mantener limpias las luminarias. Poned atención en su mantenimiento.

Pintar las paredes de color blanco o colores claros, aumenta la iluminación, respecto a la presencia de paredes con colores más apagados. Es una manera de poder disfrutar de más luz, con un uso menor de luminarias. Esto podría permitir encender solo la mitad de las luces del aula en determinados momentos del día.

Tanto alumnos como profesores deberían alcanzar ese tipo de sensibilidad, por el cual te chirriaría el tener luminarias encendidas cuando podemos permitirnos el tenerlas apagadas. Si las imagináramos como grifos manando agua lo entenderíamos mejor.

El centro debiera contratar a alguna comercializadora 100% energías renovables. Existen ejemplos como Som Energía que además funcionan con la forma jurídica de cooperativa, donde sus clientes son socios, lo cual es un también interesante avance social. Lo menciono en términos de debería porque hoy en día ya es una opción. Instalar toda una red de paneles fotovoltaicos que pudiera abastecer al centro de electricidad no solo sería muy costoso económicamente sino posiblemente no hubiera suficiente superficie en los tejados para ello. Sin embargo, contratar a una comercializadora de energías renovables, no solo supondría un coste cero, sino que resultaría muy fácil.

Igualmente, si el centro cuenta con vestuarios para el gimnasio o pabellón polideportivo, otra buena apuesta sería instalar una red de paneles solares de agua caliente sanitaria. La energía solar térmica es una de las maneras más eficientes de aprovechar la energía del sol. Esta energía se aprovecha directamente. Así como calentar con electricidad (efecto Joule) es muy costoso y poco eficiente, calentar con el sol es altamente eficiente.

El reciclaje es importante. De ahí, el también incluir el mismo reto que mencionamos anteriormente con el apagado de luminarias. Cada separación correcta de residuos por un alumno podría apuntarse en su tarjeta por el compañero. Este tipo de puntuaciones podría tenerse en cuenta en las calificaciones finales de la asignatura de ciencias ambientales, sociales o ética, por ejemplo. ¿Por qué no iba a ser tan importante nuestra relación con el planeta en nuestra educación como otras materias del currículo?

¿Cuántas personas saben que fabricar cosas nuevas con materiales de reciclaje ahorra energía respecto a fabricarlas con materias primas recién sacadas de la naturaleza?

La revista Opcions nos cuenta que la energía que se ahorra fabricando un paquete de 500 folios de papel reciclado, en lugar de virgen, mantendría una bombilla de bajo consumo de 11 W encendida durante dos meses y medio. El consumo de energía para fabricar papel reciclado es entre 2 y 5 veces menor a la fabricación de papel con pasta virgen. De hecho, los paquetes de folio que entraran al centro debieran ser siempre reciclados. Así como es altamente recomendable que las bebidas vengan en recipientes de vidrio y no plástico.

La misma capacidad de ahorrar energía sería extrapolable a reciclar el vidrio, metales como el aluminio y el acero o algunos tipos de plástico. Es importante que el alumnado tenga claro el acto de separar los distintos materiales de sus almuerzos y tenga disponibles tanto en el centro como en el aula los diferentes contenedores.

3.- ¿Nuestros actos se acaban en las paredes del centro o van más allá?

Cuando nuestros actos nos ofrecen inmediatamente resultados, perceptibles en nuestro entorno inmediato, es fácil tomar posiciones éticas. Si tiro basura al suelo, lo veo. Lo puedo valorar, me pueden hacer reflexionar sobre ello. Lo entiendo.

Pero cuando las consecuencias de nuestros actos quedan muy lejos, la cosa comienza a complicarse.

¿Por qué hacemos esta reflexión?

Vivimos en un mundo globalizado.

Globalización. Desnivel prometeico. Son términos que remiten a una maquinaria de creación de realidades laberíntica y muy compleja.

Hace siglos, una persona podía, más o menos, entender cómo funcionaba el mundo.

Para ello y hoy se necesita estudiar, leer, razonar, calcular.

Los servicios que obtenemos del sistema económico proceden de la llamada economía de materiales. Una cadena de acontecimientos que transforman la materia prima en productos, que consumimos y acabamos desechando.

Cada vez que compramos o consumimos determinado producto o servicio todo un engranaje de eslabones se tiene que poner en marcha. En esa cadena de realidades existen interacciones con el medio natural, se ven implicadas personas, animales, paisajes, regiones enteras. Y, sobre todo, y siempre, se consume energía.

La energía que se necesita para fabricar, confeccionar o cultivar un determinado producto es la llamada huella energética. Esta se prolonga hasta el mismo momento que se extrae la materia prima. Y lo inquietante es que es una huella que nos pasa absolutamente desapercibida.

¿Qué tipo de productos o servicios podemos estar consumiendo desde la actividad de los centros docentes que den lugar a un consumo de energía en otra parte?

Empecemos hablando de la alimentación. Pensemos en la hora del almuerzo en el patio.

No es lo mismo consumir una manzana, cultivada en nuestra región, por ejemplo, en el rincón de Ademuz, que un mango importado de Sudamérica. El recorrido que ha tenido que hacer ese alimento en grandes barcos mercantes ha supuesto un consumo de combustibles fósiles en su trayecto, y por tanto de energía. Por no hablar de las ya mencionadas emisiones de gases de efecto invernadero. La manzana de Ademuz o la naranja de la Safor son lo que llamamos consumo de proximidad o consumo local. Nuestra decisión inocente y sencilla, a la hora de plantarnos ante las cajas de verduras en un comercio, están definiendo el tipo de economía que se genera. La una implica un mayor consumo de energía, la otra un menor consumo de energía. Igualmente podríamos comparar una tableta de chocolate que viene de la otra parte del mundo con una magdalena del horno de nuestro barrio. O un tetrabrick de zumo, compuesto por aluminio (el aluminio consume muchísima energía para su extracción y elaboración), plástico (procedente del petróleo, pensemos en toda una estación petrolífera, una refinería y una industria de film para confeccionar esa botella) y de papel (un tercio de las explotaciones de maderas a nivel mundial se usan para fabricar papel). La alternativa sería una botella de vidrio reutilizable con agua del grifo (purificada si fuera necesario).

Hemos empezado hablando del poder del consumo. Nuestros gestos diarios a la hora de comprar dan impulso a unas u otras historias. Cada moneda que ponemos a disposición del comerciante FINANCIA, da alas, alimenta una realidad u otra. Lo han dado en llamar el “voto económico”. Con nuestras compras votamos las políticas de unas u otras empresas todos los días. Los empresarios están pendientes de nuestras decisiones, deseos, necesidades y cada vez que decidimos comprar un producto u otro estamos mandando un mensaje al mercado. El marketing moderno funciona así. El empresario diseña el producto en función de nuestras demandas.

Pero prosigamos. Sin salir de la alimentación.

Un niño o niña puede traer de almuerzo todos los días al cole un bocadillo con carne o alternarlo con una pieza de fruta cada día.

Este es un tema muy delicado, que cuando se menciona en el mundo de la educación ambiental provoca muchas sensibilidades y resistencias.

Como educadores ambientales vamos a basarnos en estudios científicos. Lo que vamos a contar ahora no obedece a ninguna ideología vegetariana. Son estudios.

David Pimentel y Marcia Pimentel, prestigiosos científicos y profesores, expertos en Nutrición y energía, nos cuentan en alguno de sus artículos que para obtener una proteína de origen animal se necesita 11 veces más energía que para obtener una proteína vegetal. No olvidemos que el cuerpo necesita proteínas de calidad. El origen es indiferente. Nuestra sociedad está muy obsesionada y de manera equivocada en pensar que solo la carne nos puede aportar proteínas. De hecho, nuestra dieta mediterránea tiene interesantes platos culinarios, donde la combinación de legumbres con cereales tiene capacidad de aportarnos esas proteínas, al unir y complementar los nueve aminoácidos esenciales. Por ejemplo, un plato de lentejas con arroz integral, una ensalada de maíz con guisantes o un plato de alubias con pan integral. Incluso si estos platos llevan carne, la llevan de manera reducida: el choricillo en las lentejas, los trocitos de pollo en la paella…

¿De qué manera podríamos estimular el apetito en los niños por estos platos de histórico recorrido y hacerles entender que son más sanos para ellos y el medioambiente que las típicas hamburguesas, bistec, salchichas, etc? Incluso… ¿Lo tenemos claro, nosotros los profesores adultos?

El 95% de la soja cultivada en el mundo se usa para fabricar piensos para animales. Y lo más triste es que el 80% de la pérdida del Amazonas tiene precisamente que ver con el cultivo de esa soja o la creación de pastos. Abusar del consumo de carne es literalmente comerse la selva más grande del mundo. ¿Lo vamos a seguir consintiendo?

Cuando se trate de consumir carne, hagámoslo con sentido común, de manera comedida, al modo mediterráneo. No hay suficiente tierra fértil en el planeta para que todos los seres humanos no perdonemos ni una ración de carne al día.

Prosigamos.

¿En qué medio de transporte llegamos hasta la escuela?

¿Hacer quince o veinte minutos andando por nuestro barrio es demasiado para el cuerpo y nuestros tiempos, como para tener que usar el coche para llevar a nuestros pequeños al cole?

¿Qué clase de sociedad acomodada estamos creando? Andar es muy sano. Ir en bicicleta también. Y el transporte público, por determinada cantidad de energía te traslada a más personas que un coche usado por el conductor y los niños. Y menos contaminación.

Siempre que tengamos una alternativa razonable al coche, estaremos ahorrando energía. Siempre. Es necesario hacer ver a las personas que nuestros hábitos diarios tienen poder de cambio. De hecho, son esos gestos pequeños repetidos todos los días y reproducidos por millones de personas lo que caen como una losa sobre nuestro frágil medioambiente.

¿Qué ropa vestimos para ir al cole? ¿Nos pueden las marcas? ¿Tan atemorizados estamos a no ser aceptados por nuestros compañeros si no vestimos a la moda?

¿Cuántas personas saben que la ropa procede de la segunda industria más contaminante del mundo?

¿Y nuestros gadgets electrónicos? Cada vez es más habitual ver como los chavales traen su último modelo de móvil al cole.

Solo la industria, a nivel planetario, supone un tercio del consumo de energía mundial.

Volvemos sobre esa energía invisible. ¡La energía que se usa para fabricar las cosas!

¡Cuánta energía hay metida en cada cosa que compramos!

¿Cuál sería la alternativa más fácil e inmediata para reducir el consumo de tantos productos, que tanta energía consumen? Pensemos que cualquier fábrica se nutre de electricidad. ¿De dónde viene esa electricidad? ¿Es su origen nuclear o fósil?

¿Y los minerales y materias primas para confeccionar esos objetos? Tan solo la industria de la minería consume entre el 8% y el 12% de la energía primaria mundial. Y lamentablemente solo aporta el 0,5% del empleo mundial.  Y mucha de esa industria minera es implacable con los derechos humanos. Recordemos el caso del coltán en la República Democrática del Congo, usado para los aparatos electrónicos.

¡Cuánta energía consumimos a través de lo que compramos!

Pero volvamos a la pregunta inicial. ¿Cuál sería la alternativa más fácil e inmediata a todo este conglomerado industrial, que en más de una ocasión se cimienta sobre la cuasi esclavitud laboral?

¡LA REUTILIZACIÓN!

¡Los productos de segunda mano! Que por cierto genera muchos puestos de trabajo relacionados con la reparación y la rehabilitación. Actividades que consumen poquísima energía, pues sustituyen solo las piezas estropeadas, o remiendan, apañan, ajustan...

¿Cómo podríamos poner en valor delante de los más jóvenes la importancia de heredar la ropa de los hermanos, primos o incluso de una tiendecita de barrio que apoye una causa de reinserción social o de una plataforma de segunda mano en internet!

¿Cuántas cosas podemos obtener de segunda mano?

Ropa, electrodomésticos, complementos, libros, viviendas, coches, bicicletas, móviles, calculadoras, instrumentos musicales, películas, mobiliario, decoración, …

Los escenarios hacia los que nos llevará la inminente carestía de combustibles fósiles y la necesidad urgente de dejar de emitir tantos gases de efecto invernadero, son escenarios de auténtico decrecimiento. Y vendrá de manera ordenada, por las buenas, o de manera desordenada, impuesto por las malas. Cuanto antes nos preparemos, revisando todo nuestro consumo, ese consumo que se basa a su vez en consumo de energía, más pacíficas, libres y exitosas serán las sociedades de nuestro futuro. Inminente. Y no lejano.

Y la educación es un “arma” cargada de luz, razón y mucho amor.

¡Usémosla! Pongamos la educación a la altura de los tiempos. Nosotros y los más jóvenes nos lo merecemos.

No podemos esperar más.

El momento es ahora.

¿Estáis dispuestos?

HECOENSAYO 53: "REFLEXIÓN CRÍTICA SOBRE EL DOCUMENTAL: THE GREAT GLOBAL WARMING SWINDLE (LA GRAN ESTAFA DEL CALENTAMIENTO GLOBAL)" https://www.youtube.com/watch?v=NlSTs7y952Y

No me considero mayor experto en ciencia que muchos de los científicos que participan en el documental. Sin embargo, lo que afirman se contradice con mucho de lo que afirman otros tantos científicos, mayores en número y bajo un consenso mundial, especialmente el IPCC, los defensores de la existencia de un cambio climático antropogénico (debido a la actividad humana).  Desconozco también si los científicos aparecidos en el documental han publicado en revistas científicas de alto impacto y artículos científicos revisados a pares.

El documental no niega la existencia de una subida de las temperaturas globales, pero si niega que el ser humano sea la causa. Y esto es altamente relevante para nuestro futuro y nuestro posicionamiento moral en el tema.

Voy a ir apuntando argumentos críticos, fruto de lo recolectado de otras fuentes y algunas opiniones personales, frente a muchos de los puntos mencionados en el documental:

1.- El documental afirma la existencia de ciclos y otros cambios climáticos en el pasado con periodos de más calor o más frío, quitando de esa manera importancia al presente cambio climático. Sin embargo, no dicen que algunos de estos cambios del pasado mencionados se desarrollaron en regiones concretas del planeta y en periodos muy largos de tiempo y no en un periodo tan corto como el actual. Este aspecto de aceleración tiene capital importancia en el rendimiento y nula adaptación de las cosechas y por ende en la falta de alimentos en una población mundial creciente. Los defensores del cambio climático antropogénico nunca dudaron en que el planeta y la vida continuarían. Lo relevante aquí es como nos afectará este cambio climático tan acelerado a los seres humanos, además de a multitud de especies vivas, que tienen tanto derecho como nosotros para vivir en este planeta. El documental habla de adaptabilidad de los seres vivos, cuando es lo contrario, se están extinguiendo especies vivas a un ritmo alarmante.

2.- El documental cuestiona los modelos informáticos utilizados para apoyar la tesis del cambio climático antropogénico. ¿Todos están mal? ¿Todos? ¿Alguien piensa, con los últimos años calurosos que hemos tenido, que los científicos del IPCC exageran los datos? Los modelos construidos trabajan con índices de probabilidad y consenso de muchos científicos.

3.- El documental hace parecer a los detractores del cambio climático antropogénico como pobrecitos atacados y condenados al ostracismo, con una dosis emocional de victimismo. Este manejo de las emociones hace parecer a los defensores del cambio climático como personas malvadas, cuando son justamente lo contrario.

4.- “Gracias a los lujos de la industria moderna una vez disfrutados exclusivamente por los ricos ahora están disponible en abundancia para la gente corriente”. Esta frase que reza la traducción escrita del documental me estremece. Aquellos promotores de este documental que hayan concebido la ideología guía del discurso, claramente son defensores de la teoría de la riqueza por la cual tiene que haber personas ricas en el mundo, para que con el maná que les sobre después de haber atesorado sus plusvalías vaya llegando a los de abajo. Este documental es claramente de corte neoliberal, defensor a ultranza del mismo capitalismo que está acabando no solo con el clima sino con la vida.

5.- El documental nos expone diagramas de emisiones de CO2 que se desacoplan del aumento de temperaturas en el año 1940. Los diagramas que yo he visto en el 5ª informe del IPCC no exageran tanto este periodo de 1940 a 1980 y el acoplamiento que se pude entrever es mucho más claro.

6.- El documental dice que el CO2 que emitimos es muy reducido y que los vapores de agua (las nubes) son el más grande gas de efecto invernadero, pero lo que no dicen es que estos vapores aumentan en cantidad precisamente como consecuencia del aumento de temperaturas, como consecuencia, a su vez, de un aumento de emisiones de C02, ¡¡incluso con pequeñas cantidades de CO2!! El documental está quitando, todo el rato, importancia al C02, cuando precisamente pequeñas variaciones de CO2 en la atmósfera son fundamentales y suficientes para que aumente la temperatura global.

7.- El documental dice que los volcanes emiten más CO2 que toda la actividad humana, sin embargo, yo encuentro afirmaciones diferentes, como que emiten menos del 1% de lo que emite el ser humano. Bueno… Es curioso pero los aerosoles de los volcanes tienen un efecto de enfriamiento como pasó con el Tambora con su erupción en el año 1815.

8.- El documental afirma que las fluctuaciones solares son las causantes de este aumento de temperatura. Según el quinto informe del IPCC los cambios en la radiación solar habrían contribuido solo a un ¡2%!

9.- El documental justifica la existencia de los afines al cambio climático antropogénico por conservar sus puestos de trabajo. Me parece un argumento infantil y pobre. Encontramos mayores intereses y ganancias en la industria de los combustibles fósiles (los lobbies del petróleo, el carbón y el gas), con mayores puestos de poder. De manera ya clara y sin tapujos, estuvieron financiando el descrédito y el negacionismo durante décadas de una manera cabalmente orquestada, utilizando agencias de comunicación, organizaciones aparentemente populares, fundaciones… Esta gente si lo tenía bien montado y tenía mucho más que perder si el cambio climático antropogénico resultaba ser real.

10.- El documental dice que el CO2 acumulado en las profundidades en los registros de núcleos de hielos es el que sigue al aumento de temperaturas con un desfase de 800 años. Esto contradice la tesis mayoritariamente aceptada de que sea al revés, que es el aumento de CO2 el que a través del efecto invernadero provoca el aumento de temperaturas.

11.- El documental dice que la mayor fuente de CO2 son los océanos. Pero en el balance actual los océanos están almacenando más CO2 que emitiendo. La prueba es que se están acidificando y su salinidad es mayor.

12.- El documental me hace una comparación del aumento de emisiones de CO2 con el aumento de temperaturas en el ártico, demostrando su falta de acoplamiento. Cuando cualquier climatólogo sabe que el aumento de temperaturas en el planeta es desigual. Por ejemplo, en la cuenca mediterránea y en los mismos círculos polares el aumento de temperaturas es muy superior a la media. Que me muestren el aumento de temperaturas globales y aumento de CO2 global en gráficas solapadas.

13.- El documental me pone el foco de atención sobre Margaret Thatcher, como si esta mujer hubiera podido dirigir las mentes y estudios durante ¡décadas! de multitud de climatólogos, incluso a la misma Organización de las Naciones Unidas, fundadora del IPCC.

14.- El documental me pone de ejemplo al científico sueco de los años 70 como origen, cuando lo del cambio climático se sabía mucho antes de los 70.

15.- El documental se muestra claramente a favor del crecimiento económico, cuando se sabe que es inviable por la falta de recursos no renovables y las leyes de la entropía. Es imposible crecer infinitamente en un planeta finito. Necesitamos ampararnos en otras cosmovisiones para hacer frente a los retos del declive de los recursos energéticos y minerales. Quién defienda el crecimiento a ultranza está enclaustrado en el pasado de las ciencias económicas. Este tipo de ideas que salpican el documental dejan entrever con claridad cuál ha sido el motor ideológico que lo ha patrocinado. Y ya para colmo me defienden implícitamente a EEUU, uno de los países del mundo con mayor huella ecológica. Necesitaríamos 5 planetas para que todos los habitantes del mundo pudieran vivir con el nivel de vida de esa nación.

16.- El documental me viene ahora con el cliché de que los activistas medioambientales nos quieren devolver a la edad media. ¡Por favor! Que poco conocimiento del ecologismo moderno.

17.- La motivación del ecologismo no es la confrontación, como cuenta el documental, sino el cuidado de la naturaleza y todos sus seres vivos, incluyendo los humanos. El documental vende el ecologismo como una mancha en la sociedad, como una transición del comunismo. Precisamente el comunismo de la antigua Rusia estaba a favor de la producción industrial masiva.

18.- El documental se refiere al movimiento ecologista con términos como extremistas. Está claro que el medioambiente no les preocupa demasiado a los ideólogos del documental. El movimiento del cambio climático está creado por científicos, no por ecologistas.

19. Que los proyectos relacionados con el cambio climático hayan recibido subvenciones no significa que queden desacreditados o sin fundamento. ¡Claro que han recibido subvenciones! Se trata de una investigación a gran escala y una necesidad de comunicar los resultados por su relevancia global.

20.- “La ciencia es así de mala”. Menciona uno de los entrevistados del documental refiriéndose al error de darle importancia al CO2. La ciencia no es mala ni buena. Observa hechos, calcula y concluye.

21.- El documental da a entender que los científicos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático sean tontos y no tengan en cuenta todos los factores. ¡Dejaran de haber tenido en cuenta todos los factores!

22.- La manera, que tiene el documental, de contar muchas cosas como el tema de las energías renovables me parece capciosa. Me muestran las energías renovables como algo paupérrimo y sin potencialidades al poner el mal ejemplo del hombre africano que subsistía con 2 placas solares. Creo que el tema es más amplio como para simplificarlo tanto. También afirman que si son muy caras cuando el precio ha bajado muchísimo en los últimos tiempos. De cualquier manera, tengo que reconocer que las energías renovables no serán suficientes y que utilizan materiales no renovables que acabarán sufriendo los estragos del desgaste y para cuando queramos renovarlas por otra generación de artefactos verdes ya no nos quedará petróleo para fabricarlas, montarlas y transportarlas. Y estoy de acuerdo con algo que dice el documental. Las energías renovables no son capaces de mover muchas industrias. Sin embargo, sí son necesarias para la transición ecológica, combinadas con eco-eficiencia y con un consumo menor de energía. No contamos con fuentes de energía alternativas a fecha de hoy.

23.-  El documental dice que los informes del IPCC son adulterados en sus revisiones finales. ¡Claro! Por todos los grupos de interés que no quieren ver reducidas sus producciones de combustibles fósiles.

24.- El documental critica el principio de precaución para las nuevas tecnologías, tan necesario en nuestros días antes de lanzar una nueva tecnología al mercado sin medir las consecuencias menos agradables. Ya tuvimos malas experiencias con la industria química, los plásticos o los transgénicos. Sigue estando muy claro de que pie cojea este documental. Hay grupos de poder detrás, o al menos, ideólogos favorables al capitalismo a ultranza, sin mesura.

25. El documental muestra a los grupos ecologistas en contra del desarrollo de los países del sur. ¡Me parece indignante! Hasta aquí hemos llegado. No había visto tanta manipulación informativa. Por un lado, el documental muestra el desconocimiento del ecologismo moderno y por otro lado me parece hasta malvado mentir de esta manera sobre el movimiento ecologista. El ecologismo moderno une igualdad social con medioambiente. Es más que sabido que es imposible alcanzar la sostenibilidad si no hay equidad social. Esto daría para hablar mucho, pero el documental lo simplifica de una manera repugnante. El documental dice que los ecologistas afirman que las poblaciones del sur no deben tocar sus recursos, cuando es todo lo contrario. Se lleva hablando desde hace mucho tiempo de soberanía alimentaria, biorregionalismo o nacionalización de empresas energéticas para los países del sur. Y sobre todo, no simplifiquemos. Lo que necesita el planeta es una relación diferente con la Tierra, es aminorar el extractivismo, tan dañino precisamente para campesinos y pueblos indígenas del sur, que poco beneficio reciben de ello. Se trata de generar una nueva relación con la Tierra. Y eso también necesitaría de mucho más espacio para ser explicado. Me ponen el ejemplo de las hogueras que utilizan en pequeñas aldeas africanas y la falta de electricidad, como si los ecologistas no quisieran que esta realidad fuese superada. El documental culpa a los ecologistas de desear eso. Cuando resulta que es el sistema económico, que defiende el documental, acaparador de tierras y recursos, el que priva del desarrollo a estos pueblos.

26.- El documental pone mucho acento en la “alarma” social que generan los defensores del cambio climático antropogénico. ¡Lógico! Es que es un tema en el que nos va el futuro de la vida sobre la Tierra tal y como la conocemos. ¿Cómo iba a ser si no? Y es más, es una alarma demostrada por estudios. O sea. El conocimiento de esta realidad lleva implícito un posicionamiento moral o ético, que es la necesidad de tener que comunicar urgentemente el tema a todo el mundo y hacer cambios en las políticas y en las empresas a nivel mundial.

27.- Y ya cuando llega el documental y me cuestiona el deshielo del ártico, ya me quedo atónito. Claro que mengua y crece según las estaciones. Si. Eso ya lo sabemos. Pero la realidad es que la cantidad de masa de hielo que hay en los últimos veranos es mucho menor de la que debiera haber.

28.- Y cualquiera que razone un poco se dará cuenta de un detalle. El documental va desmintiendo punto por punto todos los asertos del cambio climático antropogénico. ¿Es posible que todo lo que defienden la ciencia mayoritaria del cambio climático sea falso? ¿Todo?

29.- El número de científicos discordantes con el cambio climático antropogénico que aparece en el documental es nimio, comparado con los miles de científicos a favor. Sin embargo, al aparecer de manera tan vehemente parecen resultar convincentes. No dudo de que hayan tenido recorridos científicos brillantes, pero sus conclusiones son excepcionales, frente a una mayoría abrumadora de científicos favorables a la tesis del cambio climático antropogénico. Sobre todo, porque se produce un curioso efecto psicológico. Cuando tú ves a alguien que va en contra de la opinión oficial lo ves como un héroe, como una persona moralmente superior que te está descubriendo la verdad que otros de manera “conspiradora” te niegan. Así funciona la manipulación de la opinión pública. Pura ingeniería social.

30.- Si uno analiza con profundidad el sesgo del documental se da cuenta de la mentalidad neoliberal y capitalista. En ningún momento muestra preocupación por los problemas medioambientales. Incluso si lo del cambio climático antropogénico no fuera cierto, no es justificable que sigamos contaminando a tan alto nivel con nuestras emisiones y envenenando a millones de personas con los gases contaminantes de toda la industria. Algo tendremos que hacer.

CONCLUSIONES:

Es tan abrumadora la lista de datos y autores que ofrece el documental que no es extraño que parezca convincente. Simplemente, lo parece.

Pienso que algún lobby, o más de un lobby, ha aprovechado la existencia de las personalidades que pueblan el documental para tejer un discurso a conveniencia de conservar su status quo y el discurso dominante del capitalismo. Que curioso que entre todos los hombres entrevistados (hombres solo) se puede ir tejiendo un mismo discurso a lo largo del documental. Todo lo dicho está muy bien hilado y diseñado. No vemos opiniones diversas e imparciales sino dirigidas a la misma diana.

En mi opinión, el documental trae un sesgo de ultraderecha, haciendo afirmaciones muy simples y combinándolas para hacernos sentir aversión por el movimiento ecologista y el consenso científico mayoritario a nivel mundial sobre el tema.

Este tipo de documentos me parece muy peligroso, sobre todo porque consiguen dividir la opinión pública y convencer a la gente de que no hay nada que debamos hacer por cuidar el medioambiente, sino que hay que seguir confiando en el devenir y buen curso del libre mercado.

HECOENSAYO 54: "PRESENTACIÓN DEL LIBRO "LA MÁQUINA DE CAMBIAR EL MUNDO" EN EL COLEGIO MAYOR RECTOR PESET

Muchas gracias por acudir a este pequeño acto.

Muchas gracias por hacer posible esta presentación.

Traigo con mucha ilusión un pequeño pedazo de mundo. Es un trozo de madera. Son 44 páginas de papel FSC llenas de color y buenas intenciones.

Son el resultado de muchos años de trabajo.

Cuando miro lo que vais a ver en un rato, veo el largo viaje que me trajo hasta aquí, lleno de personas y experiencias. Y me siento tremendamente agradecido.

Os traigo un pequeño y espero que gran libro.

¿Por qué de él?

Estamos en pleno siglo XXI y si miramos alrededor, comprobamos que hay muchas cosas que no funcionan. Sin embargo, si seguimos mirando más también encontramos otras tantas que sí funcionan, pero que no parecen llevar la voz cantante. Están ocurriendo a la misma vez cosas terribles en el mundo y cosas maravillosas.

Es necesario hablar de todo eso.

No se liga hablando sobre las cosas que no funcionan. Hay mucha gente que prefiere matar al mensajero, en tal caso, y decir cosas como “Ya están los de siempre, los ecologistas agoreros”.

Pero hoy más que nunca y después de ver que las predicciones del informe Los límites del crecimiento del 72 se están haciendo realidad, necesitamos seguir insistiendo.

Estamos al borde de una crisis energética sin parangón, el cambio climático y la deforestación avanzan, las desigualdades económicas y pequeños colapsos se dan por los cinco continentes…

Desde el año 2014 las grandes petroleras están desinvirtiendo porque resulta muy costoso seguir extrayendo petróleo. Esto nos podría colocar en una posición muy compleja en menos de un lustro según la propia Agencia Internacional de la Energía. Antonio Turiel, científico del CSIC, lo contó ante el senado hace un año mucho mejor que yo. Con petróleos de mala calidad no habrá suficiente gasoil ni fertilizantes. Con insuficiente gasoil y fertilizantes habrá menos disponibilidad de materias primas fundamentales y alimentos. Y con tantas carencias la economía se ralentizará. Nuestra economía es muy dependiente del consumo de energía y materias primas. El empujón de un capitalismo sin mesura nos impide ver que podríamos vivir con mucho menos, causando menos daño al planeta y consumiendo hasta diez veces menos energía sin perder el mismo bienestar material conocido.

Todavía dudamos de que el cambio climático sea un efecto de la actividad del ser humano. Las industrias del carbón y el petróleo se encargaron de diseñar muy bien el negacionismo hace décadas. Tan bien que hoy en día la mejor manera de esquivar nuestras responsabilidades es vociferar a los cuatro vientos la duda, agarrándonos a los muchos científicos que niegan el papel antrópico del ser humano. Sin embargo, ¿Cuántos de estos científicos han publicado sus resultados en revistas científicas de alto impacto y en artículos revisados a pares, como si publican los que nos advierten del cambio climático? No nos podemos andar con tibiezas. En cualquier momento fenómenos como los tipping point podrían acelerar este gran desajuste a nivel global, como bien nos explica Ferrán Puig. ¿Qué pasaría si se derritiese todo el permafrost del norte del mundo y se liberase el metano que yace bajo él? Un gas de efecto invernadero una veintena de veces más virulento que el dióxido de carbono. Nos hemos acostumbrado a pensar que el cambio climático se limita al aumento del nivel del mar y mientras veamos que no aumenta mucho parece que no pasa nada. Pero… ¿Cuántas personas se han parado a pensar que lo peor puede pasar por la disminución del rendimiento de las cosechas o la falta de caudal en ríos que dan de beber a miles de millones de personas? Por no hablar de los fenómenos climáticos extremos y virulentos.

Cuando vemos arder la Amazonía… ¿Pensamos en el gran sumidero de dióxido de carbono a nivel planetario que estamos perdiendo o de la importancia de la existencia de dicha selva para el mantenimiento de las propias precipitaciones? Y es más… ¿Somos lo suficientemente valientes para rastrear nuestra relación personal con todo lo que ocurre allí? ¿Cuántas personas saben que se deforesta para plantar soja que a su vez se comen los animales que a su vez nos comemos en Europa, totalmente ajenos a dicha cadena de sucesos? Nuestra época nos exige pensar las interdependencias y ecodependencias.

Las guerras por los recursos son el primer y gran motivo de desencadenarlas. ¿Podríamos vivir consumiendo menos recursos o produciéndolos de otra manera?

Términos como Economía del Bien Común, Economía social y solidaria o Comercio Justo hacen referencia a modos más humanos y equitativos de enfocar la economía. Porque es posible vivir en un libre mercado, pero inyectado de más humanidad y valores. Porque es posible dejar de crecer infinitamente y a la vez repartir beneficios para todos y no solo unos pocos. Porque es posible hacer economía de otra manera.

¿Qué nos falta aprender, entonces?

¿Cuál es la solución?

Pregunta ambiciosa y atrevida.

Pero a lo mejor no hay una solución porque la respuesta se ecualiza en plural.

¿Las muchas soluciones?

Esas soluciones que encarnáis vosotros los colectivos y vosotros los individuos. Esas soluciones que ya existen.

Este libro suma soluciones. Suma acciones. Suma fuerzas.

Encarnadas por todas y todos y no por unos pocos e inexistentes superhéroes.

Hablamos de diversidad social.  Como reflejo de la misma biodiversidad natural que queremos para la naturaleza.

Hablamos de lo que podemos hacer individualmente y de lo que podemos hacer colectivamente.

Este libro es un canto al mundo ecosocial que necesitamos. Y es canto porque se recrea mayormente en lo positivo, en el avance, en las soluciones frente a las amenazas del mundo. Buckminster Fuller decía: “No intentes cambiar un sistema. Construye uno nuevo que haga que el anterior se quede obsoleto”.

Un niño pequeño podrá recrearse en los detalles, un niño mayor curiosear, un adolescente disfrutar de un cómic, una madre o padre podrían inventarse historias sobre cada página y guiar a los más pequeños en un viaje lleno de esperanza, un adulto podría disfrutar del libro como una pequeña obra de arte, como un libro regalo y comprobar que ya existen suficientes iniciativas ecosociales para creer que otro mundo es posible, un profesor podría extraer contenidos y trabajarlos en clase... Es un libro para todas y todos.

Originalmente expuesto desde lo visual, en aras de universalizar sus contenidos a todas las edades, utiliza un lenguaje que pueda ser entendido por un máximo número de personas. De ahí que combine un tono infantil con un tono a la vez adulto y el formato lingüístico escogido sea la imagen con el apoyo de palabras. Es un libro ilustrado.

Estamos ante una colección de escenarios, circunstancias y personajes. Es eminentemente un libro donde las verdaderas historias las va a vivir el lector. Es un libro escenario, un compendio de diferentes espacios expuestos desde la teatralidad de la infografía. Cada doble página es una amalgama visual apoteósica, un estallido de colores y formas que tratan de hacer vivir al lector su paso por el libro con un lenguaje casi mágico. La verdad de los contenidos es expuesta desde la creatividad de la imagen libre y evocadora.

Este libro no inventa, no elucubra, pone voz a lo que ya existe. Y lo cuenta con candor, de manera refinada y con toques de humor y diversión. Cada doble página es un juego. Es un libro que quiere trabajar desde muchas dimensiones. Y ello incluye la gamificación, la educación desde el juego. Y como formato de libro artístico ilustrado ocupa un número de páginas modesto y ajustado. Su peso intelectual no se mide por el número de páginas sino por la capacidad de síntesis de conceptos. Como decía, simplifica lo complejo. Sintetiza y resume, para acercarnos a la globalidad de manera casi instantánea.

Los retos sociales y medioambientales de este siglo implican un conocimiento ambicioso de la complejidad ante la que nos enfrentamos.

Es un libro ambicioso porque no solo une medioambiente con economía social, sino que introduce y culmina dichos temas desde los valores y la psicología. Todo empieza y termina en nuestros pensamientos. Acaso podría ser de otra forma. Por esa razón en la historia que cuenta se da la mano lo material de ahí fuera con lo inmaterial de aquí dentro. Todo está unido de manera holística.

La máquina de cambiar el mundo es una enciclopedia visual sobre ecología, economía solidaria, valores y buenos pensamientos para mejorar el mundo en el que vivimos.

Cuenta la economía solidaria poniendo ejemplos vivos y al final de sus páginas reivindica el como podríamos distribuir los diferentes tipos de economías entre lo que puede competer más a lo público y más a lo privado, haciendo un guiño al ecosocialimsmo de Riechmann.

Cuenta la ecología, desde el mundo antrópico del ser humano, explicando esa fina frontera donde se encuentran las personas y la naturaleza. O sea, como podemos comportarnos para que nuestras acciones sean respetuosas con el medioambiente. Se centra más en la ética ecológica que en la descripción biológica de la ecología, más trabajada en otro tipo de obras de interpretación del patrimonio natural.

Y como ya había adelantado, nos coloca frente a nosotros, para comprobar que pensamientos nos sirven y cuales no para hacer no solo posible la parte material ecosocial del mundo sino la parte de nuestro bienestar interno.

De manera especial y específica trabaja muchos de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 y otros muchos de manera transversal. Es por ello una obra que trabaja las tres patas del desarrollo sostenible como fuera definido por las Naciones Unidas, poniendo en valor lo ecológico, lo social y lo económico.

Si tuviera que usar tres palabras poderosas, una manera de definir la historia que cuenta el libro hablaría de decrecimiento, como no se cansa de repetir nuestro querido Julio García Camarero, felicitante, como diría Adela Cortina, y virtuoso, como diría el economista Álvaro Porro.

Este libro trata de volver sencillo lo complejo. De hacer honor a la máxima piensa global, actúa local. Un compendio de buenas acciones ecosociales como respuesta al inminente decrecimiento hacia el que vamos abocados por la carestía de muchas cosas.

Estamos ante las puertas de dos mundos muy diferentes. Uno caótico y doloroso. Y otro sencillo, democrático, frugal, auto-contenido, amigo de la naturaleza y profundamente humano. Donde lo suficiente es mejor como diría Epicuro. Donde sí o sí tendremos que reducir nuestro consumo, tan dilapidador como fue durante el último siglo y medio. Las cosas buenas no hacen tanto ruido, simplemente pasan tranquilas, pacíficas, en silencio. Como el caracol que representa al decrecimiento.

¿Qué forma tomaría el mundo si pusiéramos a trabajar todo lo mejor ya logrado? Si bajáramos el ritmo y nos mirásemos más.

No os adelantaré más del contenido, pero estoy seguro que confirmaréis lo que ya sabéis y os sorprenderéis ante lo no tan conocido.

Espero que os guste y lo compartáis todo lo posible. Es un libro para compartir.

Y ahora os invito a echarle un vistazo, mientras os acompaño con el mismo cariño y arte que se dio a luz al libro. Nos vemos en un rato, me hacéis las preguntas que queráis y abrimos paso al debate.

HECOENSAYO 55: DECONSTRUCCIÓN. Microrrelatos alternativos

Empresarios, técnicos, amas de casa, jóvenes, ciudadanos, personas de a pié. Todas pensando al unísono y co-creando mundo todos los días.

¿Quién piensa de una u otra manera?

¿Y qué tipo de mundo construyen unos u otros pensamientos?

Pasar de unos a otros supone "deconstruir" nuestras estructuras mentales y nuestros hábitos diarios. Atreverse a decirse ¿Y si? ¿Podría ser? ¿Cómo funciona eso? ¿Podría ser el mundo de otra manera? ¿Qué pasará después de tomar esta decisión? ¿Cómo se relaciona este acto con el resto del planeta? ¿Tiene alguna conexión?


Pensamiento 1A: Mañana voy a comprarme cositas y ropita chula en la calle más pija de la ciudad.

Pensamiento 1B: Me he enterado de cómo trabajan las mujeres 16 horas diarias en países lejanos en condiciones infrahumanas. ¡No pueden ni ir al aseo cada vez que quieren! Y les pagan una miseria. La semana que viene me recorreré varias tiendas de proyectos de reinserción social a ver si consigo ropa artesanal. Hay personas en mi país que disfrutan confeccionando este tipo de ropa. Incluso una que llaman de comercio justo.

 

Pensamiento 2A: Me gustaría comprarme un coche nuevo que esté guay. Ya me he cansado del anterior. Uno de esos más confortables y grandes.

Pensamiento 2B: El cambio climático debido a la contaminación de la quema de combustibles es alarmante. A ver... Si agarro el bus número 10 me dejará en la plaza… Bueno. También podría ir en bicicleta. Y además tonifico el cuerpo y ahorro pasta.

 

Pensamiento 3A: Mmmmmh. ¿Qué escojo? ¿El pollo empanado o las lonchas de jamón? Así cocinaré y comeré pronto.

Pensamiento 3B: Un amigo que trabaja en una granja industrial me ha dicho que los cerdos y pollos se pasan la vida inmovilizados y hacinados y son sacrificados en muy poco tiempo. Dice que el escenario es dantesco. Voy a probar a comer menos carne. Si combino el arroz integral con la lenteja, la zanahoria y el limón y además son ecológicos, mi cuerpo, el medioambiente y los animales me lo van a agradecer. Qué rico.

 

Pensamiento 4A: Jo! Que cara de mala leche tiene el de la tienda. Siempre tan antipático. Cuánto antes pague y salga, mejor.

Pensamiento 4B: Pobrecito. ¿Qué le pasará al del mostrador? Me he enterado que lo está pasando mal económicamente, que desde que abrieron el centro comercial dos calles más allá apenas llega a final de mes. Ahora le sonrío y le deseo que pase un buen día. Y desde luego haré por comprarle a él todas las semanas.

 

Pensamiento 5A: ¡Qué guarra es la gente! Toda la playa llena de botellas. Pues yo no me voy a guardar mi lata. No voy a ser el único tonto. ¡Ahí va!

Pensamiento 5B: Todo lleno de basura. A mí a veces me pasa que me despisto. Voy a recoger algunos plásticos, aunque no sean míos y los llevaré al contenedor correspondiente. Dicen que en España se están reciclando metales, vidrio y papel de manera muy exitosa. Me siento tan bien aportando generosamente al bien común.

 

Pensamiento 6A: A ver. Este banco me regala un juego de sartenes y los intereses que me rinden este fondo de inversión son muy buenos. Además sale en la tele.

Pensamiento 6B: ¡Vaya! ¿Un banco que sólo invierte en proyectos sociales, medioambientales y culturales y que no trata con empresas de armamento y explotadoras? Me abriré una cuenta.

 

Pensamiento 7A: Toda la vida aguantando a un jefe despiadado. Pues ahora que me han dado mejor puesto, ahora me toca a mí. Se van a enterar esos novatos.

Pensamiento 7B: Me acaban de ascender. ¡Qué gran oportunidad de no hacer pasar a mis trabajadores por lo que yo pasé! Es tan fácil trabajar felizmente y sin estrés. Es sólo cuestión de voluntad.

 

Pensamiento 8A: Ya estamos otra vez con este dolor. Qué me den todas las pastillas necesarias esos médicos. Para eso están y les pago. Yo fumo, me paso el día viento la tele y como lo que me apetece. A ver si ahora no voy a poder hacer lo que me dé la gana.

Pensamiento 8B: Mmmmmh. Me está doliendo. Vamos a investigar qué no estoy haciendo bien. Voy a preguntar al médico naturópata si existiría algún tipo de ayuno bueno para este problema y qué alimentos serían los más recomendables. A partir de ahora me responsabilizaré yo también de mi salud en vez de delegar exclusiva y perezosamente en los demás.

 

Pensamiento 9A: Estamos a punto de descubrir en el laboratorio una planta que va dar mayor rendimiento, a tolerar mejor tal pesticida y que aporta un complemento de vitamina. ¡Cuánto van a ganar nuestros accionistas!

Pensamiento 9B: Podría enterarme de cómo funcionan esas técnicas agrícolas y como se guardan las semillas. Si apoyara a esa comunidad rural podrían salir adelante y garantizar un mejor futuro para sus hijos.

 

Pensamiento 10A: Si meto el ratón aquí y le aplico este producto… Vamos a comprobar las reacciones y el tiempo. Lo apunto en el ordenador y lo vuelvo a meter en la jaula.

Pensamiento 10B: Que animal más bonito. Mira como mueve los bigotes. Fíjate, Fíjate. Ahora está bostezando. ¡Andá! Ahora se ha metido detrás de aquel matorral.

 

Pensamiento 11A: Si. No hay problema. Ya tenemos la expropiación ejecutada. No. Esos ecologistas nos los quitaremos de encima. Siempre buscando bronca. Dentro de un año tendremos un conjunto de apartamentos de lujo sobre esta montaña. Vamos a ganar mucho con ésto.

Pensamiento 11B: ¿Has visto? Es preciosa la vista. Mira esos árboles y allá como las gaviotas bajan a comer. Podríamos delimitar el camino de tierra hasta aquí y proteger las dunas allí. Podrían disfrutar de la bahía muchas personas. Habría que hacer un plan de actuación.

 

Pensamiento 12A: Qué televisión más chulaaaaa. Yo quiero una de esas en 3D, así de grande, para poder ver lo más espectacularmente el peliculón de esta noche.

Pensamiento 12B: No me mola nada las condiciones de esclavitud que viven muchos niños en el sur para extraer los minerales con los que se fabrican nuestros electrodomésticos ni como se contaminan los ríos en los yacimientos minerales. Estoy viendo en internet las muchas tiendas de segunda mano que le dan una segunda vida a objetos que se iban a tirar. También podría arreglar la televisión que ya tengo.

 

Pensamiento 13A: Con esto que cuentan por tantos medios de que la disponibilidad de petróleo va a ser insuficiente para alimentar nuestra civilización en pocos años, me estoy planteando hacerme un búnker y llenarlo de alimentos en conserva.

Pensamiento 13B: Si vamos a disponer de menos energía y recursos… ¿Qué pasaría si nos buscáramos entre unas cuantas personas una parcela en el campo y montáramos un proyecto de agroecología? (Para construir la alternativa y para dar ejemplo).